III
Congreso Internacional de Estudios Caribeños: ORTIZ Y CESAIRE LAS REDES
DISPERSAS DEL CARIBE
Por: Mu-Kien Adriana Sang
sangbenmukien@gmail.com
mu-kiensang@pucmm.edu.do
@MuKienAdriana
Entre otras
masacres
Con
todas sus fuerzas chocan
el sol
y la luna
las
estrellas caen para atestiguar
la
moral
con
una carga de nervios grises
no
tengas temor atiende a las crecidas
aguas
que desbordan el límite de
los
espejos
han
salpicado el lodo en mis ojos
y veo
yo veo terriblemente veo en
todas
las montañas en todas las islas
que no
queda nada más que algunos
malditos
colmillos de la
impenitente
saliva del mar, Aimé Césaire
La profesora
Amanda Alfaro Córdoba de la Universidad de Costa Rica, presentó una hermosa
ponencia titulada “ORTIZ Y CÉSAIRE: REDES
DISPERSAS EN EL CARIBE”, refiriéndose a la obra poética de los grandes
poetas: el cubano Fernando Ortíz y el martiniqués Aimé Cesaire.
Inicia su ponencia afirmando que la construcción del
conocimiento antropológico, lingüístico y cultural construido desde hace siglos,
ha colocado de forma consciente en a más grande marginalización de la población heredera de
los esclavos negros provenientes de África. Gracias, a poetas sensibles estas vidas
no quedaron en el olvido:
Fernando Ortiz
y Aimé Césaire nacieron y se desarrollaron intelectualmente en espacios aún
colonizados, si bien Cuba se independiza el año en el que Ortiz cumple 17 años,
a lo largo de su vida experimenta no sólo la guerra de independencia sino
también la ocupación estadounidense de la isla, las dictaduras de Gerardo
Machado, Fulgencio Batista y el proceso de revolución. Es decir, habitó una
Cuba con dinámicas coloniales durante la mayor parte de su vida. Césaire crece,
estudia, vuelve, (d) escribe y gobierna una isla que aún cinco años después de
su muerte continúa siendo un Territorio de Ultramar francés. Si bien vivió unos
8 años en París, el resto de su vida lo dedicó intelectual y experiencial mente
al espacio y las dinámicas de la condición colonial.
Estos intelectuales, formados en Europa, el continente que
esclavizó y explotó a los africanos que venían de África y eran vendidos como
animales, convirtieron la condición colonial de sus islas, pero más aún la
exclusión del negro y lo negro en el discurso, en sus objetos de estudios y
preocupaciones.
Ambos se dedicaron, convirtiéndolos como un apostolado, a divulgar
sus reflexiones. Ortiz publicaba en la Revista
Bimestre Cubana, publicación que había sido fundada en 1831. Césaire por su parte, escribía para L’etudiant
noir, una revista fundada él mismo en los años 30 del siglo XX. Como afirma
la profesora Alfaro:
Más allá
del ánimo de adquirir “conciencia histórica” o representación, identidad o
sintonía conceptual, los cuales son evidentes en ambos autores; los esfuerzos
de Ortiz y Cesaire dan cuenta de un desarrollo sincrónico, muy probablemente
inspirado en las mismas circunstancias históricas, pero separado por dos mil
insalvables kilómetros y dos vertientes colonizadoras distintas que los harían
circular en ámbitos intelectuales divorciados.
Es la
misma naturaleza colonial-europea la que provee una raíz lingüística (la
latina) desde la cual leer las propuestas de estos dos sujetos, quienes
escriben y piensan en la lengua de sus colonizadores y, al mismo tiempo, es esa
condición de colonialidad la que parece separar sus ideas ejerciendo un
mecanismo de control que afecta sus propios discursos y consigue dominar el acontecimiento
aleatorio de la denuncia.
Afirma la autora, la profesora Alfaro, que tanto Fernando
Ortiz como Aimé Césaire luchaban con pasión y gallardía, haciendo uso de sus
mejores armas: las palabras. Buscaban enfrentar el desarraigo que a los ojos de
estos dos sensibles poetas antillanos era la responsable de la marginalización
material. Ambos sostienen que la negritud ha sido vista como estigma. Fernando
Ortiz para exponer sus ideas utiliza el término de transculturalidad o
transculturación. Lo desarrolla como la mezcla sorprendente de códigos
culturales que provienen de distintos grupos gracias a la unión entre diferentes
grupos étnicos: africanos, indígenas y europeos. Esta transculturación,
afirma Ortiz en sus obras, no es más que un neologismo que nació de la
necesidad de una alternativa al concepto de aculturación. Dice el escritor y pensador cubano que la
transculturación ostentaba un lugar privilegiado en Cuba, como ocurría en los
demás pueblos de América. Definió lo cubano, indicando que era, y es, “su manera de ser, su carácter, su índole, su
condición distintiva, su individuación dentro de lo universal”.
Césaire comienza sus andanzas intelectuales desarrollando el
concepto de negritud. Utilizando este concepto rechazaba de forma vehemente la cultura dominante francesa,
fomentando la noción de cultura “africana” con toda la complejidad que suponía.
