ENCUENTROS
Sobre el concepto de soberanía. 2
Por: Mu-Kien Adriana Sang
Todo
Estado es, evidentemente, una asociación, y toda asociación no se forma sino en
vista de algún bien, puesto que los hombres, cualesquiera que ellos sean, nunca
hacen nada sino en vista de lo que les parece ser buen ser bueno. Es claro, por
tanto, que todas las asociaciones tienden a un bien de cierta especie, y que el
más importante de todos los bienes debe ser el objeto de la más importante de
las asociaciones, de aquella que encierra todas las demás, y a la cual se llama
precisamente Estado y asociación política.
No
han tenido razón, pues, los autores para afirmar que los caracteres de rey, magistrado,
padre de familia y dueño se confunden. Esto equivale a suponer que toda la diferencia
entre éstos no consiste sino en el más y el menos, sin ser específica; que un
pequeño número de administrados constituiría el dueño, un número mayor el padre
de familia, uno más grande el magistrado o el rey; es de suponer, en fin, que
una gran familia es en absoluto un pequeño Estado. Estos autores añaden, por lo
que hace al magistrado y al rey, que el poder del uno es personal e
independiente, y que el otro es en parte jefe y en parte
súbdito,
sirviéndose de las definiciones mismas de su pretendida ciencia. Toda esta
teoría es falsa; y bastará, para convencerse de ello, adoptar en este estudio
nuestro método habitual. Arítoteles [1]
El profesor Jonathan Arriola, de la
universidad ORT de Uruguay escribió un documento muy interesante titulado
"Apuntes sobre los antecedentes antiguos y medievales del concepto moderno
de soberanía" [2]. En estas breves páginas se presenta un
interesante recorrido histórico del concepto.
Inicia con el pensamiento de Platón y Aristóteles en la Antigua Grecia.
Afirma que en la antigüedad griega, la alabanza de la ley como entidad
jurídico-política de carácter superior o soberana estaba muy extendida. Para los griegos la fuente originaria de la
ley era la "recta razón", por lo tanto, dentro de esa concepción, la
ley debía ser, necesariamente, la razón misma que era eterna, universal y
evidente.
Sin embargo, sigue diciendo, la
adoración a la ley comenzó a debilitarse con la llamada "ilustración
ateniense". Esta situación se
produjo gracias dos factores: la influencia de los sofistas, padres del
relativismo, y, la apertura en Atenas hacia los pueblos del Mediterráneo,
quienes resquebrajaron la visión estricta y soberna de la ley. Como dice el autor:
De ese modo, la ley dejó de ser
visualizada como el espejo de una realidad universal e inmutable para no ser
más que una suerte de techné humana, de carácter convencional, que no debe
recoger ningún ideal de justicia sino más bien construirlo a partir de la
práctica misma.[3]
En ese contexto se desarrolló el
pensamiento de Platón, quien con respecto al concepto de soberanía tuvo, a lo
largo de su vida intelectual, dos posiciones.
En principio planteó, rompiendo con la tradición griega, que el poder
supremo no debía residir en la ley, sino en el rey, como bien lo explica en su
obra "El Político". En esta
obra, el filósofo griego señala que el discurso escrito en que se expresa la
ley, no puede ofrecer un relato adecuado de la evolución de los hechos ni de la
diversidad de los casos individuales.
El mundo, dice Platón, es cambiante y
plural, mientras que la ley es estática y singular. Muchas veces, escribía el sabio griego, la
ley puede ser contraproducente a la hora de gobernar, sobre todo porque fue
escrita para un momento específico y particular, razón por la cual, la ley no
puede ser la mejor candidata para ser la depositaria del poder soberano. En esa perspectiva en el República ideal
imaginada por Platón, el rey debería ser el detentor del poder supremo.
Con el tiempo, Platón tuvo que
cambiar. La realidad se impuso a sus deseos. Como el rey ideal es solo una aspiración, no
existe ni puede existir tampoco la República ideal, entonces cambia. Entonces la ley pasa a ser más importante que
el rey, defendiendo la soberanía de la ley sobre el monarca. Replantea sus ideas y vuelve a los orígenes:
la soberanía de la ley, que debe ser diseñada desde la recta razón.
A Platón le sucedió Aristóteles,
primero su discípulo y luego su crítico.
Algunos intelectuales consideran que el último de la trilogía filosófica
de la Grecia Antigua, al incluir a Sócrates, es el más profundo y el
intelectual más brillante de la antigüedad.
Aristóteles le dedica varios capítulos
al concepto de soberanía en su famoso libro “La Política”´. Al sabio le preocupaba e inquietaba dónde
debía radicar el poder supremo, es decir la soberanía, pues, decía que
independientemente de cuál fuese el régimen político que existiese en una
sociedad, debía existir un soberano, un “Kyrion”. Ahora bien ¿Dónde radicaba
ese poder? ¿Cuál era la “justa razón” para definirlo y ubicarlo?
En el libro III plantea Aristóteles que
existían tres posibilidades. El poder
soberano podía estar depositado en una persona, que era el Rey en el régimen
monárquico. Podría estar en unos pocos que sería la Aristocracia; o en muchos,
que es la Democracia. Los tres regímenes, decía, tenían sus peligros. El
primero podría degenerar en la tiranía (Los tiranos se rodean de hombres malos porque les gusta ser adulados y
ningún hombre de espíritu elevado les adulará. – Aristóteles). El segundo en la Oligarquía y el tercero podría producir
un caos, ya que darle poder a los pobres y a los hambrientos, a gente que no ha
tenido nada, podría incitarlos a rebelarse
y atacar sin control a los más poderosos y ricos.
Por esta razón, Aristóteles es
partidario del régimen de la Aristocracia, en ese sentido coincide con Platón
que defiende el gobierno de los sabios.
Afirma el filósofo que ese modelo es el que menos peligro presenta, pero,
ojo, siempre y cuando existiese la soberanía de la ley, y no la prevalencia de
la voluntad de unos pocos.
La ley, afirma, tiene la ventaja
suprema de no conmoverse ante las pasiones humanas. Pero, sigue afirmando, deben ser leyes
racionales, justas, buenas y útiles. Por
esta razón, dice, la razón debe ser un componente más que esencial de la
soberanía. Coincide con el Platón de su
segunda etapa. (Es preciso preferir la
soberanía de la ley a la de uno de los ciudadanos. – Aristóteles)
Los años que siguieron al pensamiento aristotélico en Europa son difusos
en materia de pensamiento político. Así pues, en la Roma antigua el concepto de
soberanía no era una preocupación. Quizás porque los romanos tenían una
vocación autoritaria del poder, y por lo tanto el poder soberano no era una
preocupación. Pero además porque era tal el control y dominio de los
Emperadores que no permitieron el desarrollo de poderes internos que
rivalizaran aunque sea mínimamente con el Estado.
El tema de la soberanía volvió a plantearse en el siglo XVI, en el
momento en que las fuerzas feudales daban la batalla final. Sobre este tema volveremos en el próximo
artículo porque el espacio acabó y no quiero que mis amigos del HOY me
castiguen por sobrepasarme.
[1] Aristóteles, Política. Libro primero. De la sociedad
civil. De la esclavitud. De la propiedad. Del poder doméstico. http://descarga-gratis-libros.blogspot.com/
[2] Jonathan Arriola, "Apuntes sobre
los antecedentes antiguos y medievales del concepto moderno de soberanía",
Universidad ORT de Uruguay, Documento de Investigación No. 71, Febrero 2012.
[3] Ibídem
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