viernes, 29 de marzo de 2013

La utopía del thymos


 

La utopía del Thymos 



 Cuando alguien asume un cargo público, debe considerarse a sí mismo como propiedad pública. Tomás Jefferson

El enemigo más temible de la democracia es la demagogia. Alfred Croiset

El político debe tener: amor apasionado por su causa; ética de su
responsabilidad; mesura en sus actuaciones. Max Weber


 

Después de una larguísima campaña electoral se impone preguntarle al nuevo dueño de la situación si el Thymos será su guía para la acción gubernamental. Muchos de ustedes se preguntarán y ¿Qué es el thymos? ¿De dónde viene esa palabra?

 

El TIMO es una gládula, que según el Dr. John Diamond tiene funciones muy   importantes en el organismo.  Señala que  en los primeros años del vida, la glándula produce una especie de linfocitos especiales, los glóbulos T, vitalmente importantes para la vigilancia inmunológica; es decir, la discriminación entre el ser propio y lo demás, o entre lo "bueno" y lo "malo". Señala  el científico que la glándula timo influye  asimismo sobre el proceso de crecimiento. Pero sobre todo, la  glándula en cuestión controla y regula el flujo de energía a través del sistema de energía del organismo, poniendo inmediatamente en marcha muchas medidas correctivas  para contrarrestar los desequilibrios tan pronto se presenten. Su objetivo final es alcanzar el equilibrio y la armonía de la energía corporal. Así pues, se sabe desde hace miles de años que la glándula timo constituye la sede o asiento de la energía vital.  Afirman que una glándula timo sana y activa contribuye a una salud vibrante y positiva.

 

Los científicos que han estudiado el tema concluyen que para ellos ha resultado extrañamente irónico y paradójico que ellos, los  médicos, hayan podido encontrar una clave para comprender el funcionamiento de la "misteriosa" glándula timo precisamente en el significado de la palabra.  Proviene del término griego thymos que era considerada una de las palabras más significativas, complejas  y difíciles del griego antiguo. Según Julian Jaynes, uno de los estudiosos de la etimología y ontología del thymos,  fue, junto con otros seis términos traducidos habitualmente como mente, espíritu o alma, el ingrediente clave en la evolución de la conciencia.
 


Los primeros que hicieron uso de la palabra fueron los filósofos griegos.  El primero que habló de ello fue Sócrates.  Después Platón la utilizó asimilándola al "ánimo" y al "coraje", dándole a la palabra un significado espiritual. Por su parte, Aristóteles le imprimió a esa fuerza un sentido ético. Al revisar estas conclusiones de los grandes filósofos, es posible que los griegos hayan conocido las funciones de la glándula timo y la aplicaron a la acción al espíritu transformador que implica en la política y al ejercicio del poder.


 
En la Ilíada, dice Jaynes, los dioses decían a los seres humanos qué debían hacer y cómo debían sentirse. Posteriormente, la palabra thymos pasó a tener un significado más activo. En esta fase el thymos fue interpretado como el lugar donde se depositaba la fuerza o vigor.  Los griegos decían que había un diálogo permanente entre el hombre y el thymos.  A través de esa relación dialéctica, le dotaba de fuerzas para guerrear y le instaba al amor y a la victoria. En la Ilíada, Aquiles dice: "Despertándose como humo en los pechos de los hombre, incluso cuando Agamenón me provocaba; pero olvidémonos del pasado, y aplaquemos al thymos en nuestros pechos."

 

En resumen, después de este breve recuento, podemos concluir que el thymos es la sede de la energía vital. Los estudiosos de la timología señalan que en la actualidad estamos viviendo su tercera Edad de Oro, pero aún así sigue manteniendo el principio básico. El Thymos se refiere al alma y sus motivaciones para la acción. Así, hoy en el siglo XXI, todavía la humanidad necesita darle valor a las cosas, pero también a sí mismo, y sobre todo, a los demás. Y al hacerlo valoraría, en su justa dimensión, a las acciones humanas y a todas las cosas de su entorno.


