TEMAS SOBRE HAITI,
REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE
CUBA Y SUS LIBROS. LA REINVENCIÓN COLONIAL. La plantación cañera
y la esclavitud en crisis
Por: Mu-Kien Adriana Sang
@MuKienAdriana
En plena economía cubana el cultivo de caña de
azúcar se ensancha. Al tiempo que alcanzar la costa isla adentro se convertía
en indispensable, se fueron reduciendo los costos de transporte. Tan intransitables habían sido los caminos de
carros y carretas que a finales del siglo XVIII arrendatarios y mayorales se
exponían a ser multados si continuaban abriéndolos a hacha y machete. [1]
Continuamos
con el texto del que hemos estado trabajando desde hace dos entregas. No podríamos hacer la exposición de todos los
ensayos, aunque son interesantes todos.
Hicimos una selección de cuatro.
La escogencia obedeció a un criterio personal, muy personal. Seleccioné los que más me atraían por los
temas tratados.
En la
entrega de hoy vamos a trabajar con el ensayo de Claudia Varella que se titula
“Tributos sobre la posesión. Pequeños propietarios de esclavos.” Aborda cómo a la llegada del siglo XIX, se
fue abriendo paso un período decisivo. Como ocurrió en nuestro país, el
desarrollo del azúcar trajo consigo la transformación en el sistema de
comunicación:
Con el
nuevo siglo se fue abriendo paso a un período decisivo de trenes pioneros
acelerando la exportación azucarera; y en medio de la excitación productiva los
hacendados se centraron en optimizar la distribución de la población esclava…[2]
Uno de
los dramas de la economía azucarera de plantaciones en Cuba, y en muchas otras
islas del Caribe, el crecimiento productivo se traducía en una mayor
explotación de la mano de obra esclava.
Había un drama planteado. A esta
situación se le suma la corriente existente a nivel internacional que exigía el
fin del comercio triangular. Las
colonias que utilizaban esta mano de
obra debían aclarar y justificar su situación, razón por la cual comenzaron a
elaborar legislaciones tendentes a regular la compra de esclavos:
Se trataba de controlar el alcance del
trabajo forzado, trata ilegalizada…Así se fue conjugando la legislación contra
la persecución del tráfico negrero con los impuestos indirectos sobre la
propiedad de los esclavos, en especial de los esclavos alquilados y del
servicio doméstico, proclives a entrar en la categoría tipificada de “esclavos
jornaleros” por su capacidad de ser fuente de jornales para sus amos.[3]
Los
hacendados debían pagar al gobierno colonial por el derecho al uso de los
esclavos. Uno de los impuestos más importantes fue el impuesto de
capitación. Este impuesto tenía mucha
importancia sobre todo en relación a los esclavos dedicados al servicio
doméstico. “Su posesión dejaba huella
documental porque, con intermitencia, se les asignó una carga extra, ligada a
su correspondiente y controvertido padrón….La carga tributaria sobre la
posesión de esclavos en el servicio doméstico en tiempos de economía de
plantación arrancaba, pues, desde su propio despegue, a finales del siglo
XVIII.”[4]
Los
tiempos cambiaron. La presión sobre la trata de negros tuvo sus consecuencias.
Señala el autor que este impuesto pasó de dos pesos por cada esclavo, según la
Cédula Real del 28 de febrero de 1789, a un solo peso en 1845, producto de un
nuevo marco legal restrictivo. Sin embargo, dice el autor, el comercio ilegal no se detuvo, pero
amainó. La situación se reflejó en la
disminución de la mano de obra que podía trabajar en la agricultura.
La
esclavitud no se detuvo, a pesar de la situación. Como tampoco tuvo un pare la voracidad
impositiva del gobierno colonial. El autor plantea que en Cuba el impuesto
personal sobre esclavos fue llevado a su expresión máxima en 1854, una vez
Pezola fue puesto como cabeza principal del gobierno colonial cubano. A pesar
de los intentos del nuevo incumbente de mantener la política esclavista en la
colonia no se fortaleció como era su deseo.
Las ideas revolucionarias e independentistas comenzaron a calar en
muchos sectores. El argumento de Pezola era que los blancos no podían dedicarse
a las labores que realizaban los esclavos.
Pezuela, a quien
las leyes no facultaban para aumentar contribuciones o arbitrios, había
presentado al objeto de su maltrecha propuesta dos vertientes distintas y, a su
modo de ver, complementarias: por un lado, bombardear económicamente al Tesoro;
por otro, extinguir gradualmente la esclavitud…[5]
El texto es interesantísimo. Ofrece datos
interesantes, que a veces resultan contradictorios entre una corriente esclavista
y otra que buscaba deshacer esa práctica social y económica que puso en juego
la vida de millones de seres en el mundo.
Aunque trabaja con el caso cubano, sus reflexiones trascienden el marco
de la isla:
Tanto en la idea de la naturaleza del esclavo,
como en la de la mediatización del sistema, se observa la influencia de las
teorías sobre la evolución y adaptación de las especies al medio, que estaban
en boga en la época. Ya desde el siglo XVIII los pensadores ilustrados venían
elaborando una explicación para el origen del hombre que mezclaba principios
monogenistas, basadas en la creación sostenida por el Génesis, con
planteamientos que explicaban las diferencias entre las razas humanas…
Y a lo largo del
siglo XIX los avances en la ciencia y los nuevos principios biológicos basados
en las diferentes medidas del cráneo de las distintas razas dieron un nuevo
énfasis a los factores medioambientales, a lo que se unieron las teorías
poligenistas –diferentes orígenes para las distintas razas- unidas a la
aceptación de un detrimento racial que le proporcionaron nuevas consideraciones
acerca de la diferenciación e inferioridad de la raza negra…[6]
Como puede observarse, en este apretadísimo resumen
de un ensayo profundo, enjundioso e interesante, la esclavitud tenía una
justificación económica y moral. La
primera otorgaba muchos beneficios a los propietarios de ingenios y la segunda
buscaba una explicación racional para justificar las barbaridades cometidas en
la explotación de los esclavos, gracias a una teoría que acallaba la conciencia
al explicar que la raza negra era inferior.
[1]Claudia Varella, “ Tributos sobre la posesión. Pequeños propietarios
de esclavos”, en Imilcy Balboa (editora),
La reinvención colonial de Cuba, Santa
Cruz de Tenerife, España, Ediciones Idea, 2012,
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