ENCUENTROS
La
magia y la pasión de escribir
Por: Mu-Kien Adriana Sang
Alguna vez
escribiré con piedras,
midiendo cada una de mis frases
por su peso, volumen, movimiento.
Estoy cansado de palabras.
midiendo cada una de mis frases
por su peso, volumen, movimiento.
Estoy cansado de palabras.
No más
lápiz: andamios, teodolitos,
la desnudez solar del sentimiento
tatuando en lo profundo de las rocas
su música secreta.
la desnudez solar del sentimiento
tatuando en lo profundo de las rocas
su música secreta.
Dibujaré con
líneas de guijarros
mi nombre, la historia de mi casa
y la memoria de aquel río
que va pasando siempre y se demora
entre mis venas como sabio arquitecto.
mi nombre, la historia de mi casa
y la memoria de aquel río
que va pasando siempre y se demora
entre mis venas como sabio arquitecto.
Con piedra
viva escribiré mi canto
en arcos, puentes, dólmenes, columnas,
frente a la soledad del horizonte,
como un mapa que se abra ante los ojos
de los viajeros que no regresan nunca, Poema Escritura de Eugenio Montejo
en arcos, puentes, dólmenes, columnas,
frente a la soledad del horizonte,
como un mapa que se abra ante los ojos
de los viajeros que no regresan nunca, Poema Escritura de Eugenio Montejo
¿Por qué escribo?¿Cómo te alcanza
el tiempo? ¿Cómo eliges tus temas? ¿Cómo haces para seleccionar los poemas que
acompañan tus Encuentros? ¿Lees de nuevo lo que escribes? ¿Agotas los artículo
de una sola vez o lo haces por parte? ¿Cómo puedes escribir artículos y libros?
A lo largo de mi carrera como
columnista, que tiene ya casi 25 años, en mis caminos por la vida, y como
historiadora proceso del cual han nacido más de una docena de libros; la gente
me aborda y me atiborra de preguntas. Me alegra enormemente saber que mis
escritos del alma y la razón provoquen tantas inquietudes.
Escribir es una forma de vivir,
parafraseando a ese gran pensador, José Luis Sampedro. No podría pasar mis días
sentada en una actividad administrativa, me moriría de angustia y
desesperación. No sería capaz de pasarme la vida en las aulas, repitiendo
conocimientos elaborados por otros. No
podría tampoco pasar mis días leyendo las palabras que han escrito y pensado
otros. Sin duda alguna me ahogaría en mis pensamientos y mis sentimientos.
Moriría sumergida en el mar de palabras pensadas y no escritas ni pronunciadas.
Vivo a través de las palabras que
siento y pienso. Vivo a través de las vivencias cotidianas expresadas en versos
y párrafos que se desangran al compás de mis pasiones.
Vivo a través de las palabras que
escribo cuando descubro la magia de una información desconocida, cuando después
de sentirme en la bruma existencial de no saber cómo enfocar una investigación.
Cuando al fin puedo aclarar mis ideas y expresarlas de forma coherente, soy una
mujer feliz y me sumerjo en el éxtasis de escribir, olvidándome del tiempo y de
todo cuanto me rodea.
Escribir es un don, es una
pasión, es una forma de existir. Soy la mujer más feliz del mundo cuando puedo
organizar mis ideas, después de abrumarme, angustiarme y preguntarme una y otra
vez ¿cómo enfocar esta investigación? ¿Hacia dónde encaminarla, dirigirla,
orientarla? De cuestionarme hasta la saciedad el mensaje implícito que me
ofrece ese simple pedazo de papel, que constituye un rastro, un simple un
pedazo de la historia que intento describir. Miro los discursos, informes,
cartas, actas, cualquier documento testimonial de un tema. Leo, analizo,
escudriño haciéndome siempre las preguntas: ¿cuál es el mensaje oculto? ¿cómo
enfocarlo? ¿Cómo darle contenido coherente?
Me siento en la computadora, y la
miro, sin lograr que de mis dedos salgan las palabras, las ideas, un discurso lógico
sobre el tema investigado. Miro la pantalla, y le pregunto ¿cómo convertirte en
texto vivo? ¿Qué me dicen los actores de la
historia con sus huellas? Y después, de mirar al vacío, errar mil veces,
y transitar por el abismo una y otra vez, afloran las ideas, y las palabras
cobran sentido. Entonces me sumerjo en el trance mágico de escribir, sin
detenerme. Mis dedos adquieren una velocidad alucinante, pero siempre van más
lentos que mi pensamiento, y entonces, las ideas se atropellan con los dedos y
las palabras, en un ritmo mágico de fascinación. El tiempo transcurre sin
percatarme, las horas se convierten en minutos y los segundos no existen. La
realidad desaparece, el mundo se vuelve estático. Los que me acompañan
invisibles. Solo estamos mi escritura y yo, envueltas en la complicidad mágica
y maravillosa de la escritura.
No existe regla alguna para
escribir mis Encuentros. Solo se impone la normativa de mi alma. Es la
escritura de lo que siento. Sin hacerme las preguntas que atormentan cuando no
alcanzo a entender los mensajes encubiertos de los datos, los textos de mis
Encuentros nacen de mi corazón. A veces simplemente escribo cuando los rayos
del sol iluminan la existencia y me hacen comprender mejor el milagro de la
naturaleza y de la condición humana.
Otras veces es la lluvia la que me impulsa a redactar las mil palabras
porque ella, llora por mí y por los males del mundo. También me llevan a escribir notas dispersas
la aventura cotidiana de la tarea, a veces pesada, otras más ligera, de vivir.
La mendiga que se coloca cada día en la esquina levantando su mano en señal de
ayuda. Los amigos que sufren. Los nietos que alegran los días. La enfermedad como
camino de sublimizar la propia existencia.
También mis Encuentros son motivos,
oportunidades únicas, para desarrollar trabajos que buscan desenmascarar algunos
enigmas intelectuales. Por esta razón, a veces escribo series sobre La
Monarquía, la filosofía china, o acerca de las angustias existenciales de la
humanidad, como la serie que escribí hace unos meses partiendo de la inquietud que
me ha atormentado por tanto tiempo: el
ser humano ¿es bueno o malo por naturaleza?
Me cuestionan también si alguna
vez he sentido miedo de escribir algunas de las cosas en que expongo mis
opiniones, muy críticas a veces. Respondo que no. Primero porque creo en la
libertad de expresión. Porque pienso que el escritor tiene una responsabilidad
ante la sociedad. Debe decir, alertar, criticar, observar… las cosas que ve,
que siente… Callarse es convertirse en cómplice por omisión.
Creo que la escritura nace de la
necesidad de expresar las cosas que llevamos dentro. Me preguntan siempre, como
mi amiga Frida Pichardo, de dónde es que nacen tantas palabras para poder
escribir y llenar miles páginas. Le
respondo no lo sé. Solo estoy segura de que sin escribir no concibo mi
existencia. Porque, repito, y vuelvo a parafrasear a Sampedro, escribir, es
para mí, mi forma, mi maravillosa forma de vivir.
mu-kiensang@hotmail.com
mu-kiensang@pucmm.edu.do
sangbenmukien@gmail.com
@MuKienAdriana
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