ENCUENTROS
La sociedad del espectáculo o el espectáculo social
Por: Mu-Kien Adriana Sang
Los ponientes y las
generaciones.
Los días y ninguno fue el primero.
La frescura del agua en la garganta
de Adán. El ordenado Paraíso.
El ojo descifrando la tiniebla.
El amor de los lobos en el alba.
La palabra. El hexámetro. El espejo.
La Torre de Babel y la soberbia.
La luna que miraban los caldeos.
Las arenas innúmeras del Ganges.
Chuang-Tzu y la mariposa que lo sueña.
Las manzanas de oro de las islas.
Los pasos del errante laberinto.
El infinito lienzo de Penélope.
El tiempo circular de los estoicos.
La moneda en la boca del que ha muerto.
El peso de la espada en la balanza.
Cada gota de agua en la clepsidra.
Las águilas, los fastos, las legiones.
César en la mañana de Farsalia.
La sombra de las cruces en la tierra.
El ajedrez y el álgebra del persa.
Los rastros de las largas migraciones.
La conquista de reinos por la espada.
La brújula incesante. El mar abierto.
El eco del reloj en la memoria.
El rey ajusticiado por el hacha.
El polvo incalculable que fue ejércitos.
La voz del ruiseñor en Dinamarca.
La escrupulosa línea del calígrafo.
El rostro del suicida en el espejo.
El naipe del tahúr. El oro ávido.
Las formas de la nube en el desierto.
Cada arabesco del calidoscopio.
Cada remordimiento y cada lágrima.
Se precisaron todas esas cosas
para que nuestras manos se encontraran.
Las causas, Jorge Luis Borges
Los días y ninguno fue el primero.
La frescura del agua en la garganta
de Adán. El ordenado Paraíso.
El ojo descifrando la tiniebla.
El amor de los lobos en el alba.
La palabra. El hexámetro. El espejo.
La Torre de Babel y la soberbia.
La luna que miraban los caldeos.
Las arenas innúmeras del Ganges.
Chuang-Tzu y la mariposa que lo sueña.
Las manzanas de oro de las islas.
Los pasos del errante laberinto.
El infinito lienzo de Penélope.
El tiempo circular de los estoicos.
La moneda en la boca del que ha muerto.
El peso de la espada en la balanza.
Cada gota de agua en la clepsidra.
Las águilas, los fastos, las legiones.
César en la mañana de Farsalia.
La sombra de las cruces en la tierra.
El ajedrez y el álgebra del persa.
Los rastros de las largas migraciones.
La conquista de reinos por la espada.
La brújula incesante. El mar abierto.
El eco del reloj en la memoria.
El rey ajusticiado por el hacha.
El polvo incalculable que fue ejércitos.
La voz del ruiseñor en Dinamarca.
La escrupulosa línea del calígrafo.
El rostro del suicida en el espejo.
El naipe del tahúr. El oro ávido.
Las formas de la nube en el desierto.
Cada arabesco del calidoscopio.
Cada remordimiento y cada lágrima.
Se precisaron todas esas cosas
para que nuestras manos se encontraran.
Las causas, Jorge Luis Borges
Me encanta la
profundidad del pensamiento de Borges.
Me gustaría conocerlo más. Es una
tarea pendiente que quiero realizar: trabajar los escritos de este argentino
único, aunque no le guste a mi lector.
El Encuentro de hoy es una reflexión a esta sociedad
nuestra que vive del espectáculo. El
aplauso hipócrita de los adulones de turno.
El pudor se ha perdido. El show
del momento exige desnudos de hombres y mujeres que muestran sus carnes sin
sentir la más mínima vergüenza.
Quizás estoy
envejeciendo y, como en los tiempos nuestros, ya no entiendo los tiempos
modernos. Constato, sin embargo, que existe un culto desmesurado al
cuerpo. Por esta razón, se han desarrollados
escultores que se enriquecen gracias a la búsqueda de la juventud eterna.
Hombres musculosos que dedican horas para formar sus cuerpos, no sus mentes y
mucho menos sus almas. Mujeres que
prefieren pechos grandes, aunque sean subterfugios plásticos, caderas voluptuosas
gracias a la magia del bisturí. Muchas
mujeres y hombres han muerto víctimas de matasanos inconscientes y mal
preparados que venden sueños y perfecciones, quimeras más bien.
