miércoles, 21 de agosto de 2013

Martí: clases orales


TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE

Pensamiento caribeño en el siglo XIX.  Martí: LAS CLASES ORALES

Por: Mu-Kien Adriana Sang

sangbenmukien@gmail.com


@MuKienAdriana

“A buen tiempo dio la Revista cuenta a sus lectores, de la solemne y memorable inauguración de las clases orales en el Colegio de Abogados, y disertó brevemente sobre la importancia y resultados posibles de la nueva era que abren para la corporación que las sustenta, y para los que de una manera amplia y concreta, quieran fijar sus pensamientos en determinados puntos del Derecho.

“No ha menester el pensamiento del Colegio, comentarios ni elogios mayores que los que hasta aquí se le han tributado justamente. Llevan las cosas en su simple anuncio su verdadera utilidad: abrense cátedras públicas, donde se razonan con todos los criterios las cuestiones elementales de la ciencia jurídica, ciencia madre como la filosófica, engendro y resultado natural de esta última, tanto más real, cuanto más se aleja de las interpretaciones y las adiciones formales con que la desfigura muchas veces el desmedido afán de ciencia humano.”  José Martí, Clases Orales (*)

Con esta entrega y la de la próxima semana, finalizo la larga serie  de artículos sobre José Martí que se inició en mayo de este año.  Pongo fin con estos dos últimos artículos porque 4 meses es mucho tiempo para una columna periodística, no porque los escritos de Martí se hayan agotado o porque su pensamiento no presente nuevas aristas para la reflexión. No, Martí tuvo la virtud de escribir y escribir hasta el agotamiento, dejando tras su joven vida, una estela inmensa de ensayos diversos.

En esta oportunidad presentamos un artículo muy interesante llamado, “Clases Orales”. El intelectual y político cubano, en esas mil palabras no abandona, no puede hacerlo porque sería negarse a sí mismo, su concepción de la política: darle poder a los que no lo tienen, los pobres, los campesinos. Para Martí, ya lo hemos dicho hasta la saciedad, la educación es el instrumento de liberación de los pueblos.  En este trabajo, Martí reivindica de nuevo el papel educativo que tiene la ciencia, por lo que aboga para que estos conocimientos puedan llegar a los que menos saben a través de la palabra oral, en conferencias, en talleres, en visitas, a fin de que el pueblo pueda educarse y pueda ser instruido.

Ante la pregunta que muchos se hacían ¿Cómo educar a un pueblo ignorante de todo, que por demás era analfabeto? Martí responde con la mayor simplicidad:

Lo verdadero es lo sintético. En el sistema armónico universal, todo se relaciona con analogías, asciende todo lo análogo con leyes fijas y comunes. Como desde las eminencias abarcan los ojos extensión mayor de tierra, desde el resultado concreto, desde la ley común y fija, desde la deducción análoga que de la contemplación de los seres resulta…

Para el pensador cubano la ciencia no era más que el conjunto de conocimientos humanos aplicables a un orden de objetos que están relacionados entre sí.  Decía que la  inteligencia humana tiene dos leyes incuestionables: la investigación y el análisis. Pero que los científicos tenían el deber de transmitir los conocimientos, porque el pueblo llano era ignorante no por decisión, sino por circunstancia; por lo tanto, basándose en los preceptos del derecho natural, afirmaba que era deber de los que saben, llevar el conocimiento al pueblo a través de la oralidad.

“Existe en el hombre la fuerza de lo justo, y éste es el primer estado del Derecho. Al conceptuarse en el pensamiento, lo justo se desenvuelve en fórmulas: he aquí el Derecho natural.- Y al realizarse en la vida, las fórmulas se desenvuelven en aplicación, la concurrencia de derechos crea derechos especiales: los sistemas políticos en que domina la fuerza crean derechos que carecen totalmente de justicia, y el ser vivo humano que tiende fatal y constantemente a la independencia y al concepto de lo justo, forma en sus evoluciones rebeldes hacia su libertad oprimida y esencial, un conjunto de derechos de reconquista, derechos medios, derechos parciales, que producen la jurisprudencia, la ciencia de la aplicación de las fórmulas, lo que bien pudiera llamarse justicia de aplicación y relación.”

Reiteraba, ¿Cómo hacer justicia con la gran masa ignorante por las circunstancias de la vida? ¡Fácil! Organizando un programa de formación a través de conferencias que tengan la particularidad de que los conceptos complejos se expliquen de forma sencilla, para lo cual se debía recurrir a los métodos de enseñanza efectivos. Decía que el programa de formación debía ser versátil, porque la enseñanza de un mismo tema se convierte en materia árida. Los maestros que hicieran uso del verbo para enseñar a esos campesinos, debían dominar el arte de la oratoria: “el oído gusta de que distintos tonos de voz lo sorprendan y lo cautiven en el curso de la peroración. La manera de decir realza el valor de lo que se dice: -tanto, que algunas veces suple a esto.”   Sobre todo, abundaba Martí, al pueblo le gusta la locución amena, vivaz y accidentada, que no implica, que al pueblo le guste la superficialidad, no, es que necesitan transitar por un camino menos abrupto.  Insistía diciendo que estaba convencido de que los conocimientos se fijan más, en tanto se ofrece de forma amena. Un argumento que enarbolaba el intelectual y político es que en América Latina el don de la palabra nace casi de manera espontánea.  Y, basándose en ese principio abogaba por las clases orales, como la mejor forma de educar al pueblo, especialmente a los campesinos.

Este trabajo, habiendo sido escrito y 1875, y aunque podamos tener diferencias pedagógicas con el concepto exclusivo de la oralidad como metodología pedagógica, lo cierto es que Martí fue visionario.  En varios puntos del ensayo sostiene que la experiencia de los campesinos, y del pueblo en sentido general, constituían complementos claves  de la formación, porque estos hombres y mujeres tenían el conocimiento práctico otorgado por la propia naturaleza.  Sorprende, y mucho, leer esto en el siglo XXI, ahora que se enarbola como la pedagogía de avanzada el llamado constructivismo, que se sustenta en la construcción del concepto a partir de la experiencia de los alumnos.  Una evidencia de que el conocimiento, y por qué no, la historia misma, se construye por la experiencia acumulada, por la herencia que nos dejaron los que nos antecedieron.