Uno de los que retomó el concepto del Thymos fue Francis Fukuyama en su polémico libro El fin de la Historia y el último hombre.  El autor de la obra, que generó un verdadero foro de discusión a nivel mundial sobre el curso de la historia y hacia dónde se dirigía la sociedad, señala que  
"Thymos es algo así como un innato sentido humano de la justicia; creen que tienen un cierto valor, y cuando otras personas actúan como si fuesen vale menos--cuando lo hacen no reconocen su valía en su valor correcto--estén enojados. La relación íntima entre la autoevaluación y la ira puede verse en la palabra inglesa sinónima de ira, "indignación". "La dignidad" se refiere al sentido de la persona de autoestima; "dignation" surge cuando algo ocurre ofender a ese sentimiento de pena."
 
El Thymos, después de este recorrido, constituye algo así como un innato sentido humano de la justicia, y como es la sede sicológica de todas las virtudes nobles como altruismo, idealismo, moralidad, sacrificio, coraje y honorabilidad, debería guiar la acción humana, en especial de los que detentan el poder.


 
¿Qué significado podría tener el Thymos en la sociedad de hoy? Mucho.  En esta sociedad en que la solidaridad, la ética, la tolerancia y el amor son condiciones ausentes, hacer uso del thymos, es decir de ese sentido noble de las virtudes y la justicia, es un imperativo categórico.

 

Tal vez esta teorización escrita en apenas novecientas palabras no sean más que un ejercicio intelectual vano.  Yo creo que la ciudadanía debe exigir a los nuevos dueños de la situación que el thymos, es decir, la ética y la justicia no sean utopías ni sueños, sino realidades.  Es la única forma de evitar el embrujo que provoca el poder, el mismo que los griegos llamaron la megalotimia.  Que Dios nos ampare. Amén.

 

mu-kiensang@hotmail.com

 

PUBLICADO EN AREITO, PERIODICO HOY EL 23 DE JUNIO 2013

La utopía del thymos


 

La utopía del Thymos 



 Cuando alguien asume un cargo público, debe considerarse a sí mismo como propiedad pública. Tomás Jefferson

El enemigo más temible de la democracia es la demagogia. Alfred Croiset

El político debe tener: amor apasionado por su causa; ética de su
responsabilidad; mesura en sus actuaciones. Max Weber


 

Después de una larguísima campaña electoral se impone preguntarle al nuevo dueño de la situación si el Thymos será su guía para la acción gubernamental. Muchos de ustedes se preguntarán y ¿Qué es el thymos? ¿De dónde viene esa palabra?

 

El TIMO es una gládula, que según el Dr. John Diamond tiene funciones muy   importantes en el organismo.  Señala que  en los primeros años del vida, la glándula produce una especie de linfocitos especiales, los glóbulos T, vitalmente importantes para la vigilancia inmunológica; es decir, la discriminación entre el ser propio y lo demás, o entre lo "bueno" y lo "malo". Señala  el científico que la glándula timo influye  asimismo sobre el proceso de crecimiento. Pero sobre todo, la  glándula en cuestión controla y regula el flujo de energía a través del sistema de energía del organismo, poniendo inmediatamente en marcha muchas medidas correctivas  para contrarrestar los desequilibrios tan pronto se presenten. Su objetivo final es alcanzar el equilibrio y la armonía de la energía corporal. Así pues, se sabe desde hace miles de años que la glándula timo constituye la sede o asiento de la energía vital.  Afirman que una glándula timo sana y activa contribuye a una salud vibrante y positiva.

 

Los científicos que han estudiado el tema concluyen que para ellos ha resultado extrañamente irónico y paradójico que ellos, los  médicos, hayan podido encontrar una clave para comprender el funcionamiento de la "misteriosa" glándula timo precisamente en el significado de la palabra.  Proviene del término griego thymos que era considerada una de las palabras más significativas, complejas  y difíciles del griego antiguo. Según Julian Jaynes, uno de los estudiosos de la etimología y ontología del thymos,  fue, junto con otros seis términos traducidos habitualmente como mente, espíritu o alma, el ingrediente clave en la evolución de la conciencia.
 


