domingo, 15 de marzo de 2015

El mito esfumado del campesinado caribeño: El caso de Cuba


TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE

 

El mito esfumado del campesinado caribeño: El caso de Cuba

 

Por: Mu-Kien Adriana Sang

 

sangbenmukien@gmail.com

mu-kiensang@pucmm.edu.do

@MuKienAdriana

 

CON EL MISMO CORAZÓN

 

En el campesino aforo

con ojos del alma vi

cantaba alegre un coquí

y trinaba un tocororo.

Luego se unieron en coro

por una justa razón,

con el compás de un danzón

dijeron emocionados

aquí estamos hermanados

con el mismo corazón, Jesús Orta Ruíz

 

Iniciamos este artículo con un poema de don Jesús Orta Ruiz, conocido mejor como  “El Indio Naborí”.  Un poeta que hizo suyas las angustias, sueños y esperanzas de los hombres del campo. Considerado como el máximo exponente de las décimas no solo en su natal Cuba, sino de toda América Latina- Dicen los que lo conocieron que se caracterizaba por su extrema sencillez y su gran corazón.

Con esta introducción seguimos trabajando con el tema del campesinado caribeño.  Encontramos el trabajo de la profesora Graciela Magia Vercesi, de la Pontificia Universidad Javeriana de Colombia, quien escribió en septiembre del año 2008 el ensayo “Azúcar amarga: el inevitable oxímoron de la historia cubana, que fue publicado en la revista colombiana Tábula Rasa, No 10 correspondiente a los meses enero-junio 2009. 

Sostiene la profesora Magia Vercesi que Cuba, a diferencia del resto de la Antillas, fue una colonia española de plantación y africanización tardía.  Afirma que la isla tuvo una historia en dos tiempos-ejes.  El primero fue la colonia cuya actividad económica principal era la economía del cuero y los cultivos tropicales no intensivos.  La estructura social estaba centrada en torno a las haciendas patriarcales, “las que llevaba una vida domestizada basada en relaciones sociales bastante laxas, se tornara en un sistema de explotación capitalista que va a reproducir para los centros imperiales europeos, construidos, construidos sobre la base de la esclavitud.” [1]

El segundo tiempo se ubica en el siglo XVIII, que va desde 1762 y 1804. Afirma la autora del ensayo que Cuba comienza a rivalizar con el resto del archipiélago por el abastecimiento mundial de azúcar.  Ahí se inicia la oleada inmigratoria proveniente del África, “pero el sustrato criollo temprano había cuajado: la sociedad cubana ya era mestiza.  Por su parte, la abolición de la esclavitud fue retardada, porque se temía que con la liberación de los esclavos, el número de negros sobrepasara a la población blanca.”[2]

Un elemento interesante que defiende la autora, es que Cuba, a diferencia de Puerto Rico y la parte este de la isla de Santo Domingo, se africanizó para satisfacer la voracidad de los ingenios, envueltos en una vertiginosa carrera gracias a la demanda de Europa.

Con esta afirmación, podría decirse, que en Cuba, a diferencia de las dos colonias españolas en El Caribe insular, no contó con un campesinado fuerte.  Por el contrario, el ingenio azucarero fue tan poderoso en la economía cubana, que permeó la relación social.  Predominaban los esclavos negros.  En palabras de la autora:

Para comprender históricamente el oxímoron que expresa el mundo azucarero –dar vida tronchando vidas, “azúcar sin lágrimas”…- es necesario comprender cómo especialmente en el caso cubano, la identidad nacional se relacione con el ambivalente valor de la plantación…[3]

En el paso del tiempo, España perdió, a finales del siglo XIX su último bastión en El Caribe insular, y ya a finales de los años 30 del siglo XX, Cuba pasó del colonialismo español, con un breve período independiente, al neocolonialismo norteamericano, muy interesado en la producción azucarera cubana, como crudamente lo expresa el fragmento de la poesía Caña  del gran Nicolás Guillén:

El negro
junto al cañaveral.

El yanqui
sobre el cañaveral.

