lunes, 11 de febrero de 2013

Encuentros Para ayudar el alma


Hoy, 4 de febrero 2012

REENCUENTRO

Por Mu-Kien Adriana Sang

He vuelto adonde empecé
¿Gané o perdí?...

Pero yo no quiero
una ermita intelectual…
Todo es ganancia
si todo es pérdida
Camino hacia mí mismo…
El espacio está adentro
no es un edén subvertido
es un latido de tiempo
Los lugares son confluencias
aleteo de presencias
es un espacio instantáneo…
Silba el viento entre los fresnos
surtidores
luz y sombra casi líquidas
voces de agua
brillan fluyen se pierden
me dejan en las manos
un manojo de reflejos.
Camino sin avanzar
Nunca llegamos…

El presente es intocable. Octavio Paz

He vuelto. Sí, he vuelto después de una larga ausencia,  más de 700 días y sus noches. Volví luego de haber librado mil batallas interiores. Batallé contra la locura de la cotidianidad laboral.  Batallé con los roles disímiles, encontrados, enfrentados y obligatorios de la mujer que transita por la agitada vida profesional. Batallé contra las múltiples preguntas que me asaltaban cada día cuando miraba el cielo o tenía que callar ante tantos atropellos de esta sociedad que se niega a cambiar: ¿Por qué no puedo sacar el tiempo para escribir estas 800 palabras que alivian mi alma?  ¿Qué me detenía a hacerlo? ¿Por qué no programar algunas horas para mis Encuentros?

Ansiaba con todas las fuerzas de mi corazón volver a escribir el diverso, alocado, y humano  manojo de  reflexiones.  Motivada por algunos lectores que tenían registrado mi correo y me pedían insistentemente que volviera a escribir, y, porque por diferentes vías llegaron a mi computadora, algunos artículos que todavía circulan en el mágico mundo de la cibernética; decidí acudir a mi cita sabatina de mis queridos y añorados Encuentros.  Llamé a mis eternos amigos del HOY y le pedí con entusiasmo que me cedieran de nuevo el espacio.  La respuesta positiva no se dejó esperar.  Por eso,  hoy, en febrero 2012, vuelvo, como dice Octavio Paz en el fragmento que acompaña este reencuentro, donde terminé hace más de dos años.  Este largo paréntesis de muchos días, horas, minutos y segundos, parece que no habían transcurrido.

Este reencuentro vuelve después de 16,800 horas y más de un millón de minutos: sin embargo, este país nuestro, este pedazo de tierra situado en el corazón del Caribe, sigue en su derrotero imparable hacia el eterno retorno del retraso. Al comprobar esta realidad, no puedo más que lamentarme.  Me aterra la sensación de que voy a tener que decir cosas que ya he dicho y escrito, porque la realidad se repite una y otra vez. El progreso, cuyos únicos elementos de comprobación son las moles de cemento que construyen y benefician unos cuantos; así como la eterna ficción del lujo desmedido, también de unos pocos, ha seguido siendo el espejo equivocado de los de abajo.  Ellos, los más, los que día a día no tienen cómo y dónde ganarse el pan, añoran y sueñan con el espejismo del dinero mal habido.  Un sueño que no es más que una horrible pesadilla de inversión de valores, porque TENER, se ha convertido en algo más importante que el SER.  El lucro irreverente de las leyes y las buenas costumbres, representado en  las sobeidas, las marys y los figueroas,  los ha convertido en reinas y reyes de la perdición; y peor aún, se han convertido en los objetivos de los que no tienen, y, se ha adueñado de muchas esferas del poder, carcomiendo  de manera grave nuestra débil institucionalidad. 

Sí, he vuelto.  Vuelvo a escribir mis Encuentros, a sabiendas que las lágrimas derramadas volverán a derramarse; porque mis ansias incumplidas  de una sociedad diferente, ética, humana y justa, continuarán en el universo de mis frustraciones. 

