TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE
Pensamiento
caribeño en el siglo XIX. Martí: Nuestra
América: la utopía martiana
Por: Mu-Kien Adriana Sang
sangbenmukien@gmail.com
@MuKienAdriana
Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero
es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le
quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el
orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas
y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el cielo,
que van por el aire dormido engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América
ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la
cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan de
Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas
valen más que trincheras de piedra.
No hay proa que taje una nube de ideas. Una
idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística
del juicio final, a un escuadrón de acorazados. Los pueblos que no se conocen
han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos. Los que se
enseñan los puños, como hermanos celosos, que quieren los dos la misma tierra,
o el de casa chica, que le tiene envidia al de casa mejor, han de encajar, de
modo que sean una las dos manos. Los que, al amparo de una tradición criminal,
cercenaron, con el sable tinto en la sangre de sus mismas venas, la tierra del
hermano vencido, del hermano castigado más allá de sus culpas, si no quieren
que les llame el pueblo ladrones, devuélvanle sus tierras al hermano. Las
deudas del honor no las cobra el honrado en dinero, a tanto por la bofetada. Ya
no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de
flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la
tundan y talen las tempestades; ¡los árboles se han de poner en fila, para que
no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha
unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los
Andes. José Martí, Nuestra América, Publicado
en: La Revista Ilustrada de Nueva
York, 10 de enero de 1891.
El profesor
Juan Marinello, autor del estudio preliminar que acompañó a la tercera edición
de Nuestra América por la Biblioteca Ayacucho [i],
que la idea de Martí sobre América, plasmada en los múltiples ensayos que
recoge la obra, además claro está, del texto que inspira el título del
voluminoso libro, es el producto de una conjunción de muchos elementos y
motivaciones diversas: su compromiso político, su amor por la literatura, su
pasión desmedida por las causas que lo conmovían, sus ideas liberales, pero sobre
todo, su profundo anti imperialismo. El
estudioso profesor afirma que Martí fue
el primero que señaló la diferencia en el arranque y el desarrollo y que
proclamó el inevitable conflicto, llamado a enfrentarlo, vencerlo y superarlo. [ii]
Y tenía razón Marinello, pues el propio Martí decía que el suelo americano había
recibido dos grandes influencias, el arado que nació en América del Norte y el
perro de presa que había surgido en España.
Nuestra América es un ensayo de
carácter político y filosófico escrito y publicado en 1891 en la Revista
Ilustrada en Nueva York, Estados Unidos.
Tanto impacto causó el enjundioso trabajo que fue publicado ese mismo mes
de enero en el diario mexicano El Partido Liberal. Este ensayo es
ubicado por los cronistas y biógrafos de Martí en la producción que denominan
la “etapa norteamericana” que abarca los años comprendidos entre 1880 y 1895.
Los otros textos escritos en ese período son: “Respeto de nuestra América” (1883), “Mente latina” (1884), “Madre
América” (1889), “Nuestra América” (1891) y “Las guerras civiles en Sudamérica
(de 1894).
Nuestra América fue pensada y escrita poco tiempo después de haberse
celebrado la Primera Conferencia Panamericana celebrada en Washington DC entre
el 2 de octubre de 1889 y el 19 de abril de 1890. Este encuentro fue una
iniciativa del Congreso de los EE. UU
y tenía como objetivos propiciar el diálogo entre las diferentes naciones de
América Latina sobre diversos tópicos:
1.
medidas para la preservación de la paz
2.
La creación de una instancia internacional que permitiera la unión
aduanera, a fn de mejorar las comunicaciones entre los puertos
3.
La posibilidad de unificar los patrones de los sistemas monetarios, y se
propondría la adopción del patrón
plata
4.
Uniformidad en los sistemas de pesos y medidas, derechos de patentes y marcas.
5.
La adopción de urgentes medidas sanitarias y la aplicación de la cuarentena
para los barcos.
La conferencia fue un éxito rotundo. Había ganado la nueva nación imperial.
Estados Unidos obtuvo un rotundo éxito. Asistieron todos los gobiernos del
hemisferio, menos nuestro país, República Dominicana, que en ese momento
estaba librando batallas internas durante la Dictadura de Ulises Heureaux, y,
aunque todavía en ese momento el dictador dominicano no tenía contradicciones
con Estados Unidos, las urgencias internas le impidieron participar.
Este encuentro, sin dudas, hizo crecer el anti imperialismo martiano. Para cuando finales de 1889 ya Martí era un
respetado intelectual, periodista y líder político. Por largo tiempo escribía
para el periódico La Nación de la República Argentina; nación que era hostil a
la política norteamericana hacia América Latina en ese momento. No olvidemos que en 1823, ya el imperio
norteño había proclamado la política de Monroe, que definía con claridad cuál
debía ser su área de influencia política, que se resumía en una frase: “América
para los americanos”.
Durante los meses que duró la conferencia,
Martí fue haciendo un verdadero cronista. Su bitácora política y social
se resume en 11 entregas elaboradas en forma de cartas dirigidas al "Señor Director de La Nación".
Cada ensayo es sin lugar a dudas, una crónica crítica, donde el lector puede
conocer detalles y momentos importantes de la Conferencia. Con su verbo
apasionado y su capacidad de juzgar, Martí describe, escribe y analiza desde
una perspectiva claramente anti norteamericana. Así se puede ver en su trabajo fechado el 31
de marzo de 1890:
No es hora de reseñar, con los ojos en lo
porvenir, los actos y resultados de la conferencia de naciones de América, ni
de beber el vino del triunfo, y augurar que del primer encuentro se han acabado
los reparos entre las naciones limítrofes, o se le ha calzado el freno al rocín
glotón que quisiera echarse a pacer por los predios fértiles de sus vecinos; ni
cabe afirmar que en esta entrevista tímida, se han puesto ya los pueblos
castellanos de América, en aquel acuerdo que sus destinos en intereses les imponen,
y a que, en cuanto los llame una voz imparcial han de ir con arrebato de
alegría, con nada menos que arrebato, los unos arrepentidos, a devolver lo que
nos pertenece, para que el hermano los perdone y el mundo no les tache de
pueblo ladrón; los otros a confesar que vale más resguardarse juntos de los
peligros de afuera, y unirse antes de que el peligro exceda la capacidad de
sujetarlo, que desconfiar por rencillas de villorrio, de los pueblos con
quienes el extraño los mantiene desde los bastidores en disputa…Los pueblos
castellanos de América han de volverse a juntar pronto, donde se vea, o donde
no se vea. El corazón se lo pide. Sofocan los más grandes rencores, y se nota
que se violentan para acordarse de ellos y obrar conforme a ellos….[iii]
Martí quería la unión de los pueblos de América, antiguas colonias
españolas. No quería, bajo ningún concepto que se cambiara de dueño: de España
a Estados Unidos. Para él el libre
albedrío de los pueblos era una urgencia y una necesidad. Nuestra América es
una reflexión posterior a la Conferencia, donde el apóstol de la libertad
cubana, reflexiona y plantea su nueva utopía: Una América capaz de dirigir sus
propios destinos. En la próxima entrega
entramos en materia.
[i] José
Martí, Nuestra América, Caracas, Venezuela, Fundación Biblioteca
Ayacuho, 2005.
[ii] Juan
Marinello, “Fuentes y raíces del pensamiento de José Martí” en José Martí, Nuestra América, Ibíde,. P. X.
[iii]
José Martí, Señor Director de La Nación,
La Conferencia de Washington, 31 de marzo 1890, publicado en Nuestra
América, Caracas, Op. Cit., p. 90
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