Pensamiento
caribeño en el siglo XIX. Martí: La
verdad sobre Estados Unidos
Por: Mu-Kien Adriana Sang
sangbenmukien@gmail.com
@MuKienAdriana
Es preciso que se sepa en nuestra
América la verdad de los Estados Unidos. Ni se debe exagerar sus faltas de
propósito, por el prurito de negarles toda virtud, ni se ha de esconder sus
faltas, o pregonarlas como virtudes. No hay razas: no hay más que
modificaciones diversas del hombre, en los detalles de hábito y formas que no
les cambian lo idéntico y esencial, según las condiciones de clima e historia
en que viva…. Lo que varía es la consecuencia peculiar de la
distinta agrupación histórica: en un pueblo de ingleses y holandeses y alemanes
afines, cualesquiera que sean los disturbios, mortales tal vez, que les acarree
el divorcio original del señorío y la llaneza que a un tiempo lo fundaron, y la
hostilidad inevitable, y en la especie humana indígena, de la codicia y vanidad
que crean las aristocracias contra el derecho y la abnegación que se les
revelan, no puede producirse la confusión de hábitos políticos y la revuelta
hornalla de los pueblos en que la necesidad del conquistador dejó viva la
población natural, espantada y diversa, a quien aún cierra el paso con
parricida ceguedad la casta privilegiada que engendró en ella el europeo. Martí, La verdad sobre los Estados Unidos, Patria, Nueva York, 23 de marzo de
1894.
Un elemento
interesante de Martí, es que en la época en que realizó su actividad política
estaba en boga el positivismo, que defendía, como sabemos, el modelo imperial
–el que fuese- como espejos a imitar y, para estimular la productividad y la
mejoría de la raza, abogaba por la inmigración de trabajadores de esas
metrópolis. Sin embargo, Martí, se
mostró defensor de la mezcla de razas, como pudimos apreciar en el artículo
anterior, pero sobre todo defendía la capacidad que tenían los pueblos de
América para ser los forjadores de sus propios caminos, los responsables de su
destino. Criticó que Estados Unidos habiendo sido colonizado por una de las
potencias europeas, se haya convertido en un imperio más, con las mismas
ambiciones de poder y dinero:
Una nación de mocetones del
Norte, hechos de siglos atrás al mar y a la nieve, y a la hombría favorecida
por la perenne defensa de las libertades locales, no puede ser como una isla
del trópico, fácil y sonriente, donde trabajan por su ajuste, bajo un gobierno
que es como piratería política, la excrecencia famélica de un pueblo europeo,
soldadesco y retrasado, los descendientes de esta tribu áspera e inculta,
divididos por el odio de la docilidad acomodaticia a la virtud rebelde, y los
africanos pujantes y sencillos, o envilecidos y rencorosos, que de una
espantable esclavitud y una sublime guerra han entrado a la conciudadanía con
los que los compraron y los vendieron, y, gracias a los muertos de la guerra
sublime, saludan hoy como a igual al que los hacían ayer bailar a latigazos. En
lo que se ha de ver si sajones y latinos son distintos, y en lo que únicamente
se les puede comparar, es en aquello en que les hayan rodeado condiciones
comunes…[i]
Martí
establecía una gran diferencia entre las naciones nacidas de la Metrópoli
española y la colonia de Inglaterra. Diferenciaba al anglosajón del latino.
Llegó tan lejos que incluso establecía diferencias entre la esclavitud en las
colonias del continente latinoamericano y la esclavitud en Estados Unidos.
Veamos:
Es un hecho que en los Estados
del Sur de la Unión Americana, donde hubo esclavos negros, el carácter
dominante es tan soberbio, tan perezoso, tan inclemente, tan desvalido, como
pudiera ser, en consecuencia de la esclavitud, el de los hijos de Cuba. Es de
supina ignorancia, y de ligereza infantil y punible, hablar de los Estados
Unidos y de las conquistas reales o aparentes de una comarca suya o grupo de
ellas, como de una nación total e igual, de libertad unánime y de conquistas
definitivas: semejantes Estados Unidos son una ilusión o una superchería. De
las covachas de Dakota, y la nación que por allá va alzándose, bárbara y viril,
hay todo un mundo a las ciudades del Este, arrellanadas, privilegiadas,
encastadas, sensuales, injustas. [ii]
Martí no
deja respiro a la nación norteamericana. No olvidemos que ya se había hecho
pública la Doctrina de Monroe, que a pesar de haber sido proclamada en 1823, no
pudo materializarse debido a los conflictos internos, y sobre todo, a la Guerra
de Secesión. Finalizadas las rencillas, la vocación imperial es retomada, y la
frase “América para los americanos” se convirtió en la bandera de lucha y
conquista del coloso norteño, obligando a las potencias europeas a
replegarse. La conquista del espacio
ocupado por Europa y sus potencias tradicionales (Inglaterra, Francia y España,
más tarde se incorpora Alemania) se inició en las islas de El Caribe. Por esta razón quizás Martí, que soñaba con
una Cuba independiente, vio como muy peligroso el derrotero que tomaba la
política imperial de los norteamericanos.