La tierra
bajo el cañaveral.

¡Sangre
que se nos va
!


Con estas aseveraciones de la profesora Magia Vercesi, el campesinado en Cuba estuvo permeado por la lógica esclavista que había impuesto el modelo azucarero.  Más que campesinos, los trabajadores de la caña era esclavos que entregaban su sudor a cambio de una mísera retribución que apenas les permitía sobrevivir.

 

Esos esclavos no formaban parte de la comunidad soñada e imaginada, de la idea de nación inspirada en las ideas del liberalismo europeo: “Naturalmente, la población negra quedaba excluida de la comunidad imaginada de nación, aunque su innegable vitalidad circulaba por las calles, los cañaverales y los campos. …  Finaliza su reflexión diciendo:

 

No estoy negando la influencia obvia del mestizaje en nuestro carácter, sino señalando que hay otro plano ni blanco ni negro ni mestizo, donde el blanco, el negro…verifican su cubanidad. Es una zona no racial, aunque sí profundamente popular…

 

Así pues, todo parece indicar que el campesinado, como lo conocemos aquí, en esta media isla caribeña, no fue un fenómeno común en el Caribe.  Que nuestro utopía caribeña, hoy esfumada fue un producto local, quizás por el surgimiento de las pequeñas unidades productivas, en contraposición a la plantación.  Aquí convivieron, no necesariamente armónicamente,  el campesinado y sus pequeñas parcelas productivas de productos menores y la gran plantación cañera expandida en el siglo XIX, gracias a la migración cubana; así como el hato ganadero dominante en el este del país. 

 

MAGIA
Estoy viendo, como quien
sueña en una noche triste,
paisaje que ya no existe
con ojos que ya no ven.
Magia de supremo bien
hay en el recuerdo mío,
cuyo visual poderío
desde un mirador profundo,
está repoblando el mundo
que se me quedó vacío, Jesús Orta Ruiz



[1] Graciela Magia Vercesi, “Azúcar amarga: el inevitable oxímoron de la historia cubana” Revista  Tábula Rasa, No 10, enero-junio 2009.  http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=39612022012.
[2] Ibídem
[3] Ibídem

HOLANDA EN EL CARIBE


TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE

 

Holanda en El Caribe, 1.

 

Por: Mu-Kien Adriana Sang

 

sangbenmukien@gmail.com

mu-kiensang@pucmm.edu.do

@MuKienAdriana

 

Tomando forma

Del poeta de la isla San Martin Lana M. Sekou

 

Cuídense de nuestro disfranz

De generación perdida

Vestidos con las ropas

De juventud de nuestros padres

Modas de Naftalina

Como conservando acciones pasadas

Nosotras la generación

En uniforme de faena

De la pasada guerra

Cuídense de nuestro disfraz

Huérfanos pretenciosos

Que demandan amor

Detrás de sonrisas de George Washington

Nosotros la generación

Que esconde las nalgas en jean de diseño exclusivo

Y aplasta su forma africana

En baratas imitaciones europeas

Nosotros la generación

A la que el enemigo considera atrapada al fin

Gracias mi Dios todo blanco

Los he atrapado al fin.

 

El Caribe está marcado por su historia de colores, en la eterna tensión impuesta por los europeos que llegaron a conquistar, a infligir ataques a España, el imperio que por accidente se había convertido en dueño de los mares y tierras del grupo de islas e islote colocados en el corazón de América. Llegaron, se apoderaron de una tierra y se convirtieron en plantadores y dueños de esclavos. De este proceso nacieron nuevas expresiones culturales. En esa mezcla de indios, africanos, blancos esclavistas, blancos pobres, sirios… en fin de todas partes.