El otro día me
quedé en la casa. Aburrida de leer y escribir, encendí la televisión. Pasando
canales me encontré con un programa de la tv norteamericana. Podría uno pensar
que se trataba de un canal para adultos. Pero no. Era de la programación
regular. El show de la telerrealidad era filmar a un grupo de jóvenes de ambos
sexos vivían en un apartamento cuyo único fin era compartir el sexo, con quien
fuese, no importaba. Tendrían relaciones con todos, era asunto de esperar. La conversación entre las mujeres era acerca
del tamaño del pene. Todo era sexo y
alcohol sin medidas. ¡Era un programa de
tv en un horario donde había niños despiertos! El espectáculo debe continuar.
Estos mal llamados programas se ocupan de retratar nuestras miserias humanas.
Como todo es mercancía, el cuerpo humano es un bien que debe exhibirse para
poder venderse al mejor postor.
A veces me
pregunto en quién debemos creer. El
libro de Vargas Llosa, “La civilización del espectáculo” me encantó. Sobre el tema acerca de la liberalización
sexual el autor señala:
“En el dominio del sexo
nuestra época ha experimentado transformaciones notables gracias a una
progresiva liberalización de los antiguos prejuicio y tabúes de carácter
religioso que mantenían a la vida sexual dentro de un cepo de prohibiciones. En
este campo, sin dudas, en el mundo occidental ha habido progresos con la
aceptación de las uniones libres, la discriminación contra las mujeres, los
gays y otras minorías sexuales…Ahora bien, la contrapartida de esta
emancipación sexual ha sido también, la banalización del acto sexual…que para
muchos, sobre todo las nuevas generaciones, se ha convertido en un deporte o
pasatiempo, un quehacer compartido que no tiene más importancia, y acaso menos,
que la gimnasia, el baile o el fútbol… El sexo light es el sexo sin amor y sin
imaginación, el sexo puramente instinto animal…
Lo cierto es
que esta sociedad que vanagloria el cuerpo, su belleza aunque fuese forzada o
forzosa, ha banalizado todo en la vida, incluso lo que es más bello y sublime,
la máxima expresión del amor, que es el acto sexual.
Ya no importa
pensar. Solo importa existir, sin pensar, sin plantearse los grandes problemas
de la vida. Vivir para el placer, para
tener cosas, para exhibir cuerpos construidos. Vivir sin alma y sin grandes ni
pequeñas preocupaciones existenciales, es la consigna de hoy. Vivir para
producir dinero y para satisfacer las necesidades animales.
Me siento
asqueada de esta realidad. Me duele como esta sociedad occidental se ha quedado
sin alma. Lo peor es constatar que oriente y occidente se están
pareciendo. Las antiguas sociedades
orientales han sucumbido al encanto occidental, imitan sus ropas, aprenden de
su música y se han ido incorporado a la cultura de la banalización. Se han
sumado a la sociedad del espectáculo, pisoteando la memoria de sus ancestros.
A veces me pregunto
si soy yo la que está equivocada. Si creer en el amor y el romanticismo, en la
profundidad del más bello sentimiento
del alma, como el amor. No puedo aceptar
que predomine solo la parte animal, la bestia, en las relaciones humanas. Me resulta difícil aceptar que la libertad que
tanto ha costado a la humanidad sea degradada de esta manera.
Esta sociedad
del espectáculo, en el que solo importa la forma y las cosas, sepulta en sexo
irresponsable y vida sin control los
sentimientos, los valores y principios que han inspirado a tantos hombres y
mujeres a través de la historia. No puedo. No puedo. No puedo. No puedo. Como
historiadora he constatado el alto costo que ha tenido la libertad. Como mujer madura me asquea ver la reducción
de los sentimientos al simple placer de la carne. La prensa rosa del mundo se
alimenta de estos seres que han logrado su fama gracias a la venta de una
imagen en la que prima el espectáculo vacío de banalidades interminables.
Cuando leí el
libro de Vargas Llosa me encantó. Así lo escribí en uno de estos Encuentros.
Sin embargo, hoy, veo que este gran escritor, ha sucumbido a la sociedad que él
mismo criticó. El hecho de unir su vida
a una mujer cuyo mérito es haberse casado con hombres famosos, y que es una
especialista en proyectar lo banal como su gran éxito, ha llevado su vida por
los caminos del espectáculo vacío y sin alma.
Verlo constantemente siendo uno de los grandes personajes de la prensa
rosa española y del mundo, lo ha convertido en el actor social de la superficialidad.
Ha caído preso de sus palabras.
¿Seremos
víctimas de esta sociedad que convierte todo en simple mercancía? ¿Sucumbiremos
al encanto de lo superfluo? ¿Terminaremos como simples títeres de una sociedad
que anula conciencia y sentimientos? Me resisto. Y mientras tenga fuerzas
resistiré y protegeré mi alma. Velaré por el espectáculo maravilloso de la
vida, sus detalles y dilemas.
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