 

 (*) Todas las citas fueron tomadas de: José Martí, Clases Orales, Revista Universal. México, 18 de junio de 1875.

El tao


ENCUENTROS

Itinerario. El  Tao llegó a mi vida.

Había una vez dos monjes que paseaban por el jardín de un monasterio taoísta. De pronto uno de los dos vio en el suelo un caracol que se cruzaba en su camino. Su compañero estaba a punto de aplastarlo sin darse cuenta cuando le contuvo a tiempo. Agachándose, recogió al animal y dijo:

Mira, hemos estado a punto de matar este caracol, y este animal representa una vida y, a través de ella, un destino que debe proseguir. Este caracol debe sobrevivir y continuar sus ciclos de reencarnación.

Y delicadamente volvió a dejar el caracol entre la hierba.

¡Inconsciente!, exclamó furioso el otro monje.

.- Salvando a este estúpido caracol pones en peligro todas las lechugas que nuestro jardinero cultiva con tanto cuidado. Por salvar no sé qué vida destruyes el trabajo de uno de nuestros hermanos.

Los dos discutieron entonces bajo la mirada curiosa de otro monje que por allí pasaba. Como no llegaban a ponerse de acuerdo, el primer monje propuso:

.- Vamos a contarle este caso al gran sacerdote.

.- Él será lo bastante sabio para decidir quién de nosotros dos tiene la razón.

Se dirigieron entonces al gran sacerdote, seguidos siempre por el tercer monje, a quien había intrigado el caso. El primer monje contó que había salvado un caracol y por tanto había preservado una vida sagrada, que contenía miles de otras existencias futuras o pasadas. El gran sacerdote lo escuchó, movió la cabeza, y luego dijo:

.- Has hecho lo que convenía hacer.

.- Has hecho bien.

El segundo monje dio un brinco.

.- ¿Cómo?

.- ¿Salvar a un caracol devorador de ensaladas y devastador de verduras es bueno?

.- Al contrario, había que aplastar al caracol y proteger así ese huerto gracias al cual tenemos todos los días buenas cosas para comer.

El gran sacerdote escuchó, movió la cabeza y dijo:

.- Es verdad.

.- Es lo que convendría haber hecho.

.- Tienes razón.

El tercer monje, que había permanecido en silencio hasta entonces, se adelantó.

.- ¡Pero si sus puntos de vista son diametralmente opuestos!

.- ¿Cómo pueden tener razón los dos?

El gran sacerdote miró largamente al tercer interlocutor. Reflexionó, movió la cabeza y dijo:

.- Es verdad.

.- También tú tienes razón.  (Cuento El Caracol. Un cuento taoísta)

 

 

En 1994 escribí un artículo en el desaparecido periódico El Siglo, escribí un artículo que se titulaba El Tao y yo, en el que hablaba de que mi encuentro con el taoísmo había sido gracias a Rafael, mi esposo, quien me dijo en uno de nuestros primeros encuentros amorosos que uno de sus libros favoritos era La importancia de vivir de Lin Yutang . Mi asombro fue enorme. Era el libro de cabecera de mi padre, y yo, renegaba de su contenido por considerarlo no científico. Entonces lo devoré. Entendí que papá era un taoísta profundo, y, lamentable y tristemente, lo conocí mejor muchos años después de haber fallecido.  Esta obra, escrita hace más 60 años, es una introducción simple y bien escrita de la filosofía taoísta.  Con profundo dolor, por haber sido injusta con papá, decidí adentrarme al pensamiento taoísta. Seguí con Lin Yutang, leí La importancia de Comprender y una Hoja en la tormenta.  Y en cada una de sus lecturas me gustaba no sólo lo que decía, sino como lo decía, como estas reflexiones suyas:

 

Vive como si no fueras a morir nunca, actúa como si fueras a morir mañana.

 

El hombre superior ama su alma; el hombre inferior ama su propiedad

 

En esta vida hay lágrimas, y lo que importa, después de todo, es ante que lloramos.

 

El máximo de poder es la iniciación de la decadencia

 

Hay dos maneras de difundir la luz... Ser la lámpara que la emite, o el espejo que la refleja

 

Decidí ir a la fuente del taoísmo, y me introduje a las lecturas del Tao Te King. Leí a Huanchu Daoren, así como el Arte de la guerra y a Alan Watts, un taoísta británico que decidió adentrarse a las profundidades del tao. Una de las obras que más disfruté fue el libro que escribieron él y Ling Yutang, escrito en forma de diálogo.  Watts tenía la virtud de escribir hermosamente, por eso sus libros son realmente cantos a la vida y a la naturaleza. Encontré algunos de sus pensamientos, tan profundos son que nos obligan a meditar. Seleccioné estos, los invito a leerlos con detenimiento:

 

“ Cuando creer en lo eterno resulta imposible, y sólo queda el pobre sustituto de creer en la creencia, los hombres buscan su felicidad en las alegrías temporales”

“Para ¨tener¨ agua corriente, uno debe dejarla correr libremente. Lo mismo es cierto de la vida y de Dios”

“Ser pasajero es vivir; permanecer y continuar es morir”

“Resistirse al cambio, tratar de aferrarse a la vida, es como retener el aliento: si persistes, mueres”

“El poder de las palabras se le ha subido al hombre a la cabeza en mas de un aspecto. Definir significa casi lo mismo que comprender. Y más importante: Las palabras han permitido al hombre definirse, etiquetar parte de su experiencia como `yo`”.

 

¿Qué es el Tao? El Tao, conocido también como Dào, es un concepto metafísico que nació con el taoísmo, aunque también es usado por  el confucionismo y  el budismo. Podría afirmarse que el tao o dao significa el camino y la doctrina. Para el taoísmo el tao se refiere a la esencia misma del universo, que implica  el orden natural de las cosas.  Se sustenta en cinco principios básicos, a saber: 

 

1. El respeto a la Naturaleza.

2. La No violencia, la NO ACCION. Los taoísta afirman que la mejor guerra es la que no se produce, y la mejor batalla es la que no se libra.

