lunes, 11 de febrero de 2013

Historia y compromiso


Hoy 18 de febrero 2012

 

¿Patria?

Por:  Mu-Kien Adriana Sang Ben

 

Patria,
jaula de bambúes
para un pájaro mudo que no tiene alas,
Patria,
palabra hueca y torpe
para mí, mientras los hombres
miren con desprecio las pies sucios y arrugados,
y maldigan las proles largas,
y en cada cruce de caminos claven una bandera
para lucir sus colores nada más...

Canto triste a la patria bien amada (fragmento), Hector Inchaustegui Cabral

 

Decía Fustel de Coulanges, el célebre historiador francés del siglo XIX, que la patria es aquello que se ama y constituye la razón para luchar.  Inspirado en los movimientos políticos de la época,  como el liberalismo político, el intelectual, desde su cátedra universitaria, instaba a los jóvenes a amar y luchar por la patria, que en aquella época era  una utopía.   Sus ideas sobre sus convicciones liberales fueron publicadas en 1864 bajo el título,  La Cité antique  o La ciudad Antigua.  Aseguraba en su obra que en la antigüedad la noción de libertad era inexistente. Y que el concepto era un logro de la modernidad de su época. Aseguraba que  la humanidad contaba con una nueva autoridad sagrada y casi  divina que llamamos patria.

 La patria fue el motor inspirador de los movimientos sociales y políticos del siglo XIX en Europa y América Latina.  Gracias a esa nueva palabra, los jóvenes de entonces forjaron sus sueños y sus utopías.  A ellos, a su entrega y a sus luchas heredamos estos países nuestros que hoy se desgarran entre sí.  Entonces no me queda más nada que preguntarme ¿En qué se ha convertido la patria hoy? ¿Tiene sentido la noción de patria en los inicios de la segunda década del siglo XXI, en la era de la cibernética, de la globalización económica?  No tengo respuestas a tan grandes preguntas.  Intentando responder nacieron otras más. ¿Será que la patria fue un momento de la historia, del capitalismo emergente, del liberalismo naciente? ¿Será que hoy el neoliberalismo ha sustituido los  sujetos políticos por los sujetos  económicos? ¿Será que ya no importan los sueños, sino las realidades?

La racionalidad histórica me demuestra que cada siglo tiene sus prioridades.  El siglo XV, en el momento del surgimiento de la burguesía comercial, se necesitaban nuevos mercados, por eso se produjo la aventura del descubrimiento (¿encubrimiento?).  El siglo XVII nos trajo la expansión y las luchas internas de los imperios europeos.  Perdió en la contienda España, la más atrasada de todas.  Con el nuevo siglo, el XVIII, la burguesía fortalecida necesitaba de una reorganización del orden político.  El control de la monarquía se hacía obsoleto, la burguesía quería tener participación en el ejercicio del poder político.  Entonces surgieron nuevas teorías políticas que se guiaron por las mágicas palabras de patria y libertad.  El siglo XIX fue la consolidación, expansión y fortalecimiento de la burguesía industrial. Fuero 100 años de grandes transformaciones sociales y nuevas y novedosas producciones intelectuales. Surgieron teorías contrarias que enfrentaban al capitalismo emergente y abogaban por la construcción de una sociedad igualitaria, Marx y Engels fueron los creadores de las nuevas teorías que inspiraron los  movimientos revolucionarios del siglo XX.  En el siglo pasado el socialismo real se convirtió en pesadilla. Su peor pecado fue el secreto de la libertad.  Las tensiones de la guerra fría fueron duras, largas y sangrientas.  En las postrimerías del siglo, el capitalismo ganó la batalla.  El mundo se convirtió en un gran mercado.  La cortina de hierro fue destruida.  Entramos al reino del poder del dinero y del desarrollo tecnológico. El siglo XXI, hasta ahora, en su primera década, no ha hecho más que consolidarlo: y, más aún, demostrar que a pesar de la burbuja financiera, el capital tiene múltiples fórmulas para sobrevivir a las crisis.

