TEMAS
SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE
El
Caribe y su poesía: Manuel del Cabral: el clamor del campo dominicano
Por:
Mu-Kien Adriana Sang
sangbenmukien@gmail.com
@MuKienAdriana
Compadre Mon.
Por una de tus venas me iré Cibao adentro.
Y lo sabrá el barbero, aquel que los domingos
te podaba las barbas
como quien poda un árbol de la patria.
Y lo sabrá el barbero, aquel que los domingos
te podaba las barbas
como quien poda un árbol de la patria.
Y también Domitila lo sabrá, Domitila
que mientras comadreaba tenía entre las manos
unos duendes que hacían pan sabroso hasta el lodo.
Y hablo de Domitila, porque sin esa cosa...
quizá ni tu revólver fuera un poco de pueblo.
Porque ella fue tu risa, fue tu pan y tu catre.
¿Qué hubiera sido entonces de esas cosas humildes
que tocaron tus manos, tu calor, tus pisadas?
que mientras comadreaba tenía entre las manos
unos duendes que hacían pan sabroso hasta el lodo.
Y hablo de Domitila, porque sin esa cosa...
quizá ni tu revólver fuera un poco de pueblo.
Porque ella fue tu risa, fue tu pan y tu catre.
¿Qué hubiera sido entonces de esas cosas humildes
que tocaron tus manos, tu calor, tus pisadas?
Tu caballo
hubiera sido siempre una bestia cualquiera.
Tal vez sin estas cosas los muchachos con sueño
ya hubieran enterrado tu pistola, tu espuela;
todo lo que en tu cuerpo y en tu aire
es la tierra que quiso no quedarse dormida.
hubiera sido siempre una bestia cualquiera.
Tal vez sin estas cosas los muchachos con sueño
ya hubieran enterrado tu pistola, tu espuela;
todo lo que en tu cuerpo y en tu aire
es la tierra que quiso no quedarse dormida.
Porque tú, que no fuiste nunca niño de escuela,
a la escuela te llevan en la boca los niños.
a la escuela te llevan en la boca los niños.
Es que no quiero hablar de tus cosas mayores,
ni aún de aquella extraña madrugada en que diste
órdenes a un soldado
para que repicara las campanas
por tu llegada al pueblo…. Carta a Compadre Mon, fragmento.
ni aún de aquella extraña madrugada en que diste
órdenes a un soldado
para que repicara las campanas
por tu llegada al pueblo…. Carta a Compadre Mon, fragmento.
El
santiaguero, dominicano y muy nuestro Manuel del Cabral Tavarez (1907-1999), es
junto a Nicolás Guillén, Luis Palés Matos y Aimé
Cesaire, una de las grandes voces de la poesía negra, el grito de sufrimiento de los desposeídos de esta tierra calurosa y
explotada de El Caribe.
Creo que la gente piensa que la poesía
es sólo un manojo de sentimientos para expresar situaciones individuales de
amor o desamor. Pero la poesía puede ser
también la de la gente sensible que llora junto a los que lloran, que sufre,
como ellos, de sus terribles y temibles carencias.
En la poesía de Manuel del Cabral, el
campesino es su máxima fuente de inspiración.
Nacido en el corazón de una ciudad esencialmente agraria, donde el
conuco era el signo de sobrevivencia de los campesinos, el poeta santiagués,
como lo hizo el pintor Yoryi Morel con los framboyanes, plasmó con su canto el
dolor de los hombres del campo, sus miserias y sus carencias:
El maíz
no lo sabe,
ni el trueno,
ni el agua.
Pero tú estás en el maíz del niño
que piensa crecer mucho y tener tu tamaño,
y tener un caballo como el tuyo
que entró en la historia a fuerza de ser patria.
ni el trueno,
ni el agua.
Pero tú estás en el maíz del niño
que piensa crecer mucho y tener tu tamaño,
y tener un caballo como el tuyo
que entró en la historia a fuerza de ser patria.
El trueno no lo sabe,
pero tú estás en la garganta ronca
de los tambores que enronquecieron
de tanto hablar de ti..., de los rugidos
del paso de tu sangre.
El agua no lo sabe,
pero eres, el agua con un cuento...
tú le pusiste edad al agua de los hombres...
al agua que más duele, la pesada
¡que siempre llena venas, y con sed siempre el hombre! (Compadre Mon, Fragmento)
pero tú estás en la garganta ronca
de los tambores que enronquecieron
de tanto hablar de ti..., de los rugidos
del paso de tu sangre.
