TEMAS SOBRE HAITI,
REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE
CUBA Y SUS LIBROS. La Cuba de Jacobo de la Pezuela
Por: Mu-Kien Adriana Sang
@MuKienAdriana
Las
campanas, el sol, el cielo claro
me llenan de tristeza, y en los ojos
llevo un dolor que el verso compasivo mira,
un rebelde dolor que el verso rompe
¡y es, oh mar, la gaviota pasajera
que rumbo a Cuba va sobre tus olas!
Vino a verme un amigo, y a mí mismo
me preguntó por mí; ya en mí no queda
más que un reflejo mío, como guarda
la sal del mar la concha de la orilla.
Cáscara soy de mí, que en tierra ajena
gira, a la voluntad del viento huraño,
vacía, sin fruta, desgarrada, rota.
Miro a los hombres como montes; miro
como paisajes de otro mundo, el bravo
codear, el mugir, el teatro ardiente
de la vida en mi torno: ni un gusano
es ya más infeliz: ¡suyo es el aire,
y el lodo en que muere es suyo!
Siento la coz de los caballos, siento
las ruedas de los carros; mis pedazos
palpo: ya no soy vivo: ¡ni lo era
cuando el barco fatal levó las anclas
que me arrancaron de la tierra mía! José Martí
me llenan de tristeza, y en los ojos
llevo un dolor que el verso compasivo mira,
un rebelde dolor que el verso rompe
¡y es, oh mar, la gaviota pasajera
que rumbo a Cuba va sobre tus olas!
Vino a verme un amigo, y a mí mismo
me preguntó por mí; ya en mí no queda
más que un reflejo mío, como guarda
la sal del mar la concha de la orilla.
Cáscara soy de mí, que en tierra ajena
gira, a la voluntad del viento huraño,
vacía, sin fruta, desgarrada, rota.
Miro a los hombres como montes; miro
como paisajes de otro mundo, el bravo
codear, el mugir, el teatro ardiente
de la vida en mi torno: ni un gusano
es ya más infeliz: ¡suyo es el aire,
y el lodo en que muere es suyo!
Siento la coz de los caballos, siento
las ruedas de los carros; mis pedazos
palpo: ya no soy vivo: ¡ni lo era
cuando el barco fatal levó las anclas
que me arrancaron de la tierra mía! José Martí
Cuba se ha colocado de nuevo en el horizonte. Antes, durante la Guerra Fría, Cuba era un
país prohibido para todos. Incluso en
los años 70 el pasaporte dominicano tenía un sello en el que se indicaba
específicamente que no se podía viajar a Cuba y los países comunistas.
La apertura ha reabierto el interés de todo el mundo: empresarios,
potencias imperiales que ven con buenos ojos la reinventir en la isla, turistas
del mundo que quieren conocer el otrora vedado país.
Al leer las noticias, me pregunté ¿Conocemos verdaderamente a
Cuba? Pienso que no. Yo misma me declaro una aprendiz del tema
cubano. Hace unos años escribí en esta
misma columna sobre José Martí, pero no he profundizado mi conocimiento sobre
la historia de esa isla que a pesar de estar tan cerca, está, estaba, mejor
dicho, lejos de nuestros horizontes.
Conocer la Cuba de ayer, de hoy y del futuro, es un imperativo de
nosotros los dominicanos. Como dije en la columna anterior, la apertura debe
alertarnos a todos los dominicanos, pues en un futuro no muy lejano será un
gran competidor nuestro en varios renglones de nuestra economía.
A partir de este momento inicio una serie sobre libros escrito por
cubanos o sobre Cuba, tanto desde su perspectiva histórica como actual. Incluso
alguien tuvo la gentileza de enviarme una novela que narra las vicisitudes de
los chinos migrantes en la Cuba del siglo XIX y principios del XX.
Todos sabemos que Cuba es la más grande de las Antillas Mayores,
posición ventajosa en el concierto de islas que están bañadas por el mar
Caribe. Como historiadora que soy, voy a trabajar con algunos aspectos
históricos de Cuba, antes de abordar los temas actuales y las perspectivas
futuras.
Hurgando, como me gusta y apasiona, localicé varias obras publicadas
de finales del siglo XIX y de principios del siglo XX. Una de ellas fue la obra de Jacobo de la
Pezuela, “Historia de la isla de Cuba”, publicado en el siglo XIX. Este historiador-investigador es considerado
como el paradigma indiscutible de la historiografía cubana de ese siglo. Se le considera además como una de las voces
del integrismo en la hermana isla.
Pezuela aunque nació en Cadiz en 1811, pasó su vida prácticamente completa
en Cuba, donde murió en La Habana en 1882.
Sus primeros años de vida los pasó estudiando en Francia y en
España. Llegó a Cuba en 1841, y un año
después era distinguido como miembro de número de la Real Sociedad Económica de
La Habana, gracias a un ensayo brillante titulado “Ensayo Histórico de la isla
de Cuba”.