3. La serenidad y la armonía como principios para la acción.

4. El desarrollo  espiritual

5. El desarrollo de la existencia sustentada en la plenitud y vitalidad

El Tao llama a estar en sintonía con la naturaleza, y en esa interacción es capaz de percibir la realidad en sus dos ambitos: el superficial y el más profundo, que es en definitiva el rector y guia del superficial.  Todo, absolutamente todo, dicen los taoistas, debe ser visto en su movimiento y en su equilibrio, porque es el juego de dos fuerzas contradictorias que se complementan: el Yin y el Yang.  La rigidez es negativa. El agua es la esencia de la vida. Ella es blanda y es capaz de vencer a la piedra, con paciencia y tesón, como puede evidenciarse en estos pensamientos de Lao Tse, el padre del taoísmo

El que domina a los otros es fuerte; el que se domina a sí mismo es poderoso.

 

Con buenas palabras se puede negociar, pero para engrandecerse se requieren buenas obras.

 

Las palabras elegantes no son sinceras; las palabras sinceras no son elegantes.

 

Saber que no se sabe, eso es humildad. Pensar que uno sabe lo que no sabe, eso es enfermedad.

 

El sabio no enseña con palabras, sino con actos.

 

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Encuentros


ENCUENTROS

Itineario. La vida está llena de Encuentros

Volví luego de haber librado mil batallas interiores. Batallé contra la locura de la cotidianidad laboral.  Batallé con los roles disímiles, encontrados, enfrentados y obligatorios de la mujer que transita por la agitada vida profesional. Batallé contra las múltiples preguntas que me asaltaban cada día cuando miraba el cielo o tenía que callar ante tantos atropellos de esta sociedad que se niega a cambiar: ¿Por qué no puedo sacar el tiempo para escribir estas 800 palabras que alivian mi alma?  ¿Qué me detenía a hacerlo? ¿Por qué no programar algunas horas para mis Encuentros?

Ansiaba con todas las fuerzas de mi corazón volver a escribir el diverso, alocado, y humano  manojo de  reflexiones.  Motivada por algunos lectores que tenían registrado mi correo y me pedían insistentemente que volviera a escribir, y, porque por diferentes vías llegaron a mi computadora, algunos artículos que todavía circulan en el mágico mundo de la cibernética; decidí acudir a mi cita sabatina de mis queridos y añorados Encuentros.  Llamé a mis eternos amigos del HOY y le pedí con entusiasmo que me cedieran de nuevo el espacio.  La respuesta positiva no se dejó esperar.  Por eso,  hoy, en febrero 2012, vuelvo, como dice Octavio Paz en el fragmento que acompaña este reencuentro, donde terminé hace más de dos años.  Este largo paréntesis de muchos días, horas, minutos y segundos, parece que no habían transcurrido. Reencuentro, Areito, febrero 2012

 

Me han preguntado mil veces por qué escribo estos Encuentros. Me han cuestionado duramente por qué amo tanto estas citas sabatinas  si no hay grandes beneficios económicos. Me han dicho en múltiples ocasiones por qué sigo haciendo estos artículos que me roban tiempo para escribir otras cosas.  A todo aquel que me pregunta le respondo, porque a través de ellos vuelvo a encontrar sentido a la vida, porque cada entrega es una forma maravillosa de vivir. Como decía José Luis Sampedro, en el ocaso de su vida, que escribir era una forma hermosa de vivir, porque cada escritor, relata lo que ve, escucha y lee,  lo transforma en sus propias palabras.

Mis Encuentros se iniciaron en la desaparecida revista Rumbo. Osvaldo Santana, entonces jefe de Redacción de la publicación, me dijo que debíamos bautizar la columna, y al instante sugirió Encuentros, por las temáticas que abordaba. Me gustó. Así nació Encuentros.  Por razones que ahora no quiero recordar, busqué otra casa. Hablé con el buen amigo Bienvenido Álvarez Vega y desde hace más de una década encontré refugio en AREITO. Razones diversas me han obligado a hacer largas pausas. Y a pesar del silencio y la distancia, mis amigos del HOY, siempre me han abierto las puertas y me han acogido con los brazos abiertos.

¿Por qué los Encuentros? Creo que a través de ellos he vivido y he encontrado nuevas razones seguir viviendo, me han mostrado nuevos caminos de conocimientos y dimensiones insospechadas de la capacidad que tiene el  alma para sobrevivir y protegerse.  Me han permitido escribir lo que siento,  y mostrar en palabras la amplia y difusa gama  sentimientos humanos. Todo aquello que lastima muchos corazones, como las injusticias sociales, los desengaños, los atropellos injustos e injustificados, la violencia física y sicológica y el uso del poder para atropellar, entre otras cosas, han salido a relucir a lo largo de estos años.  Pero también estos Encuentros han sido la llave maestra para expresar la otra dimensión de la vida, que es la alegría, el amor filial, el amor al amado,  la amistad verdadera y sencillamente el descubrimiento y disfrute de las pequeñas cosas que, al descubrirlas aligeramos la carga vital.

Mis Encuentro no fueron  siempre así.  Mis artículos han tomado el curso y el pulso de mi propia vida, de mis cambios intelectuales, de mi madurez personal,  y, por qué no, del placer de envejecer y ver la realidad y las cosas desde otras perspectivas.  Cuando comencé mi faceta de columnista, en el lejano 1992, comencé a publicar en el vespertino Ultima Hora, intentaba escribir temas históricos. También durante un tiempo publiqué en el Listín Diario y después en El Siglo.  Mis artículos de entonces tenían más carácter teórico y  coyuntural, buscaba  analizar la realidad política y social y vincularla siempre con algún elemente histórico. 

Después me di cuenta que eso que hacía no me satisfacía del todo. Busqué nuevas formas de expresión. Inicié un viaje al interior de mi alma, y descubrí que ella ansiaba expresarse, y que la razón había tenido muchas oportunidades a través de los libros y artículos científicos. Inicié tímidamente. Empecé a publicar mis primeros Encuentros escritos desde el corazón.  Al principio hubo reacciones negativas. Incluso algunos lectores me escribieron protestando.  Recuerdo que escribí un artículo que se titulaba en Primera Persona publicado en noviembre de 2004. En este artículo explicaba el cambio de rumbo de mi columna. Decía entonces, hoy siete años después afirmo convencida:

 Algunas personas me han preguntado si he cambiado. Otras por qué he cambiado. He recibido observaciones críticas de que lo mejor para mí es volver a mis andanzas intelectuales racionales, utilizando mi pluma y mis conocimientos para la crítica social, la crítica política o la crítica académica. Mis andanzas sentimentales parecerían para algunas personas un camino equivocado, un sendero que debía ser transitado por las personas ligeras y poco profundas. He pensado mucho las cosas que me han dicho, y quizás tengan razón, pero no.