El agua no lo sabe,
pero eres, el agua con un cuento...
tú le pusiste edad al agua de los hombres...
al agua que más duele, la pesada
¡que siempre llena venas, y con sed siempre el hombre! (Compadre Mon, Fragmento)
Su poesía fue también una protesta
enérgica contra la vida política del momento, como era la llamada "época
de Concho Primo". Su poema que
expresa con dulce amargura la forma rudimentaria y utilitaria de hacer
política. Lo triste del caso, es que
todavía, con formas más sofisticadas, la vida política sigue siendo la misma.
Bajo tu potro es un juguete el llano,
bajo tu potro tan dominicano
que le sirve de espuela la corneta
y vuela más que la guinea inquieta
que en las plumas se pinta municiones
para robarle el blanco a la escopeta.
Mucho más que penetras y perduras
cuando desgranas tus aventuras
ante el espanto de la llanera
que puso al cuello de los soldados
el amuleto como trinchera.
¡Qué bien recuerdo tu apretón lejano:
un corazón se te volvió la mano!
Se me quedó tu azúcar en la hiel,
como a los negros cuando cortan cañas
que se les queda en el machete, miel.
Y se agiganta mucho más tu historia
en la alcancía de mi memoria,
loro de los refranes, triunfo de las mujeres,
cuando volando las cabalgaduras,
eran sobre las lomas y las llanuras
un tiroteo los amaneceres.
Hoy lo que rueda, Vale Concho, es rueda;
asoma la vitrina en las vitrinas
de los ojazos de las campesinas,
y bajo la sotana o la moneda
su flor a la santica se le queda.
Mira una cruz como se pierde al vuelo:
enredada en la hélice
se va la carretera por el cielo.
Mas hoy, compadre Concho, también se ve tu llano
—míralo en el bolsillo del norteamericano—.
bajo tu potro tan dominicano
que le sirve de espuela la corneta
y vuela más que la guinea inquieta
que en las plumas se pinta municiones
para robarle el blanco a la escopeta.
Mucho más que penetras y perduras
cuando desgranas tus aventuras
ante el espanto de la llanera
que puso al cuello de los soldados
el amuleto como trinchera.
¡Qué bien recuerdo tu apretón lejano:
un corazón se te volvió la mano!
Se me quedó tu azúcar en la hiel,
como a los negros cuando cortan cañas
que se les queda en el machete, miel.
Y se agiganta mucho más tu historia
en la alcancía de mi memoria,
loro de los refranes, triunfo de las mujeres,
cuando volando las cabalgaduras,
eran sobre las lomas y las llanuras
un tiroteo los amaneceres.
Hoy lo que rueda, Vale Concho, es rueda;
asoma la vitrina en las vitrinas
de los ojazos de las campesinas,
y bajo la sotana o la moneda
su flor a la santica se le queda.
Mira una cruz como se pierde al vuelo:
enredada en la hélice
se va la carretera por el cielo.
Mas hoy, compadre Concho, también se ve tu llano
—míralo en el bolsillo del norteamericano—.
Manuel del Cabral, el
poeta dominicano y caribeño, no solo lloró y sufrió por los desarraigados de su
patria. Su llanto voló hacia las otras
islas bañadas por el Mar Caribe y golpeadas por una historia de esclavitud
desgarradora e inhumana; por la determinante segregación racial en el
imaginario colectivo; por estas
historias de muchas islas construidas por seres que desde los cuatro puntos
cardinales llegaron a poblar impulsados por la necesidad. Y aquí en estas islas
agridulces, llegaron blancos, rojos y amarillos. Su poema "Islas de Azúcar Amarga" es una hermosa descripción de
una vida y una historia de estas islas dispersas disgregadas en ese inmenso mar
que el sol se empeña en hacerlo resplandecer:
¿Ves aquel mar salpicado de
islas? Cuando el huracán respira,
¡cómo tiemblan aquellas
pequeñitas Américas!
Islas: erizos de cañas,
de cañas tan ciegas que...
que en el filo que las hiere
ponen miel.
Llora diabético el árbol.
¡Como que el árbol también
ya sabe que endulza el filo
que habla inglés!
Hoy que la Tierra en la voz
ha crecido un poco más.
¡Alguien puso en las Antillas
tanta miel para su mal!
