Pensamiento
caribeño en el siglo XIX. Martí: Mi raza
Por: Mu-Kien Adriana Sang
sangbenmukien@gmail.com
@MuKienAdriana
Esa de racista está
siendo una palabra confusa, y hay que ponerla en claro. El hombre no tiene
ningún derecho especial porque pertenezca a una raza u otra: dígase hombre, y
ya se dicen todos los derechos. El negro, por negro, no es inferior ni superior
a ningún otro hombre: peca por redundante el blanco que dice: "mi
raza"; peca por redundante el negro que dice: "mi raza." Todo lo
que divide a los hombres, todo lo que los especifica, aparta o acorrala, es un
pecado contra la humanidad. ¿A qué blanco sensato le ocurre envanecerse de ser
blanco, y qué piensan los negros del blanco, que se envanece de serlo, y cree
que tiene derechos especiales por serlo? ¿Qué han de pensar los blancos del
negro que se envanece de su color? Insistir en las divisiones de raza, en las diferencias
de raza, de un pueblo naturalmente dividido, es dificultar la ventura pública,
y la individual, que están en el mayor acercamiento de los factores que han de
vivir en común. José Martí, De mi raza[i]
José Martí fue sin duda un visionario y
un pensador visionario y valiente intelectual.
Como hemos repetido a lo largo de esta serie de artículos, en su
producción intelectual abordó temas controvertidos y vedados. El tema de la raza fue una de las más bellas
reflexiones del político. Con su visión romántica acerca del tema racial, Martí
planteaba la igualdad entre los seres humanos sin distinción de razas, un
planteamiento que desarrolla en el pequeño ensayo con extremada valentía.
Si se dice que en el
negro no hay culpa aborigen, ni virus que lo inhabilite para desenvolver toda
su alma de hombre, se dice la verdad, y ha de decirse y demostrarse, porque la
injusticia de este mundo es mucha, y la ignorancia de los mismos que pasa por sabiduría,
y aún hay quien crea de buena fe al negro incapaz de la inteligencia y corazón
del blanco; y si a esa defensa de la naturaleza se la llama racismo, no importa
que se le llame así, porque no es más que decoro natural, y voz que clama del
pecho del hombre por la paz y la vida del país. Si se alega que la condición de
esclavitud no acusa inferioridad en la raza esclava, puesto que los galos
blancos, de ojos azules y cabellos de oro, se vendieron como siervos, con la
argolla al cuello, en los mercados de Roma; eso es racismo bueno, porque es
pura justicia y ayuda a quitar prejuicios al blanco ignorante. Pero ahí acaba
el racismo justo, que es el derecho del negro a mantener y probar que su color
no lo priva de ninguna de las capacidades y derechos de la especie humana.[ii]
Martí ataca de manera frontal a los
racistas blancos, especialmente a aquellos que se creen superiores. Se
preguntaba con de forma insistente ¿qué
derecho tiene para quejarse del racista negro, que le vea también especialidad
a su raza?[iii]
Pero Martí no era ciego ni parcial. Así
como criticaba a los racistas blancos, también era duro y enfático con los
racistas negros, aquellos que por su color de piel también osaban a sentirse superiores.
Entonces se preguntaba:
¿qué derecho tiene
para quejarse del racista blanco?
El hombre blanco que, por razón de su
raza, se cree superior al hombre negro, admite la idea de la raza, y autoriza y
provoca al racista negro. El hombre negro que proclama su raza, cuando lo que
acaso proclama únicamente en esta forma errónea es la identidad espiritual de
todas las razas, autoriza y provoca al racista blanco. [iv] La paz pide los
derechos comunes de la naturaleza: los derechos diferenciales, contrarios a
la naturaleza, son enemigos de la paz.
Y, no podía quedarse en el pensamiento martiano su Cuba amada. Decía que en su tierra no había temor alguno, ni era una preocupación el racismo, pues, el cubano era más blanco, más que mulato, más que negro. En los campos de batalla, muriendo por Cuba, han subido juntas por los aires las almas de los blancos y de los negros.[v]
Aseguraba que en la vida cotidiana, así
en las luchas diarias de la defensa, de la lealtad, de la hermandad y de la astucia,
siempre hubo, al lado de cada blanco, un negro. Afirmaba con mucha gallardía
que tanto los negros, como los blancos, pueden
dividirse por sus caracteres: tímidos o
valerosos, abnegados o egoístas, en los partidos diversos en que se agrupan los
hombres.[vi]
Para Martí los partidos políticos eran agrupaciones
que combinaban preocupaciones,
aspiraciones, intereses y caracteres.[vii] Y entonces afirma, que lo más importante es y
será siempre la búsqueda de los semejantes, tratando siempre de olvidar las
diferencias. En suma, agregaba, la
semejanza de los caracteres, superior como factor de unión a las relaciones
internas de un color de hombres graduado, y en sus grados a veces opuesto,
decide e impera en la formación de los partidos.[viii] Así pues, para Martí, lo importante en la vida
partidaria no eran las diferencias en el color de la piel, sino las semejanzas
en visiones, compromiso y entrega.
Así, para el poeta, dramaturgo, poeta,
novelista, ensayista y político, lo importante no eran las diferencias
raciales, sino ideológicas. Para él, los que negros y blancos que abogaban por la pompa
y el interés por la riqueza se irían de un lado. Mientras que por el otro lado
estarían los negros y blancos, los hombres verdaderos, quienes tratarían con lealtad y ternura, por el gusto del
mérito, y el orgullo de todo lo que honre la tierra en que nacimos. [ix]
La palabra racista era para Martí una
verdadera desgracia. Para él los racistas no eran solo los blancos que se
creían superiores por el color de su piel, sino también los negros que se
creyesen superiores a los demás. De
racistas serían igualmente culpables: el racista blanco y el racista negro.
Muchos blancos se han olvidado ya de su color; y muchos negros. Juntos
trabajan, blancos y negros, por el cultivo de la mente, por la propagación de
la virtud, por el triunfo del trabajo creador y de la caridad sublime.[x]
Finalmente reiteraba convencido que la guerra de razas no era una preocupación en Cuba. Lo importante, aseguraba, era unir fuerzas para luchar por la instauración de la República, una aspiración legítima e irreversible. En sus propias palabras:
La República no se
puede volver atrás; y la República, desde el día único de redención del negro
en Cuba, desde la primera constitución de la independencia el 10 de abril en
Guáimaro, no habló nunca de blancos ni de negros. Los derechos públicos,
concedidos ya de pura astucia por el Gobierno español e iniciados en las
costumbres antes de la independencia de la Isla, no podrán ya ser negados, ni
por el español que los mantendrá mientras aliente en Cuba, para seguir
dividiendo al cubano negro del cubano blanco, ni por la independencia, que no
podría negar en la libertad los derechos que el español reconoció en la
servidumbre.
Y en lo demás, cada cual será libre en lo sagrado de la casa. El mérito, la prueba patente y continua de cultura, y el comercio inexorable acabarán de unir a los hombres. En Cuba hay mucha grandeza, en negros y blancos." [xi]
Y en lo demás, cada cual será libre en lo sagrado de la casa. El mérito, la prueba patente y continua de cultura, y el comercio inexorable acabarán de unir a los hombres. En Cuba hay mucha grandeza, en negros y blancos." [xi]
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