Vuelvo a escribir estos Encuentros, porque mi alma sigue intacta, igual que sus dolores. La maestra que he sido siempre, seguirá confiando en la juventud, aunque con horror ha visto cómo algunos de los alumnos que estuvieron en las aulas y escucharon con fervor sus discursos sobre la necesidad de que la juventud asuma el compromiso de la transformación, se han convertido en simples y oxidadas piezas del engranaje social y político.  Unos, los que siguieron el camino de la militancia política porque querían luchar para hacer del ejercicio partidario un canto al Thymos socrático, es decir, al ejercicio virtuoso del poder político, ahora son como ellos; y cual papagayos pronuncian los mismos discursos obsoletos, rancios e hipócritas.  Otros, los que decidieron seguir en el mundo privado, sólo tienen unas pocas palabras en su reducido vocabulario: GANAR DINERO, ACUMULAR RIQUEZAS, COMPRAR BIENES Y SER “MEJOR” QUE LOS DEMAS.  ¿A dónde fueron nuestros diálogos de críticas, sueños y esperanzas en las clases?

Vuelvo  a escribir mis Encuentros, aunque la historiadora tenga que volver a utilizar la racionalidad organizada de las fuentes y los datos, escribiendo, repitiendo, ad infinitum que los actores políticos y sociales siguen prometiendo las mismas cosas y siguen cometiendo los mismos errores y horrores.  Escribiré a sabiendas de que la patria, la palabra  mágica que inspiró a muchos jóvenes en el siglo XIX y en el siglo XX, hoy se pisotea, se olvida y se mancilla.

Escribo porque escribir es una de mis formas de vivir.  Siempre lo he dicho, escribir es vivir; porque la escritura debe siempre reflejar la vida.  ¿Cómo mantenerme viva si no puedo escribir lo que siento y pienso?  Vuelvo a escribir estos Encuentros, porque estoy segura que hay otras almas que lamentan, lloran o se alegran conmigo.  He vuelto y me siento feliz de hacerlo.  Nos veremos en la próxima.

 

mu-kiensang@pucmm.edu.do

mu-kiensang@hotmail.com.do

 

Hoy, 11 de febrero

Canto al amor

 
El amor, es una gota de agua en un cristal,
es un paseo largo sin hablar,
es una fruta para dos.
 
El amor, es un espacio donde no hay lugar
para otra cosa que no sea amar,
es algo entre tu y yo.
 
El amor, es llorar cuando nos dice adiós,
el amor es soñar oyendo una canción,
el amor es rezar poniendo el corazón,
es perdonarme tu y comprenderte yo.
 
El amor, es parar el tiempo en un reloj,
es buscar un lugar donde escuchar tu voz,
el amor es crear un mundo entre los dos,
es perdonarme tu y comprenderte yo
 
El amor, es una boca con sabor a miel,
es una lluvia en el atardecer,
es un paraguas para dos.
 
El amor, es un espacio donde no hay lugar,
para otra cosa que no sea amar,
es algo entre tu y yo.
 