Juguetes de geografía
con que juega el Huracán...
Islas del Mar del Caribe:
no parece que fue Dios
quien las puso en ese Mar.
Hoy algo pasa en el aire.
Telegramas, y algo más.
(Por el aire de Manhattan
se ven las islas pasar).
Negrito que tiemblas triste,
tú desgranas el collar
de aquellas islas, tu boca
lo echa al viento en un cantar.
Un canto que cruza el agua,
un canto que cruza el mar,
y abre las puertas de carne
que no están de par en par.
Negrito remoto y blanco,
eres la tierra tal vez,
que sale a cantar su pena,
su pena por ser de miel.
Si con las manos que tienes
sembraste un millón de cañas:
¿De dónde te sale, di,
una canción tan amarga?
Mira tus islas de azúcar,
el mar les pone un anillo
para endulzar sus espumas,
pero les da cien caminos...
Cien caminos. Y tus islas
las echa al viento un cantar,
¡El mar les dio cien caminos
amargos com su sal!
Sube la tierra sus venas,
sangra el árbol, y algo más...
Islas de azúcar tan triste,
duele más tan dulce mal.
Juguetes de geografía
con que juega el Huracán...
Islas del Mar del Caribe:
no parece que fue Dios
quien la puso en ese Mar.
Negrito de las Antillas
que en el barrio nació ayer.
Llorando vino a la vida,
llorando se irá también.
Negrito remoto y blanco,
echa al viento tu cantar:
el que desgrana el collar
de aquellas islas que tienen
tanta miel para su mal.
islas? Cuando el huracán respira,
¡cómo tiemblan aquellas
pequeñitas Américas!
Islas: erizos de cañas,
de cañas tan ciegas que...
que en el filo que las hiere
ponen miel.
Llora diabético el árbol.
¡Como que el árbol también
ya sabe que endulza el filo
que habla inglés!
Hoy que la Tierra en la voz
ha crecido un poco más.
¡Alguien puso en las Antillas
tanta miel para su mal!
Juguetes de geografía
con que juega el Huracán...
Islas del Mar del Caribe:
no parece que fue Dios
quien las puso en ese Mar.
Hoy algo pasa en el aire.
Telegramas, y algo más.
(Por el aire de Manhattan
se ven las islas pasar).
Negrito que tiemblas triste,
tú desgranas el collar
de aquellas islas, tu boca
lo echa al viento en un cantar.
Un canto que cruza el agua,
un canto que cruza el mar,
y abre las puertas de carne
que no están de par en par.
Negrito remoto y blanco,
eres la tierra tal vez,
que sale a cantar su pena,
su pena por ser de miel.
Si con las manos que tienes
sembraste un millón de cañas:
¿De dónde te sale, di,
una canción tan amarga?
Mira tus islas de azúcar,
el mar les pone un anillo
para endulzar sus espumas,
pero les da cien caminos...
Cien caminos. Y tus islas
las echa al viento un cantar,
¡El mar les dio cien caminos
amargos com su sal!
Sube la tierra sus venas,
sangra el árbol, y algo más...
Islas de azúcar tan triste,
duele más tan dulce mal.
Juguetes de geografía
con que juega el Huracán...
Islas del Mar del Caribe:
no parece que fue Dios
quien la puso en ese Mar.
Negrito de las Antillas
que en el barrio nació ayer.
Llorando vino a la vida,
llorando se irá también.
Negrito remoto y blanco,
echa al viento tu cantar:
el que desgrana el collar
de aquellas islas que tienen
tanta miel para su mal.
Manuel del Cabral vivió mucho tiempo fuera de nuestro
país. Representó diplomáticamente a la
República Dominicana en varios países del continente: Estados Unidos, Colombia, Perú, Panamá, Chile y Argentina. En
este largo periplo representándonos, pudo entrar en contacto con los más
importantes intelectuales del momento.
Sus obras poéticas más importantes están: Trópico negro, 1942; Compadre
Mon, 1943; Los huéspedes
secretos, 1950; La isla ofendida,
1965; y, Sexo no solitario en
1970, solo para citar algunas. Además de poesía escribió también novela y
cuentos. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1992. Su cuerpo físico fue
despedido el 14 de mayo de 1999, pero sus poemas y toda su obra literaria
vivirán para siempre en el corazón de aquellos que anidan y vibran con la
sensibilidad de sus poemas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario