domingo, 1 de diciembre de 2013

Bonó juzgado por la posteridad, 3


TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE

 

Pensamiento caribeño en el siglo XIX. Bonó juzgado por la posteridad, y 3

 

Por: Mu-Kien Adriana Sang

 

mu-kiensang@hotmail.com

mu-kiensang@pucmm.edu.do

@MuKienAdriana

 

 

El tabaco daba ocupación fructuosa a los sembradores y extractores de nuestros textiles y a los fabricantes de todas las cuerdas y extractores de nuestros textiles y a los fabricantes de todas las cuerdas en uso: hilos a enseronar, cinchas, lazos, maniotas; a los recolectores de los guanos y canas y a los que con ellos fabricaban serones, árganas y enjalmas; a los ganaderos, a los arrieros, a los potreros…a población flotante de los pueblos y ciudades empleados en separar, descabezar, enmanillar, enseronar, entretejer, empacar y estribar. El cultivo del tabaco, fruto de cuatro meses de vida, dejaba a los conucos limpios y habilitados por ocho meses para la siembra y cosecha de frutos menores, que bajo continua fertilidad estival de la zona que habitamos, no dejó ni pudo dejar escasez de las subsistencias….Pedro Francisco Bonó, Congreso Extraparlamentario (fragmento)

 

 

Con esta entrega presentamos el tercer ensayo sobre el pensamiento de Bonó analizado por la posteridad. La semana pasada hicimos referencia al trabajo enjundioso e interesante de Roberto Cassá, quien coincide en casi todos sus planteamientos, con las ideas expresadas por el mayor conocedor del pensamiento de este gran hombre, Raymundo González.

 

Hoy haremos referencia a un texto interesante, escrito por Julio Minaya y publicado por la Revista Estudios Sociales en el año 1966 [i]. El ensayo inicia haciendo algunas referencias a rasgos esenciales de los momentos políticos vividos en América Latina y que impactaron en la vida, las ideas y las participaciones políticas de este hombre enigmático y fuera de serie. Afirma que la vida del intelectual de Bonó se desarrolló en la cumbre del liberalismo romántico, en las primeras décadas del siglo XIX,  hasta el declive del positivismo a finales de ese siglo.  Durante ese período, sigue escribiendo Minaya, las antiguas colonias españolas luchaban por su emancipación política y luego, por su liberación intelectual o cultura.  Afirma el profesor universitario que Bonó fue, sin lugar a dudas, uno de los grandes luchadores de la libertad y la felicidad del país; “pero a más de lograr ser libre y feliz, fue su sueño que alcanzar estatus de originalidad, llegando a convertirse en el pensador más preocupado por la construcción de la identidad del pueblo dominicano.” (p.12)

 

Pero la turbulencia de la vida política nacional marcó aún más al pensador dominicano. Dice Minaya que Bonó, a pesar de estos reveses políticos devastadores, este hombre, comprometido con su tiempo, luchó, se comprometió y ofreció lo mejor de sí para construir el país de sus sueños: “Era la lucha por el establecimiento de los Estados Nacionales latinoamericanos, combate ciclópeo para un país pequeño situado en una zona calificada or Juan Bosch como “frontera imperial”. (p.12)

 

Lamentando no tener espacio suficiente para abordar el interesante trabajo de Minaya, tenemos que concluir que este ensayo es muy novedoso porque sitúa a Bonó en el contexto intelectual de la época, presentando todas sus variables y aristas. Por ejemplo, refiriéndose al positivismo y la ideología del progreso, afirma, coincidiendo con todos los estudiosos modernos, que Bonó se alejó del liberalismo y sobre todo de la euforia que provocaba el modernismo capitalista.  Bonó, como ya hemos visto, defendió a capa y espada las virtudes del tabaco, pues daba beneficios a más personas, por eso lo calificó sin remordimiento alguno, como el verdadero producto que sentaría las bases de la igualdad y la democracia.  Enfrentó el cultivo del azúcar, por considerarlo elitista y que beneficiaba solo a algunos.

 

Señala Minaya que si bien Bonó no participaba de la ideología del progreso, sí aceptó el mandato de la educación como vía para conseguir la mejoría del pueblo. Vio con simpatía los esfuerzos realizados por Hostos y sus normalistas. Incluso consideraba que el Maestro de Puerto Rico, con sus acciones, daba brillo y prestigio a la patria, su patria amada, nuestra patria.

 

Finalizo este artículo con las conclusiones de Minaya en el interesantísimo ensayo.  Afirma, coincidiendo con Cassá y González, que Bonó fue “haciéndose cada vez más escéptico respeto a las bondades que la ciencia y la técnica venían ofreciendo, a la proclamada esperanza de resolver los problemas propios del ser humano….Lo que caracterizó mejor al siglo XIX fue la excesiva confianza depositada por la humanidad en sí misma. El desarrollo de la racionalidad científica creó la falsa ilusión de que todos los problemas se resolverían.”  (p.44)

 

Así, dice el autor del ensayo, frente a los excesos del liberalismo y el positivismo aplastante, Bonó tomó distancia, y decidió negar esas ideas que le inspiraron en sus primeros años de vida política e intelectual para abrazar nuevos valores e ideas: “los del espiritualismo y misticismo recurrentes en toda la primera mitad del siglo XX” (p.46).

 

En la próxima seguimos con la mirada moderna al pensamiento de este hombre que sentó, sin saberlo y quizás sin quererlo, cátedra de pensamiento propio y crítico y de fortaleza moral incuestionable.

 

 



[i] Julio Minaya, “Pedro Francisco Bonó: vida y obra en su contexto”, Revista Estudios Sociales, Volumen XLI, Número 142-143. Octubre 2005, marzo 2006.

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