domingo, 15 de marzo de 2015

La condici'on humana


ENCUENTROS

De vuelta con EDGAR MORIN. La cabeza bien puesta y la condición humana.

Dedicado a mi hermana-amiga mexicana Patricia Gascón Muro

 

Estamos en un minúsculo planeta, satélite de un Sol de los suburbios, astro pigmeo perdido entre miles de millones de estrellas de la Vía Láctea, a su vez galaxia periférica en un cosmos en expansión, formados por partículas, átomos, moléculas del mundo físico. Y no solamente somos marginales sino que estamos casi perdidos en el cosmos, somos casi extranjeros, justamente a causa de nuestro pensamiento y nuestra conciencia que permiten consideremos esto.

Así como la vida terrestre es extremadamente marginal en el cosmos, también somos marginales en la vida. El hombre apareció de una manera marginal. Somos los únicos (aparentemente) que entre los seres vivos de la tierra poseemos un aparato neurocerebral hipercomplejo, los únicos que poseemos un lenguaje doblemente articulado que permite comunicarnos de individuo a individuo, los únicos que disponemos conciencia. (Edgar Morín, La Cabeza bien puesta)

 

Debemos, como bien afirma Morín en este interesantísimo libro al que le hemos dedicado varios Encuentros, abrirnos al cosmos e iniciar la aventura desconocida hacia las profundidades de la condición humana misma.  Debemos ampliar las miradas, porque abrirnos hacia la vida es también una apertura hacia la exploración de nuestras propias vidas, sentirnos agentes y objetos de la búsqueda. Es sentirnos partes de palabras tan simples como profundas: ser viejo, o joven, hombre o mujer, ser padres o no serlos, nacer y morir.  “La antropología que envía la vida a la vida privada es una antropología privada de vida.” (P.38)  Y esto es así porque en el simple YO, llevamos al mismo tiempo, el mundo físico, químico, nuestra conciencia, nuestros pensamientos y nuestra propia cultura, porque cada uno es un todo, que a su vez forma parte de un TODO superior.  Así pues, de esta manera podemos situar la doble condición humana natural y metanatural. Conocernos supone que podamos avanzar, y al caminar y realizar nuevos conocimientos, nuevos descubrimientos, seamos capaces de desaprender para reaprender, de arraigarnos para desarraigarnos al mismo tiempo:

En el centro de la aventura cósmica, en la punta del desarrollo prodigioso de una rama singular de la auto-organización viva, seguimos, a nuestro modo, la aventura de la organización.  Esta epopeya cósmica de la organización, sin cesar sujeta a las fuerzas de la desorganización y de la dispersión, es también la epopeya de la conexión, que impidió que el cosmos s dispersara o desapareciera en el momento de nacer. Nosotros, seres vivos y, por consiguiente, humanos hijos de las aguas, de la Tierra y del Sol, somos una brizna de la diáspora cósmica, algunas migajas de la existencia solar, un brote pequeño de la existencia terrestre.

Estamos, al mismo tiempo, dentro y fuera de la naturaleza. Somos seres al mismo tiempo cósmicos, físicos, biológicos, culturales, cerebrales, espirituales. Somos hijos del cosmos, pero a causa de nuestra propia humanidad, de nuestra cultura, de nuestro espíritu, de nuestra conciencia, somos extranjeros en este cosmos del que provenimos y que sigue siendo para nosotros secretamente íntimo. (P. 40)

 

Partiendo de esta nueva concepción, Morín propone la urgente necesidad de una nueva cultura, no solo en el plano científico, sino en todos los ámbitos; de tal manera que podamos integrar y distinguir el destino humano dentro del universo; pues desde siempre, desde la prehistoria misma se ha planteado el problema de la condición humana. Urge una respuesta distinta a esta eterna pregunta que se ha formulado la humanidad.

La forma más efectiva de crear esa nueva cultura, plantea el autor, es que desde la educación se contribuya al desarrollo de una conciencia humanística y ética, en la cual el nudo gordiano es la conciencia de que pertenecemos a la especie humana, que se completa, con la visión de que la Tierra es para la vida, y la vida es simplemente para la humanidad.

La Tierra, el planeta que nos pertenece, y nos acoge, a pesar de que lo golpeamos y destruimos permanentemente, debe ser vista no solo como un espacio físico, sino como una totalidad que engloba todo: lo físico, lo biológico y lo antropológico, porque la vida “es una emergencia de la Tierra y el hombre una emergencia de la historia de la vida terrestre” (P. 42), por esta razón la relación de la humanidad con su entorno, no puede verse de forma reductora, porque los seres humanos somos entidades planetarias y biosféricas. “El ser humano, al mismo tiempo natural y sobrenatural, tiene su fuente en la naturaleza viviente y física, pero emerge y se distingue de ella por medio de la cultura, el pensamiento, la conciencia.  Todo esto nos enfrenta al carácter doble y complejo de lo humano: la humanidad no se reduce de ninguna manera a la animalidad pero sin animalidad no hay humanidad.” (P.42)

Así pues, en la perspectiva de Morín, el ser humano es totalmente biológico, pero también totalmente cultural, y ambos están entrelazados.  Acciones como comer, hablar que son biológicas, tienen en sí elementos culturales; pues cada sociedad te aporta o te dice cómo hacerlo, cuales son permitidas en públicos y cuáles no. Pero tener la condición de humanos es más amplio que lo netamente físico o lo netamente cultural. Somos seres singulares, tanto así, que nuestras existencias también se ven envueltas en el misterio.

Una nueva cultura científica implica, necesariamente, una visión humanista de la ciencia. En la actualidad, afirma Morín, las ciencias humanas hacen muy poco por revalorizarse  aportar una visión distinta.  Ellas también se han quedado rezagadas. Por esta razón, Morín plantea una revolución de estas ciencias.  La sicología por ejemplo, debería ser orientada al destino universal y subjetivo del ser humano a fin de demostrarnos que:

Homo sapiens es también indisolublemente, Homo demens; que Homo faber es al mismo tiempo Homo Ludens; que Homo economicus es al mismo tiempo Homo mitologicus; que Homo prosaicus es también Homo paoeticus. (P. 44)

 

La sociología, sigue diciendo el francés, debería orientarse a nuestro destino social; la economía a nuestro destino económico; y la historia al conocimiento de la condición humana desde la perspectiva del tiempo determinado y aleatorio de la humanidad, pues la historia está sujeta a los accidentes y perturbaciones, tomando en cuenta que no existen leyes históricas, sino una lógica dialógica y caótica, aleatoria, y sobre todo incierta, entre fuerzas desordenadas y en un juego a menudo alternado y rotatorio de lo económico, sociológico, mitológico y político.  En fin, todas las ciencias, las humanas y las naturales deben revisarse para converger en una única mirada: la condición humana.

 

 

 

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