ENCUENTROS
Itinerario. Mis hijos intelectuales
del siglo XIX. Los preferidos y el bastardo
He dicho y repetido
que la Historia es la hazaña de la libertad y la libertad la hazaña de la
Historia, Claudio Sánchez Albornoz
La historia -la historia como ciencia- no es res nullius sobre la que
todos creen tener derechos...ni tarea fácil para la que todos puedan sentirse
preparados. Vengan enhorabuena hasta su campo cuantos se sientan atraídos por
su estudios, pero dispuestos a sufrir su duro noviciado. Que los neófitos
aprieten bien sobre el potro los talones antes de atreverse a cabalgar por los
sembrados de la Historia. Y que en los centros de formación de los
historiadores se ponga más alto cada vez el nivel de la tapia que es preciso
saltar para entrar en el huerto de la historia". Claudio Sánchez Albornoz
Finalicé mi estadía en París en
diciembre de 1985, hace ya casi tres décadas. ¡Cómo pasa el tiempo! Llegué al
país con mi investigación, mi tesis doctoral: Ulises Heureaux. Biografía de un dictador. En ese trabajo, guiado
por Romano, intenté buscar explicaciones del fenómeno de las dictaduras del
siglo XIX en América Latina, llamadas positivistas o de fuero y progreso. Quise
encontrar caminos sobre la inserción latinoamericana en el mundo capitalista, y
sobre todo, cómo se había producido el desplazamiento de España para dar paso
en el mercado latinoamericano, primero a Inglaterra y Francia, y luego a
Estados Unidos. Comprendí que el dictador dominicano formaba parte del bullir
del continente. Confieso que Lilís me
apasionó enormemente. Me sorprendió ver cómo una figura nacida de los más bajos
estratos sociales, pudo convertirse en el gran conciliador del capital nacional
y extranjero en República Dominicana. La tesis fue publicada en forma de libro
en 1987. Y fue reeditado en tres oportunidades.
Mi segundo trabajo de
investigación lo inicié sola. Entonces laboraba en INTEC y concursé para hacer
la investigación sobre la biografía de Buenaventura Báez, otro personaje de la
vida política del siglo XIX. A diferencia de Lilís, Báez no me sedujo. Intenté adentrarme en las entrañas del
pensamiento conservador dominicano. Comencé a leer sobre el conservadurismo en
América Latina. Me ayudó mucho un programa de publicaciones que se realizó en
Venezuela a principios de los 90 sobre
el pensamiento conservador. Me surgieron muchas preguntas que no encontraron
respuestas satisfactorias. ¿Existía realmente una frontera ideológica entre los
líderes y los grupos políticos dominicanos de la segunda mitad del siglo XIX? ¿Qué
valor y qué significado podrían tener las ideas liberales en una sociedad
atrasada y pobre? ¿Cómo influyó el caudillismo entre los grupos políticos y sus
líderes? ¿Podría hablarse de una frontera ideológica entre caudillos, o el
personalismo político mediatizaba las ideas? Terminé inconforme con el producto.
Ese fue mi primer hijo bastardo, que no niego, pero que no es mi preferido. No
logré finalizar no profundizar en mi reflexión. Las respuestas encontradas a
tantas preguntas fueron parciales. Cuando finalizó el financiamiento inicial de
INTEC, recurrí a Don Moncito Báez López Penha, quien gentilmente me ayudó a
buscar fondos y me facilitó sus archivos personales, que fueron muy valiosos.
El libro fue publicado bajo el título: Buenaventura Báez. El caudillo del
sur. A pesar de mi inconformidad, el
libro tuvo varias ediciones.
