ENCUENTROS
REFLEXIONES SUELTAS
Por: Mu-Kien Adriana Sang
Conté
mis años y descubrí, que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que
el que viví hasta ahora…
Me siento como aquel niño que ganó un paquete de dulces: los primeros los comió con agrado, pero, cuando percibió que quedaban pocos, comenzó a saborearlos profundamente.
Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada.
Ya no tengo tiempo para soportar a personas absurdas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido.
Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades.
No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados.
No tolero a manipuladores y oportunistas.
Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de sus lugares, talentos y logros.
Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos.
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.
Quiero la esencia, mi alma tiene prisa…
Sin muchos dulces en el paquete…
Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.
Que sepa reír, de sus errores.
Que no se envanezca, con sus triunfos.
Que no se considere electa, antes de hora.
Que no huya, de sus responsabilidades.
Que defienda, la dignidad humana.
Y que desee tan sólo andar del lado de la verdad y la honradez.
Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.
Quiero rodearme de gente, que sepa tocar el corazón de las personas…
Gente a quien los golpes duros de la vida, le enseñó a crecer con toques suaves en el alma.
Sí… tengo prisa… por vivir con la intensidad que sólo la madurez puede dar.
Pretendo no desperdiciar parte alguna de los dulces que me quedan…
Estoy seguro que serán más exquisitos que los que hasta ahora he comido.
Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia.
Tenemos dos vidas y la segunda comienza cuando te das cuenta que sólo tienes una.
Mario de Andrade
Poeta, novelista, ensayista y musicólogo brasileño
Me siento como aquel niño que ganó un paquete de dulces: los primeros los comió con agrado, pero, cuando percibió que quedaban pocos, comenzó a saborearlos profundamente.
Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada.
Ya no tengo tiempo para soportar a personas absurdas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido.
Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades.
No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados.
No tolero a manipuladores y oportunistas.
Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de sus lugares, talentos y logros.
Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos.
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.
Quiero la esencia, mi alma tiene prisa…
Sin muchos dulces en el paquete…
Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.
Que sepa reír, de sus errores.
Que no se envanezca, con sus triunfos.
Que no se considere electa, antes de hora.
Que no huya, de sus responsabilidades.
Que defienda, la dignidad humana.
Y que desee tan sólo andar del lado de la verdad y la honradez.
Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.
Quiero rodearme de gente, que sepa tocar el corazón de las personas…
Gente a quien los golpes duros de la vida, le enseñó a crecer con toques suaves en el alma.
Sí… tengo prisa… por vivir con la intensidad que sólo la madurez puede dar.
Pretendo no desperdiciar parte alguna de los dulces que me quedan…
Estoy seguro que serán más exquisitos que los que hasta ahora he comido.
Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia.
Tenemos dos vidas y la segunda comienza cuando te das cuenta que sólo tienes una.
Mario de Andrade
Poeta, novelista, ensayista y musicólogo brasileño
Alguien en las
redes sociales me envió estas reflexiones del gran poeta brasileño Mario de Andrade, quien
murió a los 52 años, hace ya 70 años. Cuando lo leí me identifiqué tanto que
pensé en un momento que yo mismo lo había escrito. Así me siento. He perdido la tolerancia y la paciencia. Ya no puedo escuchar los discursos de los
políticos. Ya ni sonrío con sus payasadas cuando bailan al son de una música
mala para ganarse al pueblo llano que solo tiene el circo para olvidar sus
miserias. Me siento hastiada de los discursos triunfalistas que solo muestran
lo que se ha hecho, sin ningún ápice de autocrítica. Ya no puedo escuchar
algunos intelectuales que se aferran a sus posiciones, como si sus ideas fuesen
el velero que los sostiene para no naufragar.
Reflexioné
mucho sobre el artículo de este sábado.
Sin plan alguno, porque ya no sigo una secuencia lógica de ensayos en
base a un tema con sub temas que deben ser expuestos. Acogiéndome a las sugerencias de algunos
lectores, voy a tomar un respiro de la escritura de lo que pienso para escribir
estas líneas únicamente con lo que siento.
Hoy es 27
febrero, un feriado obligado sin preguntarse por qué. Quizás a los millones de niños de las
escuelas le han dicho que en un lejano 1844 un grupo de ilusos osaron luchar
por la verdadera libertad. Algunas
escuelas hicieron en estas semanas algunos actos. Y como siempre la prensa hará su fiesta con los espacios
pagados de los políticos y las empresas. Baratillos con motivo de la
independencia. Porque en esta sociedad nuestra, hasta la memoria histórica se
ha convertido en una vulgar mercancía.
Hoy la
historiadora no tiene ganas de repetir lo que a lo largo de sus más de 40 años
de docencia ha dicho una y otra vez.
Cada mes de febrero, desde que era profesora de primaria hasta el nivel
universitario, he estado comprometida con el proyecto de hacer de la historia
nuestra algo más que contenidos memorísticos, para tratar de enseñarles que los
hechos de la historia están hechos por hombres y mujeres que comprometidos con
el futuro, deciden transformar su herencia.
Sigo
creyendo lo mismo, sigo amando la historia, sigo amando la educación, pero,
como dice Andrade, creo que el tiempo se me está agotando, y no quiero seguir
transitando el mismo trayecto pretendiendo que no ha ocurrido nada. Los años han pasado, quizás ya no tengo ni la
energía ni el entusiasmo de repetirme.
Tal vez,
simplemente estoy cansada. Tal vez, aunque estoy llena, repleta a veces, de
palabras, que hoy no quieren ser pronunciadas, que hoy no quieren ser
recordadas. Tal vez me cansé de ver la hipocresía de tanta gente que asume el
discurso de los patriotas para ocultar sus malsanos intereses. Tal vez ha ocurrido que ya no resisto
escuchar las peroratas de los papagayos pagados que utilizan en vano y los
mancillan, el nombre de los valientes que nos regalaron, quizás hasta sin
merecerlo, una nación y una nacionalidad.
Tal vez hoy solo quiero releer el pensamiento de Duarte para inspirarme
de nuevo con su templanza, sus creencias puras y sus sueños entonces imposibles
de construir una república, independiente, libre y soberana.
En fin, como
dice Andrade, ya no tengo tiempo ni paciencia para muchas cosas. Quizás hoy solo necesite recogerme, estar con
mi alma, olvidarme del mundo y de todos, para recuperar de nuevo la alegría, la
confianza en el futuro, en el ser humano y en la humanidad toda entera.
A veces
pienso que me refugio en muchas oportunidades en los artículos racionales, para
dar descanso al alma. La búsqueda
racional de informaciones, es una manera inteligente de no adentrarme en las
profundidades del SER.
Tengo la
dicha, muy a pesar de los dilemas existenciales. Cuento con la compañía predilecta de los míos: la familia
y los amigos. Junto a ellos tengo el oasis necesario para que mis días sean
mejores. Y con esta plataforma, puedo
adentrarme a las profundidades del pensamiento y en los laberintos de mi alma.
Espero que
este viaje que iniciamos la semana pasada los haya complacido. Esto fue lo que me pidieron, y los
complazco. Hasta la próxima.
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