ENCUENTROS
LOS LABERINTOS DE MI ALMA
Por: Mu-Kien Adriana Sang
Alma mía...
cómo pesan en tus alas las ausencias, cada día van sumando soledades
indefensas; lejanías, avaricias, ansiedades y desvelos y una umbría sensación
de irrealidad y desconsuelo.
Alma mía...
siempre en guardia vigilando mis entornos, día a día, mitigando los abusos y
sobornos.
Candilejas
que me acosan sin clemencia con su brillo y que dejan una extraña sensación en
mis sentidos.
Alma mía...
qué daría por volver a verte libre...
sin estrías,
dolorosas de misiones imposibles.
Como
antes... por delante de mis sueños y quimeras...
Anhelante...
de entregarte como fuera y donde fuera.
Alma mía...
cualquier día te irás yendo despacito; ya no mía... tu energía liberada al
infinito....
con tus
velas... portadoras de la luz a todas horas...
sin
estelas... que te duelan, como duelen las de ahora.
Alma mía...
son tan frías las urgencias cotidianas...
¡qué
manía... de invertir cada presente en el mañana...!
¡qué
locura...la premura de vivir en cautiverio...!
ataduras...por
pavura irracional a los misterios.
Alma mía...
cuántas veces te he dejado abandonada en la vía de los trenes que van sólo de
pasada.
Cicatrices...
sacudidas que la vida me ha causado, infelices... horas grises que los años no
han borrado.
Alma mía...
menos mal que no te entregas derrotada; yo diría... que es a causa de seguir
enamorada.
¡Sensiblera...
soñadora... perdedora o tempestiva...!
¡Compañera...
a pesar de los pesares, sigues viva!.
Alberto
Cortés, Alma Mía (canción)
He llevado a cuestas esta alma mía por cincuenta y ocho años y
cuatro meses. Ella ha sido el escudo de
mis ilusiones, mis sueños, mis alegrías,
mis frustraciones y decepciones.
A pesar de que entre mi
alma y yo ha existido siempre una
relación maravillosa, decidí reclamarle. Le dije enojada, airada y
desesperada a mi alma por qué me hizo
tan sensible, por qué me duelen tanto las cosas que pasan; por qué hago tan
míos los desvelos de los otros; por qué me hieren tanto las traiciones y las
palabras hirientes, aunque no fuesen dirigidas a mí. Le reclamé, una y otra
vez.
Tuve que hacer el reclamo,
porque estoy cansada y triste. No puedo seguir caminando por las calles, y a
pesar de estar protegida de mi pequeña cárcel móvil, el transparente cristal
refleja las imágenes de los niños desvalidos, sucios y hambrientos. Esos
excluidos sociales se ven obligados a buscar el pan como sea, y por eso te
acosan agresivamente para conseguir un peso. Ellos constituyen, sin duda
alguna, el mayor caldo de cultivo para la delincuencia. Delinquir se hará su
norte y la normalidad de sus vidas.
Las imágenes de los hombres
con rostros desfigurados, de los cojos, los sin brazos…se pasean por los
cristales de mi pequeña cárcel móvil como película repetitiva ante cientos de
espectadores cotidianos, algunos de ellos
indolentes, y otros distraídos. Yo, impávida e impotente, sigo la marcha
con los ojos llenos de lágrimas.
Sí, sí, en este domingo tranquilo, en el que pensé disfrutar de
las orquídeas de mi jardín, de la risa espontánea de mi pequeño nieto o de las
preguntas inteligentes y agudas del nieto mayor, mi alma se sintió azotada,
golpeada... pues tuve, sin querer, que rememorar los discursos interesados,
intolerantes, injustos e inhumanos de algunos mal llamados líderes de esta
sociedad vacía que sólo sabe aplaudir el espectáculo.
Sí, sí, reclamé a mi alma y la atosigué de preguntas. Le dije a
gritos y en silencio ¿Por qué no me dejas en paz? ¿Por qué no me dejas
disfrutar solo de las bondades de mi existencia? ¿Por qué te empeñas en
mostrarme una y otra vez las desigualdades, las injusticias, las atrocidades de
esta humanidad que sigue transitando sobre las huellas ensangrentadas?
Volví a preguntarle a mi alma. Y ella, sin decir palabras, con su
silencio característico respondió a todas mis preguntas. Me mostró que el cuerpo y el alma, la
dualidad existencial que todos tenemos, constituyen una simbiosis tan bella como dispar y
contradictoria. Mientras el primero se aferra a los sentidos, la segunda lo
hace a los sentimientos. Me dijo,
llenando de susurros mi pequeño espacio vital, que aquellos que solo dan
importancia a la satisfacción del cuerpo, viven una vida vacía y sin norte,
aunque disfruten de los lujos más insospechadamente absurdos . Porque sí,
porque el alma es la única que puede dar sentido a las cosas, porque el alma
nos hace saber que estamos vivos, porque al sentir, vibrar, soñar, llorar,
gritar y reír, nos podemos reconocer como seres humanos. Porque el alma se
alimenta de sentimientos, de riquezas intangibles y de utopías.
Entonces me reconcilié con mi alma. Le di las gracias por tenerla
y me puse a leer junto a ella algunas poesías, a escuchar juntas los acordes
maravillosos de los poemas hecho canciones
de Alberto Cortés, de Joan Manuel Serrat y de Perales. Después reímos
juntas con el disfrute de algunas
banalidades y trivialidades. Buscamos nuevas poesías que guardamos para
encabezar futuros ENCUENTROS. Y luego, nos quedamos en silencio, mirando el
cielo y descubriendo y describiendo las figuras espontáneas que forman las
nubes en su andar intermitente e interminable. Fuimos testigos del vuelo de los
pájaros. Y disfrutamos enormemente cuando el grupo de palomas esperaba
pacientemente, pernoctando en los gruesos cables eléctricos, la comida
cotidiana del loco de Fernando, quien alivia sus locuras, con la tarea de
llevarle el alimento diario. Llega,
lanza con alegría las migas al suelo, y las palomas revolotean sus alas y se
lanzan juntas a saciar su hambre. Satisfechos sus vientres, alzan de nuevo el
vuelo hasta el otro día, cuando Fernando vuelva con su carga.
Me reconcilié con mi alma y recordé que algunos seres pululan por
el mundo, alimentando sus almas con sentimientos negativos de envidia, de
poder, de competencias desleales, de celos incontrolables y ambiciones
irracionales. Oré por ellos. Pero me pregunté si eran humanos. Si el curso de
sus existencias los hacía merecedores de formar parte de la humanidad. Concluí
con horror que ese grupo de seres son los dueños y señores del mundo animal,
pero que allí en el terreno de los osos, los leones, los leopardos, los tigres,
los perros y los gatos, tampoco los quieren, pues los habitantes de ese reino
se sienten amenazados con semejantes fieras.
Gracias alma mía, por la dicha de tenerte, por la maravillosa
experiencia de saberte a mi lado, por el disfrute de las lágrimas, de las
risas, de las preocupaciones y ansiedades. Porque sí, porque cuando sonríes o
ríes a carcajadas, o cuando lloras en silencio o con gritos, es tu alma la que
se desvela. Así pues, me reconcilie con mi alma, ya lo dije, para poder seguir
viviendo los hermosos matices de la vida.
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