La insatisfacción del producto
Báez no me amilanó. Así es la vida del investigador. Trabajar, trabajar y
seguir trabajando. La inconformidad conmigo misma me invitó a seguir. Me llegó
una nueva oportunidad cuando Wenceslao Vega se me acercó a finales de los 80
para pedirme que hiciera un libro sobre Ulises Francisco Espaillat. Acepté
gustosa su oferta. Razones personales retrasaron la investigación, pero la
finalicé. Con la inconformidad del producto anterior, dediqué más tiempo a este
trabajo. Pasé años leyendo sobre el conservadurismo, el liberalismo y el
positivismo. Me introduje por mares
tempestuosos del conocimiento. Comencé a leer sobre el pensamiento político en
el siglo XIX. Leí a los positivista
argentinos, especialmente a Sarmientos. De hecho, constaté que Espaillat se
inspiró en él para desarrollar muchas ideas, y por eso, le llamé en el libro el
Sarmiento dominicano. Constaté que el proyecto liberal del siglo XIX fracasó, y
que tanto los líderes liberales como los conservadores se sometieron a la lógica
del caudillismo. Concluí que el liberalismo dominicano, al igual que los
liberalismos latinoamericanos, fue el producto de un momento de la historia
europea que llegó a América sin transición y sin base social. Liberales y
conservadores consideraban a Europa y Estados Unidos como los modelos a imitar,
para los primeros como modelos paradigmáticos, para los segundos mediante la
anexión o el protectorado.
Terminé con la investigación de
Espaillat bastante conforme con el producto. Pedí a mis amigos José Chez Checo
y Juan Daniel Balcácer que lo leyeran y me hicieran sugerencias. El libro
apareció en 1997, y ganó el Premio de Historia en el 1998. Fue mi primer premio
y lo disfruté enormemente.
Estuve bregando con 56 años del
siglo XIX (1844-1899) por espacio de 18 años, y no contesté todas mis
preguntas. Quedaron lagunas, baches, dudas e insatisfacciones. Terminé
convencida de esa experiencia que nunca podré responder a todas las
inquietudes, porque la inconformidad me acompaña y me acompañará siempre.
En un artículo titulado "Mi
siglo XIX, quince años después", escrito a solicitud del buen y querido amigo Padre Manuel Maza
Miquel, que fue publicado en la Revista Estudios Sociales, exponía mis
conclusiones sobre ese tramo de la historia. Sostengo lo siguiente:
1.El proyecto liberal dominicano
fue abortado casi desde su nacimiento. Los ejemplos sobran: el movimiento
independentista aunque fue iniciado por los trinitarios, fueron los
conservadores que se quedaron con el poder. Los liberales quisieron participar
en diferentes momentos, como la Revolución del 7 de julio de 1857 en contra de
Báez, pero tuvieron que llamar a Santana, quien después los traiciona y se
queda con el poder y logra la anexión a España. En 1863, se inicia la
Restauración. Los liberales se lanzan a la lucha, y al triunfar en contra del
ejército español, Buenaventura Báez asume el poder.
2. El caudillismo fue un fenómeno
político que permeó a todos los grupos políticos y a todos los líderes, sin
importar su ideología. El personalismo
en el ejercicio del poder ha sido un signo en la vida política nacional.
3. El constitucionalismo del
siglo XIX consolidó el poder personalista, otorgando a los presidentes de turno
poderes casi absolutos. Los demás poderes del Estado, el legislativo y
judicial, estaban subordinados a la voluntad del presidente.
4. La violencia política fue un
signo indiscutible. Las diferencias políticas se expresaban mediantes
enfrentamientos armados. La inestabilidad política estuvo presente a todo lo
largo de la primera y la segunda república. El asalto al poder a como diera
lugar, afectaba la economía agudizando la pobreza en el país.
5. Era muy difícil establecer una
diferenciación absoluta entre los liberales y conservadores, por esta razón
algunos investigadores hablan, como Beatriz González la investigadora cubana,
que en realidad lo que existía era el liberalismo conservador y el conservatismo
liberal.
Estas son solo algunas de las
ideas que esbocé en el mencionado artículo publicado hace varios años por la
revista de la Compañía de Jesús. Cuando terminé el libro de Espaillat, quise
moverme hacia el siglo XX y así lo hice.
Sobre este tema hablaremos en la próxima entrega.
mu-kiensang@pucmm.edu.do
sangbemukien@gmail.com
@MuKienAdriana
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