José Luis Perales, El amor, canción
 
Dentro de unos días el mundo occidental celebrará el día del amor.  Como ocurre cada año, el comercio aprovechará la circunstancia para aumentar sus ventas. Los jóvenes, principalmente las mujeres,  medirán su éxito social de acuerdo a la cantidad de regalos  recibidos.  Otras quedarán tristes porque esperaron, esperaron… pero nada llegó.
Qué es el amor? Todo el mundo habla de él, pero nadie puede definirlo.  Quizás porque a mis 56 años cumplidos y después de haber vivido todas la etapas que trae el amor y el desamor, hoy pienso convencida, que el amor es una decisión de cada día.  Cuando eres joven sueñas con encontrar a la persona ideal que has construido en tu mundo de ensueños. Después, a fuerza de desventuras y desilusiones, te das cuenta que el príncipe azul sólo existe en tu imaginación.  Con los años amas con profundidad y tratas de lidiar con las múltiples diferencias que comienzan a nacer después que se ha esfumado la embriaguez de los primeros encuentros amorosos.
Lo repito convencida: el amor es una decisión de cada día.  Los seres perfectos no existen.  No soy perfecta. La otra persona, con quien comparto mi cama y mi vida,  tampoco lo es.  Cada uno trae consigo una historia personal, diferente a la tuya.  Incorporamos a la vida de pareja, el equipaje emocional particular: nuestras propias frustraciones, nuestros traumas infantiles, ansiedades no cumplidas y, también nuevas  ilusiones, renovadas gracias al amor. 
En el transcurso de la relación, la realidad nos obliga a reconocer cuán diferentes somos unos de otros.  A veces pensamos que en el amor, lo fundamental es compartir con el otro la misma forma de vida, la misma visión del mundo y los mismos sueños.  No lo niego, es una  parte fundamental. Sin embargo, es la cotidianidad la que define la relación. Son las pequeñas cosas que pueden construir distancia y abismo:  Si roncas muy duro, si el cepillo lo sacudes o no antes de ponerlo en el recipiente, si dejas abierta la tapa de la pasta de diente, si haces ruidos al comer, si no sabes comportarte en la mesa, si no colocas las ropas en el orden establecido que el otro quiere, si por las noches porque cada quién tiene sus  programas de televisión favoritos, si la música está muy alta, si hablas bajo, o hablas duro, si te enfureces con el tránsito…. En fin es la cotidianidad la que establece y casi define la relación.  Por eso, afirmo sin titubeos, que llegado un momento de la vida,  lo más importante en la relación no es solo amor, sino la estabilidad, la confianza y la comprensión de nuestras diferencias.  Amar es una decisión.  Es poner en balance las cosas que me gustan y disgustan del otro.  Es aceptarlo como es, sin pretender cambiarlo.  Es que me acepte como soy sin pretender cambiarme.
Después que aprendí, como ha ocurrido a tantos otros,  que no hay razones para amar, pero hay muchas razones para permanecer con la persona elegida, he podido disfrutar de la compañía, y muy especialmente, de la estabilidad de una relación.   
Quien no sabe de amor, no sabe nada
no sabe la ilusion de hablar con la mirada
no sabe como sabe aquel que ama
por donde va la noche, a la mañana…
Quien no sabe de amor
lleva en el rostro
una mirada turbia de infeliz
quien no sabe de amor
que aprenda un poco
para que no se muera sin vivir... (canción)  Manuel Jiménez. 
 
mu-kiensang@hotmail.com
mu-kiensang@pucmm.edu.do
 
 

Hoy 26 de mayo 2012

En la morada del poeta amado



A   Pablo Neruda


Ahora que no hay...ni palabras o puertas secretas
tampoco dialecto de gaviotas, por descifrar,
escucho aún tu canto, Isla Negra.

Patria fuiste de mis ojos
alzándose el mar otoñal a mi ventana.
Aquí, donde al rocío de espuma
recogí tantos versos, marinero.

Hecho todo de agua
me soñé entre tu mar Pacífico,
llevando la palabra, poesía,
hacia olas del viejo continente.

Oh! Cuanto amor y tanta herida milenaria,
sólo el sonido coralino de tu risa envolvente
vistieron de calor mi cuerpo y la memoria,
donde nací y morí más de mil veces.

Aquí estoy ya, salgo al nocturno, en latido,
mis ojos se sumergen en cada gota y su sal,
me buscas, acariciándome con tus cabellos de plata
y voy contigo, patria, como un pez que lucha incansable.

Isla negra, mi boca te pronuncia,
desde la roca que arropó primaveras en el pecho,
ven busca y halla, todos los versos que prendí
solo para ti, entre esas nubes con mis dedos de arena.

Rossana Arellano

 

Durante mi adolescencia Pablo Neruda fue mi gran compañía.  Luego crecí, me convertí en una mujer adulta que siguió amando su poesía.  Celebré con algarabía su Premio Nobel y lloré cuando me enteré que había sucumbido al cáncer y que los gorilas de Pinochet habían saqueado su casa de Santiago, conocida como La Chascona.  Allí, en ese muy singular hogar del poeta, fue velado bajo la mirada indolente de los militares.  Su funeral se había convertido en un desafío a la autoridad  y en una protesta silente al golpe de estado.