El intelectual llegó a Cuba como militar. Allí ocupó varios cargos militares, pero su
verdadera pasión era la escritura. Quizás por eso se retiró del ejército en
1854. Por su actividad prolífera y
brillante en el plano académico fue elegido como miembro de la Real Academia de la Historia de España en
1865. Fue
también miembro de la Sociedad Universal de Ciencias
de París, Francia; así como de la Sociedad Geográfica de Madrid y de la de Londres
Entre sus principales obras
podemos señalar: “Ensayo histórico de la Isla de Cuba”, New York, Imp. Española de R. Rafael, 1842. “Sitio y rendición de La Habana en 1762.
Con un plano de la plaza de la Habana”, Madrid, Imp. de M. Rivadeneyra, 1859; “Diccionario
geográfico, estadístico, histórico de la Isla de Cuba”, Madrid, una obra en
cuatro tomos publicada entre 1863-1866; “Necesidades de Cuba”, publicada
en Madrid en 1865; “Historia de la Isla de Cuba”, en cuatro tomos que
fueron publicados entre 1868 y 1878. La
obra “Historia de la isla de Cuba” es una obra larguísima, escrita en español
antiguo, muy difícil de leer y entender.
Otro de los grandes historiadores cubanos del
siglo XIX es Vidal Morales Morales, nacido en La Habana en 1848. Abogado de formación, se dedicó al periodismo
y a la historia. Sus primeros ensayos
fueron publicados en periódicos importantes de la época, como fue el caso de La
Tertulia. Uno de los más emblemáticos fue "Páginas olvidadas de
Espronceda". En el periódico El Foro
publicó trabajos sobre temas jurídicos, alrededor de los años de 1874. Fue uno
de los grandes colaboradores de la Revista de Cuba, alrededor del año de 1877. Otros medios que publicaron ensayos suyos
fueron: El Siglo, El Triunfo, La Enciclopedia, Cuba y América y El
Fígaro.
Vidal Morales ha trascendido el tiempo y el espacio porque sus ensayos
fueron pioneros en la reconstrucción histórica de su patria, resaltado los
aportes de grandes héroes; pero, sobre todo, fue un defensor de la
investigación histórica sustentada en la búsqueda documental en archivos y
bibliotecas, pues decía, era la única forma de llenar el vacío existente para
la comprensión de la historia cubana.
Murió en 1904, dejando tras de sí una gran estela de aportes
intelectuales a nivel historiográfico.
En la próxima entrega voy a presentar uno de los trabajos de este gran
intelectual cubano: “Resumen de la historia de Cuba”. Hasta la próxima
TEMAS SOBRE HAITI,
REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE
CUBA Y SUS LIBROS. La Cuba de Jacobo de la Pezuela
Por: Mu-Kien Adriana Sang
@MuKienAdriana
Las
campanas, el sol, el cielo claro
me llenan de tristeza, y en los ojos
llevo un dolor que el verso compasivo mira,
un rebelde dolor que el verso rompe
¡y es, oh mar, la gaviota pasajera
que rumbo a Cuba va sobre tus olas!
Vino a verme un amigo, y a mí mismo
me preguntó por mí; ya en mí no queda
más que un reflejo mío, como guarda
la sal del mar la concha de la orilla.
Cáscara soy de mí, que en tierra ajena
gira, a la voluntad del viento huraño,
vacía, sin fruta, desgarrada, rota.
Miro a los hombres como montes; miro
como paisajes de otro mundo, el bravo
codear, el mugir, el teatro ardiente
de la vida en mi torno: ni un gusano
es ya más infeliz: ¡suyo es el aire,
y el lodo en que muere es suyo!
Siento la coz de los caballos, siento
las ruedas de los carros; mis pedazos
palpo: ya no soy vivo: ¡ni lo era
cuando el barco fatal levó las anclas
que me arrancaron de la tierra mía! José Martí
me llenan de tristeza, y en los ojos
llevo un dolor que el verso compasivo mira,
un rebelde dolor que el verso rompe
¡y es, oh mar, la gaviota pasajera
que rumbo a Cuba va sobre tus olas!
Vino a verme un amigo, y a mí mismo
me preguntó por mí; ya en mí no queda
más que un reflejo mío, como guarda
la sal del mar la concha de la orilla.
Cáscara soy de mí, que en tierra ajena
gira, a la voluntad del viento huraño,
vacía, sin fruta, desgarrada, rota.
Miro a los hombres como montes; miro
como paisajes de otro mundo, el bravo
codear, el mugir, el teatro ardiente
de la vida en mi torno: ni un gusano
es ya más infeliz: ¡suyo es el aire,
y el lodo en que muere es suyo!
Siento la coz de los caballos, siento
las ruedas de los carros; mis pedazos
palpo: ya no soy vivo: ¡ni lo era
cuando el barco fatal levó las anclas
que me arrancaron de la tierra mía! José Martí
Cuba se ha colocado de nuevo en el horizonte. Antes, durante la Guerra Fría, Cuba era un
país prohibido para todos. Incluso en
los años 70 el pasaporte dominicano tenía un sello en el que se indicaba
específicamente que no se podía viajar a Cuba y los países comunistas.