 La sensibilidad de ciudadana, nacida en la mitad del siglo XX, testigo de actos heroicos de jóvenes que guiados por las ansias de libertad en contra de las manos opresoras de los dictadores, de izquierda o derecha, se lamenta con el derrotero que ha tomado el mundo.  La patria es hoy una falacia, una ficción, una noción del pasado.  La patria ya no inspira a los jóvenes. Ya no es motor de grandes hazañas. La patria no es nada. El dinero lo es todo.

 Mientras tanto nos quedamos sólo con el país.  Es decir, el terreno enmarcado por fronteras políticas  impuestas.  Nos hemos quedamos sin patria, solo con la triste realidad del Estado; del poder político, por el que muchos aspiran, luchan y se enfrentan, pero pocos, muy pocos llegan. La lucha por el control de aparato estatal motiva a luchas tan mordaces y sórdidas que a ninguno de los partidarios le importa pisotear a quién se interponga en el  camino.  La ciudadana está triste porque, como dicen los poetas, la patria, nuestra patria, está plagada de egoísmos, injusticias y atropellos. ¿A quién deben cantar los jóvenes? ¿Sólo al dios dinero? ¿Al individualismo y al egoísmo?  Quizás esta ciudadana que escribe es una mujer producto de su época, y  que no quiere adecuarse, a las reglas ni al estilo que le impone la modernidad sin alma.

Cuando resido en este país que no sueña
cuando vivo en esta ciudad sin párpados…
Cuando vivo en esta ciudad sin lágrimas
que se ha vuelto egoísta…

que ha perdido su ánimo sin haberlo gastado
pienso que al fin ha llegado el momento
de decir adiós a algunas presunciones
de alejarse tal vez y hablar otros idiomas
donde la indiferencia sea una palabra obsena….
La nostalgia se escurre de los libros
se introduce debajo de la piel
y esta ciudad sin párpados
este país que nunca sueña
de pronto se convierte en el único sitio
donde el aire es mi aire
y la culpa es mi culpa…

Quizá mi única noción de patria
sea esta urgencia de decir Nosotros
quizá mi única noción de patria
sea este regreso al propio desconcierto.

Nocion de Patria, Mario Benedetti

 