Los primeros que hicieron uso de la palabra fueron los filósofos griegos.  El primero que habló de ello fue Sócrates.  Después Platón la utilizó asimilándola al "ánimo" y al "coraje", dándole a la palabra un significado espiritual. Por su parte, Aristóteles le imprimió a esa fuerza un sentido ético. Al revisar estas conclusiones de los grandes filósofos, es posible que los griegos hayan conocido las funciones de la glándula timo y la aplicaron a la acción al espíritu transformador que implica en la política y al ejercicio del poder.


 
En la Ilíada, dice Jaynes, los dioses decían a los seres humanos qué debían hacer y cómo debían sentirse. Posteriormente, la palabra thymos pasó a tener un significado más activo. En esta fase el thymos fue interpretado como el lugar donde se depositaba la fuerza o vigor.  Los griegos decían que había un diálogo permanente entre el hombre y el thymos.  A través de esa relación dialéctica, le dotaba de fuerzas para guerrear y le instaba al amor y a la victoria. En la Ilíada, Aquiles dice: "Despertándose como humo en los pechos de los hombre, incluso cuando Agamenón me provocaba; pero olvidémonos del pasado, y aplaquemos al thymos en nuestros pechos."

 

En resumen, después de este breve recuento, podemos concluir que el thymos es la sede de la energía vital. Los estudiosos de la timología señalan que en la actualidad estamos viviendo su tercera Edad de Oro, pero aún así sigue manteniendo el principio básico. El Thymos se refiere al alma y sus motivaciones para la acción. Así, hoy en el siglo XXI, todavía la humanidad necesita darle valor a las cosas, pero también a sí mismo, y sobre todo, a los demás. Y al hacerlo valoraría, en su justa dimensión, a las acciones humanas y a todas las cosas de su entorno.


Uno de los que retomó el concepto del Thymos fue Francis Fukuyama en su polémico libro El fin de la Historia y el último hombre.  El autor de la obra, que generó un verdadero foro de discusión a nivel mundial sobre el curso de la historia y hacia dónde se dirigía la sociedad, señala que  
"Thymos es algo así como un innato sentido humano de la justicia; creen que tienen un cierto valor, y cuando otras personas actúan como si fuesen vale menos--cuando lo hacen no reconocen su valía en su valor correcto--estén enojados. La relación íntima entre la autoevaluación y la ira puede verse en la palabra inglesa sinónima de ira, "indignación". "La dignidad" se refiere al sentido de la persona de autoestima; "dignation" surge cuando algo ocurre ofender a ese sentimiento de pena."
 
El Thymos, después de este recorrido, constituye algo así como un innato sentido humano de la justicia, y como es la sede sicológica de todas las virtudes nobles como altruismo, idealismo, moralidad, sacrificio, coraje y honorabilidad, debería guiar la acción humana, en especial de los que detentan el poder.


 
¿Qué significado podría tener el Thymos en la sociedad de hoy? Mucho.  En esta sociedad en que la solidaridad, la ética, la tolerancia y el amor son condiciones ausentes, hacer uso del thymos, es decir de ese sentido noble de las virtudes y la justicia, es un imperativo categórico.

 

Tal vez esta teorización escrita en apenas novecientas palabras no sean más que un ejercicio intelectual vano.  Yo creo que la ciudadanía debe exigir a los nuevos dueños de la situación que el thymos, es decir, la ética y la justicia no sean utopías ni sueños, sino realidades.  Es la única forma de evitar el embrujo que provoca el poder, el mismo que los griegos llamaron la megalotimia.  Que Dios nos ampare. Amén.

 

mu-kiensang@hotmail.com

 

PUBLICADO EN AREITO, PERIODICO HOY EL 23 DE JUNIO 2013

14 DE JUNIO


Una reflexión a propósito del 14 de junio . 

Por: Mu-Kien Adriana Sang

Llegaron llenos de patriotismo,
enamorados de un puro ideal
Y con su sangre noble encendieron
la llama augusta de la libertad.

Su sacrificio que Dios bendijo
la Patria entera, glorificará

Como homenaje, a los valientes
que allí cayeron por la libertad.

14 de junio, gloriosa gesta nacional.
Tus mártires están en el alma popular
Hermanas Mirabal, heroínas sin igual
Tu grito vibrante, es el alma de la Patria inmortal.