 

Europa llegó para imponerse y para quedarse.  Llegaron  en el siglo XV los españoles primero, después los ingleses, franceses, y luego los holandeses. El Caribe holandés es sin lugar a dudas el menos conocido, pero jugó un papel importante en el proceso de europeización  en el período  colonial, pero sobre todo en la implantación del sistema de plantaciones. Como afirma la profesora Ana Crespo Solana en el ensayo “Holanda en el Caribe desde la perspectiva comparada. Aportación al debate sobre los modelos de expansión en los siglos XVII y XVIII”:

 

La expansión holandesa en el mundo atlántico ilustra una historia que se muestra paralela a la presencia de otras naciones mercantilistas y expansionistas.  Aportó un importante grano de arena en la configuración del mundo atlántico, pero no fue del todo una excepción desde el punto de vista compasivo, con las formas de conquista, colonización, creación de espacios y sociedades, desarrollo de sistemas económicos, así como con el resto de los procesos de configuración impulsado por la llegada de otras naciones. [1]

 

Holanda no tuvo, no tiene, la importancia en el Caribe como Inglaterra o Francia.  Sin embargo, a juicio de la profesora este imperio europeo supo imponerse sin desarrollar la rivalidad. Afirma que se proyectaron diversos ensayos de colonización demográfica que no tuvieron éxito. Pero sí desarrollaron una importante red de contrabando y comercio organizado que burlaban la preeminencia inglesa y francesa.  Holanda logró aprovecharse económicamente, a pesar de no contar con tantos territorios como sus rivales:

 

Uno de los capítulos más importantes de esta presencia tiene, no obstante, un marcado cariz capitalista y economicista ya que redes de mercaderes holandeses, muchos de ellos de origen judío serfardí, asentados en Amsterdam, propiciaron el desarrollo de las economías de plantación con el incremento de las intervenciones financieras, lo que daría lugar a la materialización de lo que fue la economía de plantación… Este modelo sería conocido en el marco de la economía política del Caribe como el de las sugar island, y fue un modelo que impuso un sistema económico común en la mayor parte de las Antillas, especialmente de las no hispánicas, y cuyo impacto en la configuración social y económica de dichas islas ha perdurado en el tiempo sobreviviendo incluso a la abolición de la esclavitud. [2]

Así pues, según esta investigadora, el modelo de plantación, creado por Holanda, fue seguido por las demás colonias.  Sostiene también que la historiografía ha marcado dos grandes áreas geográficas de influencia holandesa.  En el plano continental en América tuvo cierta influencia en Chile, Perú y Río de la Plata, lugares que tuvieron una gran influencia comercial.  A finales del siglo XVI su activismo en el Caribe y en Guayana fue grande. Las llamadas Antillas Neerlandesas o Antillas Holandesas o Indias Occidentales Holandesas estaba comprendido hasta el 10 de octubre del año 2010 por seis pequeñísimas islas: las islas de Saba y San Eustaquio, el sur de la isla de San Martín, pues la parte norte pertenece a Francia; y las islas mayores de Curazao, Aruba y Bonaire, ubicadas en la costa occidental de Venezuela.  El siglo XVII fue clave en la inserción holandesa en El Caribe:

A partir de la década de 1630-1640 el interés económico holandés por el Caribe y las Guyanas implicaba, ya no eventuales expediciones comerciales, sino la creación de un circuito comercial, establecido sobre unas bases político administrativas y socio  económicas. Dado su peculiar sistema político, basado en una república federal con provincias autónomas gobernadas por los Estados Provinciales… las provincias marítimas de Holanda… y sus élites mercantiles fueron las que tomaron el impulso de diseñar lo que sería la política colonial… basada…en la creación de compañías monopolísticas por acciones, como la West-Indische Compagnie …[3]

Así pues, así se diseñó la política colonial holandesa; la cual a diferencia de la española, no creó instituciones administrativas ni legislativas sobre las colonias.  Todo era simple, en la metrópolis se crearon almacenes que estaban dedicados a la administración comercial y al almacenamiento de mercancías, pero no eran organismos con competencia jurídicas.  A partir del año 1621 se comenzaron a proyectar empresas de colonización comercial y demográfica; que en verdad era proyectos económicos, más que políticos. En realidad no eran más que empresas privadas que estaban dirigidas por un jefe de expedición, que había recibido de parte de la Corona y el Parlamento los permisos necesarios para la expedición. Su objetivo era crear una empresa de agricultura intensiva y de plantaciones que se complementaría con el comercio a través de una vía regular con la metrópoli.  “Buscaban hacer crecer la colonia con una mano de obra indígena o esclava a través de distintos sistemas  de control de producción y de la explotación”[4].  El resultado fue que se implantó en las colonias del Caribe no hispano, sociedades sustentadas en el modelo de plantaciones, con una gran población negra esclava y con absentismo de parte de los plantadores. 

