ENCUENTROS
¿Bueno o malo? La gran pregunta. Tomás Moro decide soñar
Por: Mu-Kien Adriana Sang
DICHOSOS los que saben
reírse de sí mismos, porque no terminaran nunca de divertirse.
DICHOSOS los que saben
distinguir una montaña de una piedra, porque se evitaran muchos inconvenientes.
DICHOSOS los que saben
descansar y dormir sin buscarse excusas: llegaran a ser sabios.
DICHOSOS los que saben
escuchar y callar: aprenderán cosas nuevas.
DICHOSOS los que son
suficientemente inteligentes como para no tomarse en serio: serán apreciados
por sus vecinos.
DICHOSOS los que están
atentos a las exigencias de los demás, sin sentirse indispensables: serán
fuente de alegría.
DICHOSOS ustedes cuando
sepan mirar seriamente a las cosas pequeñas y tranquilamente a las cosas
importantes: llegaran lejos en esta vida.
DICHOSOS ustedes cuando
sepan apreciar una sonrisa y olvidar un desaire: vuestro camino estará lleno de
sol.
DICHOSOS ustedes cuando
sepan interpretar con benevolencia las actitudes de los demás, aún contra las
apariencias: serán tomados por ingenuos, pero es el precio justo de la caridad.
DICHOSOS los que piensan
antes de actuar y rezan antes de pensar: evitaran muchas tonterías.
DICHOSOS ustedes sobre
todo cuando sepan reconocer al Señor en todo los que se encuentran: habrán
logrado la verdadera luz y sabiduría.
Tomás Moro
Algunos se resistieron a los planteamientos tremendistas y extremos de
personajes como Maquiavelo. Uno de ellos fue Tomás Moro, el sacerdote
convertido en santo, que decidió proponer un lugar nuevo, diferente, en el cual
el bien prevalecería por sobre todas las cosas. Ese lugar se llamaba Utopía.
Nacido en Londres en 1478 y muerto en
julio de de 1535, a la edad de 57 años; Tomás Moro abrió los ojos al mundo en
el momento del esplendor del Renacimiento y del surgimiento del humanismo
renacentista, para contrarrestar las ideas del pensamiento medieval. Estas
transformaciones culturales y filosóficas del mundo conocido impactaron sin
duda su pensamiento y su vida. Fue un agudo pensador, teólogo, político, humanista, y además de escritor,
que fue también poeta. Su obra más conocida es Utopía.
Por su
posición defendiendo los preceptos de la Iglesia Católica de Roma, fue enjuiciado por orden directa del rey Enrique VIII, y acusado de alta
traición, por no haber querido prestar el juramento antipapista, y
adherirse a la Iglesia
Anglicana, pero sobre todo, por oponerse al divorcio con la reina Catalina de
Aragón. Su negativa implicaba no aceptar el Acta de
Supremacía, que declaraba al rey como cabeza de esta nueva iglesia.
El juicio se efectuó. Fue declarado culpable. Recibió la máxima pena: la muerte.
El 6 de julio de 1535 fue decapitado. En 1886 fue beatificado y canonizado en 1935 por la Iglesia Católica, y es considerado santo
y mártir. La Iglesia
Anglicana también lo reivindicó al proclamarlo en 1980 como un santo, mártir y
héroe de la Reforma
Protestante.
EL libro Utopía fue escrito entre 1515 y 1516, durante su estadía en
Flandes. Fue publicado en Lovaina en 1517 y fue prorrogado por Francisco
Quevedo; y como bien afirma el prologuista de la obra, es corta, como lo es la
vida misma. Como El Príncipe de
Maquiavelo, Utopía es un pequeño ensayo, pero a diferencia de las reflexiones
del italiano, Moro expone en cada una de sus páginas la ilusión de un hombre
que reniega de su tiempo y sueña con un mundo mejor.
Al releer a Utopía después de tantos años, pensé inmediatamente en el Mito
de las Cavernas que aparece en el libro República de Platón. La obra de Tomas Moro expone
su visión muy personal sobre cuál debía ser la sociedad idílica para el autor.
Propuso una republica, la república de sus sueños, que garantizaba la felicidad
a todos sus habitantes a cambio de trabajo, esfuerzo y colaboración mutua.
En su isla Utopía, Moro abogaba por
el trabajo cooperativo. Expresó abiertamente su anhelo de que sus habitantes
trabajaran de forma activa y equitativa, pues era la única garantía de que la
productividad del trabajo fuese equitativamente distribuida. Y, un elemento
clave de esa sociedad ideal inventada en el corazón de Moro, fue sin lugar a
dudas la libertad, especialmente la apertura a las diferentes creencias
religiosas. Un elemento nuevo y novedoso en una sociedad que apenas salía del
oscurantismo medieval y en la que la Reforma Protestante supuso serios
enfrentamientos. El hecho de que Moro pensara que en Utopía podían coexistir
varias religiones, era una forma de explicar indirectamente su negativa a
renunciar a la Iglesia Católica de Roma:
"Hay varias
religiones en Utopía, no solo en la Isla, sino también en cada ciudad. Unos
adoran el Sol, otros la Luna, otros alguna de las Estrellas; y aún algunos
veneran por Sumo Dios a algún hombre de una gran virtud que existió en tiempos
pasados. Pero la mayor parte, que son los más instruidos, no reverencian
ninguna de estas cosas, sino que creen que hay una divinidad oculta, eterna,
inmensa e inexplicable, la cual interviene en este mundo …A este Dios le llaman
Padre, ya que en él reconocen el principio, el aumento, la mudanza y el fin de
todas las cosas…(Utopía, Capitulo La Religión)
Como buen cristiano y católico
confeso y convencido, Tomás Moro creía en la bondad humana, y que el ser humano
que habitaba en la tierra, por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios,
era, tenía que ser, bueno por naturaleza. Sin embargo, el hecho de que soñara
con esa sociedad ideal que llamaba Utopía, reconocía que de alguna manera, y
por alguna razón, el ser humano en su relación con los demás tenía una vocación
autodestructiva.
Entonces surge una nueva pregunta: ¿nacemos
bueno y la sociedad desarrolla la maldad? No tengo la respuesta. La busco. Moro nos legó la
esperanza como herencia. Durante sus largos meses de encarcelamiento, antes de su ejecución,
fue capaz de reflexionar, pensar y ratificar su fe en Dios, en la sociedad y en
la lucha constante para poder construir la sociedad utópica que tanto anheló y
que escribió con singular maestría en su brillante obra: Utopía. Seguimos con
el tema. espero que no se cansen. Yo estoy entusiasmada.
¿No es acaso
injusta e ingrata una sociedad que prodiga tanto obsequio a esos que llaman
nobles, y a los orfebres demás congéneres, gente ociosa que vive tan sólo
de la adulación y de fomentar vanos placeres? En cambio, ¿qué benévolas
prevenciones se hacen a favor de labradores, carboneros, braceros, carreteros y
carpinteros, sin los cuales sería imposible que subsistiera el Estado? Porque,
una vez que han consumido su edad viril en el trabajo […] se les paga,
desgraciadamente, con la más mísera de las muertes» (p. 202).
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@MuKienAdriana
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