En estos Encuentros sabatinos haré cita con aquellos que quieren compartir conmigo las reflexiones de mis experiencias y mis lecturas que hago y haré siempre en primera persona. Porque creo en la capacidad humana de expresar sentimientos, porque creo que la posibilidad de crecer se hace cuando te haces consciente de tu propia humanidad; a través del compromiso en primera persona es que asumimos una posición críticamente activa para decidir que tenemos un rol en la transformación de la realidad; porque es en primera persona, en mi yo individual y mi yo colectivo, que soy capaz de disfrutar cada amanecer, cada tarde de lluvia, cada día soleado, cada flor que se abre, cada niño que juega, cada viejo que espera, cada joven que sueña, cada adulto que se da permiso para arrepentirse de sus acciones, cada hombre que ama, cada mujer que espera. En primera persona percibo la realidad, y en primera persona puedo escribir sobre ella.

 

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Manual de Historia Dominicana


ENCUENTROS

 

Itinerario. La transición, mi pequeño manual acerca de la historia dominicana

 

Un mundo en crisis prefiere no conocerse, o conocerse mal. Esa es sin duda la probable crisis de la historiografía. Pero no es forzosamente una crisis de la ciencia histórica, Pierre Vilar.

Un aspecto importante del análisis histórico es el del vocabulario, de la terminología, de la “nomenclatura”. Marc Bloch ha demostrado bien cómo el historiador debe llevar a cabo su análisis con ayuda de un doble lenguaje, el de la época que estudia, que le permite evitar el anacronismo, pero también el del aparato verbal y conceptual de la disciplina histórica actual: “Estimar que la nomenclatura de los documentos pueda bastar por completo a fijar la nuestra equivaldría, en suma, a reconocer que nos aportan el análisis ya hecho”. Volvemos a ver allí la sana fobia de la pasividad. Pero el historiador, si no tiene el fetichismo de la etimología (“una palabra vale mucho menos por su etimología que por el uso que se le da”), se consagrará al estudio de los sentidos, a la “semántica histórica”, cuyo renacimiento actual debemos desear. Y se resignará a que unos términos mal elegidos, pasados por todas las salsas, vacíos de sentido por la historia, sigan formando parte de su vocabulario: ejemplos, “feudalidad”, “capitalismo”, “Edad Media”.

Pierre Vilar

 

Mientras escribía el libro de Ulises Francisco Espaillat recibí una llamada de SUSAETA. Me entrevisté con Aquilino García. Me solicitó un manual de historia dominicana dirigido al público estudiantil de bachillerato y del primer año de la universidad, y que también sirviera de consulta para extranjeros. Le dije que estaba escribiendo un libro. Me dijo que me esperaría. Una vez terminé me  dispuse a trabajar en el manual.

Una de mis primeras actividades fue revisar con ojo crítico los famosos manuales de Frank Moya Pons y Roberto Cassá. Ambos textos eran, y todavía lo son, referencia obligada para mis investigaciones. En esta oportunidad, lo vi en mi calidad de maestra que pretendía hacer un texto fundamentalmente pedagógico.

La primera decisión que tomé fue escribir un texto dirigido y pensado para estudiantes tanto de bachillerato como del primer año de la universidad.  He estado en las aulas impartiendo historia dominicana por 40 años, primero en el colegio, y desde hace 30 años, a nivel de bachillerato. Uno de los puntos nodales es hacer atractivo un material aburrido, que no les interesa y que se ven obligados a tomar la asignatura por razones de curriculares, no de interés.  Durante todo este tiempo, e incluso en la actualidad, he visto los principales contenidos que le provocan problemas y dificultades para asimilarlos. Por esta razón, como estaba en plena docencia, decidí que cada unidad sería validada con ellos. Y finalizado el ensayo les solicitaría sugerencias.

Estructuré las unidades, tomando en cuenta que el libro era un texto histórico con carácter pedagógico. Cada unidad tendría la definición de objetivos generales y específicos, una lectura de entrada que indujera al tema al estudiante y lo motivara; un cuerpo base con los contenidos divididos por capítulos y acápites; lecturas complementarias con autores de diferentes corrientes de pensamiento; y un cuestionario guía. 

Otro elemento importante que debía sortear era el hecho de que había trabajado básicamente el siglo XIX, y por lo tanto no era especialista en todos los temas.  En tal sentido, para cada unidad, busqué, leí y recopilé la bibliografía básica de cada siglo, escrita tanto por los historiadores dominicanos como extranjeros. 

Una decisión importante que tomé fue ser breve en el contenido. Los estudiantes necesitan ideas guías, ideas claves que les orienten. A riesgo de ser quizás un poco superficial y escueta, porque no podía abundar mucho, seguí con mi decisión.  Utilicé también cuadros sinópticos y comparativos sobre los períodos, y en los anexos hice una cronología de la historia dominicana, un cuadro exhaustivo con los presidentes, cuadros con las singularidades de la política criolla, cuadro sobre las modificaciones constitucionales, entre otros. 

La obra fue publicada en 1999 bajo el título "Historia Dominicana: Ayer y Hoy" publicado por la editorial Susaeta, con unas 246 páginas. Fue publicado en un formado para texto escolar con muchas ilustraciones y fotografías. En el año 2000 obtuvo el premio de Didáctica en los premios anuales de la entonces Secretaría de Educación.

A 14 años después de su publicación tengo la distancia suficiente para hacer balance. Algunos amigos me han hecho la observación de que debí haber ampliado algunos temas, y quizás tengan razón.  Yo misma sentí que acorté demasiado la segunda mitad del siglo XIX, que faltaron ideas que desarrollar.