Llegaron llenos de patriotismo,
enamorados de un puro ideal
Y con su sangre noble encendieron
la llama augusta de la libertad

Su sacrificio que Dios bendijo
la Patria entera, glorificará

Como homenaje, a los valientes
que allí cayeron por la libertad, Himno del 14 de junio

 

El pasado 14 de junio se cumplieron 52 años del surgimiento de la agrupación política 1J4, el movimiento clandestino que nació en el corazón de la juventud comprometida con el sueño esperanzador de una sociedad libre.  Algunos de los sobrevivientes afirman que la organización llegó a tener más de 6,000 militantes que cubrían todo el territorio nacional y, muy especialmente, todos los sectores sociales.

El 1J4 surgió después que los expedicionarios que llegaron en 1959 para enfrentar y derrocar a Trujillo mediante la guerra de guerrillas, fracasó. Los jóvenes soñadores fueron atrapados, torturados y muchos de ellos asesinados por los gorilas del dictador.  En homenaje a estos hombres, a finales de ese año, se creó la organización política bajo el liderazgo de Manolo Tavarez y Minerva Mirabal.  Pero meses después, en enero de 1960, fueron delatados.  Cayeron bajo la custodia asesina de los servicios de inteligencia trujillista.  A pesar de la represión, continuaron con sus aprestos. El 8 de Julio de 1960 hicieron el anuncio público de que se habían  organizado como partido.  Después del ajusticiamiento de Trujillo, el 1J4 se convirtió en la tercera fuerza política.  En 1963, una vez se produjo el derrocamiento de Juan Bosch, el primer presidente libremente electo después de la dictadura, la organización política se enfrentó al Triunvirato.  En noviembre de ese año, un grupo de seis frentes guerrilleros  se fue a las montañas para enfrentar al gobierno defacto y exigir el retorno al orden institucional. Manolo Tavarez, era el Comandante General de la guerrilla. Fue desvertebrado en poco tiempo. La guerrilla había sido improvisada.  Sus integrantes no tenían el entrenamiento debido y colapsaron al poco tiempo del levantamiento.  Los militares hicieron fiesta con los cuerpos de estos guerrilleros improvisados.

Al resumir apretadamente estos hechos de heroísmo, surge el conflicto entre la mujer historiadora y la mujer ciudadana.  La primera entiende que la acción revolucionaria fue un acto de desesperación que estaba condenado al fracaso.  No podía triunfar un movimiento guerrillero, cuyos principales actores no tenían entrenamiento militar, ni habían desarrollado ejercicios de resistencia ante las adversidades que ofrece la montaña.  La segunda, saluda el heroísmo de la juventud, que solo movida por sus sueños de un mundo mejor, sin pensar en las consecuencias, fueron capaces de ofrendar sus vidas e inmolarse.  La historiadora racionaliza y analiza los hechos y se da cuenta que para ese momento la geopolítica del Caribe era desfavorable a los movimientos demasiados liberales.  La Guerra Fría que se libraba en el mundo, partido entonces en dos mitades, no toleraba ni permitía ningún movimiento que pudiese oler a comunismo.  Cuba se había alzado en contra de la dictadura de Batista, pero los que lo derrocaron definieron el rumbo del nuevo gobierno lejos de los Estados Unidos, el líder por imposición del mundo occidental.  Fidel y su grupo se asociaron y alinearon con los enemigos de occidente, la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.   La ciudadana lo entiende, porque vivió de cerca a la generación que soñaba con un mundo igualitario y justo.

Pero la ciudadana y la historiadora también confluyeron, cuando con el correr de los años, la sociedad real construida después de los grandes movimientos sociales inspirados en la libertad, sucumbieron al encanto despiadado del poder.  Y el socialismo real se convirtió en pesadilla.  Los nuevos dueños de la situación se convirtieron en autócratas, y en nombre de los proletarios, golpearon, castigaron y negaron los principios que decían defender.  Y así, los sueños que motivaron a esos cientos de jóvenes que se alzaron a las montañas, se convirtieron en utopías.  Los jóvenes de ayer que no perdieron sus vidas, son hombres y mujeres en el otoño de sus vidas, que han tenido que sumarse a la realidad impuesta.  Sin quererlo, solo porque sucedió, forman, formamos, parte del tejido y el engranaje social.  Nuestros sueños de un mundo justo se han reducido a la lucha por la democracia y la institucionalidad, en el marco de la sociedad de mercado.

  mu-kiensang@pucmm.edu.do

PUBLICADO EN AREITO, PERIODICO HOY EL 14 DE JUNIO 2012

Carta a mi madre



CARTA A MAMA

 

Impregnada llevo en mi memoria

la nostalgia permanente de tu mirada.

