TEMAS
SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE
III
Congreso Internacional de Estudios Caribeños: Crisis entre islas. Puerto Rico y
Martinica, 1940-1943, 2.
Por:
Mu-Kien Adriana Sang
sangbenmukien@gmail.com
@MuKienAdriana
La paloma que desciende rompe el aire
Con llamas de incandescente terror,
En las cuales las lenguas declaran
La única disculpa del pecado y el error.
La única esperanza, a cambio de la desesperación
Está en la elección de una hoguera entre hogueras
Para redimirse del fuego por el fuego.
Con llamas de incandescente terror,
En las cuales las lenguas declaran
La única disculpa del pecado y el error.
La única esperanza, a cambio de la desesperación
Está en la elección de una hoguera entre hogueras
Para redimirse del fuego por el fuego.
Entonces, ¿quién
inventa el tormento? El amor.
Amor es el nombre extraño
Detrás de las manos que agitan
La intolerable camisa de llamas
Que ningún poder humano puede alejar.
Sólo vivimos, sólo suspiramos
Consumidos por uno u otro fuego. Thomas Stearns Elliot, Cuatro Cuartetos.
Amor es el nombre extraño
Detrás de las manos que agitan
La intolerable camisa de llamas
Que ningún poder humano puede alejar.
Sólo vivimos, sólo suspiramos
Consumidos por uno u otro fuego. Thomas Stearns Elliot, Cuatro Cuartetos.
Continuamos presentando, resumiendo más bien, la
excelente ponencia del amigo y colega Jorge Rodríguez Beruff, "Puerto Rico y la crisis de Martinica (1940-1943)"
que formó parte del programa académico del III Congreso de Estudios Caribeños.
Mientras leía el trabajo para, me surgieron
algunas inquietudes. Ese periodo de nuestra historia universal es fundamental.
La Segunda Guerra Mundial en su climax,
precedida de una Europa golpeada por dos dictaduras sanguinarias y
crueles encabezadas por Hitler y Mussolini.
La lucha de poder entre las potencias, que se vieron en la obligación de
aliarse para enfrentar el nazismo.
Me pregunté ¿ante ese mundo tan
convulso, cómo se reflejaba en El Caribe? Busqué algunas explicaciones. Después
de revisar varios trabajos y leer un poco para edificarme, llegué a la
conclusión de que aunque América Latina, entiéndase en el sur, centro y las
islas del Caribe, no tuvieron una participación activa en la II Guerra Mundial
a excepción, de México, Brasil, y Puerto Rico. Estos países aportaron, de
manera oficial, tropas al conflicto de manera oficial.
La situación en Europa provocó que las
potencias europeas, debilitadas y desmoralizadas por el conflicto, abandonaran sus posesiones
coloniales de ultramar. Y, aprovechado la situación, Estados Unidos buscaba,
con toda la fuerza que le ha caracterizado desde siempre, buscaba ganarse
espacio como líder imperial en la zona, principalmente en El Caribe. El imperio norteño había decidido participar
en la guerra cuando se produjo el ataque de Pearl Harbor en 1941.
La participación de estos tres países
y por supuesto de los Estados Unidos, hizo que los alemanes miraran hacia
América y sobre todo al Mar Caribe, que debían atender esa parte del mundo,
para lo cual propusieron destinar una parte de sus submarinos a vigilar en esa
lejana parte del Atlántico. Así comenzó la 'Operación Neuland' o Nuevo
Territorio, que tenía como propósito enviar lo que algunos historiadores ha
llamado "manadas de lobos", es decir submarinos alemanes que tenía
como fin interceptar los buques mercantes en el Mar Caribe. Fue una jugada militar brillante. Se calcula
que para fines de 1942 se perdieron cerca del 36% de barcos mercantes. Dio
resultado a los alemanes, tomando por sorpresa a la marina norteamericana.
La situación cambió en la primavera
de 1943, gracias a nuevas técnicas para detectar los submarinos, los aliados lograron
debilitar las operaciones de los submarinos de los alemanes en el mar Caribe.
Y después de seguir con la
lectura, pude armar mejor las piezas de mi rompecabezas interno. Jorge
Rodríguez nos ofrece su interpretación con respecto a la coyuntura política y
militar en El Caribe y la Segunda Guerra Mundial. Se retrotrae unos años antes
al hablar del inicio de la guerra en Europa, que data del 3 de septiembre de
1939. Afirma que esta declaración de guerra produjo una urgente reunión de los
Ministros de Relaciones Exteriores en Panamá del 23 septiembre al 3 de octubre
de ese año.