En una oportunidad, para un panel de la Feria del Libro, me pidieron que hiciera una evaluación crítica del texto.  Señalé en aquella oportunidad, que si la editora me diera la oportunidad de ampliarlo, lo llevaría a 300 páginas, haría nuevos esquemas,  lo llevaría al 2000, revisaría algunas lecturas complementarias, ampliaría algunos elementos, y modificaría algunas preguntas.

La retroalimentación que he recibido de los profesores que han utilizado el texto ha sido buena, e incluso de algunos extranjeros que deseaban tener una visión general de la historia dominicana, me han comunicado que les ha resultado útil.  Me siento contenta con el producto, sobre todo, porque tuve la oportunidad de validarlo con estudiantes universitarios que me retroalimentaron e hicieron observaciones críticas.

No sabría responder, si haría el mismo texto ahora, que estoy más madura y que he tenido nuevas experiencias.  Pero escribir es una forma de vivir.  Las palabras escritas en un momento determinado reflejan retratan al autor en su momento y en su circunstancias.  En algún momento hay que cortar, publicar, para volver a escribir y volver a publicar. El mejor texto de cada escritor, investigador o historiador todavía no ha sido escrito, ni se escribirá nunca, porque la perfección es un sueño y una aspiración, porque somos humanos y perfectibles, porque las ideas y el pensamiento evolucionan constantemente.  ¡Y qué bueno que así sea!

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Mis hijos sobre el siglo XIX


ENCUENTROS

 

Itinerario. Mis hijos intelectuales del siglo XIX. Los preferidos y el bastardo

He dicho y repetido que la Historia es la hazaña de la libertad y la libertad la hazaña de la Historia, Claudio Sánchez Albornoz

La historia -la historia como ciencia- no es res nullius sobre la que todos creen tener derechos...ni tarea fácil para la que todos puedan sentirse preparados. Vengan enhorabuena hasta su campo cuantos se sientan atraídos por su estudios, pero dispuestos a sufrir su duro noviciado. Que los neófitos aprieten bien sobre el potro los talones antes de atreverse a cabalgar por los sembrados de la Historia. Y que en los centros de formación de los historiadores se ponga más alto cada vez el nivel de la tapia que es preciso saltar para entrar en el huerto de la historia". Claudio Sánchez Albornoz

Finalicé mi estadía en París en diciembre de 1985, hace ya casi tres décadas. ¡Cómo pasa el tiempo! Llegué al país con mi investigación, mi tesis doctoral: Ulises Heureaux. Biografía de un dictador. En ese trabajo, guiado por Romano, intenté buscar explicaciones del fenómeno de las dictaduras del siglo XIX en América Latina, llamadas positivistas o de fuero y progreso. Quise encontrar caminos sobre la inserción latinoamericana en el mundo capitalista, y sobre todo, cómo se había producido el desplazamiento de España para dar paso en el mercado latinoamericano, primero a Inglaterra y Francia, y luego a Estados Unidos. Comprendí que el dictador dominicano formaba parte del bullir del continente.  Confieso que Lilís me apasionó enormemente. Me sorprendió ver cómo una figura nacida de los más bajos estratos sociales, pudo convertirse en el gran conciliador del capital nacional y extranjero en República Dominicana. La tesis fue publicada en forma de libro en 1987. Y fue reeditado en tres oportunidades.

Mi segundo trabajo de investigación lo inicié sola. Entonces laboraba en INTEC y concursé para hacer la investigación sobre la biografía de Buenaventura Báez, otro personaje de la vida política del siglo XIX. A diferencia de Lilís, Báez no me sedujo.  Intenté adentrarme en las entrañas del pensamiento conservador dominicano. Comencé a leer sobre el conservadurismo en América Latina. Me ayudó mucho un programa de publicaciones que se realizó en Venezuela  a principios de los 90 sobre el pensamiento conservador. Me surgieron muchas preguntas que no encontraron respuestas satisfactorias. ¿Existía realmente una frontera ideológica entre los líderes y los grupos políticos dominicanos de la segunda mitad del siglo XIX? ¿Qué valor y qué significado podrían tener las ideas liberales en una sociedad atrasada y pobre? ¿Cómo influyó el caudillismo entre los grupos políticos y sus líderes? ¿Podría hablarse de una frontera ideológica entre caudillos, o el personalismo político mediatizaba las ideas? Terminé inconforme con el producto. Ese fue mi primer hijo bastardo, que no niego, pero que no es mi preferido. No logré finalizar no profundizar en mi reflexión. Las respuestas encontradas a tantas preguntas fueron parciales. Cuando finalizó el financiamiento inicial de INTEC, recurrí a Don Moncito Báez López Penha, quien gentilmente me ayudó a buscar fondos y me facilitó sus archivos personales, que fueron muy valiosos. El libro fue publicado bajo el título: Buenaventura Báez. El caudillo del sur.  A pesar de mi inconformidad, el libro tuvo varias ediciones.

La insatisfacción del producto Báez no me amilanó. Así es la vida del investigador. Trabajar, trabajar y seguir trabajando. La inconformidad conmigo misma me invitó a seguir. Me llegó una nueva oportunidad cuando Wenceslao Vega se me acercó a finales de los 80 para pedirme que hiciera un libro sobre Ulises Francisco Espaillat. Acepté gustosa su oferta. Razones personales retrasaron la investigación, pero la finalicé. Con la inconformidad del producto anterior, dediqué más tiempo a este trabajo. Pasé años leyendo sobre el conservadurismo, el liberalismo y el positivismo.  Me introduje por mares tempestuosos del conocimiento. Comencé a leer sobre el pensamiento político en el siglo XIX.  Leí a los positivista argentinos, especialmente a Sarmientos. De hecho, constaté que Espaillat se inspiró en él para desarrollar muchas ideas, y por eso, le llamé en el libro el Sarmiento dominicano. Constaté que el proyecto liberal del siglo XIX fracasó, y que tanto los líderes liberales como los conservadores se sometieron a la lógica del caudillismo. Concluí que el liberalismo dominicano, al igual que los liberalismos latinoamericanos, fue el producto de un momento de la historia europea que llegó a América sin transición y sin base social. Liberales y conservadores consideraban a Europa y Estados Unidos como los modelos a imitar, para los primeros como modelos paradigmáticos, para los segundos mediante la anexión o el protectorado. 

