TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE
Pensamiento
caribeño en el siglo XIX. Martí:
Aprender haciendo
Por: Mu-Kien Adriana Sang
sangbenmukien@gmail.com
@MuKienAdriana
Nuestras tierras feracísimas,
ricas en todo género de cultivos, dan poco fruto y menos de lo que debían por
los sistemas rutinarios y añejos de arar, sembrar y recoger que aún privan en
nuestros países y por el uso de instrumentos ruines.
Surge de esto una necesidad
inmediata: hay que introducir en nuestras tierras los instrumentos nuevos; hay
que enseñar a nuestros agricultores los métodos probados con que en los mismos
frutos logran los de otros pueblos resultados pasmosos….
Pues así como se manda a los niños
de Hispanoamérica a aprender lo que en sus tierras, por elementales que sean,
aprenderían mejor, con riesgo de perder aquel aroma de la tierra propia que da
perpetuo encanto y natural y saludable atmósfera a la vida; así como se sirve
en oficinas de comercio, a adquirir tras largos años un puñado de prácticas
vulgares que caben en una cáscara de nuez, y que se aprenden de igual modo en
la casa propia, sin perder lo que se pierde, siempre en la ajena, así sin tanto
riesgo y con mayor provecho, deben enviar los Gobiernos a agricultores ya
entendidos; y los padres, a los hijos, a quienes quieran hacer beneficio
verdadero con enseñarles en el cultivo de la tierra la única fuente
absolutamente honrada de riqueza; y los hacendados, a hombres capaces de llevar
luego a sus haciendas las mejoras que en las de acá vean, a estudiar la
agricultura nueva en los cultivos prósperos, a vivir durante la época de una a
varias cosechas en las haciendas donde se siguen los sistemas recientes, a
adquirir en todos sus detalles, sin lo que no es fructífero, el conocimiento
personal y directo de las ventajas de los métodos e instrumentos modernos.
Urge cultivar nuestras tierras
del modo que cultivan las suyas nuestros rivales.
Estos modos de cultivo no viajan.
Hay que venir a aprenderlos,
puesto el ancho sombrero y la blusa holgada del labrador, al pie de las
labranzas.
Es acaso el único medio fácil,
fecundo y perfecto de importar en nuestros países las nuevas prácticas
agrícolas.
Se mandan aprendices a los
talleres de maquinaria, en lo que se hace bien: mándense, en lo que se hará
mejor, aprendices a las haciendas.
José Martí, "A aprender en las
haciendas". La América,
Nueva York, agosto de 1883. Obras
Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. Tomo 8.
Páginas 275-277
José
Martí fue un maestro. No tenía que estar encerrado en las cuatro paredes del
aula de una escuela para educar. Toda su
labor literaria tenía como fin la educación del pueblo. Sus obras teatrales y sus cuentos,
especialmente los publicados en La Edad de Oro, tenían como fin la educar a los
más jóvenes, especialmente a los niños. Decía que la ignorancia del pueblo era de los
peores males que tenía la sociedad y sobre todo, porque decía que la justicia
debía estar del lado de los desposeídos, y la ignorancia constituía la peor de
las injusticias sociales. Como el propio
Martí lo expresaba en la explicación el por qué dedicó tiempo y esfuerzo para escribir y publicar
cuentos para niños:
“Para
que los niños americanos sepan cómo se vivía y cómo hoy en América y en las
demás tierras; y cómo se hacen las cosas de cristal y de hierro, y las máquinas
de vapor y los puentes colgantes y la luz eléctrica; para que cuando un niño
vea una piedra de color sepa por qué tiene colores la piedra…Para los niños
trabajamos porque son los que saben querer, porque los niños son la esperanza
del mundo” (A los niños que lean La Edad de Oro)
José
Martí no conocía, no podía conocerla ni tenía la forma de conocerla, la corriente pedagógica que defiende que la
mejor fórmula maestra para el verdadero aprendizaje
es “aprender haciendo”. Porque sin la
práctica, la teoría queda incompleta, se circunscribe al mero conocimiento y el estudiante no es capaz
de llevarla a la vida práctica, a su vida cotidiana. No conocía esta corriente, sin embargo, fue
capaz, en el siglo XIX, cuando estaba de moda el positivismo educativo,
proponer una educación combinada de práctica y teoría.
En el texto que engalana este artículo, que tuve que cortar por razones
de espacio, Martí promueve la educación práctica en el campo, porque estaba más
que convencido que si se desarrollaba la agricultura, los países de América
Latina podrían mejorar sus condiciones de vida. Le llamaba la atención el
cambio que se había producido en Argentina y la gran movilidad del Puerto de Buenos Aires. En sus
palabras:
Buenos Aires sabe de esto, Buenos
Aires que está sacando cada mes de estos puertos cuatro o seis buques cargados
de instrumentos de agricultura. Mas ni todos nuestros pueblos gozan de la misma
próspera condición que el de la Plata, ni en todos es posible la introducción
cuantiosa de los nuevos y, por el tiempo y labor que ahorran, generosos aperos
de labrar; ni la mera introducción de ellos en tierras no preparadas para
recibirlos y hacerlos útiles, basta a cambiar como por magia, el estado
rudimentario de nuestros cultivos.
Ni se tienen
en todas partes los capitales importantes que la compra de nuevos aprestos de
cultivo necesitan; ni es suficiente que se entren por las tierras los
instrumentos si no entra con ellos quien los maneje y acondicione el suelo para
aprovecharlos; ni aun con los especiales halagos que las Exposiciones brindan,
se atreven siempre los fabricantes de ellos a enviar sus productos a pueblos
donde temen que la venta no compense los costos del envío. José Martí, "A
aprender en las haciendas". José Martí, "A aprender en las
haciendas".
Le
llamaba poderosamente la atención cómo había cambiado la realidad argentina,
después que se había producido el boom económico gracias a su desarrollo
agrícola. Se preguntaba si Argentina había podido ¿Por qué no hacían lo mismo
las otras naciones del continente? El
progreso económico en el siglo XIX estaba relacionado, necesariamente, al
desarrollo agropecuario. La agricultura y la ganadería constituían los
renglones básicos de las economías de las jóvenes naciones. Por esta razón, Martí abogaba por la
educación agrícola. El camino más seguro
para el progreso. En la próxima seguiremos con Martí y la educación.
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