domingo, 15 de marzo de 2015

La sabiduria que se pierde con el conocimiento


ENCUENTROS

De vuelta con EDGAR MORIN. Con la cabeza bien puesta. ¿Dónde está la sabiduría que perdemos en el conocimiento? 

Dedicado a mi hermana-amiga mexicana Patricia Gascón Muro

 

TS Eliot decía: ¿Dónde está el conocimiento que perdemos en la información? El conocimiento es solo conocimiento en tanto es organización, relación y contextualización de la información. La información constituye parcelas de saberes dispersos. En todas partes, en las ciencias y en los medios de comunicación, estamos sumergidos en información. EL especialista de la disciplina más restringida ni siquiera puede llegar a conocer las informaciones de su campo. Cada vez más la gigantesca proliferación de conocimientos escapa al control humano. Además, como ya hemos dicho, los conocimientos fragmentarios no sirven para otra cosa que no sean usos técnicos. No llegan a conjugarse para alimentar un pensamiento que pueda considerar la situación humana, en la vida, en la tierra, en el mundo, y que pueda afrontar los grandes desafíos de nuestro tiempo. No logramos integrar nuestros conocimientos para la conducta de nuestras vidas.  De ahí el sentido de la segunda parte de la frase de Eliot: ¿Dónde está la sabiduría que perdemos en el conocimiento?  Edgar Morin, Con la cabeza bien puesta.

 

Y con este párrafo introductorio, volvemos al pensamiento educativo de Morín, iniciado en el artículo anterior, comenzamos una serie acerca de una obra clave en el pensamiento de Morín a nivel educativo. Con el sugestivo título “Con la cabeza bien puesta. Repensar la reforma. Repensar el pensamiento”, cuya versión en español fue publicada en el 2002 en Buenos Aires.

Morín plantea que existen tres grandes desafíos: el desafío cultural, el desafío sociológico y el desafío cívico. Estos tres desafíos, dice, llevan al problema esencial de la organización del saber.

El desafío cultural

También la cultura, afirma el intelectual, está cortada en múltiples pedazos. Existen dos bloques fundamentales: la cultura humanística y la cultura científica.  Esta bifurcación nació en el siglo XIX, continuó en el XX y permanece todavía. Esta situación ha tenido terribles consecuencias, vemos cómo:

La cultura humanista es una cultura genérica que, vía la filosofía, el ensayo, la novela, alimenta la inteligencia general, enfrenta los grandes interrogantes humanos, estimula la reflexión sobre el saber y favorece la integración personal de los conocimientos. La cultura científica, de una naturaleza diferente, separa los campos de conocimiento; provoca descubrimientos admirables, teorías geniales, pero no una reflexión sobre el destino humano y sobre el devenir de la ciencia. (Pp. 17 y 18)

Asegura Morín que mientras las humanidades tienden a convertirse en el dominio privado, la ciencia y el dominio científico ve solo el ordenamiento estético y la cultura como ornamentos no esenciales.  Pero al mismo tiempo, las humanidades no ven en la ciencia más que un conglomerado de saberes abstractos y amenazadores.

El desafío sociológico

El mundo de hoy se caracteriza por:

·         La información es considerada como materia prima que el conocimiento debe dominar e integrar.

·         El conocimiento debe ser vuelto a consultar y ser revisado por el pensamiento

·         El pensamiento es, como nunca, el capital más preciado para el individuo y para la sociedad.

 

El Desafío Cívico

 

Un elemento interesantísimo que plantea Morín es que esa falta de visión global, implica, necesariamente, el debilitamiento de la responsabilidad ciudadana, pues cada quien está enfrascado en el cumplimiento individual de su tarea especializada.  Y, lo que es peor, la fragmentación ha hecho desaparecer, casi totalmente, la solidaridad, pues los individuos no sienten el vínculo orgánico con su ciudad y sus conciudadanos. Esta individualización extrema ha provocado un debilitamiento profundo de la democracia:

 

Existe un déficit democrático creciente a causa de la apropiación de una cantidad cada vez mayor de problemas vitales por parte de los expertos, especialistas, técnicos.

El saber se ha vuelto cada vez más esotérico (solo pueden acceder a él los especialistas) y anónimo (cuantitativo y formalizado).  También el conocimiento técnico está reservado a expertos, cuya competencia en un dominio cerrado está acompañada por una falta de competencia cuando este dominio se ha vuelto parásito a causa de influencias externas, o ha sido modificado por un conocimiento nuevo. (P. 19)

 

En esa perspectiva, el ciudadano pierde, necesariamente, el derecho al conocimiento, aunque tiene el derecho de adquirir un conocimiento especializado si hace estudios.  Pero, y aquí Morín vuelve al tema ético de la bomba atómica al afirmar que “el arma atómica le quitó por completo al ciudadano la posibilidad de pensarla y de controlarla. Su uso está librado a la decisión personal de un Jefe de Estado, sin consultar a ninguna instancia democrática regular.” (P. 19). Finaliza su reflexión acerca de este desafío diciendo que en la actualidad no existen posibilidades de democratizar un saber que está enclaustrado y secuestrado por algunos sabios.  Y finaliza diciendo:

 

Pero debería ser posible encarar una reforma del pensamiento que permitiera afrontar el formidable desafío que nos encierra en la siguiente alternativa: o bien soportamos el bombardeo de innumerables informaciones que nos llegan en la catarata cotidiana a través de los diarios, la radio, la televisión, o bien confiamos en doctrinas que solo retienen las informaciones lo que las confirma o es inteligible y rechazan como error o ilusión todo lo que las desmiente o es incomprensible.  Este problema se plantea no solo para el cotidiano conocimiento del mundo sino también para el conocimiento de todas las cosas humanas y para el propio conocimiento científico. (P. 20)

 

Estos desafíos enumerados no son independientes, todo lo contrario, dependen uno de otro.  La reforma del pensamiento conlleva el pleno uso de la inteligencia para poder responder a estos desafíos, permitiendo el necesario vínculo de dos culturas disociadas.  Es, dice el autor, una reforma paradigmática, no programática.  La reforma de la enseñanza debe implicar, necesariamente, a una reforma del pensamiento; y viceversa.

 

En la próxima entrega hablaremos sobre la educación y la enseñanza desde la perspectiva de Morín y el pensamiento complejo.

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