En ese momento se decidió,
para estar acorde con la posición norteamericana declarar que América sería “zona de neutralidad” de 300 millas
alrededor del hemisferio americano, así como medidas de colaboración económica.
Lo más relevante para la situación de los territorios coloniales europeos en el
Caribe es que ya se preveía el cambio de soberanía sobre los territorios
coloniales como una amenaza potencial. En Panamá se aprobó una “Resolución
sobre la transferencia de soberanía de regiones geográficas de las Américas
controladas por estados no-americanos” que estipulaba que si ocurría un cambio
de soberanía en algún territorio europeo se convocaría una reunión de ministros
de relaciones exteriores. (JRB)
Las cosas se precipitaron,
afirma Jorge, cuando se produjo el derrumbe militar de Francia y Gran Bretaña
en julio-agosto de 1940. Este hecho cambió radicalmente para la posición de Washington.
Se temía que la guerra se desplazara hacia el Atlántico y, por supuesto, al
continente americano. Los territorios europeos en el Caribe, se convirtieron,
casi de repente, en un asunto de urgente preocupación para los Estados Unidos.
En las palabras de Rodríguez Beruff:
Además de
las numerosas colonias británicas en Centro y Sur América y el Caribe insular,
Francia poseía las pequeñas islas de St. Pierre y Miquelon frente a las costas
canadienses, así como Martinica, Guadalupe y la Guayana en el Caribe. Holanda
ejercía la soberanía sobre las islas de San Martín, San Eustaquio, Saba, Aruba,
Curaçao y la Guayana Holandesa. Cuando el gobierno holandés decidió trasladarse
a Londres y la Gran Bretaña demostró su capacidad de resistencia luego de la
Batalla de Inglaterra, la atención se centró en las posesiones francesas que
quedaron bajo la soberanía de un gobierno hostil a sus antiguos aliados
británicos y con una postura crecientemente subordinada a Alemania. Además, en
Martinica se encontraba una considerable fuerza militar y naval así como
grandes recursos financieros en oro.
Ante este
estado de cosas se adelantó para el 21 de julio en La Habana la reunión
prevista de ministros de relaciones exteriores. Allí se aprobó, entre otras
resoluciones de colaboración militar y económica, el Acta de La Habana sobre la
Administración Provisional de Colonias o Posesiones Europeas en América. Este
documento estipuló que en caso de peligro de un cambio de soberanía en un
territorio europeo se establecería una administración provisional por un comité
de emergencia compuesto por un representante de cada estado americano hasta la
eventual independencia o retorno a la metrópoli original, aunque también facultaba
a Estados Unidos para actuar unilateralmente en caso de emergencia.
El cambio de coyuntura hizo
que se asumieran posiciones más agresivas. Por ejemplo, dice el autor, se le
asignó a los militares, especialmente a la Marina de Guerra, un papel más importante
con respecto a los territorios caribeños, aunque, claro está, en estrecha colaboración
con el Departamento de Estado. Este fue el caso, como concluye Rodríguez
Beruff, del manejo de la situación de Martinica y los territorios franceses.
Como afirma el amigo
historiador, se desarrollaron no solo iniciativas diplomáticas para ver cómo se
redimensionaba la crisis internacional, sino también por diversos preparativos
militares que colocaron en una nueva dimensión la importancia estratégica del
Caribe y América Latina.
El Caribe se había
convertido en una posición crítica para la seguridad de Estados Unidos,
especialmente porque era vital para la defensa del Canal de Panamá y todo lo
que significaba el importante acceso marítimo, por donde cruzaban recursos
minerales y energéticos de valor estratégico vitales para un esfuerzo bélico. Y
como afirma el autor, el nuevo poder
aéreo y la amenaza de los submarinos magnificaba el valor militar de la zona.
Esta preocupación, sigue
diciendo el amigo historiador, se reflejó en las instrucciones que Roosevelt le
impartió a su colaborador naval el almirante William D. Leahy al nombrarle al
puesto de gobernador de Puerto Rico. El presidente americano había decidido
salir del problemático general Blanton Winship, para colocar a un experimentado oficial naval de su entera confianza en la
gobernación de Puerto Rico, fue, de por sí, una acción de Roosevelt que
tenía el lógico interés de impulsar los planes de defensa no solo de la isla,
sino de toda la región. Le correspondería a Leahy, como gobernador
primero y luego como embajador a la Francia de Vichy atender, entre otros
asuntos, la situación de las colonias francesas en el Caribe.
Pero ese tema será el
objeto del próximo artículo porque el espacio se agotó. Seguiremos con este interesantísimo trabajo
del buen amigo y colega Jorge Rodríguez Beruff.
No hay comentarios:
Publicar un comentario