Estados Unidos, en vez de
apretarse las causas de unión, se aflojan; en vez de resolverse los problemas
de la humanidad, se reproducen; en vez de amalgamarse en la política nacional
las localidades, la dividen y la enconan; en vez de robustecerse la democracia
y salvarse del odio y miseria de las monarquías, se corrompe y aminora la
democracia, y renacen, amenazantes, el odio y la miseria. Y no cumple con su
deber quien lo calla, sino quien lo dice. Ni con el deber de hombre cumple, de
conocer la verdad y esparcirla; ni con el deber de buen americano, que sólo ve
seguras la gloria y paz del continente en el desarrollo franco y libre de sus
distintas entidades naturales; ni con su deber de hijo de nuestra América, para
que por ignorancia, o deslumbramiento, o impaciencia no caigan los pueblos de
casta española al consejo de la toga remilgada y el interés asustadizo, en la
servidumbre inmoral y enervante de una civilización dañada y ajena. Es preciso
que se sepa en nuestra América la verdad de los Estados Unidos desprecio a las
pecadoras. [iii]
Estados
Unidos representaba para la causa martiana un verdadero peligro. José Martí rechazó con fuerzas todas las
pretensiones del nuevo imperio. Desde la
primera reunión con las nuevas naciones, convocadas años antes, y de la cual
hicimos referencia en artículos anteriores, Martí trazó una línea imaginaria
entre Estados Unidos y el resto de América Latina. Abogaba, como lo hizo en su
trabajo Nuestra América, por la unión de todos los pueblos del continente que
correspondían a la América Latina, única forma, decía, de poder contrarrestar
los apremios imperiales.
Han perdido juntas todas las
repúblicas españolas de América, en la obra naturalmente lenta, y de México a
Chile vencedora, de poner a flor del mundo nuevo, sin más empuje que el
apostolado retórico de una gloriosa minoría y el instinto popular, los pueblos
remotos de núcleos distantes y de razas adversas, donde dejó el mando de España
toda la rabia e hipocrecía de la teocracia, y la desidia y el recelo de una
prolongada servidumbre. Y es de justicia, y de legítima ciencia social,
reconocer que, en relación con las facilidades del uno y los obstáculos del
otro, el carácter norteamericano ha descendido desde la independencia, y es hoy
menos humano y viril, mientras que el hispanoamericano, a todas luces, es
superior hoy, a pesar de sus confusiones y fatigas, a lo que era cuando empezó
a surgir de la masa revuelta de clérigos logreros, imperitos ideólogos e
ignorantes o silvestres indios. Y para ayudar al conocimiento de la realidad
política de América, y acompañar o corregir, con la fuerza serena del hecho, el
encomio inconsulto-y, en lo excesivo, pernicioso-de la vida política y el
carácter norteamericanos, Patria inaugura, en el número de hoy, una sección
permanente de Apuntes sobre los Estados Unidos…[iv]
Inteligente
como era, Martí constató el carácter desigual de los países colonizados y
conquistados de América. Ls del sur, estaban en condiciones deprimentes y
preocupantes: guerras inter caudillistas, elevada deuda externa, escaso
desarrollo productivo y social. Mientras, en el norte, donde nacía el coloso
norteño, la realidad era otra, pues a pesar de las guerras esta gran nación
pudo salir airosa de sus propias ruinas:
Dos verdades útiles a nuestra
América: el carácter crudo, desigual y decadente de los Estados Unidos, y la
existencia en ellos continua, de todas las violencias, discordias,
inmoralidades y desórdenes de que se culpa a los pueblos hispanoamericanos.[v]
Martí soñó y
luchó. La realidad se impuso a sus
deseos. Estados Unidos creció como imperio
y sacó lenta y progresivamente a los imperios tradicionales europeos. Las
nuevas naciones latinoamericanas, poco a poco, comenzaron a formar parte del
nuevo emporio imperial.
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