 Me enamoré de Isla Negra y de la casa en forma de barco del Capitán de los versos que amaba el mar, su paz y sus riquezas ocultas, solo para contemplarlo desde la tierra.  Cuando leí Confieso que he vivido mi secreta admiración por la casa del poeta se hizo más grande.  Su obra Memorial de Isla Negra fue la coronación de mis sentidos.  A través de sus lecturas, conocí los mascarones de proa que coleccionaba con inusitada pasión. Leía con verdadero deleite los diálogos que inventaba el poeta entre las diosas y el capitán.

 El sueño de conocer la morada preferida del poeta no había podido materializarse.  Al fin pude hacerlo este año.  Mi emoción crecía a medida que el autobús corría presuroso por la carretera.  Llegamos a Isla Negra a primeras horas de la tarde. Lo primero que divisé fue el pequeño bote de pescador frente al mar, el lugar donde Neruda escribió con su singular gorra de marinero, los hermosos versos del Capitán. Cuando entramos a la primera parte se presentaba un video con su voz: "Hola, me llamo Pablo Neruda, soy poeta". Llegamos por fin a la casa, con unos pequeños aparatos al oído que explicaban con lujo de  detalles los espacios y sus objetos.  Supe que Neruda había llegado a ese paraíso marino a finales del 38.  Allí conoció al dueño, un socialista español que se había empeñado en construir una casa con cimientos de piedra. La compró y durante 30 años fue adicionando espacios, de acuerdo a su gusto, su imaginación y su loca pasión de coleccionar cosas.   Al recorrer la casa te das cuenta que el principal protagonista era el mar.  Todas las dependencias dan a la paya y al vasto cielo.

En el recorrido pude ver la larga mesa de madera en la que sentaba el poeta por largos ratos a observar con su catalejo el vuelo de los pájaros. En el segundo piso vi la pequeña cama frente al mar.  Desde esta pieza estratégicamente colocada frente a una gran ventana, no dejó de contemplar el mar. Vi s colección de gorros y sombreros y el traje de etiqueta que usó para recibir el nobel.

 Pablo Neruda no se consideraba a sí mismo como coleccionista, sino, como él mismo se definía, era  “cosista”, porque le apasionaba  juntar cosas disímiles que solo su mirada de poeta podía encontrarle los nexos.  Por doquier aparecen los mascarones de barco que traía o le regalaban de todas partes del mundo.  Supe que sus preferidos eran la María Celeste, que era milagrosa, según Neruda, porque lloraba. La Medusa era otro  enorme mascarón de madera pintada,  roído y desteñido los años. La Guillermina fue el último mascarón de la casa, a ella le dedicó el poema “Dónde está la Guillermina?”.

 Al final del trayecto vimos su colección de caracolas.  Se exhibían más de 600, provenientes de los cinco continentes, traídas hasta Chile en la maleta singular del poeta.  El recorrido terminó en la morada final del poeta.  Sus restos fueron colocados junto a Matilde, el último amor de su vida, en una tumba que simulaba la proa de un barco, frente al mar, como amaba el poeta.  Me senté.  Miré hacia el Pacífico y lloré. Había cumplido un sueño de adolescente.  Había visitado la casa donde nacieron sus más hermosas obras, tales como:  Odas Elementales, Los Versos del Capitán, Memorial de Isla Negra y Confieso que he vivido.  Esta última dictada con rapidez a su mujer desde su lecho de muerte. Enfermó hurgó por los vericuetos de su memoria para rescatar los recuerdos de su agitada y rica vida.   Reconfirmé mi amor por la poesía y ratifiqué mi pasión por Neruda, el poeta de las pequeñas y más triviales cosas.  Supe porqué amo y amaré siempre al poeta chileno comprometido con su tiempo. Era capaz no solo de cantar  al amor, a la mujer, a la vida y a la muerte, sino también a las injusticias y a los marginados.  Neruda es y será eterno, porque su poesía encontrará siempre corazones que vibran con sus palabras. ¡Viva la poesía!

 

mu-kiensang@hotmail.com

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