ENCUENTROS
Tareas pendientes: OCTAVIO PAZ:
pasado y presente
Por: Mu-Kien Adriana Sang Ben
Nuestra
época rompe bruscamente con todas estas maneras de pensar. Heredera del tiempo
lineal e irreversible del cristianismo, se opone como éste a todas las concepciones
cíclicas; asimismo, niega el arquetipo cristiano y afirma otro que es la
negación de todas las ideas e imágines que se habían hecho los hombres del
tiempo. La época moderna -este período
que se inicia en el siglo XVIII y que quizá llega ahora a su ocaso- es la primera que exalta al cambio y lo
convierte en su fundamento. Diferencia,
separación, heterogeneidad, pluralidad, novedad, evolución, desarrollo,
revolución, historia: todos estos nombres se condensan en uno: futuro. No el pasado ni la eternidad, no el tiempo
que es, sino el tiempo que todavía no es y que siempre está a punto de ser… En
todas las sociedades las generaciones tejen una tela hecha no solo de
repeticiones sino de variaciones; y en todas se produce de una manera u otra,
abierta o velada, la querella de los antiguos y los modernos. Hay tantas
modernidades como épocas históricas. No obstante, ninguna sociedad ni época
alguna se ha llamado a sí misma moderna, salvo la nuestra. Si la modernidad es
una simple consecuencia del paso del tiempo, escoger como nombre la palabra
moderno es resignarse de antemano a perder pronto su nombre. ¿Cómo se llamará
en el futuro la época moderna? Octavio
Paz, La revuelta del futuro.
No cabe duda alguna de que Octavio Paz fue un gran
pensador, un gran visionario, un gran poeta
y un gran escritor. El artículo
que engalana la entrada de este Encuentro titulado "La revuelta del
Futuro" fue escrito en 1958, ¡hace 56 años! y publicado por la Columbia
University Press. Está recogido en el
tomo I de las Obras Completas.
La falsa dicotomía entre pasado y futuro que ha
existido siempre, me corrijo si ha existido no es falsa, es real, ha preocupado
a los intelectuales de todos los tiempos y de todas las épocas. ¿Qué es la modernidad? ¿Qué es lo atrasado?
¿Quién tiene la razón? ¿Los que se aferran al ayer o los que se dicen del
mañana?
El ensayo de Octavio Paz es estremecedor. Escrito en el corazón de la Guerra Fría,
ardiente guerra de exterminio, control e ideológica. Paz afirma que en su
presente, pasado nuestro, el futuro se veía, presente nuestro, "para
resistir a la erosión que todo lo borra, las otras sociedades decidieron
llamarse con el nombre de un dios, una creencia o un destino: Islam,
Cristianismo, Imperio del Centro… todos estos nombres aluden a un principio
inmutable o, al menos, a ideas e imágenes estables. Cada sociedad se asienta en
un nombre, verdadera piedra de fundación; y en cada nombre la sociedad no solo
se define sino que se afirma frente a las otras. El nombre divide al mundo en dos:
cristianos-paganos, musulmanes-infieles,
civilizados-bárbaros…nosotros-ellos.
Nuestra sociedad también divide al mundo en dos: lo moderno-lo
antiguo…"
Pasa entonces Paz a hacer una excelente reflexión
sobre la teoría del subdesarrollo. Una concepción impuesta, que ofrece una
dicotomía absurda, definida a partir de las categorías establecidas por los
vencedores. Porque el patrón inducido, casi obligado, ofrece espejos a imitar,
modelos a seguir, valores que defender, ideas
que asimilar. Entonces se pregunta ¿cuál debe ser el futuro? Afirma que
la modernidad es un concepto exclusivamente occidental y que no aparece en
ninguna otra civilización. La razón es simple: "todas las otras
civilizaciones postulan imágenes y arquetipos temporales de los que es
imposible deducir, inclusive como negación, nuestra idea del tiempo… Es claro
que la idea de modernidad solo podía nacer dentro de esta concepción de un
tiempo sucesivo e irreversible; agotado ese tiempo -o como dice el poeta:
cuando se cierran las puertas del futuro-, reinará un presente eterno. En el
tiempo finito de la historia, en el ahora, el hombre se juega su vida eterna…
Todas las sociedades están desgarradas por contradicciones que son
simultáneamente de orden material e ideal. Esas contradicciones asumen en
general la forma de conflictos intelectuales, religiosos o políticos. Por ellos
viven las sociedades y por ellos mueren: son su historia."
Leer este breve ensayo, de apenas cinco páginas es
desgarrador, aleccionador e impresionante.
Sin saber que hoy, después de haberse destruido el muro de Berlín, que
el capitalismo se hizo presente, de manera directa o indirecta, en todo el
mundo; que el comunismo de ayer, cuando existía la muy caliente Guerra Fría, es
hoy una supuesta guerra de ideas de vida y religión; sin pensar que seguimos el
ritmo interminable de una occidentalización acelerada de toda la sociedad en la
cual las culturas de nuestros pueblos, tejidas, escritas con lágrimas y sudor,
desaparecen o son solo expresiones culturales de un pasado inexistente que
alienta el morbo de los turistas del mundo; sin saber que gracias a los avances
tecnológicos la cultura occidental alcanzaría no solo un mayor radio de
influencia, sino también una invasión directa en nuestras vidas cotidianas;
Octavio Paz pensó en 1958 sobre su pasado y presente, para soñar con un futuro,
que desde su punto de vista no era, en modo alguno, nada halagüeño.
El futuro de Octavio Paz es este presente que su
generación y la nuestra construimos (?). No me siento orgullosa con el legado
que dejamos a los jóvenes. No puedo. Como
entonces, la guerra sigue presente. Las víctimas de entonces, como el sufrido
pueblo judío, convertido hoy en nación aliada
a los imperios dominantes, se ha convertido dolorosamente de victimas en verdugos. El atropello cotidiano al medio
ambiente producto de la ambición de unos pocos, los dueños del dinero, es uno
de los peores pecados de esta "modernidad" que nos ha tocado
vivir. Las distancias, cada vez más
abismales, entre el lujo vergonzoso y la miseria más indigna, golpean algunas
conciencias.
No me siento orgullosa, aunque tampoco me siento
responsable de este mundo que construimos, que hemos dejado a nuestros hijos. ¡Qué legado tan indigno! ¡Qué legado
tan espantoso! ¡Qué legado tan aberrante! ¿Podemos sentirnos orgullosos de que
hemos sido capaces de utilizar la inteligencia para diseñar formas sofisticadas
de matar? ¿Podemos sentirnos satisfechos de los zares de la droga que ganan
dinero a costa de aniquilar la voluntad de los drogadictos? ¿Podemos decirnos
amantes de Dios y de la justicia, cuando somos capaces de ensuciar, matar y
mancillar a los que piensan diferentes a nosotros? No soy responsable, no me siento responsable;
he creído siempre en la libertad y la construcción colectiva de la sociedad;
pero me avergüenzo de esa cosa que algunos osan en llamar "humanidad"
Gracias Octavio por estas reflexiones tan atinadas,
tan certeras, tan provocativas. Seguimos
en la próxima.
sangbenmukien@gmail.com
mu-kiensang@hotmail.com
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