El Caribe. 18 de febrero 2012
La Nacionalidad. ¿Una cuestión de negación? Por Mu-Kien
Adriana Sang
La nación no existiría sin el Estado, que la
ha configurado a lo largo de los siglos XIX y XX, Mario Góngora.
Don Mario Góngora, (1915-1985) fue uno de los grandes historiadores
chilenos del siglo XX. Sus reflexiones sobre el siglo XIX chileno trascendieron
la frontera de Chile para impactar otras naciones del espectro
latinoamericano. Un elemento
característico de su obra,
es su intento por despolitizar y desideologizar la historia. Consideraba que el
saber histórico había que verlo, no tanto como un instrumento de acción, sino
que como una forma de pensamiento, y sobre todo, como una auténtica ciencia que
busca la verdad de los hechos. Fue considerado en su época como el
más universal de todos los historiadores chilenos.
Su
obra más impactante fue: “Ensayo histórico sobre la
noción de Estado en Chile, siglos XIX y XX”.
Este pequeño libro, caló profundamente, transformando de manera radical
muchas de las reflexiones de los historiadores latinoamericanos. La
tesis central de la obra era que el Estado chileno, y por ende el
latinoamericano, había sido la matriz de
la nacionalidad, pues el elemento esencial de su configuración a lo largo de
los siglos XIX y XX. Sostenía que Chile,
como la mayoría de sus países vecinos
había sido una tierra de guerra y de caudillos.
Sostenía que después de constituidas las naciones, se produjeron como
pólvora los conflictos por la demarcación de los territorios. Afirmaba que esas luchas por la frontera
habían forjado el sentimiento nacional.
En esencia, decía, la nacionalidad se conformó sobre la base de la
negación de lo que no somos; y no centrándonos en lo que somos. Y estaba en lo
cierto. La historia de América Latina está plagada de ejemplos. Las luchas existentes y algunas todavía
vigentes sobre la conformación de la frontera han creado sentimientos negativos
hacia sus vecinos, los otros: Venezuela versus Colombia; Ecuador versus
Colombia y Perú; Chile versus Bolivia: y Bolivia versus todos los países que la
rodean. Y así sucesivamente.
Cuando leí a Don Mario, así se le
conoce en el ámbito académico como signo de respeto, me impactó mucho su
lectura. Era joven y me iniciaba en el
mundo de la investigación histórica. El pequeño, pero, contundente e importante
libro, me hizo pensar en nuestra propia historia como pueblo. A diferencia de Chile y de los otros países
latinoamericanos, la República Dominicana, configuró el Estado Dominicano en
contra de Haití, una nación pequeña y vecina que había librado una de las más
sangrientas luchas por configurar su propio Estado. Haití, la segunda nación que se hizo
República en América, 28 años después de los Estados Unidos, había decidido que la ocupación de la parte
este de la isla, era la única garantía para preservar su incipiente y débil
Estado. Ocupó la antigua colonia
española, que a la sazón era una incipiente república, pues el 1º de diciembre de 1821, José Núñez de
Cáceres, había osado proclamar la creación de nuevo Estado independiente al que
denominó Haití Español. Este hecho, conocido como la
“Independencia Efímera”, duró apenas 3 meses. El 27 de febrero de 1822 llegaron
las tropas haitianas. El nuevo gobierno no hizo resistencia. Ahí comenzó la
ocupación haitiana que duró 22 años.
El 27 de febrero de 1844 se
proclamó la nueva República Dominicana, en contra del Estado Haitiano. La
separación de la isla en dos repúblicas era una realidad. Liberales puros,
representados por los trinitarios, y
conservadores muy poderosos se aliaron con el único propósito que los unía:
sacar a los haitianos del territorio.
Por eso hablaron en el documento que firmaron juntos el “Acta de la
Independencia”, de separación y no de independencia. Los haitianos intentaron detener el proceso.
Se libraron varias batallas. Las más
célebres las del 19 y 30 de marzo de 1844, los dominicanos derrotaron al
gobierno haitiano.
Analizando los hechos 168 años
después, se impone un análisis desde
perspectivas distintas, alejándonos de las pasiones. Como decía don Mario,
forjamos nuestra identidad, a partir de la negación del otro; y el otro del
nosotros era Haití. ¿Hasta qué punto ese hecho constituye un rasgo esencial de
nuestra nacionalidad, de nuestra identidad?
Siguiendo la lógica de Don Mario, los dominicanos no son, no somos
haitianos, pero ¿Qué hemos sido? ¿Qué somos? ¿Será este el origen del sentimiento
anti/haitiano que corroe la conciencia y ha impedido una relación armoniosa con
el país que comparte con nosotros esta isla?
Debemos mirarnos en el espejo de los demás países hermanos. Las luchas fronterizas fueron momentos
difíciles de la historia latinoamericana.
Se impone superar esos episodios dramáticos de nuestro pasado, mirando
el presente con una óptica distinta, para poder construir un futuro distinto,
más humano y con menos prejuicios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario