ENCUENTROS
Sí, creo
Dedicado con cariño al amigo Tom
Lluberes
Por: Mu-Kien Adriana Sang
(Miércoles santo)
Una calma de muerte, una enorme
sequedad. No veo mi asunto más que intelectualmente; se me ha secado todo
afecto. Pienso abandonarme al Señor…
(Jueves santo)
Aprende a vivir en Dios y no temerás la muerte
porque Dios es inmortal. ¿Qué han sido durante años las más de mis
conversaciones? Murmuraciones. Me he pasado los días en juzgar a los demás y en
acusar de fatuidad a casi todo el mundo…
(Viernes santo)
Muchas veces he observado ese
triste carácter de todas las conversaciones mundanas; el de que sean más que
diálogos, monólogos entreverados…No sucedería así si se conversara en Dios,
sencilla y humildemente, haciendo de la conversación un acto de amor al
prójimo, y procurando no hablar de sí mismo ni constituirse en el centro del
universo. Esa santa confusión de afectos en que he soñado alguna vez sólo en
Dios se cumple.
(Sábado Santo)
Conócete a ti mismo…conocerse
como a tal individuo concreto y vivo, como al yo individual y concreto y vivo,
como al yo individual y concreto, vaso de miserias y de pecados, de grandezas y
de pequeñeces.
(Domingo de Resurrección)
Anoche a la hora de los
ejercicios lucha interior. Una sequedad enorme. Hoy domingo de resurrección y
yo no he resucitado todavía a la comunión de los fieles… Cristo ha resucitado
en mí para darme fe en su resurrección, principio de su doctrina de salud…
Miguel de Unamuno, Diario íntimo.
Hace tiempo que tenía en los anaqueles de mi casa ese hermoso libro del
gran Miguel de Unamuno (1864-1936), intelectual español de fuste. Pero no me
había percatado de su verdadera grandeza. Casi por azar, lo tomé en mis manos,
y lo devoré con pasión. Este Diario Intimo fue escrito en cinco cuadernos escolares,
al calor de la profunda crisis espiritual de su época. Sin avergonzarse,
escribió todas sus dudas, temores y esperanzas. Después de una larga lucha
interna, Unamuno proclamó al mundo su conversión al Dios de los cristianos, y
proclamó su admiración a la figura de Jesús.
Confesaba con un dejo de tristeza que al principio de su búsqueda
espiritual buscaba a un Dios racional, que
iba desvaneciéndose por ser pura idea, y así paraba en el Dios nada a que el
panteísmo conduce, y en un puro fenomenismo, raíz de todo sentimiento de
vacío. Y no sentía al Dios vivo, que
habita en nosotros, y que se nos revela por actos de caridad y no por vanos
conceptos de soberbia. Hasta que llamó a mi corazón…
Salvando las diferencias con ese gran pensador español, creo que yo
también viví y por qué no, sufrí un proceso similar. Durante mi adolescencia,
me proclamaba católica-militante
comprometida. Asumí esa opción como un
dogma. Y llené mis días con actividades múltiples proclamando la necesidad de
amar al Cristo comprometido. Después, producto de los conflictos existenciales
de la juventud de los 70, luché conmigo misma para convencerme de que la
ciencia debía ser mi nuevo credo. Como
lo hicieron los positivistas de Augusto Comte en el siglo XIX, la ciencia se
convirtió en mi nueva religión. Pero,
llegó de nuevo el vacío espiritual. La
verdad científica no podía explicar todos los misterios de la vida, las
necesidades del alma y sobre todo el amor incondicional. Acostumbrada a la razón para la explicación
de las cosas, volví mi cara al Dios cristiano, pero lo hice hurgando en las
lecturas, como si mi búsqueda se tratara de una de verdad histórica. Equivoqué
el camino, hasta que me convencí que debía llenar ese vacío con el corazón.
Entendí que la FE debía ser asumida sin explicaciones racionales, sino como un
acto personal de convencimiento y
conversión. Al llegar a esa conclusión me he sentí feliz y en paz. A partir de entonces, he tratado de vivir
cada día de mi vida con el propósito de
fortalecer esa Fe en un Dios bueno, que habita dentro de nosotros.
Confusión.
Rotura de costras y versión de contenidos. No entendía yo entonces que esa
costra era del pecado y la de la soberbia sobre todo, y que es la humildad lo
que desnuda el alma. Ni entendía que esa
confusión es la caridad cristiana. Vuelto cada hombre a sí, ruegue por todos, y
todos unidos en una oración común harán
un solo espíritu. Morir en cristo es confundirse con los demás y llegar al
toque de alma a alma. Y todo aquello del sobre-hombre en la sobre-naturaleza,
¿qué es más que una visión de la gloria, del bienaventurado en el reino de la
gracia eterna? Naturalizarse el hombre es hacerse sencillo y cristiano, y
humanizar la naturaleza es descubrir al Criador en ella y hacerla canto vivo de
El. Y aquella voz de las cosas, aquel
canto silencioso no es más que el himno con los que los cielos y la tierra
narran la gloria de Dios.
Escuché decir al Padre Manuel Maza que la resurrección revela que Dios
hace suyo el camino de Jesús como el único, que valía la pena amar y luchar por
la verdad, caminar en la lealtad y sirviendo. Decía también que lo increíble
era que Dios se hiciese débil y asumiera la fragilidad de nuestra historia para
salvarnos desde dentro, viviendo la alternativa del amor. Finalizó sus palabras
con esta pregunta. ¿Qué nueva perspectiva abre en mi vida la fe en la
resurrección? Me pusieron a meditar sus
palabras.
Pasó el sábado santo, preludio del domingo de Resurrección. La gente
caminó por las calles y las playas y quizás no hizo la necesaria introspección
personal. Es una pena que el hedonismo se haya apoderado de la mayoría. En vez
de pensar sosegadamente, le dimos riendas sueltas a nuestras pasiones, sin
detenernos a pensar.
No solo la semana mayor es propicia para pensar y auto evaluarse, para
morir internamente, tratando de identificar aquellas cosas que debemos sepultar
en nosotros mismos. Es un proceso que hacerse en cualquier momento. Siempre
será bueno resurgir, renacer y salir con nueva vida y bríos renovados a fin de
transitar de nuevo, para trillar con
amor y alegría nuestros caminos.
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