TEMAS SOBRE
HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE
Pensamiento caribeño en el siglo XIX. Espaillat y el liberalismo positivista dominicano
Por: Mu-Kien
Adriana Sang
@MuKienAdriana
“Me despido de la capital, de la que he sido huésped
durante siete meses, donde he sido acogido con extremada benevolencia y donde
también he recibido innumerables pruebas de simpatía y aprecio... Al dejar el
puesto en donde no tuve tiempo para realizar algunas, siquiera, de las muchas y
legítimas aspiraciones de esta sociedad, deseo con toda sinceridad que el
ciudadano que debe reemplazarme, logre al fin lo que yo no pude alcanzar...” Ulises Francisco Espaillat [i]
Con
estas palabras abandonó el poder Ulises Francisco Espaillat en 1876. En menos
de seis meses fue objeto de una de las más grandes protestas que se conocen en
la historia dominicana. Había muerto la
esperanza de la redención en el siglo XIX.
Ulises Francisco
Espaillat nació en el corazón del Cibao, en Santiago. Su ciudad natal fue el
escenario permanente de su vida personal y política. Allí nació, se enamoró, se casó y formó familia, y allí hizo realidad su compromiso
con la transformación del país, comprometiéndose
políticamente con las filas liberales,
abandonando un ambiente social de privilegios, para someterse a la vorágine de
una vida política cargada de grandes riesgos, muchos fracasos, pocos triunfos y
múltiples decepciones.
Cansado de conspirar
y luchar, o quizás porque era el momento de hacer sus propuestas, lo cierto es
que Espaillat decidió en 1875 comenzar a escribir sus ideas sobre la realidad
dominicana. Y un año después, en 1876,
aceptó, luego de rechazarla una y otra vez, la nominación presidencial. El júbilo fue general cuando Espaillat
anunció su postulación. “La urna electoral, decía, es el único sucesor legítimo
y pacífico de las balas.” Decía siempre
que los gobiernos no debían tenerle miedo a la libertad porque era ella la que
daba “fuerza y robustez a los pueblos”.
Confeso miembro del
Partido Liberal o Partido Azul, Espaillat logró convertirse, en el vocero
calificado del “positivismo liberal dominicano.” La figura de Espaillat ha
trascendido en el tiempo, convirtiéndose en permanente referencia en la
historia política dominicana. Su nombre está necesariamente vinculado al
pensamiento político liberal de su época. Pero más que pensador, Espaillat ha
sido, y es, un verdadero símbolo de la pureza en el ejercicio político y del
profundo sentido ético del quehacer político cotidiano, como sus propios
contemporáneos atestiguaban.
Espaillat fue un
severo crítico de la realidad heredada, pero era ante todo, un gran soñador de
una sociedad mejor. Crítico cuando analizaba los acontecimientos nacionales;
propulsor de sueños para motivar la transformación y la dignificación de la
herencia histórica recibida, su crítica mordaz al ejercicio de la política,
entendida como conveniencia de unos cuantos, y al desenfreno en el ejercicio
del poder de la mayoría de los caudillos de la época, le ganó la admiración no
solo de sus contemporáneos, sino también de las generaciones posteriores que
han encontrado en sus escritos elementos de profunda sabiduría.
Espaillat representó
esa corriente de intelectuales latinoamericanos surgidos después del triunfo de
la Revolución Independentista, que recibió múltiples influencias, desde las
ideas iniciales de la Ilustración, pasando por el puritanismo norteamericano,
hasta las variadas corrientes del liberalismo y del positivismo ortodoxos.
Heredero como sus homólogos, de una realidad caracterizada por la lucha
caudillista, se vio en la necesidad de asumir posición. Su activa participación
dentro de las filas liberales, le permitió desempeñar diferentes cargos que le
hicieron fortalecer sus convicciones.
Nacido en el primer
cuarto del siglo XIX, Espaillat se formó en el calor de las transformaciones
sociales y políticas. Las bases sobre las cuales se estructura su pensamiento,
se sustentan en elementos típicamente liberales e ilustrados. Años después
añade el espíritu positivo impregnado por la influencia comtiana que tanta
influencia ejerció en la intelectualidad latinoamericana. Se nutre del
racionalismo europeo de finales del siglo XVIII y principios del XIX y
demuestra su desprecio a las posiciones ideológicas del Antiguo Régimen,
constituyéndose en gran defensor de las posiciones republicanas. Sin embargo, y
ahí no niega la esencia de la tradición heredada, es un defensor de la fe
católica, la cual se obliga a compartir, a veces con suma dificultad, con el
espíritu anticlerical de la Ilustración. Defensor de la modernidad y de la
civilización occidental, supo combinar forzosamente, la fuerte y tradicional herencia
hispánica.
Espaillat decidió en
1875 escribir sus reflexiones. Bajo el seudónimo de María, legó a la comunidad
intelectual dominicana una síntesis completa del pensamiento liberal de tintes
positivistas. La reflexión sobre el tema de la política fue el aspecto más
desarrollado en su reflexión. Defensor
de la libertad y la nación como espacio de desarrollo del ciudadano, Ulises
Francisco Espaillat, auspició, como la inmensa mayoría de sus contemporáneos,
un proceso contradictorio; tanto, que en su esencia misma negada a muchos
miembros de ese territorio que él había defendido como su Estado-nación, no
sólo la posibilidad de formar parte, sino hasta de alcanzar la categoría de
ciudadanos. En su intento por guiar el país por los caminos del “progreso” y la
“civilización”, los intelectuales latinoamericanos del siglo pasado se
convirtieron, maestro-Espaillat también, en negadores de su propia cultura.