La profesora Crespo sostiene que el impacto más importante de la presencia holandesa en El Caribe fue fundamentalmente económica.  A partir del control de Cuazao en 1634, se inició una etapa en la que “el capital neerlandés en América influirá en la materialización de los sistemas económicos de la plantación…” Más aún, sigue diciendo, los holandeses lograron penetrar en las zonas de influencia de Inglaterra, España y Francia.  Tenían el claro objetivo de desestabilizar el comercio de los imperios rivales, especialmente el español.  “Las casas de comercio holandesas buscaban desestabilizar el comercio español de la ruta de las flotas y galeones, que dejaba muchas zonas aisladas de su principal ruta comercial. Los mercaderes holandeses pretendían extraer productos americanos con destinos a Europa, pero al mismo tiempo abrieron cauces de intercambio debido a la demanda en algunas islas antillanas, como Puerto Rico y la propia Cuba, de ciertas mercancías que las flotas españolas no podían abastecer…”[5]

Lamentablemente el espacio se agotó.  Seguiremos en la próxima.

 

 



[1] Ana Crespo Solana, “Holanda en el Caribe desde la perspectiva comparada. Aportación al debate sobre los modelos de expansión en los siglos XVII y XVIII”, CATHARUM, Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, http://www.academia.edu/390300/Holanda_en_el_Caribe_desde_la_perspectiva_comparada._Aportaci%C3%B3n_al_debate_sobre_los_modelos_de_expansi%C3%B3n_en_los_siglos_XVII_y_XVIII.
[2] Ibídem
[3] Ibídem
[4] Ibídem
[5] Ibídem


TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE

 

Holanda en El Caribe, 2

 

Por: Mu-Kien Adriana Sang

 

sangbenmukien@gmail.com

mu-kiensang@pucmm.edu.do

@MuKienAdriana

 

Tambores, Jean-François Brierre

Vísteis caer al indio

en los colmillos de perros feroces

y cuando izaron el cuerpo real y rojo

de nuestra dulce reina indeciblemente bella,

el hada,

la cantora,

la madona india,

la palpitante,

la del más dulce ritmo inscrito a lo largo de un cuerpo,

la lánguida Anacaona,

tres testigos fuísteis en sentiros heridos:

la luna cantada por ella la poetisa

y que se sintió morir en sus ojos,

la luna, página de cobre

que esperaba el poema indio de su amor,

la cruz...

y vosotros, grandes exiliados, invencibles rebeldes,

soberbios insumisos torturados por los siglos

porque deslizábais vuestras detonaciones

en las palabras de las elegías y los conciertos nocturnos.

Y sollozáis aún como al pie de un cadáver

desde cuando la gran sombra trágica

se tendió en vosotros como en un féretro.

(Tomado de M. Laroche, Haití et sa littérature, Ageum, Québec 1963)

 

La semana pasada iniciamos una serie sobre el Caribe holandés. Para desarrollar el tema, utilizamos un interesantísimo ensayo de la profesora Ana Crespo Solana titulado “Holanda en el Caribe desde la perspectiva comparada. Aportación al debate sobre los modelos de expansión en los siglos XVII y XVIII” [1].  Como no pudimos terminar de presentarlo por razones de espacio, continuamos en esta semana.

