ENCUENTROS
ORTEGA Y
GASSET: LA MISION DE LA UNIVERSIDAD
Uno de los mayores méritos de José Ortega y Gasset es la actualidad de
su pensamiento, entre otras muchas cosas por su habilidad por no necesitar
razonar sobre personas o cosas que lo asocien a un período dado y solamente a
él, es obvio que distintas personas con distintas circunstancias propias
–lugar, edad, formación, propósitos, proyectos- tendrán lecturas distintas del
mismo texto. En un libro de matemática,
distintos lectores subrayarán casi lo mismo: enunciados, fórmulas. En los
libros que filosofan, no cabe esperar lo mismo. Raúl J. A. Palma, Buenos Aires.
De mis casi 61 años de vida, he estado
vinculada al mundo universitario por casi 40 años; primer como estudiante de
pedagogía; después en mi condición de alumna de un post grado en educación de adultos
en el CREFAL, México. Finalmente, joven adulta ya, aspirante a doctora en
historia, seguí mis estudios en París.
Al regresar al país, en el año 1985, solo he laborado, con una pequeña
excepción de dos años, en el mundo universitario. He sido docente de unas
cuatro universidades en nuestro país.
En mis diferentes posiciones, me he preocupado
y ocupado de entender qué es, para qué sirve y cuáles deberían o deben ser los
retos de la universidad. Me preocupa en
nuestro país, que existen muchos centros de estudios universitarios (fíjense
que no he dicho UNIVERSIDAD) que están destinadas a otorgar títulos
universitarios (fíjense que no he dicho FORMAN NI EDUCAN). Nuestro mercado está saturado de
universidades, de profesionales, en su mayoría mediocres, que no tienen muchas
posibilidades en el mercado laboral. Peor aún, la mayoría de nuestras
universidades solo se han ocupado de titular. Han olvidado la importante labor de la
investigación, de la creación de conocimientos, así como de servir de espacio de
discusión; de ser una verdadera ágora de las ideas.
Desde que inicié esta serie sobre Ortega y
Gasset, me propuse buscar este ensayo. Gracias al profesor argentino Raúl J.A.
Palma de Buenos Aires, especialista en el filósofo español, que lo publicó en
la red con sus notas de docente. El filósofo español plantea que una reforma
universitaria no debe ser concebida para resolver problemas cotidianos, sino
para aspectos fundamentales. Sostiene que la universidad de las primeras
décadas del siglo XX estaba en crisis, ¿saben por qué? “Por contentarse por
imitar y eludir el imperativo de pensar o repensar por sí mismo las cuestiones,
nuestros profesores mejores viven en todo con un espíritu quince o veinte años
retrasado, aunque el detalle de sus ciencias estén al día. Es el retraso
trágico de todo el que quiere evitarse el esfuerzo de ser auténtico, de crear
sus propias convicciones.” [1]
Se pregunta el pensador sobre cuál debía ser la
misión de la universidad. Afirma que las
instituciones de educación superior tienen el deber de formar a los
profesionales que necesita una nación, pero además de universalizar el
conocimiento y cultivar la ciencia misma.
Deberíamos, como universidad, investigar, enseñar a investigar y educar a
los futuros profesionales a buscar el conocimiento. Sintetiza la misión
diciendo: “La enseñanza superior consiste, pues, en profesionalismo e
investigación.”[2] Lo
peor, sigue diciendo Ortega, es que ambas misiones están muy desiguales.
“Sorprende, pues, que aparezcan fundidas la enseñanza profesional que es para
todos, y la investigación, que es para poquísimos.” [3]
Afirma, además, que la universidad debería
también ser promotora de la cultura, del pensamiento crítico, para lo cual, se
necesita auxiliarse de la enseñanza de la filosofía y de la historia. Rescata la función cultural que tenían las
instituciones de educación superior en la Edad Media; ya que “la cultura es el
sistema vital de las ideas en cada tiempo.”
[4] Plantea que la modernidad ha creado bárbaros-instruidos:
“Este nuevo bárbaro es principalmente el profesional más sabio que nunca, pero
más inculto también…”[5]
Reconoce que la sociedad necesita buenos
profesionales: jueces, médicos, ingenieros…; sin embargo, dice no es
suficiente: “Por eso es ineludible crear de nuevo en la universidad la
enseñanza de la cultura o sistema de las ideas vivas que el tiempo posee… Esa
es la tarea universitaria radical. Eso tiene que ser, antes que ninguna otra
cosa, la universidad.” [6]
Ortega plantea que si la universidad quisiera
realmente enseñar la ciencia, debería auspiciar la investigación ¿saben por
qué? porque, la “ciencia es solo investigación”[7];
es decir, plantearnos problemas, trabajar en resolverlos. Afirma tajantemente que conocer no es hacer ciencia,
ni tampoco investigar es aprender acerca de ella. “Investigar es descubrir una verdad o su
inverso: demostrar un error. Saber es simplemente enterarse bien de esa verdad,
poseerla una vez hecha, lograda”.
Las universidades de su época, y
lamentablemente las de nosotros también, casi 100 años después, no han tenido
como prioridad, ni han desarrollado la función de ser foros de discusión y
difusión de la cultura. No enseñamos a pensar.
No hemos desarrollado la ciencia. Nos conformamos con enseñar lo poco o
mucho que sabemos. La universidad perdió, su impronta de ser luz que ilumina a
la sociedad, que plantea soluciones a los graves problemas que enfrenta la
humanidad. Al respecto concluye diciendo:
Es, pues, cuestión de vida o muerte para Europa rectificar tan ridícula
situación. Para ello tiene la universidad que intervenir en la actualidad como
tal universidad, tratando los grandes temas del día desde su punto de vista
propio –cultural, profesional o científico-. De este modo no será una
institución solo para estudiantes, un recinto ad usum pelphinis, sino que,
metida en medio de la vida, de sus urgencias, de sus pasiones, ha de imponerse
como un “poder espiritual” superior frente a la prensa, representando la
serenidad frente al frenesí, la seria agudeza frente a la frivolidad y la
franca estupidez. Entonces volverá a ser la universidad lo que fue en su hora
mejor: un principio promotor de la historia europea.[8]
Es impresionante, espeluznante a veces, saber
que este hombre, ha descrito la realidad de hoy en la universidad del mundo
occidental. Nuestras universidades se
han convertido en empresas eficientes, que en vez de pensar, ayudar a pensar y
proponer nuevas formas de pensar, fabrican profesionales que estudian,
aprenden, memorizan, y casi nunca, por no decir nunca, descubren lo que deben aprender. Hemos sido víctimas del robotismo de
occidente. Pensar no es necesario. Lo importante es, como bien dijo este gran
pensador, provocar el mimetismo y nada más. Muy triste.
[1] José Ortega y Gasset, Misión de la Universidad, Buenos Aires, 2001. Notas del Profesor Raúl
J.A. Palma, p. 3.
[3] Ibidem.
[4] Ibidem, p.4.
[5] Ibidem.
[6] Ibidem, p.5.
[7]
Ibidem, p. 12.
[8]
Ibidem, p. 22.
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