Terminé con la investigación de Espaillat bastante conforme con el producto. Pedí a mis amigos José Chez Checo y Juan Daniel Balcácer que lo leyeran y me hicieran sugerencias. El libro apareció en 1997, y ganó el Premio de Historia en el 1998. Fue mi primer premio y lo disfruté enormemente.

Estuve bregando con 56 años del siglo XIX (1844-1899) por espacio de 18 años, y no contesté todas mis preguntas. Quedaron lagunas, baches, dudas e insatisfacciones. Terminé convencida de esa experiencia que nunca podré responder a todas las inquietudes, porque la inconformidad me acompaña y me acompañará siempre.

En un artículo titulado "Mi siglo XIX, quince años después", escrito a solicitud del  buen y querido amigo Padre Manuel Maza Miquel, que fue publicado en la Revista Estudios Sociales, exponía mis conclusiones sobre ese tramo de la historia. Sostengo lo siguiente:

1.El proyecto liberal dominicano fue abortado casi desde su nacimiento. Los ejemplos sobran: el movimiento independentista aunque fue iniciado por los trinitarios, fueron los conservadores que se quedaron con el poder. Los liberales quisieron participar en diferentes momentos, como la Revolución del 7 de julio de 1857 en contra de Báez, pero tuvieron que llamar a Santana, quien después los traiciona y se queda con el poder y logra la anexión a España. En 1863, se inicia la Restauración. Los liberales se lanzan a la lucha, y al triunfar en contra del ejército español, Buenaventura Báez asume el poder.

2. El caudillismo fue un fenómeno político que permeó a todos los grupos políticos y a todos los líderes, sin importar su ideología.  El personalismo en el ejercicio del poder ha sido un signo en la vida política nacional.

3. El constitucionalismo del siglo XIX consolidó el poder personalista, otorgando a los presidentes de turno poderes casi absolutos. Los demás poderes del Estado, el legislativo y judicial, estaban subordinados a la voluntad del presidente.

4. La violencia política fue un signo indiscutible. Las diferencias políticas se expresaban mediantes enfrentamientos armados. La inestabilidad política estuvo presente a todo lo largo de la primera y la segunda república. El asalto al poder a como diera lugar, afectaba la economía agudizando la pobreza en el país.

5. Era muy difícil establecer una diferenciación absoluta entre los liberales y conservadores, por esta razón algunos investigadores hablan, como Beatriz González la investigadora cubana, que en realidad lo que existía era el liberalismo conservador y el conservatismo liberal.

Estas son solo algunas de las ideas que esbocé en el mencionado artículo publicado hace varios años por la revista de la Compañía de Jesús. Cuando terminé el libro de Espaillat, quise moverme hacia el siglo XX y así lo hice.  Sobre este tema hablaremos en la próxima entrega.

 

 

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ENCUENTROS

Itinerario. Mis inicios por el accidentado camino de la historia

 

(…) Decir que el historiador no es un individuo abstracto, sino concreto, producto de unas circunstancias históricas y sociales, equivale también a sostener que la historia no está hecha por individuos, sino por la sociedad entera (…) Del mismo modo que no hay una verdad, tampoco hay en la historia “leyes” –aduce Carr-. Pero leyes entendidas a la manera de la ciencia decimonónica, es decir, como un cuerpo de hipótesis verificadas de una vez por todas después de un proceso inductivo. EH Carr

“El nacimiento de un valor o ideal determinado, en un momento o en un lugar determinado, queda explicado por las condiciones históricas del momento y del lugar. El contenido práctico de absolutos hipotéticos como la igualdad, la libertad, la justicia o el derecho natural varía de un período para otro, de un continente para el otro… la norma de comparación o el valor abstractos, divorciados de la sociedad y dirimidos de la historia, son una entelequia, lo mismo que el individuo abstracto. El historiador serio es aquel que reconoce el carácter históricamente condicionado de todos los valores, y no quien reclama para sus propios valores una objetividad más allá del alcance de la historia.” (…) primero averiguad los hechos, decían los positivistas; luego deducid de ellos las conclusiones.  EH Carr

Partí a Francia hace más de un cuarto de siglo. Era un tiempo en que la humanidad vivía grandes transformaciones ideológicas: La pesada cortina de hierro se hacía añicos: el movimiento Solidaridad, con su líder Lech Walesa a la cabeza, gritaba al mundo la urgente necesidad de libertad  en el llamado mundo socialista. Se iniciaba el período de la nueva esperanza en Francia, con el ascenso al poder de Francois Miterrand, pero en el que también la extrema derecha ganaba espacio con Jean Marie Le Pen aterrorizando a los más liberales. Eran los tiempos en que América Latina todavía vivía las secuelas del  pesado fardo de las dictaduras nacidas en los años 70.  Y  como ocurre siempre en los pueblos, hubo gente valiente que levantó sus brazos y sus voces para corear juntos libertad y democracia. Por eso vienen a mi memoria las valientes abuelas y madres de la Plaza de Mayo, quienes en caminata silenciosa enarbolaban los nombres de sus seres queridos desaparecidos por los gorilas.

Fui a París, la ciudad del saber y del arte, cargando varias maletas llenas de muchas ilusiones.  Era muy joven, 26 años, y quería beber la savia del mundo, allí en el lugar donde habían nacido las grandes ideas que motorizaron los movimientos más importantes en la humanidad: el enciclopedismo que alimentó a los revolucionarios de la Revolución Francesa. Fue allí donde la revolución industrial se sintió con furor, y la torre Eiffel simboliza el triunfo del acero como elemento de la productividad capitalista. París fue también la ciudad donde nació la comuna de París que buscaba frenar el rápido avance del capitalismo.  Ansiaba a toda costa observar hasta que me agotara de tanto ver, los monumentos, símbolos del arte universal, el Louvre y las obras de Leonardo Da Vinci, o los grandes del impresionismo francés.

Al llegar a la tierra de mis ilusiones, comprendí que era una extraña, una desconocida, una extranjera, una más en el inmenso mar de los jóvenes de todo el mundo que habían acudido a beber de la cultura francesa. Encontré latinos que venían de todo el continente, así como portugueses, haitianos, africanos, españoles, suecos, magrebinos, japoneses, israelitas…. Y así, luego de haber disfrutado y satisfecho mi fascinación por la histórica ciudad, decidí aprehender de su cultura, sin olvidar lo que era, lo que había sido y de dónde venía.