 

La profesora señala algo interesante. Dice que al inicio, el modelo económico colonial de los holandeses en El Caribe se inició con el cultivo tabaco, pero luego cambió al azúcar, porque era más rentable para el sistema de implantación agrícola dependiente del capital que los comerciantes holandeses aportaban a las islas antillanas. Pero el modelo no se circunscribía a sus posesiones, sino que trascendían sus propias fronteras. Así, para la segunda mitad del siglo XVII, las plantaciones en Barbados habían crecido gracias a los holandeses. Allí “habían aportado su peculiar paquete de servicios financieros, fletes y mano de obra esclava, así como el comercio de contrabando que se hacía desde Curazao, eran muy rentables para las firmas de Amsterdam… por dos razones. Las zonas de monocultivo de plantación necesitaban una provisión de mano de obra esclava y una conexión por mar con fletes competitivos, que en gran parte eran aportados por el capital holandés en su calidad de intermediario” [2]

 

En esta lógica, sostiene la profesora, en las pequeñas islas antillanas, como San Eustaquio y Surinam, los holandeses no solo instalaron grandes plantaciones, sino que se convirtieron en las bases fundamentales para poder competir con otras zonas por su alto nivel de productividad, pero al mismo tiempo, se desarrollaba un activo comercio al margen de las firmas oficiales y estatales, y del circuito de las flotas españolas:

 

El control de los distintos centros productivos de una economía anclada en modelos tradicionales era para los holandeses casi una premisa para lograr su posición de mayor beneficio y convertirse en intermediarios (en capital y fletes) de los aprovechamientos económicos que pudieran ofrecer otras zonas marginales de América.  En Brasil fue la primera vez que los holandeses conseguían adueñarse de la producción de una zona azucarera para el transporte monopolizado a Amsterdam. [3]

Así pues, la metrópoli holandesa no solo había instaurado el sistema de plantaciones en sus islas y desarrollaban su propio comercio, sino que además se convirtieron en los transportistas estelares del comercio.  Consiguieron con astucia y dinero penetrar otros mercados, incluyendo al español, que no tenía la capacidad de responder a la demanda de flotas. “Su inferencia en articular los circuitos del comercio intracaribeño (lo que ellos llamaban Keline Vaart) fue una de las actividades que más beneficios directos les reporto… este Keline Vaart (fue) el fenómeno más rentable en la historia del Caribe en el siglo XVIII. Esta navegación pronto enlazó con un Grote Vaart directo desde la metrópolis, que había supuesto el verdadero triunfo del comercio directo neerlandés…” [4]

 

Otro elemento interesante que destaca la profesora es que en el modelo holandés también existía una sociedad mercantil que vivía del contrabando; más aún, el negocio de los piratas, además de ser parte de la idiosincrasia caribeña, fue también una forma de vida y de supervivencia de los colones holandeses. Según los datos localizados en el comercio ilegal, los mayores intercambios se producían entre las islas de San Eustaquio y de Curazao.  Gracias a este comercio paralelo, algunas islas, dice la autora, como por ejemplo Barbados, que gracias a esta actividad,  pudo transformase “de isla inútil” a un centro azucarero en manos británicas de gran productividad:

 

El enorme desarrollo del comercio intra-caribeño en la segunda mitad del siglo XVIII se debe a muchos factores.  En la segunda mitad del siglo XVIII, este comercio era una forma adecuada y rentable de proveerse también de producto de abastecimiento para sus propios territorios coloniales en una época en que la situación atlántica se resentía por las numerosas guerras. La escasez o abundancia de ciertos productos en algunas regiones influyó en un incremento de las relaciones comerciales de las distintas islas y áreas continentales caribeñas, siendo Venezuela uno de los focos más activos…[5]

 

Así pues, a pesar de que Holanda no tenía grandes posesiones en El Caribe, fue clave en el desarrollo del modelo de las plantaciones, en el transporte de mercancía y en la intermediación financiera. Estaba claro también que a Holanda no le interesaba el control político en la zona. Le bastaba con obtener ganancias.  Sus pequeñas posesiones eran suficientes para sus apetencias económicas. Los temas de dominio político y hegemonía en la zona se los dejaba a los ingleses y franceses.  Los españoles, en el siglo XVIII y principios del siglo XIX, estaban muy ocupados intentando manejar todo un continente bajo su control y poder.  Así concluye este interesante ensayo de la profesora española:

