TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA
DOMINICANA Y EL CARIBE
Holanda en El Caribe, 2
Por: Mu-Kien Adriana Sang
sangbenmukien@gmail.com
mu-kiensang@pucmm.edu.do
@MuKienAdriana
Tambores,
Jean-François Brierre
Vísteis
caer al indio
en
los colmillos de perros feroces
y
cuando izaron el cuerpo real y rojo
de
nuestra dulce reina indeciblemente bella,
el
hada,
la
cantora,
la
madona india,
la
palpitante,
la
del más dulce ritmo inscrito a lo largo de un cuerpo,
la
lánguida Anacaona,
tres
testigos fuísteis en sentiros heridos:
la
luna cantada por ella la poetisa
y
que se sintió morir en sus ojos,
la
luna, página de cobre
que
esperaba el poema indio de su amor,
la
cruz...
y
vosotros, grandes exiliados, invencibles rebeldes,
soberbios
insumisos torturados por los siglos
porque
deslizábais vuestras detonaciones
en
las palabras de las elegías y los conciertos nocturnos.
Y
sollozáis aún como al pie de un cadáver
desde
cuando la gran sombra trágica
se
tendió en vosotros como en un féretro.
(Tomado
de M. Laroche, Haití et sa littérature, Ageum, Québec 1963)
La semana pasada iniciamos una serie sobre el
Caribe holandés. Para desarrollar el tema, utilizamos un interesantísimo ensayo
de la profesora Ana Crespo Solana titulado “Holanda en el Caribe desde la
perspectiva comparada. Aportación al debate sobre los modelos de expansión en
los siglos XVII y XVIII” [1]. Como no pudimos terminar de presentarlo por
razones de espacio, continuamos en esta semana.
La profesora señala algo interesante. Dice que al
inicio, el modelo económico colonial de los holandeses en El Caribe se inició
con el cultivo tabaco, pero luego cambió al azúcar, porque era más rentable
para el sistema de implantación agrícola dependiente del capital que los
comerciantes holandeses aportaban a las islas antillanas. Pero el modelo no se
circunscribía a sus posesiones, sino que trascendían sus propias fronteras. Así,
para la segunda mitad del siglo XVII, las plantaciones en Barbados habían
crecido gracias a los holandeses. Allí “habían aportado su peculiar paquete de
servicios financieros, fletes y mano de obra esclava, así como el comercio de
contrabando que se hacía desde Curazao, eran muy rentables para las firmas de
Amsterdam… por dos razones. Las zonas de monocultivo de plantación necesitaban
una provisión de mano de obra esclava y una conexión por mar con fletes competitivos,
que en gran parte eran aportados por el capital holandés en su calidad de
intermediario” [2]
En esta lógica, sostiene la profesora, en las pequeñas
islas antillanas, como San Eustaquio y Surinam, los holandeses no solo
instalaron grandes plantaciones, sino que se convirtieron en las bases
fundamentales para poder competir con otras zonas por su alto nivel de
productividad, pero al mismo tiempo, se desarrollaba un activo comercio al
margen de las firmas oficiales y estatales, y del circuito de las flotas
españolas:
El control de los distintos centros productivos de
una economía anclada en modelos tradicionales era para los holandeses casi una premisa
para lograr su posición de mayor beneficio y convertirse en intermediarios (en
capital y fletes) de los aprovechamientos económicos que pudieran ofrecer otras
zonas marginales de América. En Brasil
fue la primera vez que los holandeses conseguían adueñarse de la producción de
una zona azucarera para el transporte monopolizado a Amsterdam. [3]
Así pues, la metrópoli holandesa no solo había
instaurado el sistema de plantaciones en sus islas y desarrollaban su propio
comercio, sino que además se convirtieron en los transportistas estelares del
comercio. Consiguieron con astucia y
dinero penetrar otros mercados, incluyendo al español, que no tenía la
capacidad de responder a la demanda de flotas. “Su inferencia en articular los
circuitos del comercio intracaribeño (lo que ellos llamaban Keline Vaart) fue
una de las actividades que más beneficios directos les reporto… este Keline
Vaart (fue) el fenómeno más rentable en la historia del Caribe en el siglo
XVIII. Esta navegación pronto enlazó con un Grote Vaart directo desde la
metrópolis, que había supuesto el verdadero triunfo del comercio directo
neerlandés…” [4]
Otro elemento interesante que destaca la profesora
es que en el modelo holandés también existía una sociedad mercantil que vivía
del contrabando; más aún, el negocio de los piratas, además de ser parte de la
idiosincrasia caribeña, fue también una forma de vida y de supervivencia de los
colones holandeses. Según los datos localizados en el comercio ilegal, los
mayores intercambios se producían entre las islas de San Eustaquio y de
Curazao. Gracias a este comercio
paralelo, algunas islas, dice la autora, como por ejemplo Barbados, que gracias
a esta actividad, pudo transformase “de
isla inútil” a un centro azucarero en manos británicas de gran productividad:
El enorme desarrollo del comercio intra-caribeño en
la segunda mitad del siglo XVIII se debe a muchos factores. En la segunda mitad del siglo XVIII, este
comercio era una forma adecuada y rentable de proveerse también de producto de
abastecimiento para sus propios territorios coloniales en una época en que la
situación atlántica se resentía por las numerosas guerras. La escasez o
abundancia de ciertos productos en algunas regiones influyó en un incremento de
las relaciones comerciales de las distintas islas y áreas continentales
caribeñas, siendo Venezuela uno de los focos más activos…[5]
Así pues, a pesar de que Holanda no tenía grandes
posesiones en El Caribe, fue clave en el desarrollo del modelo de las
plantaciones, en el transporte de mercancía y en la intermediación financiera.
Estaba claro también que a Holanda no le interesaba el control político en la
zona. Le bastaba con obtener ganancias.
Sus pequeñas posesiones eran suficientes para sus apetencias económicas.
Los temas de dominio político y hegemonía en la zona se los dejaba a los
ingleses y franceses. Los españoles, en
el siglo XVIII y principios del siglo XIX, estaban muy ocupados intentando
manejar todo un continente bajo su control y poder. Así concluye este interesante ensayo de la
profesora española:
A largo plazo, los negocios neerlandeses caribeños
continuaron diversificando sus conexiones con distintas áreas productivas que
controlaban para transportar sus productos, incluyendo el avituallimiento de la
mercancía humana, los esclavos y así seguir invirtiendo masivamente en las
plantaciones y en el comercio de contrabando, que siguió su propia evolución
interna hasta ya entrado el siglo XIX.[6]
Así termina esta narración. Seguiremos con el Caribe Holandés desde la
perspectiva del historiador y amigo dominicano Frank Moya Pons, expuesto en su
obra sobre Historia del Caribe. Hasta la próxima.
[1]
Ana Crespo Solana, “Holanda en el Caribe desde la perspectiva comparada.
Aportación al debate sobre los modelos de expansión en los siglos XVII y XVIII”,
CATHARUM, Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios
Hispánicos de Canarias, http://www.academia.edu/390300/Holanda_en_el_Caribe_desde_la_perspectiva_comparada._Aportaci%C3%B3n_al_debate_sobre_los_modelos_de_expansi%C3%B3n_en_los_siglos_XVII_y_XVIII.
[2]
Ibídem
[3]
Ibídem
[4]
Ibídem
[5]
Ibídem
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