Esos cinco años de vida parisina abrieron mi mundo y cambiaron mis perspectivas de ver las cosas. El gran aprendizaje lo obtuve durante mis encuentros desiguales con el maestro Ruggiero Romano. Su personalidad arrolladora y su imponente figura, todavía me persiguen. Me obligó a cuestionar lo que sabía y había aprendido. Me obligó a nacer  de nuevo a los 26 años, porque tuve que desaprender todo lo aprendido para reaprender nuevas cosas y sobre todo nuevas formas de analizar la realidad.  Me obligó a leer y a cuestionar lo que leía. Entusiasmada por el impulso intelectual de Romano, y los historiadores de la Escuela de los Anales, quise llevarme todo el conocimiento posible. Fui a todas las conferencias que pude. Logré colarme en la multitud para escuchar a los grandes intelectuales de la época. Visité con avidez los museos de la ciudad y de sus entornos. Fui una y otra vez porque quería retratar en mi mente todas y cada una de sus muestras. Leí todo lo que pude, aunque no tuviese dinero para comprar  los libros que quería, por eso me hice asidua de las bibliotecas y librerías, especialmente de la maravilla arquitectónica del Centro George Pompidu y de la famosa librería FNAC. Tanto me marcó París, que cuando he tenido la oportunidad de volver a visitarla, repito los trayectos y vuelvo a los lugares habituales, y me doy cuenta que a pesar de que el mundo ha cambiado, que aquello que defendíamos hace más de tres décadas, hoy tiene otros matices, que ya no somos los jóvenes de ayer y que muchas de nuestras ilusiones fueron derrotadas; sin embargo, París sigue siendo la ciudad imponente que conserva su misma belleza, como si el tiempo no transcurriera por sus calles, avenidas y monumentos. 

Romano me hizo ir a los archivos y trabajar las fuentes. Trabajé cada tarde, durante dos años en los archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores. Me hizo leer teoría y hasta literatura. Como había decidido trabajar la dictadura de Ulises Heureaux, me obligó a buscar otras referencias teóricas sobre las dictaduras. El libro Dictature et Légitimité [i],  y De la Tyranie de Léo Strauss [ii], marcaron para siempre mi existencia. El primero a través de los trabajos de diferentes especialistas, me hizo ver cómo nacieron las dictaduras en el transcurso de la historia, y cómo algunas lograron convertirse en legítimas, y a veces, legales.  La diferenciación de ambos conceptos fue revelador para comprender las dictaduras latinoamericanas del siglo XIX, llamadas también positivistas por su defensa del binomio "orden y progreso".  El segundo libro, aunque era una nueva edición de un libro de los 50, fue una verdadera revelación porque me hizo comprender la siquis de los tiranos y dictadores, sus dramas existenciales y sus miedos.  Luego leí las novelas latinoamericanas sobre las dictaduras como Yo el supremo de Roa Bastos y El Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias.

Una época hermosa donde aprendía el oficio de historiar bajo la guía de Romano. Unos años cuya única preocupación, además del escaso dinero para vivir en una ciudad tan cara, era aprender, leer y ver todo cuanto podía.

Llegué al país en diciembre de 1985. Creía que tenía a Dios bajo el brazo. La vida me enseñó que aquí habían otras personas que estudiaban, que tenían también el gusanillo del conocimiento, que, como yo, buscaban respuestas y que escribían. Entendí que no estaba sola y que habían otros que estaban en el mismo camino que yo. Me inserté como pude en el mundo de los historiadores. No olvido mi primer encuentro con Frank Moya. Estaba recién llegada y le había enviado mi tesis. Me recibió días después. Luego de una conversación interesante, me dijo que había analizado la investigación, yo lo observaba en silencio, luego sonrió y me dijo: "Está muy bien". Me sentí feliz. El otro día rememoraba con él este encuentro y nos reímos de buena gana. José Chez Checo y Juan Daniel Balcácer fueron los primeros en abrirme sus brazos y sus corazones, e hicieron mi camino más llevadero para insertarme en el mundo de los historiadores dominicanos.

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[i] Maurice Duverger (compilador), Dictatures et Légitimité, Centre D'Analyse Comparative des systemes politiques, PUF, París, 1982.
[ii] Léo Strauss, De la Tyrannie, París, Gallimard, 1954.

ENCUENTROS

Itinerario. Ruggiero Romano y el debate público con André Gunder Frank

Evidentemente que con esa posición se enfrentaba Romano a todas las teorías...defendidas por la intelectualidad latinoamericana o latinoamericanista. El nombre de André Gunder Frank bulle en mi mente  me remonta de nuevo a los lunes de París. Escuché sorprendida  a  un Romano más vehemente de lo acostumbrado, algo que me extrañó sobremanera, pues no sabía que pudiese ser más fogoso todavía. Expresó sus críticas a las posiciones de este autor, criticó con calor desmedido su tesis de la inserción latinoamericana al circuito mercantil después de la conquista; es decir por arte de la subsunción América se inserta en el mercado, olvidando en su argumento definir, tocar o pensar en cómo se produjo el proceso interno. Mu-Kien Sang, Romano: el principio de la duda.

El encuentro con esta América cambió muchas preguntas básicas de Romano acerca de uno de sus grandes temas: la crisis del siglo XVII y los rumbos del desarrollo euroatlántico... En fin, lo que nos dejó Ruggiero Romano es la idea que los conceptos y los modelos de la historiografía europea deben ser revisados críticamente para hacer la historia de América Latina, lo cual implica dedicarse a una historiografía que no pretenda cerrar en un esquema definido la evolución del continente.... Prof. Andrés G. Freijomil, Instituto Superior del Profesorado "Dr. Joaquín V. González",  Universidad Nacional de General Sarmiento. Instituto de Ciencias BUENOS AIRES, ARGENTINA.

