ENCUENTROS
EDGAR MORIN Y LOS SIETE SABERES NECESARIOS PARA LA EDUCACION
DEL FUTURO. El conocimiento pertinente
Dedicado a mi hermana-amiga mexicana Patricia Gascón Muro
El conocimiento de los problemas claves del
mundo, de las informaciones claves concernientes al mundo, por aleatorio y
difícil que sea, debe ser tratado so pena de imperfección cognitiva, más aún
cuando el contexto actual de cualquier conocimiento político, económico,
antropológico, ecológico… es el mundo mismo.
La era planetaria necesita situar todo en el contexto y en la
complejidad planetaria. El conocimiento del mundo, en tanto que mundo, se
vuelve una necesidad intelectual y vital al mismo tiempo. Es el problema universal para todo ciudadano
del nuevo milenio: ¿cómo lograr el acceso a la información sobre el mundo y
cómo lograr la posibilidad de articularla y organizarla? ¿Cómo percibir y
concebir el contexto, lo global (la relación todo/partes?), lo
multidimensional, lo complejo? Para articular y organizar los conocimientos y así
reconocer y conocer los problemas del mundo, es necesaria una reforma del
pensamiento. Ahora bien, esta reforma es
paradigmática, no programática: es la pregunta fundamental para la educación ya
que tiene que ver con nuestra aptitud para organizar el conocimiento. Edgar Morín, Los siete saberes necesarios para
la educación del futuro.
Como señalamos en el artículo
anterior, en el año 1999 la UNESCO publicó una pequeña obra de Edgar Morín bajo
el título “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro”. En esa entrega hablamos del primer saber:
“Las cegueras del conocimiento”. En esta oportunidad abordaremos el segundo
saber: “Los principios de un conocimiento pertinente”.
Morín parte de su postulado
esencial, el cual ya hemos señalado en artículos anteriores, de que existe un
problema universal: la inadecuación, profunda y grave, entre nuestros saberes,
porque están compartimentados, desunidos y divididos; que se hace más grave
todavía porque los problemas y la realidad misma son poli disciplinarios,
transversales, planetarios, multidimensionales y globales.
Los saberes divididos se hacen
inadecuados porque no toman en cuenta el contexto. Plantea Morín que el conocimiento aislado es
insuficiente, pues es necesario ubicar las informaciones y los elementos que
contiene el contexto para que pueda cobrar verdadero sentido. La contextualización es una condición clave para
la eficacia.
En relación a lo global, es
decir, las relaciones entre el todo y las partes, Morín sostiene que la
globalidad debe ser enfocada como el conjunto de partes ligadas de manera
inter-retroactiva y organizacionalmente. Así pues, dentro de esta concepción,
una sociedad es además de contexto, un organizador del que nosotros formamos
parte: “El todo tiene cualidades o propiedades
que no se encontrarán en las partes si éstas se separan las unas de las otras,
y ciertas cualidades o propiedades de las partes pueden ser inhibidas por las
fuerzas que salen del todo… “(p. 15)
En relación a lo
multidimensional, Morín afirma que cualquier unidad es multidimensional; por
ejemplo, el ser humano es biológico, pero al mismo tiempo es síquico, es
social, racional y afectivo. Y cuando se
refiere a lo complejo debe asumirse como complexus que significa que hay
complejidad cuando son inseparables los diferentes elementos que constituyen el
todo. Una sociedad tiene componentes económicos, políticos, sociológicos,
sicológicos y mitológicos. Por lo tanto,
la complejidad es la simbiosis entre la unidad y la multiplicidad. En tal
sentido, afirma, la educación debe promover la inteligencia general, que le
permita referirse a lo complejo, al contexto y a la concepción global.
La educación, dice el pensador,
debe favorecer la aptitud de la mente humana para buscar respuestas a las
preguntas relevantes y esenciales, y al mismo tiempo estimular el empleo total
inteligencia general. Para lograrlo se
necesita el libre ejercicio de la curiosidad, extinguida, en la mayoría de los
casos, por una instrucción positivista que no estimula, sino que la aplasta. El
desarrollo de la inteligencia y la curiosidad; implica a su vez que el joven
educando sea capaz de observar, entender y aprehender de las antinomias que
ofrece el conocimiento mismo.
Lograr el desarrollo del
conocimiento pertinente no es fácil, tendrá que enfrentar problemas esenciales,
a saber:
1. La
especialización cerrada. Si bien es
cierto que el conocimiento especializado es una forma muy particular de abstracción,
sin embargo se abstrae del contexto y rechaza los lazos y las
intercomunicaciones entre los conocimientos, pues lo inserta en un sector
conceptual abstracto que es el de la disciplina totalmente compartimentada,
resquebrajando de forma arbitraria las
fronteras de la sistematicidad, o lo que es lo mismo, la relación de las partes
con el todo, en relación a la economía como ciencia, Morían dice lo siguiente:
La economía, por ejemplo, que es la ciencia
social matemáticamente más avanzada, es la ciencia social y humanamente más
atrasada, puesto que se ha abstraído de las condiciones sociales, históricas,
políticas, psicológicas, ecológicas inseparables de las actividades económicas.
Por eso sus expertos son cada vez más incapaces de interpretar las causas y las
consecuencias de las perturbaciones monetarias y bursátiles… El error económico
se convierte, entonces, en la primera consecuencia de la ciencia económica…(pp.
17-18)
2. La
reducción y la disyunción: Afirma el francés universal que hasta mediados
del siglo pasado, las ciencias obedecían al principio de la reducción; es
decir, se disminuía el conocimiento de un todo a las partes. De esta manera se
reducía lo complejidad a una simpleza absoluta.
Nuestra educación, dice Morín, nos ha enseñado a dividir, aislar y a
compartimentar, no a unir los conocimientos, por esta razón desarrolla la
incapacidad de organizar el saber disperso y compartimentado, provocando la
atrofia de la disposición mental natural para contextualizar y globalizar.
3. La falsa racionalidad. Es un hecho que la
falsa racionalización abstracta y unidimensional triunfa en el mundo. Por esta
razón, soluciones supuestamente racionales están destruyendo el hábitat, pero
sobre todo, poniendo en riesgo el futuro de las próximas generaciones.
Finalmente, lo que señala Morín, es que si bien el siglo XX
ha producido progresos inmensos en todos los campos del conocimiento y de la
técnica, ha producido también ceguera hacia los problemas globales y
fundamentales del planeta. Esta ceguera ha provocado errores y falsas
ilusiones. De lo que se trata, no es el
abandono del conocimiento de las partes por el conocimiento de las totalidades,
como tampoco se busca sustituir el análisis por la síntesis. Lo que se busca es
conjugar los conocimientos.
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