Hoy 25 de febrero 

Ustedes los soñadores

Por: Mu-Kien Adriana Sang
Vivir sin Patria, es lo mismo que vivir sin Honor.
Nunca me fue tan necesario como hoy el tener salud, corazón y juicio; hoy que hombres sin juicio y sin corazón conspiran contra la salud de la Patria.
Trabajemos por y para la patria, que es trabajar para nuestros hijos y para nosotros mismos
Dios ha de concederme fortaleza para no descender a la tumba sin dejar a mi Patria libre, independiente y triunfante
La nación está obligada a conservar  y proteger por medio de leyes sabias y justas, la libertad personal, civil e individual así como la propiedad y demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen.
Nuestra patria ha de ser libre e independiente de toda potencia extranjera o se hunde la isla.
Juan Pablo Duarte
Eran tan jóvenes que apenas alcanzaban a la veintena de años vividos, cuando decidieron ofrendar sus vidas para transformar la realidad heredada.  Creyeron en la libertad.  Asumieron como suyo el discurso de la nación.  Levantaron la bandera de la patria.  Y bajo esa trilogía maravillosa, organizaron una estructura política, se arriesgaron, lucharon y ¿triunfaron?
Juan Pablo Duarte y los demás jóvenes que formaron la Trinitaria en la casa de esa valiente mujer, Doña Chepita, fueron pioneros en las luchas libertarias de nuestra maltratada República Dominicana.  Sin experiencias, sin muchos recursos, pero con muchas ganas, iniciaron acciones para resquebrajar la estructura de la impuesta institucionalidad haitiana, que había empezado a debilitarse producto de sus propias contradicciones entre grupos políticos en Haití.
Con el tiempo, se dieron cuenta que solos no podrían destruir al gobierno haitiano.  Era difícil después de 22 años de dominación. El proyecto político de crear una nueva República era una tarea demasiado grande. Se vieron obligados a aliarse con los conservadores.  Y en esta alianza,  tuvieron que someterse al poder incuestionable de esos grupos que solo tenían en común con nuestros jóvenes idealistas,  las diferencias con Haití.  Mientras los trinitarios abogaban por una República Dominicana libre, independiente y soberana, los otros, los que representaban el atraso, querían separarse de Haití para luego iniciar negociaciones con las potencias imperiales para anexar a la nueva República. Buscan como oro la protección imperial, del imperio que fuese: España, Estados Unidos, Francia o Inglaterra.  Mientras los jóvenes creían fervientemente en la libertad, los otros, en gobiernos autoritarios, fuertes negadores del concepto de que los seres humanos nacen libres. .
La alianza triunfó y fracasó al mismo tiempo.  Triunfó porque el gobierno  haitiano no tuvo más remedio que abandonar y entregar a los rebeldes el gobierno. Después de los acontecimientos la noche del 27 de febrero de 1844, sufrieron dos nuevas derrotas en las  libradas el 19 de marzo en Azua y el 30 de ese mismo mes de marzo en Santiago. El  ejército haitiano se vio derrotado y humillado.  Pero el movimiento libertario tambi{en fracasó.  El famoso documento denominado como el Acta de la Independencia Dominicana, es la evidencia más ferviente del dominio conservador.  En las largas páginas donde explican las razones del movimiento, omiten una palabra: “independencia”. En cambio, reiteradamente afirman que los pueblos de la parte este de la isla deseaban “separarse” de Haití.  Concluyen con la célebre frase: separación o muerte. En Ningún momento se menciona la libertad y la independencia. ¿Problema semántico? ¿Problema de interpretación?  No, no, no. Es un reflejo palpable de dos proyectos políticos diferentes. Guiados y arropados por las circunstancias, los trinitarios firmaron junto a los conservadores el famoso documento.
Los hechos posteriores confirman nuestra posición. Antes del 27 de febrero, los trinitarios descubrieron el intento de Báez y un pequeño grupo de legisladores de anexar el país a Francia, un plan que estaba siendo orquestado con el Cónsul Levasseur.  Cuando los sucesos finalizaron la hermosa noche de febrero, el gobierno provisional estaba controlado por el sector conservador.  Más aún, el Primer Presidente Constitucional, el muy conservador Pedro Santana, envió a una comisión de alto nivel a visitar las principales potencias europeas y a los Estados Unidos, con dos propósitos: el reconocimiento de la nueva república, y, o, en su defecto, negociar la anexión. ¿Sabían ustedes que uno de los funcionarios santanista que acompañó a la delegación era el Padre de la Patria, Ramón Matías Mella?  El sector liberal fue condenado al ostracismo.  Duarte tuvo que huir a Venezuela, después de intentos fracasados de rebelarse en contra del nuevo poder en el Cibao.  Otros, se vieron condenados al olvido. Y, los menos, los tránsfugas se sumaron al nuevo poder y se aliaron a él.  Lo triste y lamentable de todo esto, que de la trilogía patriótica que está en nuestro país sólo Duarte finalizó sus días sin manchas, aunque murió sólo, asilado y abandonado en el exilio.  Francisco del Rosario Sánchez, se alió a Buenaventura Báez e incluso firmó un panfleto de apoyo al dirigente rojo.  Limpió su nombre con una muerte digna al intentar enfrentar al ejército español durante la Guerra de Restauración.
¿Qué nos queda entonces?  ¿Cuál es la enseñanza que nos dejan esos hechos? No soy ni duartista, ni sanchista, ni mellista, ni santanista.  No creo en ídolos vacíos ni en ídolos de barro.  Creo que los seres humanos construyen la historia.  Sus hechos serán evaluados por otros, las generaciones futuras.  No abogo por los mitos acríticos de la historia.  Pero conocer el pasado nos enseña.  Nos dice, por ejemplo, que hay idealistas, como Duarte que creyeron en la pureza de la acción política.  Nos enrostra con hechos dolorosos que la vida política presentaba y presenta todavía oportunidades que solo los hombres y mujeres de firmes principios y convicciones son capaces de rechazar.  Y, finalmente nos muestra que el ser humano, dependiendo de las circunstancias, puede cometer errores y  asumir  posiciones oportunistas. Creo que se hace impostergable la relectura y la reescritura de la historia, al margen de las pasiones y las banderas ideológicas. Nos vemos
mu-kiensang@pucmm.edu.do
 

 

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