TEMAS SOBRE HAITI,
REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE
El ron de José Chez Checo,
1
Por: Mu-Kien Adriana Sang
@MuKienAdriana
Puede decirse que el ron
fue un producto de enorme preponderancia a todo lo largo del siglo XX, así como
también en la primera década del siglo actual.
Este tomo trata la historia
del ron en las diversas etapas de la historia dominicana, en los aspectos de
producción, comercialización, distribución y consumo… Indis2cutiblemente, este
segundo tomo es un aporte a la comprensión de la historia de la importante industria
licorera, desde inicios del siglo XX hasta nuestros días… Permitirá a los
lectores hacer un interesante recorrido histórico de los pormenores de una
industria que ha contribuido al crecimiento y desarrollo de la economía y sociedad
dominicanas. José Chez Checo [1].
En esta serie de
artículos abordaré libros publicados por colegas dominicanos y extranjeros.
Durante varias semanas estuvimos hablando sobre el libro de Reina Rosario. Hoy iniciamos con el libro “El Ron en la
historia dominicana. Tomo II. Siglos XX y XXI”, autoría de mi
amigo-hermano-plimo y colega, José Chez Checo.
El primer tomo
de esta singular historia fue publicada en el año 1988. Recuerdo que fui a su
puesta en circulación. En ese momento no éramos tan cercanos. Me alegré de compartir
su alegría y emoción. Pasaron más de 25 años para que el segundo tomo se
materializase. Y esta nueva obra logró ver la luz gracias a la voluntad férrea
del hermano Chez.
El libro hace un recorrido histórico del ron
en la historia económica y social del país.
El capítulo I abarca los primeros 16 años del siglo, y culmina en el
momento de la Ocupación Norteamericana. Afirma
el autor que para entender el proceso de producción, el consumo y la
comercialización del ron en los albores del siglo XX es necesario analizar las
grandes inversiones hechas por el capital norteamericano, “bajo el amparo del control geopolítico que ejercían los
Estados Unidos en el Caribe, principalmente después de la Guerra
Hispanoamericana de 1898”[2]. Una de las principales inversiones la realzó
la South Puerto Rico Sugar Company en 1910, que compró unas 127,000 tareas en
La Romana para sembrar caña de azúcar.
Se destaca también entre los inversionistas William L. Bass, considerado
como el pionero de la modernización tecnológica de los ingenios.
Chez asume como
suya la posición de Bruce Calder en el sentido de que la expansión de la
industria azucarera colocó al país en una posición de dependencia de los
mercados internacionales, y por tanto provocó el aumento de la injerencia de
los Estados Unidos en los asuntos internos.
De inmediato,
comienza a hablar de las concesiones y comercialización del ron, la bebida
“espirituosa o aguardiente” que se obtiene por la fermentación alcohólica o
destilación que se obtiene de las melazas de la fabricación del azúcar de caña.
Durante los primeros años del siglo XX el ron que se fabricaba estaba destinado
al consumo local, a diferencia de Cuba y Puerto Rico que exportaban al mercado
norteamericano.
El gobierno
dominicano otorgó diferentes concesiones a empresarios locales que deseaban
invertir en la industria del ron. Se
pueden citar nombres conocidos como el de Pedro Carrión en San Pedro de
Macorís. Otro de los beneficiarios fue Pablo Díaz quien recibió exoneración
fiscal para importar etiquetas, botellas y sacos de anís en grano. El Señor
Jacas, por ejemplo, recibió una concesión para perfeccionar la industria a
través de la importación de botellas de mejor calidad y cajas más fuertes para
los envases del ron. Un elemento
interesante es que al Señor Jacas le fue concedida también patentes de
invención para el mejoramiento de los envases, etiquetas, cápsulas y alumbrado
que se empleaban en las fábricas de licores.
Jacas era el propietario de la industria Jacas, dueña de la marca Old
Rhum y Refinado Corriente.
Como ha ocurrido
siempre en la historia de este país, el gobierno, cualquiera que fuera,
necesitado siempre de dinero producto de su política clientelar, veía en los
negocios con futuro una fuente de ingresos a través de los impuestos. Eso ocurrió con el ron, tal y como lo explica
el amigo José Chez en su libro. El 30 de
noviembre del año 1904 fue aprobada la Ley de Alcoholes que fijaba los
impuestos para la industria licorera, tal y como lo establece el artículo 1:
“Desde la publicación de la
presente ley, todo el que tuviere aguardiente, ron, alcohol o cualquier clase
de bebidas alcohólicas en depósito, y el que en lo sucesivo los produjere,
introdujere o expediere en el país, está obligado apagar al fisco conforme a la
siguiente tarifa y sin perjuicio del impuesto que fija el arancel.”[3]
La ley en
cuestión facultaba a los administradores y subdelegados de Hacienda a ser
agentes fiscales legalmente autorizados. Los impuestos debían ser pagados por
las bebidas que se importaban debían ser liquidados en planillas especiales. Además establecía que Hacienda debía llevar
un libro de declaraciones y verificaciones, que se trasladaba al lugar donde
estaban los alambiques o depósitos, y después de verificar o revisar o revisar
minuciosamente levantaba el acta en el libro.
Si se produjesen denuncias o sospechas de depósitos o alambiques ocultos
o no declarados, se procedía al allanamiento y al pago compulsivo con una
multa.
Las reacciones a
la ley no se hicieron esperar. Algunos periódicos de la época, como fue el caso
del Eco del Cibao, se opusieron a los impuestos, pues aseguraban que tendría
consecuencias funestas para la industria.
El gobierno no le hizo caso a las protestas. Las recaudaciones eran muy sustanciosas para
eliminarla.
En el año 1907,
durante la administración de Ramón Cáceres, se promulgó una nueva Ley de
Alcoholes. En esta nueva legislación se
establecía que la tributación especial del alcohol en todas sus formas sería de
una sola cuota, en la que se refundían los impuestos por fabricación y consumo
para la producción nacional y de importación y consumo para la extranjera.
El capítulo
contiene una serie de anuncios que reflejan la gran cantidad de empresas que
existían, he aquí algunas: Jacas & Co.,
Ro de los Ingenios Italia y Central Ocoa-JB Vicini; Ron Macorís de Juan
T, Mejía; Licorería A. Bonnelly, Destilería de Jesús Martínez; Ron de Ingenio
Santa Fe; El Gallo de Oro de Manuel A. Tavarez; Bermúdez Hermanos; Ron Viejo
Superior de Arístides Bonnelly; Ron y Aguardiente de Rafael T. Hernández; Gran
Destilería de Hijos de Beltrán; Ron Jorge; Ron Nacionalista, entre otros más.
El espacio se
agotó. En la próxima entrega hablaremos
del ron durante la ocupación norteamericana.
[1] José Chez Checo, El Ron en la
Historia Dominicana. Tomo II siglos XX y XXI, Santo Domingo, Editora Búho,
2014.
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