 

A largo plazo, los negocios neerlandeses caribeños continuaron diversificando sus conexiones con distintas áreas productivas que controlaban para transportar sus productos, incluyendo el avituallimiento de la mercancía humana, los esclavos y así seguir invirtiendo masivamente en las plantaciones y en el comercio de contrabando, que siguió su propia evolución interna hasta ya entrado el siglo XIX.[6]

 

Así termina esta narración.  Seguiremos con el Caribe Holandés desde la perspectiva del historiador y amigo dominicano Frank Moya Pons, expuesto en su obra sobre Historia del Caribe. Hasta la próxima.



[1] Ana Crespo Solana, “Holanda en el Caribe desde la perspectiva comparada. Aportación al debate sobre los modelos de expansión en los siglos XVII y XVIII”, CATHARUM, Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, http://www.academia.edu/390300/Holanda_en_el_Caribe_desde_la_perspectiva_comparada._Aportaci%C3%B3n_al_debate_sobre_los_modelos_de_expansi%C3%B3n_en_los_siglos_XVII_y_XVIII.
[2] Ibídem
[3] Ibídem
[4] Ibídem
[5] Ibídem
[6] Ibídem

AMOR Y MITO EN LA CUBA COLONIAL


TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE

 

Amor y mito en la cuba tradicional. Una aproximación

 

Por: Mu-Kien Adriana Sang

 

sangbenmukien@gmail.com

mu-kiensang@pucmm.edu.do

@MuKienAdriana

 


                                             


Desde el mismo hermoso día

En que te fuiste de aquí,

No hay consuelo para mí,

Adorada prenda mía.

Ya se acabó mi alegría,

Ya tuvo fin mi contento,

No encuentro divertimento

Que mi dolor apacigüe

Y estoy más triste que un jigüe

Cuando lo desgaja el viento

Rigores de tu ausencia, Juan Cristóbal Nápoles Fajardo.

Vuelvo a retomar la columna que abandoné a finales de diciembre. Involucrada en múltiples actividades laborales y personales, no tenía el espacio mental para escribir esta columna, la cual, por sus características, tengo que buscar, investigar y leer mucho antes de sentarme a escribir estas casi mil palabras.

Inicio este ciclo del año 2015 justamente en el día dedicado al amor.  Para escribir hago un programa de temas.  Decidí parar, pues ¡Qué mejor iniciar el ciclo de este año hablando sobre algunas leyendas sobre el imponderable del amor! Me desilusioné mucho.  Existen, por lo menos hasta donde pude buscar, pocos estudios realizados, o por lo menos publicados en torno al tema.  Hurgando como lo hago, localicé muchas poesías de amor, escritas por poetas de la zona, que son caribeñas porque fueron escritas aquí, no porque abordan un tema específico relativo al Caribe. Gracias al cielo, localicé  el trabajo de la profesora Mercedes E. Jogar Velázquez. De la Universidad Vladimir L, me  arrojó alguna luz y me dio paz. ¡Podía escribir mi artículo!

El trabajo en cuestión se titula “Mitos y leyendas cubanas en la décima escrita”, publicada en la Revista Caribeña de ciencias sociales editada por la Universidad de Málaga y corresponde al primer trimestre de este año.

Dice la profesora Jodar que el amor forma parte de los mitos y leyendas, porque son modalidades del saber popular que se transmiten de forma oral en los pueblos.  Ellos constituyen la tradición, el modo de pensar y actuar de las personas.  El amor, la forma de aproximarse al ser que se busca en compañía está cargado de un imaginario colectivo en el que se entremezclan ideologías, valores y creencias. No cabe duda, sigue diciendo, que forman parte de la cultura y constantemente se reinventa con alegorías “que surgen como consecuencia de la fe viviente necesitada de milagros y generadoras de leyendas cuya esencia no encontramos en la mera lectura de un texto, sino en el estudio combinado de la narración y el ambiente social y cultural en que ocurren.”

