TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE
Pensamiento
caribeño en el siglo XIX. Martí: El
último número de La Edad de Oro,
Por: Mu-Kien Adriana Sang
sangbenmukien@gmail.com
@MuKienAdriana
El
hombre de La Edad de Oro es así, lo mismo que los padres: un padrazo es el
hombre de la Edad de Oro: como una estatua que hay del río Nilo, donde hace
de río un viejo barbón, y encima de él saltan, y juegan y dan vueltas de
cabeza los muchachos traviesos... Así son los padres buenos, que creen que
todos los niños son sus hijos, y andan como el río Nilo, cargados de hijos
que no se ven, y son los niños del mundo los niños, los niños que no tienen
quien les dé velocípedos, ni caballo, ni cariño ni un beso. Y así es el
hombre de La Edad de Oro, que en cada número quisiera poner el mundo para los
niños, a más de su corazón... José Martí, Última Página del cuarto número de
La Edad de Oro.
Con este artículo finaliza el viaje que
iniciamos con este novedoso ensayo de Martí de educar a los niños en el
periódico que se titulaba La Edad de Oro. Como señalamos anteriormente, este
intento novedoso e importante tuvo una corta vida útil, apenas salió en
cuatro oportunidades. Demasiadas improntas y tareas tenía Martí para
dedicarle más tiempo al proyecto.
Murió tan joven como su creador.
En el último número aparecen seis
interesantes historias. Se inicia con "Un paseo por la tierra de los
anamitas" que narra la historia de cuatro hindúes ciegos desde nacimiento
y querían saber cómo era un elefante. Uno de ellos dijo: "Vamos, dijo uno, donde el elefante manso
de la casa del rajá , que es
príncipe generoso, y nos dejará ver cómo es". Y fueron, y el rajá les permitió tocar al
elefante. Cuando el secretario le dijo
que fueran, cada uno tocó por donde pudo: uno por las patas, otro por la
trompa, otro por la cola y el último tomó un asa pensando que era parte del
elefante. Y cada uno tuvo una impresión distinta de cómo era el elefante.
¿Conclusión? Y así, dice Martí, son los hombres, que cada uno cree que sólo
lo que él piensa y ve es la verdad, y dice en verso y en prosa que no se debe
creer sino lo que él cree...
La segunda historia se titula "Historia
de la cuchara y el tenedor". Martí hace una alegoría entre la vida, la
muerte, el compromiso y la entrega a
partir de los cubiertos "Porque los que están con los brazos
cruzados, sin pensar y sin trabajar, viviendo de lo que otros trabajan, esos
comen y beben como los demás hombres, pero en la verdad de a verdad, esos no
están vivos. Los que están vivos de veras son los que nos hacen los cubiertos
de comer, que parecen de plata no son
de plata pura, sino de una mezcla de metales pobres, a la que le ponen encima
con la electricidad uno como baño de plata. Esos sí que trabajan, y hay
taller que hace al día cuatrocientas docenas de cubiertos, y tiene como mil
trabajadores...Y ya vamos contando la Historia de la Cuchara y el Tenedor.
La muñeca negra es la tercera de las historias. Es esta quizás la más interesante de Martí,
pues hay una ruptura certera del paradigma de lo blanco como bello, para
rescatar lo negro también como algo lleno capaz de generar ternura. "Y se echó sobre el juguete que puso a
los pies sobre la muñeca negra. La besó, la abrazó, se la apretó contra el
corazón: "Ven, pobrecita: ven, que esos malos te dejaron aquí sola: tú
no estás fea, no, aunque no tengas más que una trenza: la fea es esa, la que
han traído hoy, la de los ojos que no hablan: dime Leonor, dime ¿Tú pensaste
en mí?... ¡Esa es mi muñeca linda! ¿Y no has llorado? ¡Te dejaron tan sola!
Y con Cuentos de elefantes nos adentramos a
la cuarta historia. En este trabajo
reflexivo, Martí critica la cacería indiscriminada de elefantes por el
capricho de unos cuantos. "Abajo
el cazador, sin troncos para sujetarse!...¿Y cómo se salva allí el cazador? Le sigue "Los dos ruiseñores. Versión
libre de un cuento de Anderson." El cuento se desarrolla en la China, un
pueblo, como decía Martí que no se agotaba en reproducirse. Era la época de los emperadores, y era tal
el atractivo de este lejano imperio que venían viajeros de todas partes. Y
todos los visitantes se maravillaban con los ruiseñores chinos. Era tal la impresión que dejaba en quienes
visitaban China, que muchos se dedicaron a escribir sus impresiones. Y, por
supuesto, los ruiseñores aparecían en los relatos. Hasta que un día el
emperador quien se sorprendió de saber que esos pájaros causaban tal
expectación que envió a un sirviente a buscar uno para llevarlo al
palacio. Y al presentarlo, el ruiseñor
cantó tan dulcemente que todos lloraron.
El emperador pidió que lo adornaran con un cordón de oro que el
ruiseñor no aceptó, solo dijo "gracias". "Y
en su canto decía el ruiseñor, no necesito la chinela de oro, ni el botón
colorado, ni el birrete negro, porque ya tengo el premio más grande, que es hacer llorar a un emperador." Otro día el emperador recibió un regalo de
un ruiseñor de metal adornado con piedras preciosas que tenía grabado
hermosos cantos. Y desterraron al
ruiseñor vivo. Hasta que un día el emperador moría y apareció el ruiseñor
desterrado, y con su canto le devolvió la vida. Fue el ruiseñor el que le salvó y acompañó mientras
los mandarines pensaban que estaba muerto y lo habían dejado solo. A esta
hermosa historia le siguió el pequeñísimo cuento "La galería de las
Máquinas". La última edición, como lo hizo con las anteriores, termina
con La última página, en la cual Martí expresa sus reflexiones finales. Ahí terminó la aventura de La Edad de
Oro. La lucha política, la necesidad
de atender todos los apremios de la guerra abortaron el proyecto. Los cuatro números que aparecieron han
recorrido el mundo.
Algunos pueden afirmar, y así lo creo, que
quizás algunos temas abordados no están dirigidos especialmente a los niños,
son más bien temas para adultos; sin embargo, la intención sigue siendo
válida, incluso hoy. Educar a las generaciones
que suben debe constituirse en una tarea no solo importante, sino vital de
todas y cada una de las personas que asumen la transformación de la sociedad
como tarea permanente.
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