domingo, 15 de marzo de 2015

Complejidad y ecologia


ENCUENTROS

De vuelta con EDGAR MORIN. Complejidad y ecología

Dedicado a mi hermana-amiga mexicana Patricia Gascón Muro

Podemos preguntarnos si los ecosistemas no son una especie de computers salvajes que se crean espontáneamente a partir de las inter-computaciones entre los vivientes, los cuales (bacterias, animales) son todos seres cuya organización comporta siempre una dimensión computante y su actividad una dimensión cognitiva. Incluso las plantas poseen estrategias; algunas por ejemplo, se esfuerzan en luchar unas contra otras por el espacio y la luz; así, los rábanos secretan unas sustancias nocivas para alejar a las otras plantas de su vecindad; los árboles se empujan en los bosques para buscar el sol; las flores disponen de estrategias para atraer a los insectos libadores.  Existen incesantes fenómenos de intercomputaciones y de intercomunicaciones que, a mi parecer, establecen una identidad computante global. Edgar Morín, El pensamiento ecologizado.

 

No me sorprendió que Edgar Morín escribiera sobre ecología, como lo testimonia este pequeño ensayo que fue publicado por el Centro Nacional de la Investigación Científica (CNRS, siglas en francés) de París en 1991. 

Inicia su ensayo con el tema de la “conciencia ecológica”.  Define a la ecología como una disciplina científica que fue creada en el siglo XIX por el biólogo alemán Jaeckel.  Posteriormente, en 1935, el botánico inglés, Tansley, concibió el “ecosistema”, un concepto que distinguía y distingue el tipo de objeto de esa nueva ciencia.  Años más tarde, en 1969, en los Estados Unidos, se estableció un importante vínculo entre la ecología científica y la conciencia humana sobre el deterioro del medio ambiente, tanto en el ámbito local, como los ríos y lagos; sino también en los aspectos globales, como los océanos que afecta a todo el planeta. “Se produjo, así, un paso desde la ciencia ecológica a la conciencia ecológica.”  A partir de entonces, Morín señala que esa conciencia se unió con la versión moderna del sentimiento romántico de la naturaleza que se había desarrollado en la juventud de los años 60:

Hasta entonces todo retorno a la naturaleza había sido percibido en la historia occidental moderna como irracional, utópico, en contradicción con las evoluciones progresivas. De hecho, la aspiración a la naturaleza no expresa solamente el mito de un pasado natural perdido; expresa también las necesidades, hic et nunc, de los seres que se sienten vejados, atormentados, oprimidos en un mundo artificial y abstracto La reivindicación de la naturaleza es una de las reivindicaciones más personales y más profundas, que nace y se desarrolla en los medios urbanos cada más industrializados, tecnificados, burocratizados, cronometrados.

Plantea que en los años siguientes, a principios de los años 70, la conciencia ecológica genera una profecía casi apocalíptica, en el que se anuncia el daño irreversible al que conduce el crecimiento industrial, para la tierra y para la humanidad misma.  A pesar de que quizás sus conclusiones eran exageradas, constituyó un hito indiscutible en la sensibilización acerca de la necesidad de preservar el ambiente. Pero….

La profecía ecologista de los años 70 se ha autodestruido parcialmente: la difusión bastante rápida de la conciencia de las contaminaciones, degradaciones locales o provinciales desencadenó la puesta en práctica de dispositivos jurídicos y técnicos que, de algún modo, han atenuado y ralentizado el proceso de cataclísmico. Pero una buena profecía suscita, justamente, las reacciones y las luchas que evitan la catástrofe que predice. Sin embargo, quince año más tarde, diversos accidentes espectaculares, como los de Seveso y Chernobil, la han verificado, y se ha lanzado ya la alerta máxima sobre la biósfera.

Planteaba que existían tres elementos claves para la conciencia ecológica:

1.       La reintegración del medio ambiente en nuestra conciencia antropológica.

2.       La resurrección ecosistémica de la necesidad de preservar la Naturaleza como un todo

3.       La incorporación de la biósfera a nuestra conciencia planteria.

Morín le da vital importancia al concepto de ecosistema, porque, afirma, contiene una visión global, completa en la que se unen las instancias geológicas, geográficas, físicas, climatológicas y, sobre todo, los seres vivos de todas clases, desde las vidas unicelulares, bacterias y vegetales y animales.  Pero entender el ecosistema no significa no ver sus propias contradicciones y debilidades. Estos seres vivientes interactúan unos con otros

para generar y regenerar sin cesar un sistema organizador o ecosistema producido por estas mismas inter-retro-acciones.  Dicho de otro modo, las interacciones entre los seres vivientes son, no solamente de devoración, de conflicto, de competición, de concurrencia, de degradación y depredación, sino también de interdependencias, solidaridades, complementariedades. El ecosistema se auto produce, se autorregula y se auto organiza de mantera tanto más notable cuanto que no dispone de centro de control alguno, de cabeza reguladora alguna, de programa genético alguno. Su proceso de autorregulación integra la muerte en la vida, la vida en la muerte…Es necesario maravillarse de esta asombrosa organización espontánea, pero es también preciso no idealizarla, pues en la muerte quien regula todos los excesos de nacimientos y todas las insuficiencias de alimento.  La Madre Naturaleza es al mismo tiempo una Madrastra.”

Me sorprendió agradablemente cómo evalúa Morín esta dialéctica vital, al afirmar que los ecosistemas tal vez sean computadoras salvajes que se cran espontáneamente a partir de las relaciones inter computacionales entre los seres vivientes, que son todos seres cuya organización tiene siempre una relación “computante y una dimensión cognitiva. Incluso las plantas poseen estrategias, algunas… se esfuerzan en luchar…por el espacio y la luz….”

 Esta realidad lo lleva a plantear que el mundo está en presencia de una nueva ciencia, sustentada sobre un sistema complejo, que tiene dos dimensiones e interacciones, las particulares y el conjunto global, pero además, obliga al necesario diálogo entre a humanidad y la naturaleza.

Estamos en presencia de un nuevo paradigma, dice Morín, el pensamiento ecologizado, que no apela a la visión paradigmática tradicional, sino a un paradigma complejo en el que se combinan la autonomía y co-dependencia de los seres vivientes:

El organismo de un ser viviente (auto-eco-organizador) trabaja sin cesar, pues degrada su energía para automantenerse; tiene necesidad de renovar ésta alimentándose en su medio ambiente de energía fresca y, de este modo, depende de su medio ambiente.  Así tenemos necesidad de la dependencia ecológica para poder asegurar nuestra independencia. La relación ecológica nos conduce muy rápidamente a una idea aparentemente paradójica: la de que, para ser independiente, es necesario ser dependiente; cuando más se quiere ganar independencia, más es necesario pagarla mediante la dependencia.

Finaliza su reflexión diciendo que todos somos seres vivientes, por tanto, seres físicos. Estamos constituidos de macro-moléculas complejas que fueron formadas en la época pre-biótica de la tierra. Partiendo de esta idea, el pensamiento ecologizado, dice, no puede separar un ser autónomo (Autos) de su propio hábitat biológico y cosmofísico (Oikos); “sino también es necesario pensar que Oikos está en Autos sin que por ello Autos deje de ser autónomo…”   ¡Qué interesante! ¿verdad?

 

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