En relación a la riqueza mitológica de Cuba, la profesora Jodar afirma con orgullo, que es riquísima, casi inagotable. Parafraseando al gran Alejo Carpentier señala que a pesar del tiempo, “está muy lejos de haber agotado su caudal de mitología”.  ¿Saben por qué? Porque sencillamente está envuelta en la exteriorización, en la imaginación humana y en la fantasía, más aún, “en la naturaleza creadora con formas extrañas y figurativas, elementos que motivan el genio poético en los escritores, fuente natural que los estimula a lograr obras originales y admiradas…”

La mitología mayor cubana, sigue exponiendo la autora, se refiere especialmente a su tierra, el terruño amado que vio nacer a sus hombres y mujeres.  Sin embargo,  en todas se refleja el deseo del amor y la compañía. Una de las palabras más utilizada y polémica es el término jigüe, que es de origen indígena, otros afirman que es africano.  Ese término es muy utilizado en los poetas. Según los lingüistas el jigüe es un árbol silvestre, pero también se utiliza para identificar al duende  que protege, y tiene la particularidad, sea indio o negro, que alborota las aguas para llamar la atención de sus amados. La noción de jigue-árbol es expuesto en el poema de amor que  engalana esta columna.  El jigue-duende ha sido también objeto de poemas, décimas y cánticos:

El hijo de una mentira.

Piedra que sola se tira.

Una verdad de burbuja

Negrito que se dibuja

En las páginas del miedo.

Sombra huidiza, remedio

De duende, chamico, jigüe

Madre de aguas averigüe

Que decirle más no puedo… Renal González Batista, Versiones del Güije

Este negrito duende abandonado fue el fruto de un arrebato pasional sin amor. Por eso es un ser burbuja, el fruto de un arrebato. Pero el amor en la tradición y mitología cubana tiene otras expresiones, en sueños inconclusos, en mujeres inexistentes, en mitos que caminan, en seres añorados e imposibles:

   Sirena soy en mi nombre,

En el mar me han conocido.

Y mi cuerpo no ha podido

Ser jamás mujer o hombre.

Mírame sin que te asombres

De tan extraña belleza,

Ocultando la cabeza

Y bajándola después:

Suelto mi cola de pez

Y me vuelvo una princesa. Samuel Feijoo, Sirenas.

Y es que el amor tiene tantas manifestaciones, a veces tan disímiles, extrañas como sublimes.  En la mitología caribeña, cubana para este espacio, el imaginario se expresa casi de forma imposible, con sueños de mujeres tan maravillosas como inimaginables e inexistentes.  En palabras de la autora: “La relación entre unos y otros elementos mitológicos está en ocasiones bien justificada; tal es el caso de la siguapa que, aunque para el Larousse en Cuba y Puerto Rico es un ave de rapiña, se inserta de manera coherente en nuestra mitología como la mujer del jigüe… presenta características sui géneris y quiméricas… chiquita, de color negro, con el cuerpo cubierto de pelos, siempre desnuda, los pies planos… los dedos hacia atrás, el cabello muy largo, no habla, tiene un movimiento circular continuo de la cabeza…

El hombre nada sospecha.

Desnudo sobre la arena

Puede que tenga un apena.

Pero la siguapa acecha

Buscando abrir una brecha

En el corazón del hombre.

Ella espera, no se asombre

De su profusa pelambre,

Hembra repleta de hambre

Roja lujuria sin nombre…

Sola la noche traspasa…

Busca tener para su amor otro ser

En la leyenda camina

Como una profunda espina

Que vigila al caminante.

Mito, no conoce instante.

Ah! Ingenuidad campesina… Rodolfo de la Fuente, Siguapa 

Así es el amor, como el mito. Un producto del corazón, del imaginario personal y colectivo, de la necesidad de los seres humanos de estar juntos, de recrear con su cuerpo la pasión y la compañía, para no transitar solo por los caminos que le traza la existencia.  ¿Es el amor un mito? ¿Es el mito fruto del amor?