ENCUENTROS
De vuelta con EDGAR MORIN. El complejo del amor, o el amor
complejo
Dedicado a mi hermana-amiga mexicana Patricia Gascón Muro
El amor es a la vez lo más íntimo y lo más complejo. Es difícil hablar
de él como de un objeto, porque todos –no creo que sea solo un sentimiento
subjetivo- hemos sido sujetos del amor. Digo sujeto en dos sentidos: el amor es
una experiencia subjetiva y es algo a lo cual estamos sujetos. Hay una
contradicción entre las palabras sobre el amor, que quisieran ser objetivas, y
las palabras del amor, que por naturaleza son subjetivas. Pero la tentativa de
elucidar es peligrosa: la iluminación aclara las cosas pero al mismo tiempo
revela aquello que se resiste a la luz, es decir, revela lo oscuro. Edgar
Morín, El complejo del amor.
Cuando decidí buscar sobre el
pensamiento de Morín, por accidente encontré este hermoso artículo traducido
por Aurelio Asiain, y publicado por la Revista Vuelta, la publicación hijo de
otro grande: Octavio Paz. El trabajo
apareció en la revista Vuelta No. 248 que salió a la luz en julio de 1997. Este trabajo fue el fruto de la visita que
hizo Edgar Morín a México invitado por un grupo de universidades mexicanas. El
29 de mayo dictó una conferencia titulada: “Llorar, amar, reír, contemplar”,
que según testigos presenciales, fue una versión reducida de su obra “Amour,
Poésie Sagesse”. La conferencia fue
publicada bajo el título “El complejo del Amor”.
Comienza su conferencia haciendo
una afirmación categórica: “El amor es complejo o, más bien, hay un complejo de
amor”, entendiendo, aclaraba, que la palabra complejo se refería a la
complejidad en el sentido literal de complexus o lo que se ha entrelazado
juntos. Define al amor como un tapiz
tejido con diversos hilos y de orígenes diferentes, pues detrás de la simple
frase “te quiero” existen incontables y diversos componentes, desde el sexo
hasta el sentimiento más puro.
Pero, sigue explicando en su
conferencia, el término amor tiene también un lado mítico e imaginario, que no
es una ilusión, sino una realidad humana y profunda. En la relación de estos
dos componentes, explica Morín, existe una paradoja, y la explica de forma
maravillosa:
Como el amor está arraigado en nuestro ser
corporal podemos decir que precede a la palabra. Pero como el amor está al
mismo tiempo arraigado en nuestro ser menta, que supone el lenguaje, podemos
decir que el amor procede de la palabra. El amor a la vez procede de la palabra
y precede a la palabra. Como el amor está al mismo tiempo arraigado en nuestro
ser mental, que supone el lenguaje, podemos decir que el amor procede de la
palabra…. Es un problema interesante, porque hay culturas en las que no se
habla del amor. En esas culturas en donde el amor no ha emergido como palabra,
¿existe el amor? ¿O más bien su existencia pertenece a lo no dicho?
No se responde. Nos deja con la
duda. Prosigue la conferencia planteando que gracias a las novelas, el amor no
es desconocido. Y entonces, se hace una nueva pregunta: “¿la literatura es constitutiva del amor o bien simplemente lo
cataliza, lo vuelve visible, sensible y activo?”
Tampoco responde. Deja la
pregunta en el aire y continúa. Afirma
que el amor tiene un fuerte constituyente físico, biológico. Incluso, afirma,
que para entender mejor el amor es necesario hacer algunas proyecciones
antropomórficas, pues hay innegablemente una fuente animal en el amor, pues
como los pájaros que se emparejan y pasan largo tiempo dándose besitos de forma
obsesiva. Pero en los mamíferos hay un
ingrediente adicional: el calor. Nos unimos para darnos calor mutuo. “La
unión en la separación, la separación en la unión, es lo que, ya no entre madre
y progenitura, sino entre hombre y mujer, va a caracterizar al amor. Y la
relación afectiva, intensa, infantil con la madre va a metamorfosearse, prolongarse,
extenderse entre los primates y los humanos.”. Así tenemos los ingredientes
necesarios para el amor: los físicos, mitológicos y biológicos, antropológicos.
Pero la magia del amor desaparece
cuando es colocado en una determinada sociedad en la que la persona humana se
automatiza de tal manera que desaparece lo mágico, y quizás, en muchos casos
solo tiene sentido el aspecto físico y carnal.
El amor cobra sentido cuando puede converger lo sagrado con lo sexual. “Será cada vez más factible tener la
experiencia mística, extática, la experiencia del culto, de lo divino, a través
de la relación del amor con otra persona.”
De nuevo aparece la sociedad como
detonante negativo para la magia del amor, imponiendo normas, camisas de fuerza
que le impiden SER, desarrollarse y expresarse con la libertad requerida:
La humanidad creó instituciones, instituyó
la exogamia, las reglas del parentesco, prescribió el matrimonio, prohibió el
adulterio. Pero es muy notable que el deseo y el amor rebasen, transgredan las
normas, las reglas y las prohibiciones: o bien el amor es demasiado exógamo, y
se vuelve ya adúltero, ya traidor al grupo, al clan a la patria. La salvajería
del amor lo lleva ya sea a la clandestinidad, ya sea a la transgresión… en
cuanto aparece, ignora esas barreras, las rompe o se rompe en ella. Es hijo de
la mala vida.
Morín habla en su conferencia
sobre el verdadero amor, afirmando que es aquel que es capaz de sobrevivir al
coito. El deseo sin amor no sobrevive a
la pasión pasajera. Pero, sigue diciendo, el amor es tan paradójico como la
vida misma, pues existen amores que duran hasta la muerte, otros que se esfuman
como el humo en el viento fuerte. Entonces, ¿cómo definir el amor? Morín responde la pregunta con una hermosa
definición, con la cual finalizamos el artículo, e invitamos a los enamorados a
guardarlo para el 14 de febrero:
Es el colmo de la unión de la locura y la
sabiduría. ¿Cómo desenmarañarlo? Es evidente que es el problema a que
enfrentamos en nuestra vida y que no hay ninguna clave que nos permita
encontrar una solución exterior o superior. El amor carga precisamente con esta
contradicción fundamental, esta co-presencia de la locura y la sabiduría…
Por eso el amor es tal vez nuestra religión
más verdadera y al mismo tiempo nuestra enfermedad más verdadera. Oscilamos entre esos dos polos tan reales uno
como otro…
Para concluir: la cuestión del amor se
resume en esta posesión recíproca: poseer lo que nos posee. Somos individuos
producidos por procesos que nos precedieron; estamos poseídos por cosas que nos
sobrepasan y que van más allá de nosotros, pero, en cierta manera somos capaces
de poseerlos… Terminaré dándole a la búsqueda del amor la fórmula de Rimbaud,
la de la búsqueda de una verdad que esté a la vez en un alma y en un cuerpo.
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