Su trabajo más reconocido e impactante es Cahier d’un retour au pays natal (1939/ 1969):
un poema
inscrito en el surrealismo que a un tiempo funciona como definición de la
naturaleza de las Antillas y como manifiesto de la particularidad del ser
caribeño[1],
retoma la idea de negritud para exponer lo que siente al volver a Martinica,
anticipando su regreso pues su estancia en Francia se dificulta a raíz del
inicio de la Segunda Guerra Mundial.
El
espíritu del poeta regresa a todo el pasado doloroso de su raza y lo hace suyo
por identificación ardiente. Nos describe las mil formas de muerte y de tortura
de los esclavos en América, tras su oblación del África. Ante la razón que ha
sido instrumento de ignominia, el poeta, en su furioso corazón, reivindica la
"demencia precoz, la locura ardiente, el canibalismo tenaz", los
poderes mágicos de la creación, la exaltación iluminada de los instintos y las
reminiscencias de los antepasados.
Se pregunta la investigadora ¿En qué se parecen estos dos
intelectuales? ¿Tienen puntos comunes? Se responde diciendo que tanto Aimé Cesaire
como Fernando Ortiz son productos de sociedades que se crearon a consecuencia
del mismo sistema económico colonial, y en sus obras denuncian el despojo
sistemático que vivieran los africanos desgarrados y desarraigados de
todo:
Tanto en
Cuba como en Martinica, alrededor de los puntos de redistribución de los
mercados de seres humanos esclavizados, quedaron rezagadas poblaciones enteras
de africanos alienados, desheredados de sus construcciones culturales previas.
Estas poblaciones quedaban como sobrevivientes de un sistema que los subyugaba,
les cercenaba la dignidad, tanto Ortiz como Césarie, cada uno a su manera,
apuntan hacia la incapacidad que los seres humanos esclavizados, y más adelante
sus herederos, encontraban al querer crear sentido de su propia proveniencia o
existencia.
Al
leer a la autora me pregunté entonces. ¿Existen diferencias entre estos dos
pensadores? No tuve que buscar mucho para encontrar una interesante respuesta:
Mientras
Césaire se pone a sí mismo como protagonista de esta identidad y apela a formas
mucho más libres para expresar el dolor, la violencia, la desigualdad; Ortiz
escribe desde el código de la descripción antropológica, lingüística y
económica la procedencia y el destino de los migrantes forzados que durante más
de 300 años cruzaron el Atlántico para desarraigarse...
Al mismo
tiempo, la transculturación de una continua chorrera humana de negros
africanos, de razas y culturas diversas, procedentes de todas las comarcas costeñas
de África, desde el Senegal, por Guinea, Congo y Angola, en el Atlántico, hasta
las de Mozambique en la contracosta oriental de aquel continente. Todos ellos
arrancados de sus núcleos sociales originarios y con sus culturas destrozadas,
oprimidas bajo el peso de las culturas aquí imperantes, como las cañas de
azúcar molidas entre las mazas de los trapiches .
Tanto
Ortiz como Cesaire reparan en la “orfandad” de la procedencia de sus espacios
(Cuba, Martinica), en el caso de Ortiz esa orfandad se describe como el
desprendimiento (arranque de) los “núcleos sociales originarios”. Para Cesaire,
Martinica crea habitantes bastardos de la herencia africana --también de la
europea-- ambos argumentan su preocupación ante la apatía con la que se trata
el tema del legado africano en ambas antillas, apoyados en el daño que puede
sufrir el conocimiento sociológico, lingüístico y humano.
Una realidad es que los dos intelectuales caribeños,
antillanos, desarrollaron sus propuestas teóricas con aspectos semejantes y
también diferentes. Son dos discursos cercanos pero inscritos en tendencias
distintas. Cada propuesta habla de una herencia lejana a la de la otra, Ortiz
critica el modelo colonial español, mientras que Cesaire el francés. Se diferenciaban también en la forma. Cesaire
tenía un lenguaje poético y político; Ortíz por su lado intentaba reelaborar “las percepciones del entorno a partir de
neologismos que matizan las nociones de cultura, identidad fenotípica, herencia
y describen desde el ensayo o la poesía las formas de dominación propias de
cada uno de estos espacios coloniales.
¿Interesante el ensayo? A mí me encantó. Lástima que por razones de espacio tuve que
cortar. Y me doy cuenta, al leer y
resumir estos ensayos, que el Caribe es rico, diverso y todavía desconocido
para este pueblo nuestro que habitando en el corazón mismo del mar, vivimos de
espaldas a las islas que nos acompañan en nuestro viejo habitat.
[1] No se debería obviar
la particularidad caribeña de dependencia colonial, dominación cultural,
desarraigo cultural derivado de estructuras sociales marcadas por la
discriminación racial y la exclusión aún después de la independencia las cuales
llegaron luego de procesos prolongados de descolonización lo cual posibilitó la aparición de nuevas
identidades y formas culturales hibridas.
[1]
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