Liberal y positivista
confeso, Espaillat no dejó nunca de admirar a las naciones que hacían inversión
en educación, pues, según afirmaba constantemente, la construcción del progreso
estaba sustentada en un proceso educativo profundo del pueblo. A su juicio la
nación norteamericana había entendido este principio, y desde que se inició el
camino de la paz, luego de la tormentosa guerra interna, sus gobernantes
hicieron inversiones en la educación del pueblo.
Asumiendo nuestra
actual coyuntura, decidí seleccionar para esta presentación citas que a mi
juicio me parecen más que interesantes para el tiempo que vivimos. Es impresionante ver cuán visionario fue
nuestro Sarmiento. Veamos algunos
ejemplos
Los partidos políticos: “La libertad no existe sino en los países en que se
ha erigido un altar a la tolerancia; donde se le quema incienso a esta sublime
virtud , y se le tributa constante y respetuoso
culto; donde ella forma la base del credo de los partidos políticos;
donde ella es la reguladora de su conducta. Tolerar el triunfo legal del
partido contrario, sometiéndose resignado al mandato de la ley que así lo
dispuso, se llama tolerancia...
La
Fusión: "Al mismo
tiempo, la Fusión es el deber de todos los ciudadanos de sostener el orden
actual de cosas, impidiendo toda conmoción, cualquiera que ésta sea, que es el
único medio de lograr que se reponga la fortuna pública se ilustre la nación,
se organice la Justicia y triunfe la virtud, del vicio. La Fusión es el deber
que todos los pretendientes a los puestos públicos tienen, inclusive, el
primero, de esperar que a cada cual le llegue su turno, sin meterse a inventar
evoluciones políticas, cuyo resultado cierto es prolongar indefinidamente el
malestar de la nación, si a más de esto no se agregase el traer a quien menos
piensen. Esperar, esperar y que de la boca de las urnas electorales sea que
salga el nombre del favorecido, no de la boca de los fusiles."
Las
Leyes La Ley y solamente la Ley está llamada a salvar esta
Sociedad. Es preciso, es indispensable que la Justicia sea una verdad.
La
Dictadura: La Dictadura! Palabra terrible, señores, que
envuelve en sí nada menos que la muerte de la libertad y la infelicidad de todo
un pueblo… Proponer la dictadura a un pueblo que ha hecho una revolución por
establecer sus libertades y sus garantías sobre bases sólidas y estables, es un
contrasentido que tiene todos los visos de la demencia…
La Lucha
Eleccionaria: En las luchas eleccionarias de aquel país se ventila
el porvenir de numerosas familias de uno y otro bando, cada uno de los cuales
hace esfuerzos inauditos por ganar la batalla, porque ésta representa para ellos,
los empleos, concesiones, embajadas y toda suerte de posiciones ventajosas…el
modo de vivir. Esta es la lucha entre los partidos.
Intereses
de Partido: En los países combatidos por las discordias civiles,
como desgraciadamente lo está el nuestro, es imposible para el público el
separar los intereses puramente de la Sociedad, de los intereses de partido, de
tal modo que son muy pocos los que dejan de ver las cosas bajo el prisma de sus
respectivos intereses personales.
Tolerancia
La
absoluta tolerancia de las opiniones legalmente manifestadas, da más derecho a
las autoridades para ser rigurosamente exactas en el cumplimiento de la ley con
aquellos que pongan en peligro la sociedad.
Unificación
de los Partidos: Para unificar los
partidos es indispensable que los hombres más connotados de ellos, que hasta
poco se habían considerado como enemigos, y que de hoy en adelante han de ser
considerados todos como amigos de la patria, formen parte del nuevo Gabinete.
Así lo reclama la justicia, y basta esta razón. En la formación del presupuesto
deben regirnos los mismos principios de justicia. Antes que dar, se debe pagar.
Antes que ser generoso, es preciso ser justo.
La Urna
Electoral: La sociedad
dominicana debe estar de plácemes al ver que, desde el principio de esta
campaña electoral, se han puesto en uso las verdaderas prácticas republicanas,
dándonos motivos para presagiar que dentro de poco no habrá un sólo dominicano
que no llegue a saber "que la urna electoral es el único sucesor legítimo
y pacifico de las balas".
Ulises Francisco
Espaillat fue un verdadero Quijote humano
que murió triste y sólo en su ciudad natal, con un sentimiento casi
absoluto de abandono. Espaillat fue, es y será siempre una fuente inagotable de
reserva moral, un verdadero símbolo de pureza de la política y un verdadero
paradigma para instar a los políticos a que conviertan su quehacer cotidiano en
un monumento a la ética política.
[i] Todas las citas fueron tomadas de
mi obra: Mu-Kien Adriana Sang, Una Utopía Inconclusa. Espaillat y el
liberalismo dominicano del siglo XIX, Santo Domingo, INTEC, 1997.
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