ENCUENTROS
REPETICIONES,
REPETICIONES
Por: Mu-Kien
Adriana Sang
El corazón y su redoble iracundo
el obscuro caballo de la sangre
caballo ciego caballo desbocado
el carrousel nocturno la noria del terror
el grito contra el muro y la centella rota
Camino andado
camino desandado…
El cuerpo a cuerpo con un pensamiento afilado
la pena que interrogo cada día y no responde
la pena que no se aparta y cada noche me despierta
la pena sin tamaño y sin nombre
el alfiler y el párpado traspasado
el párpado del día mal vivido
la hora manchada la ternura escupida
la risa loca y la puta mentira
la soledad y el mundo
Camino andado…
camino
desandado…
El
pensamiento circular y el circulo de familia
¿qué hice qué hiciste qué hemos hecho?
el laberinto de la culpa sin culpa
el espejo que acusa y el silencio que se gangrena
el día estéril la noche estéril el dolor estéril
la soledad promiscua el mundo despoblado
la sala de espera en donde ya no hay nadie
Camino andado y desandado
la vida se ha ido sin volver el rostro. Repeticiones, Octavo Paz
¿qué hice qué hiciste qué hemos hecho?
el laberinto de la culpa sin culpa
el espejo que acusa y el silencio que se gangrena
el día estéril la noche estéril el dolor estéril
la soledad promiscua el mundo despoblado
la sala de espera en donde ya no hay nadie
Camino andado y desandado
la vida se ha ido sin volver el rostro. Repeticiones, Octavo Paz
Cuando decidí escribir
sobre algunas profundas reflexiones que atormentan mi alma, me pregunté qué
poesía podría encabezar este Encuentro con una temática tan especial. Busqué primero entre las poesías de Neruda, y
ninguna se correspondía. Me sumergí en mi búsqueda y no aparecía nada que me
complaciera. Entonces recordé a Octavio Paz y sus lamentos. Y, sí, localicé
esta poesía titulada Repeticiones. Y a leerla, no sólo decidí colocarla para
encabezar el artículo, sino que hasta cambié su título y lo bauticé como estos
versos del mexicano universal.
Repeticiones, una y
otra vez, ha sido la práctica
consuetudinaria de esta humanidad nuestra que se cuece en su propia salsa, en
sus propias miserias sin querer cambiar. Mi lamento no ha sido, es ni será el
único ni el último. Hay mucha gente que sufren también porque les duele el
derrotero de este mundo deshumanizado.
Repeticiones, sí,
repeticiones porque ha sido la ambición desmedida y sin control la que norma
las decisiones de los dueños del mundo. Desde el inicio de los tiempo, los
imperios comenzaron a imponerse a los más débiles, a través de la conquista por
la fuerza. Hoy, el dominio es más sutil, pero no menos eficaz. El mercado, la
ley de la oferta y la demanda ha mercantilizado todo, absolutamente todo, hasta
los sentimientos más nobles y hermosos. El amor de pareja ya tiene precio. Se
ha dedicado un día en el cual el amor se somete al escrutinio de un regalo
costoso. El amor filial, el más puro y hermoso, también es una mercancía. Durante
los días previos a las madres la propaganda dice que el amor materno se
demuestra con una lavadora, una estufa o una TV. ¡Qué banalidad tan ofensiva!
Repeticiones, sí,
repeticiones, porque la vida política de este país nuestro, se ha convertido en
una hipérbole de ambiciones sin control, donde las sonrisas hipócritas de los
candidatos son más importantes que sus ideas; donde el discurso, el
convencimiento de sus pretensiones carecen de sentido, porque lo importante es la
compra del favor a través de promesas de cargos y regalos. Se repite, se
repite, se repite, como si el tiempo no existiera. Cuando Ulises Heureaux la compra de la
lealtad se hacía mediante una lista hecha a mano; ahora es más tecnológico a
través de una tarjeta que se corresponde de acuerdo a una lista computarizada.
Repeticiones, sí, sí,
sí, repeticiones insensatas, inhumanas e injustas es la permanencia de las
eternas diferencias abismales entre los que tienen todo y los que no tienen
nada. Es incomprensible a los ojos de
Dios que en un mundo tan rico, lleno de riquezas naturales existan millones que
mueren de hambre y sed.
Repeticiones, sí, sí,
lamentablemente sí. En la Edad Media, la Inquisición enviaba a la hoguera a los
que no eran juzgados como herejes y violadores de la ley de Dios. Después, durante la Guerra de Las Cruzadas,
se expulsaron del territorio del Reino de Castilla a los árabes porque no eran
cristianos. Hoy, los musulmanes atacan a
occidente, los enemigos de Alá. Y motivados por ese odio irracional, se
inmolan. Y mientras la irracionalidad prevalece, las muertes se multiplican.
Repeticiones,
sí, repeticiones, sí. ¡Dios que sí! En este terruño querido y maltratado,
vivimos también pisoteando los terribles caminos transitados. Como ayer, los que llegan al Estado, salvo
muy escasas excepciones, asumen sus cargos para servirse. La patria es solo una
palabra vacía, utilizada en discursos hipócritas. Los partidos políticos, más
que instrumentos de la democracia, se han convertido en corporaciones con
accionistas que tienen como objetivo la obtención de mayores ganancias. Los dueños de turno se convierten, de la noche
a la mañana, en potentados y señores.
¡Oh Dios! ¿cuándo dejaremos de repetirnos?
Repeticiones,
sí, ¡Ay sí, repeticiones! el debate apasionado liderado por los
ultranacionalistas, a raíz de la famosa Sentencia del Tribunal Constitucional,
no es una más que una repetición del eterno conflicto entre Haití y la
República Dominicana. Es también la expresión, la reiteración, de algunos
sectores políticos que utilizan el rancio discurso como unificación nacional.
La debatida, controvertida, enfrentada y apoyada sentencia ha exacerbado, como
antes, los sentimientos de la población, dividiéndola de manera
irracional. Así ocurrió con Buenaventura
Báez cuando utilizaba las desavenencias para aplastar mantenerse en el poder.
Lo mismo hizo Trujillo, quien llevó las diferencias al mayor de los extremos, cuando decidió por la fuerza de las
balas resolver el tema fronterizo. Y Bosch quien mediante una acusación de
agresión llevó las diferencias hasta una crisis diplomática sin precedentes. La historia se repite, se repite, se repite y
duele… y duele… duele.
Como
se repite también el enfrentamiento del adversario con diatribas sin
argumentos, porque la intolerancia constituye su norma. Olvidan que en la
discusión abierta y sincera está la clave del verdadero diálogo y la verdadera
concertación. Pero no para ellos. Solo hablan con los que están de su lado.
Lamento
amigos lectores de que mi Encuentros de hoy no sea un canto a la esperanza, y a
la necesidad de caminar hacia el horizonte luminoso de un nuevo día. Quizás porque también hay que darse permisos
para expresar el otro lado de la vida,
porque sí, porque la existencia es una mezcla interminable de alegrías,
penas, tristezas y preocupaciones.
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