TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE
Pensamiento
caribeño en el siglo XIX. Martí: LAS
CLASES ORALES
Por: Mu-Kien Adriana Sang
sangbenmukien@gmail.com
@MuKienAdriana
“A buen tiempo dio la Revista
cuenta a sus lectores, de la solemne y memorable inauguración de las clases
orales en el Colegio de Abogados, y disertó brevemente sobre la importancia y
resultados posibles de la nueva era que abren para la corporación que las
sustenta, y para los que de una manera amplia y concreta, quieran fijar sus
pensamientos en determinados puntos del Derecho.
“No ha menester el pensamiento del Colegio, comentarios ni elogios
mayores que los que hasta aquí se le han tributado justamente. Llevan las cosas
en su simple anuncio su verdadera utilidad: abrense cátedras públicas, donde se
razonan con todos los criterios las cuestiones elementales de la ciencia
jurídica, ciencia madre como la filosófica, engendro y resultado natural de
esta última, tanto más real, cuanto más se aleja de las interpretaciones y las
adiciones formales con que la desfigura muchas veces el desmedido afán de
ciencia humano.” José Martí, Clases
Orales (*)
Con esta entrega y la de la próxima semana,
finalizo la larga serie de artículos sobre
José Martí que se inició en mayo de este año.
Pongo fin con estos dos últimos artículos porque 4 meses es mucho tiempo
para una columna periodística, no porque los escritos de Martí se hayan agotado
o porque su pensamiento no presente nuevas aristas para la reflexión. No, Martí
tuvo la virtud de escribir y escribir hasta el agotamiento, dejando tras su
joven vida, una estela inmensa de ensayos diversos.
En esta oportunidad presentamos un artículo muy
interesante llamado, “Clases Orales”. El intelectual y político cubano, en esas
mil palabras no abandona, no puede hacerlo porque sería negarse a sí mismo, su concepción
de la política: darle poder a los que no lo tienen, los pobres, los campesinos.
Para Martí, ya lo hemos dicho hasta la saciedad, la educación es el instrumento
de liberación de los pueblos. En este
trabajo, Martí reivindica de nuevo el papel educativo que tiene la ciencia, por
lo que aboga para que estos conocimientos puedan llegar a los que menos saben a
través de la palabra oral, en conferencias, en talleres, en visitas, a fin de
que el pueblo pueda educarse y pueda ser instruido.
Ante la pregunta que muchos se hacían ¿Cómo educar
a un pueblo ignorante de todo, que por demás era analfabeto? Martí responde con
la mayor simplicidad:
Lo verdadero es lo sintético. En el sistema armónico universal, todo se
relaciona con analogías, asciende todo lo análogo con leyes fijas y comunes.
Como desde las eminencias abarcan los ojos extensión mayor de tierra, desde el
resultado concreto, desde la ley común y fija, desde la deducción análoga que
de la contemplación de los seres resulta…
Para el pensador cubano la ciencia no era más que el
conjunto de conocimientos humanos aplicables a un orden de objetos que están relacionados
entre sí. Decía que la inteligencia humana tiene dos leyes incuestionables:
la investigación y el análisis. Pero que los científicos tenían el deber de
transmitir los conocimientos, porque el pueblo llano era ignorante no por
decisión, sino por circunstancia; por lo tanto, basándose en los preceptos del
derecho natural, afirmaba que era deber de los que saben, llevar el
conocimiento al pueblo a través de la oralidad.
“Existe en el hombre la fuerza de lo justo, y éste es el primer estado
del Derecho. Al conceptuarse en el pensamiento, lo justo se desenvuelve en
fórmulas: he aquí el Derecho natural.- Y al realizarse en la vida, las fórmulas
se desenvuelven en aplicación, la concurrencia de derechos crea derechos
especiales: los sistemas políticos en que domina la fuerza crean derechos que
carecen totalmente de justicia, y el ser vivo humano que tiende fatal y
constantemente a la independencia y al concepto de lo justo, forma en sus
evoluciones rebeldes hacia su libertad oprimida y esencial, un conjunto de
derechos de reconquista, derechos medios, derechos parciales, que producen la
jurisprudencia, la ciencia de la aplicación de las fórmulas, lo que bien
pudiera llamarse justicia de aplicación y relación.”
Reiteraba, ¿Cómo hacer justicia con la gran masa
ignorante por las circunstancias de la vida? ¡Fácil! Organizando un programa de
formación a través de conferencias que tengan la particularidad de que los
conceptos complejos se expliquen de forma sencilla, para lo cual se debía
recurrir a los métodos de enseñanza efectivos. Decía que el programa de
formación debía ser versátil, porque la enseñanza de un mismo tema se convierte
en materia árida. Los maestros que hicieran uso del verbo para enseñar a esos
campesinos, debían dominar el arte de la oratoria: “el oído gusta de que distintos tonos de voz lo sorprendan y lo cautiven
en el curso de la peroración. La manera de decir realza el valor de lo que se
dice: -tanto, que algunas veces suple a esto.”
Sobre todo, abundaba Martí,
al pueblo le gusta la locución amena, vivaz y accidentada, que no implica, que al
pueblo le guste la superficialidad, no, es que necesitan transitar por un
camino menos abrupto. Insistía diciendo
que estaba convencido de que los conocimientos se fijan más, en tanto se ofrece
de forma amena. Un argumento que enarbolaba el intelectual y político es que en
América Latina el don de la palabra nace casi de manera espontánea. Y, basándose en ese principio abogaba por las
clases orales, como la mejor forma de educar al pueblo, especialmente a los
campesinos.
Este trabajo, habiendo sido escrito y 1875, y
aunque podamos tener diferencias pedagógicas con el concepto exclusivo de la
oralidad como metodología pedagógica, lo cierto es que Martí fue
visionario. En varios puntos del ensayo
sostiene que la experiencia de los campesinos, y del pueblo en sentido general,
constituían complementos claves de la
formación, porque estos hombres y mujeres tenían el conocimiento práctico
otorgado por la propia naturaleza. Sorprende,
y mucho, leer esto en el siglo XXI, ahora que se enarbola como la pedagogía de
avanzada el llamado constructivismo, que se sustenta en la construcción del
concepto a partir de la experiencia de los alumnos. Una evidencia de que el conocimiento, y por
qué no, la historia misma, se construye por la experiencia acumulada, por la
herencia que nos dejaron los que nos antecedieron.
(*) Todas las citas fueron tomadas de: José
Martí, Clases Orales, Revista Universal. México, 18 de junio de 1875.
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