sábado, 15 de junio de 2013

Marti: La edad de oro, ultima entrega


 

TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE

Pensamiento caribeño en el siglo XIX.  Martí: El último número de La Edad de Oro,

Por: Mu-Kien Adriana Sang

sangbenmukien@gmail.com


@MuKienAdriana

 

El hombre de La Edad de Oro es así, lo mismo que los padres: un padrazo es el hombre de la Edad de Oro: como una estatua que hay del río Nilo, donde hace de río un viejo barbón, y encima de él saltan, y juegan y dan vueltas de cabeza los muchachos traviesos... Así son los padres buenos, que creen que todos los niños son sus hijos, y andan como el río Nilo, cargados de hijos que no se ven, y son los niños del mundo los niños, los niños que no tienen quien les dé velocípedos, ni caballo, ni cariño ni un beso. Y así es el hombre de La Edad de Oro, que en cada número quisiera poner el mundo para los niños, a más de su corazón... José Martí, Última Página del cuarto número de La Edad de Oro.
Con este artículo finaliza el viaje que iniciamos con este novedoso ensayo de Martí de educar a los niños en el periódico que se titulaba La Edad de Oro. Como señalamos anteriormente, este intento novedoso e importante tuvo una corta vida útil, apenas salió en cuatro oportunidades. Demasiadas improntas y tareas tenía Martí para dedicarle más tiempo al proyecto.  Murió tan joven como su creador.
En el último número aparecen seis interesantes historias. Se inicia con "Un paseo por la tierra de los anamitas" que narra la historia de cuatro hindúes ciegos desde nacimiento y querían saber cómo era un elefante. Uno de ellos dijo: "Vamos, dijo uno, donde el elefante manso de la casa del rajá , que es príncipe generoso, y nos dejará ver cómo es".  Y fueron, y el rajá les permitió tocar al elefante.  Cuando el secretario le dijo que fueran, cada uno tocó por donde pudo: uno por las patas, otro por la trompa, otro por la cola y el último tomó un asa pensando que era parte del elefante. Y cada uno tuvo una impresión distinta de cómo era el elefante. ¿Conclusión?  Y así, dice Martí,  son los hombres, que cada uno cree que sólo lo que él piensa y ve es la verdad, y dice en verso y en prosa que no se debe creer sino lo que él cree...
La segunda historia se titula "Historia de la cuchara y el tenedor". Martí hace una alegoría entre la vida, la muerte, el compromiso  y la entrega a partir de los cubiertos  "Porque los que están con los brazos cruzados, sin pensar y sin trabajar, viviendo de lo que otros trabajan, esos comen y beben como los demás hombres, pero en la verdad de a verdad, esos no están vivos. Los que están vivos de veras son los que nos hacen los cubiertos de comer, que parecen de plata  no son de plata pura, sino de una mezcla de metales pobres, a la que le ponen encima con la electricidad uno como baño de plata. Esos sí que trabajan, y hay taller que hace al día cuatrocientas docenas de cubiertos, y tiene como mil trabajadores...Y ya vamos contando la Historia de la Cuchara y el Tenedor.
La muñeca negra es la tercera de las historias.  Es esta quizás la más interesante de Martí, pues hay una ruptura certera del paradigma de lo blanco como bello, para rescatar lo negro también como algo lleno capaz de generar ternura.  "Y se echó sobre el juguete que puso a los pies sobre la muñeca negra. La besó, la abrazó, se la apretó contra el corazón: "Ven, pobrecita: ven, que esos malos te dejaron aquí sola: tú no estás fea, no, aunque no tengas más que una trenza: la fea es esa, la que han traído hoy, la de los ojos que no hablan: dime Leonor, dime ¿Tú pensaste en mí?... ¡Esa es mi muñeca linda! ¿Y no has llorado? ¡Te dejaron tan sola!
Y con Cuentos de elefantes nos adentramos a la cuarta historia.  En este trabajo reflexivo, Martí critica la cacería indiscriminada de elefantes por el capricho de unos cuantos. "Abajo el cazador, sin troncos para sujetarse!...¿Y cómo se salva allí el cazador?  Le sigue "Los dos ruiseñores. Versión libre de un cuento de Anderson."  El cuento se desarrolla en la China, un pueblo, como decía Martí que no se agotaba en reproducirse.  Era la época de los emperadores, y era tal el atractivo de este lejano imperio que venían viajeros de todas partes. Y todos los visitantes se maravillaban con los ruiseñores chinos.  Era tal la impresión que dejaba en quienes visitaban China, que muchos se dedicaron a escribir sus impresiones. Y, por supuesto, los ruiseñores aparecían en los relatos. Hasta que un día el emperador quien se sorprendió de saber que esos pájaros causaban tal expectación que envió a un sirviente a buscar uno para llevarlo al palacio.  Y al presentarlo, el ruiseñor cantó tan dulcemente que todos lloraron.  El emperador pidió que lo adornaran con un cordón de oro que el ruiseñor no aceptó, solo dijo "gracias".  "Y en su canto decía el ruiseñor, no necesito la chinela de oro, ni el botón colorado, ni el birrete negro, porque ya tengo el premio más grande, que  es hacer llorar a un emperador."   Otro día el emperador recibió un regalo de un ruiseñor de metal adornado con piedras preciosas que tenía grabado hermosos cantos.  Y desterraron al ruiseñor vivo. Hasta que un día el emperador moría y apareció el ruiseñor desterrado, y con su canto le devolvió la vida.  Fue el ruiseñor el que le salvó y acompañó mientras los mandarines pensaban que estaba muerto y lo habían dejado solo. A esta hermosa historia le siguió el pequeñísimo cuento "La galería de las Máquinas". La última edición, como lo hizo con las anteriores, termina con La última página, en la cual Martí expresa sus reflexiones finales.  Ahí terminó la aventura de La Edad de Oro.  La lucha política, la necesidad de atender todos los apremios de la guerra abortaron el proyecto.  Los cuatro números que aparecieron han recorrido el mundo.
Algunos pueden afirmar, y así lo creo, que quizás algunos temas abordados no están dirigidos especialmente a los niños, son más bien temas para adultos; sin embargo, la intención sigue siendo válida, incluso hoy.  Educar a las generaciones que suben debe constituirse en una tarea no solo importante, sino vital de todas y cada una de las personas que asumen la transformación de la sociedad como tarea permanente.

 

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