El libro que sirvió de base a las ideas de André Gunder Frank fue Capitalismo y Subdesarrollo en América Latina, publicado en 1965. En esta obra el autor afirma que el subcontinente latinoamericano había iniciado a funcionar desde la conquista misma, de acuerdo al modo de producción capitalista, pues sustentaba que en el mundo moderno sólo ha existido un solo sistema económico que era la economía de mercado capitalista, sistema que ubicó a América Latina como satélite periférico del capital español y portugués. A su juicio en el continente no se produjo un sistema dual con un sector capitalista y otro feudal, pues lo que existía era una relación centro (los países capitalistas)  y periferia (América Latina) con nudos intermedios. El centro dominaba la periferia y le imponía sus improntas, sobre este tema ya hablamos en artículos anteriores.

Las ideas de Gunder Frank encontraron resistencia en muchos intelectuales de prestiigio, como Ruggiero Romano y Ernesto Laclau.  Este último publicó en 1971 el artículo "Feudalismo y capitalismo en América Latina" en el que expone los baches teóricos de Gunder Frank, sobre todo, porque aseguraba que Fran no sabía la diferencia entre capital y capitalismo. Incluso advierte a Frank que su concepción del feudalismo también es errada, al pensarlo como un sistema tan cerrado que no había posibilidad de penetración de las fuerzas del mercado, y sin embargo, la realidad histórica había demostrado otra cosa. Laclau sostenía además que Frank confundía  las relaciones sociales con las relaciones espaciales, y que en su esquema de centro-periferia no lograba explicar las relaciones de clases dentro de los países llamado satélites.

Por su parte Ruggiero Romano fue más agresivo, afirmaba que Frank padecía de "Subdesarrollo cultural", pero sobre todo que carecía de conocimientos mínimos de la historia económica de Europa, especialmente de la Edad Media. Su falta de conocimientos históricos, decía el historiador italiano, mi Maestro, lo llevaban a cometer horrores y errores, como plantear absurdamente que el feudalismo era incompatible con comercio internacional.  La polémica de Romano estuvieron presentes en todos los foros internacionales y algunos que estuvieron presentes la califican de antológica. Las palabras del propio Romano no dejan lugar a la duda[i]:

Desde hace años, André Gunder Frank, con talento digno de mejor causa, busca aperturas en revistas y revistillas en las que publica y vuelve a publicar sus escritos. Estos han sido ahora recopilados en dos volúmenes. La única ventaja que de ellos se desprende es que, de esta forma, es más fácil hallar el hilo en el informe cúmulo de ensayos y artículos. He dicho "informe cúmulo" porque André Gunder Frank es una de estas personas que se "hablan a sí mismas". Enfermo de una incurable graforrea; convencido de pergeñar a cada instante no sé qué ideas extraordinarias; persuadido del hecho de que, gracias a él y a sus escritos, la revolución americana da pasos de gigante, sigue enfermándose con sus pleitos, que son intelectual, científica y políticamente bastante inconsistentes.

Los pleitos -que André Gunder Frank cree que son tesis- son los siguientes: Partiendo de la contradicción expropiación-apropiación llega a la conclusión de que ella se configura histórica y estructuralmente de tal modo que se "extiende el vínculo capitalista, a guisa de cadena, desde las metrópolis mundiales y nacionales hasta los centros regionales (las primeras expropian una parte del excedente de los segundos) y desde éstos a los centros locales y así hasta los grandes latifundistas y comerciantes que expropian (¿por medio de qué modo de producción? observación mía) el excedente de los pequeños campesinos o arrendatarios, y tal vez, hasta el de estos últimos a los trabajadores sin tierra a quienes ellos usufructúan. En cada eslabón de esta cadena una minoría dominante de capitalistas ejerce un poder monopolista sobre la mayoría sometida, expropiando una parte o la totalidad del excedente económico por ésta producido (¿por medio de qué modo de producción? observación mía) y apropiándose para su propio uso en la medida en que, a su vez. no llegue a ser expropiada por una minoría dominante...[ii]

Romano también sostenía que no podía adecuarse de manera acrítica los conceptos de la historia europea a la América Latina. Por ejemplo, afirmaba que el concepto de feudalismo no cuenta con una verdadera definición axiomática de la economía feudal, excepto, afirmaba a la Alta Edad Media. Para Romano existía tensión entre la economía natural de intercambio y la monetaria.  En el primer caso, sostenía Romano, se establece una moneda natural-tipo, que podía ser coca, telas, cacao, conchas, etc. para hacer los intercambios. Aquí las relaciones son de tipo personal y el intercambio es directo e inmediatos.  En la economía monetaria, seguía diciendo Romano, el medio de pago era la moneda metálica y el intercambio, a diferencia del anterior, era indirecto.

Las tesis de Romano encontraron críticas y cuestionamientos de fondo. El profesor Sobrevilla [iii] toma las ideas de Romano. A su juicio el célebre historiador italiano desatiende que en el presunto feudalismo colonial iberoamericano habían fenómenos de otro carácter. Afirmaba que este feudalismo podía coexistir con un comercio de extensa cobertura, pero, sigue diciendo Sobrevilla, no consideraba en sus análisis al capitalismo incipiente que se había producido en la explotación minera.  Otro problema de la tesis de Romano según el profesor peruano, es que el historiador italiano sólo examina el presunto feudalismo colonial iberoamericano en sí mismo, insertándolo solo en el marco de la acción del capitalismo en Europa como un desarrollo exógeno.

En definitiva, todo ese viejo debate lo que demuestra es que las categorías de análisis no pueden aplicarse alegremente a cualquier realidad.  Uno de los grandes problemas en América Latina es que hemos hecho uso de recursos teóricos nacidos de realidades distintas, como Europa, y hemos tratado de adecuarlos a nuestra realidad, a veces de manera forzada.  Ahora bien, lo que sí está claro, es que las explicaciones generalizadas, como la de Gunder Frank y los teóricos de la dependencia, lo que hicieron fue ocultar las realidades particulares.  Seguimos en la próxima.



[i] Ruggiero Romano, A propósito de capitalismo y subdesarrollo en América Latina de Andre Gunder Frank, Editorial Signos, Buenos Aires, 1971. Nota Crítica del propio autor.
 
[ii] Ibídem
[iii] Sobre este tema ver el trabajo del profesor David Sobrevilla de la Universidad de San Marcos, La tesis de Mariátegui sobre el carácter feudal de la economía peruana, en Estudios de filosofía práctica e historia de kas udeasm versuñib ISSN 1851-9490
 
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