TEMAS SOBRE HAITI,
REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE
De Haití a Cuba…
Reflexiones a propósito de unas experiencias, 1
Por: Mu-Kien Adriana Sang
@MuKienAdriana
“La linda soñadora,
poeta y soberana, (…), imprime un ligero balanceo a su hamaca, original
invención de la indolencia indígena…
Su graciosa actitud
de indiferencia y ensoñación rota, es rodeada por las jóvenes, formando el
habitual cortejo, y con sus voces alegres cantan una canción de letra colorida,
que evoca el pintoresco encanto de los sitios montañosos. Ellas se tornan en
una suave danza de compases regulares.
Extraño y encantador
espectáculo el de las bailarinas marcando el ritmo de su música vocal a través
de los movimientos armoniosos de sus pies, caderas, la cabeza coronada con
flores rojas, exhibiendo exquisitamente sus cuerpos sin velo!”
(E. Marcelin, La Reina Anacaona)
La primera vez que fui a Haití fue en 1971, hace ya
45 años. Era una adolescente de 15
años. Un grupo de jóvenes soñadores
fuimos por carretera para participar en el Congreso Mundial de la Juventud
Estudiantil Católica. Tuve dificultades
con mis padres para que me dejaran ir.
Me impuse a fuerza de insistencia.
Fueron días maravillosos en que jóvenes del mundo entero soñábamos con
un mundo mejor, más justo. No había
vuelto. Quizás tenía temores fundados de no asistir.
Volví a Puerto Príncipe, Haití en este mes de
junio. El rector de la Pontificia
Universidad Católica Madre y Maestra, me solicitó que lo representara en la
Asamblea de CORPUCA, que es una asociación de universidades caribeñas
auspiciada por la Agencia Universitaria de la Francofonía. Sede Caribe.
Llegué a Puerto Príncipe un día en la tarde. No me sorprendió el aeropuerto. Pequeño, con
escaso servicio. Al salir, me estaban esperando. Me senté en la parte trasera del vehículo
para poder observar mejor el panorama. El uso del francés me permitía tener una
mejor vinculación con el chofer, a quien atosigué con montones de
preguntas. Solo me respondió algunas,
las que quiso. Utilizó la sabiduría
popular de hacerse el tonto.
En mi
familia existía el temor de la visita, debido a que el día anterior, el 7 de
junio, habían ocurridos serios disturbios en protesta por la decisión del
Tribunal Electoral haitiano, desconoció los resultados electorales, y
convocando nuevas elecciones en
octubre. Cuando llegué el chofer me dijo que en la mañana de ese día
habían ocurrido algunas protestas. Le pregunté por dónde habían sido. Me
contestó: justo en esta calle. El corazón me dio un vuelco. A pesar de
mis temores, en esa semana se celebraban en Puerto Príncipe tres grandes
reuniones: la Asamblea de CORPUCA, el encuentro anual de la Asociación de
Estudios Caribeños y la asamblea anual de ACURIL, que es la organización de
bibliotecas universitarias. Por suerte todas estas importantes e
interesantes actividades académicas se realizaron con éxito y sin dificultad.
Mientras
me guiaban por la ciudad primero para buscar a otros participantes, recorrimos
por casi dos horas la ciudad. Sentí que
veía una película desde el cristal del vehículo. Me dediqué a tomar fotos. No me sorprendieron las calles polvorientas,
llenas de personas. Había de todo: vendedores ambulantes, caminantes que salían
de sus empleos, trabajadores por cuenta propia que intentaban transportarse….
Mucha gente vestida de colores y que luchaban como verdaderos acróbatas para
poder subir a las camionetas convertidas en transporte público, pintadas de
colores y repletas hasta lo impensable. El tránsito por las calles es un
caos. Los tapones se suceden. Los vehículos deben caminar a un ritmo tan
lento que para poder cumplir una agenda preestablecida, es necesario calcular
una hora de transporte, presos en esas cárceles móviles que llaman vehículos.
Aunque
está bastante restablecido del terror y horror del terremoto, todavía quedan
construcciones destruidas, sobre las cuales ha crecido la yerba y se amontona
la basura. Sentí que el calor allí era más abrasador y agobiante que aquí.
Quizás por la falta de vegetación, el trópico se hace más presente y fuerte.
Después
de recorrer las calles, comenzamos a subir las colinas de Petion Ville donde se
encontraba el hotel donde seríamos alojados los participantes. Para llegar al
hotel La Reserve, debíamos pasar por el frente del Consulado y de la Embajada
dominicana en Puerto Príncipe. Lamenté no haber podido ver al amigo Embajador,
Rubén Silié, porque la agenda era muy apretada y estábamos a expensas de los
organizadores para movernos.
La
representación dominicana estaba integrada por quien subscribe y la Señora
Inmaculada Madera de la Universidad APEC. Habían representantes de la
Universidad de West Indians, de la Unviersidad de La Habana, la Universidad de
Oriente, ambas de Cuba. También había una representante de la Universidad
Des Antillas y Guyana sede Martinica. De Haití estaban presentes
representantes de las Universidades de Quisqueya, Notre Dame y la pública.
Al día
siguiente, nos fueron a buscar a las 7 de la mañana para dirigirnos a la
Universidad de Notre Dame, sede de la Asamblea. En los diferentes
momentos, pudimos conversar con varios rectores de las universidades haitianas,
intelectuales haitianos y delegaciones diplomáticas de la Embajada de
Francia. Tuve la grata ocasión de
conocer a Laenne Hurbon, autor del libro “Comprender Haití”, una obra que me
impactó y que en el año 2012 publiqué, en esta misma columna, una serie de
artículos sobre el libro. Tenía años que
no veía a Susy Castor, la viuda de Gérard Pierre Charles. Ella y su esposo, profesores e intelectuales
importantes de Haití que vivieron muchos años en México, pero que decidieron
quemar sus naves y volver a su país para colaborar en el proceso de
construcción de una casi imposible democracia.
Vi también a Rachel Doucet, antropóloga, a quien conocía desde hacía
varios años después que vino al país a ofrecer un curso organizado por
nosotros, en el Centro de Estudios Caribeños de la PUCMM.
Confirmé
mi vieja percepción de que Haití vive inmerso en dos mundos: el de los pobres entre los más pobres, los
que nada tienen, los que buscan desesperados el pan del día para sobrevivir. Y el mundo de los privilegiados, por dinero o
conocimientos. Haití tiene una
intelectualidad amplia, bien formada que ha sido bien recibida en las
universidades no solo haitianas, sino también del mundo.
Percibí
también, a pesar de la cordialidad y buena relación, una cierta reticencia y cuidado.
La tensa relaciones entre ambos estados, producto, entre otras cosas, por la
famosa sentencia del Tribunal Constitucional,
se refleja subrepticiamente, en las relaciones académicas. De todas maneras, creo que estos esfuerzos de
hacer proyectos conjuntos en el mundo universitario, es una forma de tender
puentes de relaciones entre dos vecinos condenados a entenderse.
El
hecho de que mis amigos y parte de mi familia me pidieran encarecidamente que
no fuera al encuentro refleja que existen muchos prejuicios y una imagen muy
negativa, la cual, a mi juicio, y es pura especulación, se ha acrecentado con
los últimos conflictos provocados por la famosa y terrible sentencia del
Tribunal Constitucional.
Nos
vemos en la próxima
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