La apertura ha reabierto el interés de todo el mundo: empresarios,
potencias imperiales que ven con buenos ojos la reinventir en la isla, turistas
del mundo que quieren conocer el otrora vedado país.
Al leer las noticias, me pregunté ¿Conocemos verdaderamente a
Cuba? Pienso que no. Yo misma me declaro una aprendiz del tema
cubano. Hace unos años escribí en esta
misma columna sobre José Martí, pero no he profundizado mi conocimiento sobre
la historia de esa isla que a pesar de estar tan cerca, está, estaba, mejor
dicho, lejos de nuestros horizontes.
Conocer la Cuba de ayer, de hoy y del futuro, es un imperativo de
nosotros los dominicanos. Como dije en la columna anterior, la apertura debe
alertarnos a todos los dominicanos, pues en un futuro no muy lejano será un
gran competidor nuestro en varios renglones de nuestra economía.
A partir de este momento inicio una serie sobre libros escrito por
cubanos o sobre Cuba, tanto desde su perspectiva histórica como actual. Incluso
alguien tuvo la gentileza de enviarme una novela que narra las vicisitudes de
los chinos migrantes en la Cuba del siglo XIX y principios del XX.
Todos sabemos que Cuba es la más grande de las Antillas Mayores,
posición ventajosa en el concierto de islas que están bañadas por el mar
Caribe. Como historiadora que soy, voy a trabajar con algunos aspectos
históricos de Cuba, antes de abordar los temas actuales y las perspectivas
futuras.
Hurgando, como me gusta y apasiona, localicé varias obras publicadas
de finales del siglo XIX y de principios del siglo XX. Una de ellas fue la obra de Jacobo de la
Pezuela, “Historia de la isla de Cuba”, publicado en el siglo XIX. Este historiador-investigador es considerado
como el paradigma indiscutible de la historiografía cubana de ese siglo. Se le considera además como una de las voces
del integrismo en la hermana isla.
Pezuela aunque nació en Cadiz en 1811, pasó su vida prácticamente completa
en Cuba, donde murió en La Habana en 1882.
Sus primeros años de vida los pasó estudiando en Francia y en
España. Llegó a Cuba en 1841, y un año
después era distinguido como miembro de número de la Real Sociedad Económica de
La Habana, gracias a un ensayo brillante titulado “Ensayo Histórico de la isla
de Cuba”.
El intelectual llegó a Cuba como militar. Allí ocupó varios cargos militares, pero su
verdadera pasión era la escritura. Quizás por eso se retiró del ejército en
1854. Por su actividad prolífera y
brillante en el plano académico fue elegido como miembro de la Real Academia de la Historia de España en
1865. Fue
también miembro de la Sociedad Universal de Ciencias
de París, Francia; así como de la Sociedad Geográfica de Madrid y de la de Londres
Entre sus principales obras
podemos señalar: “Ensayo histórico de la Isla de Cuba”, New York, Imp. Española de R. Rafael, 1842. “Sitio y rendición de La Habana en 1762.
Con un plano de la plaza de la Habana”, Madrid, Imp. de M. Rivadeneyra, 1859; “Diccionario
geográfico, estadístico, histórico de la Isla de Cuba”, Madrid, una obra en
cuatro tomos publicada entre 1863-1866; “Necesidades de Cuba”, publicada
en Madrid en 1865; “Historia de la Isla de Cuba”, en cuatro tomos que
fueron publicados entre 1868 y 1878. La
obra “Historia de la isla de Cuba” es una obra larguísima, escrita en español
antiguo, muy difícil de leer y entender.
Otro de los grandes historiadores cubanos del
siglo XIX es Vidal Morales Morales, nacido en La Habana en 1848. Abogado de formación, se dedicó al periodismo
y a la historia. Sus primeros ensayos
fueron publicados en periódicos importantes de la época, como fue el caso de La
Tertulia. Uno de los más emblemáticos fue "Páginas olvidadas de
Espronceda". En el periódico El Foro
publicó trabajos sobre temas jurídicos, alrededor de los años de 1874. Fue uno
de los grandes colaboradores de la Revista de Cuba, alrededor del año de 1877. Otros medios que publicaron ensayos suyos
fueron: El Siglo, El Triunfo, La Enciclopedia, Cuba y América y El
Fígaro.
Vidal Morales ha trascendido el tiempo y el espacio porque sus ensayos
fueron pioneros en la reconstrucción histórica de su patria, resaltado los
aportes de grandes héroes; pero, sobre todo, fue un defensor de la
investigación histórica sustentada en la búsqueda documental en archivos y
bibliotecas, pues decía, era la única forma de llenar el vacío existente para
la comprensión de la historia cubana.
Murió en 1904, dejando tras de sí una gran estela de aportes
intelectuales a nivel historiográfico.
En la próxima entrega voy a presentar uno de los trabajos de este gran
intelectual cubano: “Resumen de la historia de Cuba”. Hasta la próxima
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