ENCUENTROS
Vivencias, 1
Por: Mu-Kien
Adriana Sang
Preguntas al azar
¿Cuánto me queda?
¿siete? ¿diez? ¿quince setiembres?
¿le pregunto al azar
acaso porque sé
que el azar no responde?
y así y todo
el azar
¿es realmente un azar?
aún no he movido el rey
y la torre está quieta
o sea que hasta aquí
puedo enrocar mis riesgos…
¿siete? ¿diez? ¿quince setiembres?
¿le pregunto al azar
acaso porque sé
que el azar no responde?
y así y todo
el azar
¿es realmente un azar?
aún no he movido el rey
y la torre está quieta
o sea que hasta aquí
puedo enrocar mis riesgos…
¿qué diferencia podrá haber
ahí en tan hueco enigma
entre las vidas transparentes
y las compactas de asco
entre los tiernos pechos
de la hermosa lujuria
y los verdugos con medallas?
¿habrá acabado la noticia?
¿terminado el pronóstico?
¿borrada la memoria?
¿degollado el futuro?
la sobornable amnesia
del imposible dios
¿será infinita?
¿tal vez la única igualdad posible
entre yo mismo y la inminente
carava de prójimos
será el no ser
el no existir?
¿nadie será ni más ni menos
inexistente que otros?
¿o por ventura o desventura
habrá tal vez un colmo
de oscura inexistencia?
¿una nada más nada
que las otras?
ante tan humillante incertidumbre
¿no sería mejor
confiar tan sólo en nuestras huellas
nuestro jadeo nuestro limo
en el amor que desentrañan
dos vértices de musgo
en los odios y los mitos que inventamos
en las palabras como norias
en las palabras como sueños?
antes que el indecente
rasero igualitario
del no pensar
el no existir
no amar
no disfrutar
no padecer
¿no será preferible
la sideral distancia
que separa
lo justo de lo injusto?...Mario Benedetti
La vida es una verdadera aventura que
se vivimos de manera aleatoria en el correr de los tiempos. Sabemos que
llegamos a este mundo un día cualquiera, y partiremos de la misma manera.
La diferencia se encuentra en la manera de emplear las horas: dejando pasar
todo con indiferencia complaciente y cómplice; o asumir la vida como un reto
responsable de vivir para mejorar la herencia recibida.
Al llegar nos dieron unos códigos pre
establecidos que algunos decidieron romper porque más que pautas de conducta,
eran cárceles mentales que coaccionaban la libertad de pensar y actuar.
La historia de la humanidad ha caminado, con tropiezos, con dolorosos
tropiezos, gracias a que algunos decidieron asumir la transformación como una
inspiración para actuar. Tardé muchos años para aprender esa verdad como un
templo.
Al principio, en mis años de juventud
con el ímpetu arrollador de los años en que pensaba y creía que el muro de la
desidia e indiferencia era fácil de derribar. Después de varios golpes
contra esa pared casi indestructible comencé a ver el mundo de manera
distinta. Y aprendí muchas cosas.
Aprendí que el universo es inmenso y que
el planeta tierra es solo un punto más en la inmensidad desconocida que son
otros astros y otros planetas. Entendí que la diversidad de criterios es
un derecho, una condición de ser humano. Que debo escuchar y aprender de
los que disienten de mí. Comprendí y aprendí a tolerar la divergencia. Solo de
esta manera podré exigir que otros me toleren y respeten. Comprendí que la vida
es compleja y llena de caminos. Que la imposición de tus convicciones lo
que hace es generar sentimientos adversos.
Aprendí que la historia, aunque es mi
pasión y uno de mis principales motivaciones vitales, no le interesa a la gran
mayoría de los que nos acompañan en nuestro pequeño universo vital. Que muy
pocos amigos son historiadores o amantes de la historia. Entonces decidí
que mis días los repartiría entre mis pasiones solitarias y mis compañeros de
existencia.
Aprendí que la poesía tampoco es del
gusto generalizado. Que muy pocos vibran ante las pasiones expresadas en los
poemas de Pablo Neruda, escritos luego de arrebatadoras noches de pasión. Que
las preguntas existenciales de Benedetti no llegan a los corazones de
todos. Entonces decidí leerlas en solitario y disfrutar de esas plumas
maravillosas.
Aprendí que unos gozamos bailando y
otros viendo bailar. Que unos disfrutan en el silencio de la mañana y
otros son bullosos hasta quedar exhaustos. Que unos leen apasionadamente y
otros son lectores de sus propias experiencias, sin necesidad de recurrir a las
palabras que otros escriben. Que los más sabios no son necesariamente los más
instruidos, porque sabiduría y conocimientos no siempre van de la mano.
Hay sabios analfabetos e ignorantes instruidos.
Aprendí que existen personas con un
profundo pensamiento conservador que son buenas personas. Que hay otros que
coinciden en visión del mundo con mis ideas, pero no tienen buen corazón.
Aprendí que la ideología es una visión del mundo. Aprendí que tenemos que
respetar las ideas de los otros. Aprendí a no descalificar. Aprendí que a veces
es mejor callar que iniciar batallas innecesarias. Aprendí que seleccionaría
solo las batallas vitales, las que son de principios. Aprendí a no acusar ni a
dejarme llevar de las habladurías que solo buscan desacreditar sin bases ni
fundamentos.
Aprendí que la vida es algo más que
preocupaciones, lecturas y escrituras. Que debemos buscar el equilibrio entre
lo serio y lo banal. Que la banalidad a veces es un escape necesario. Que
lo nimio engrandece el alma. Que el pensamiento profundo y las grandes
preocupaciones vitales no deben, no pueden ocuparnos las 24 horas del día, pues
sería aburrido, avasallante y desalentador. Porque de vez en cuando debemos
dejar salir el niño que llevamos oculto en las entrañas para lograr el
necesario equilibrio existencial.
Aprendí que nadie es
imprescindible. Que todos tenemos la indiscutible sentencia de que
estamos en esta tierra por un período específico. Que debemos dejar espacio para
que los jóvenes crezcan y nos sustituyan. Que tus experiencias no son las
suyas. Que ellos deben equivocarse también como lo hicimos nosotros. Que tienen
sus prioridades, que no son necesariamente las tuyas.
Aprendí después de una larga vida de
trabajo, que en el otoño existencial no debemos aceptar imposiciones. Que mucha
de la gente que te rodea solo está a tu lado por lo que representas y no por lo
que eres. Que en la distancia las cosas adquieren la verdadera dimensión,
achicándose algunas situaciones que parecían inmensas y desapareciendo otras.
Que los amigos verdaderos estarán presentes en cualquier lugar y en cualquier
circunstancia. Que la familia es fundamental en tu vida, pero sobre todo tu
compañero. Ellos están a tu lado en las buenas y en las malas.
En fin, en el correr de los años, he
aprendido muchas cosas. Y la más importante es que soy mujer de muchas
dimensiones: historiadora, mujer, maestra, esposa, madre, abuela, hermana, tía,
cuñada y amiga. Que soy humana, sencillamente un ser humano. A Dios doy las
gracias de que hoy reconozca mi humanidad. Hasta la próxima.
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