Es ahora, adulta,

cuando extraño

más que nunca

tu ternura.

Añoro

mi miedo terrible a tu cólera.

Tus gestos y muecas

que objetaban

o aprobaban sin palabras.

Recuerdo

cuando,

a mi lado,

comunicabas

inquietudes y problemas.

Era entonces

inmensamente feliz

al sentirte

madre-amiga

y  no

madre-juez implacable.

Recuerdo como ahogabas

penas y desilusiones

pedaleando sin cesar

tu vieja máquina singer.

Remendando,

cosiendo no se qué.

He querido ofrendarte,

mamá,

estas simples

-muy mías-

palabras de amor.

No sé,

si son tardías mis palabras,

quizás pronunciadas

un poco antes,

nos hubiésemos ahorrado

algunas lágrimas.

Mu-Kien, 1983.

 

Mi siempre querida y adorada mamá:

Decidí escribirte después de las fiestas de celebración de tu día, convertida por esta sociedad de mercado, en una vulgar mercancía.  Es increíble, mamá, ver cómo la ley de la oferta y demanda ha llegado tan lejos que ha mercantilizado los sentimientos, incluso el más bello y noble, como es el que los hijos sentimos hacia las mujeres que nos regalaron la vida.

Han transcurrido 13 largos años de tu súbita partida.  Desde que te fuiste, la vida tuvo que seguir su agitado curso. A pesar del dolor que nos dejó tu ausencia, tus nueve extensiones de vida, tuvimos que levantarnos, como lo hiciste tú cuando algún suceso te golpeaba. Seguimos caminando por los senderos de nuestras vidas, llevando el peso de las ausencias tuya y de papá. Tus nietos han crecido y algunos ya han procreado sus propios hijos.  Muchos ya son adultos y comienzan a construir sus vidas.  Tus hijos, para emularlos a  ustedes, a ti  y a papá, decidimos  continuar con la obra de la unidad.  A pesar de lo numerosa que se ha convertido tu descendencia (¿sabes que somos más de 50?), intentamos sembrar en ellos el sentido de pertenencia al universo familiar, como forma de forjar sus identidades sobre la base de valores tan importantes como preciados: la comprensión de la diversidad y la presencia incondicional en el dolor y la alegría.

Tus hijas, las cinco mujeres que cubriste con tus alas protectoras, compartimos nuestras preocupaciones y nos apoyamos, a pesar de nuestras diferencias temperamentales.  A veces nos preguntamos ¿Qué habría hecho mamá en esta situación?  Confieso que en mis  momentos de mayores dificultades, te llamo con mi corazón acongojado y te pregunto insistentemente. ¿Mamá que hago? ¿Qué puedo hacer? ¿Qué me aconsejarías?  Y, después de atormentarme con las preguntas que te formulo, encuentro la paz en el camino.

Tus nueve hijos viven y vivirán eternamente agradecidos por tus desvelos, por tu sabiduría de mujer pueblo, sabia por naturaleza y no por instrucción , por tus abrazos, tus atenciones, por tu capacidad de cada uno se sintió especial e importante en tu vida,  por tu silencio cómplice, por tu ejemplo de trabajo incansable, por tus consejos atinados y hasta por tus errores.  Te sabíamos con orgullo que eras humana, producto de una sociedad que te excluía, y que sin embargo, gracias a que luchaste por romper el círculo vicioso de la exclusión, rompiste los moldes de una sociedad conservadoramente tirana.

Mucho ha cambiado la sociedad que dejaste.  Ya nuestro Santiago natal no es tan pueblerino. Poco a poco va configurándose en una pequeña urbe.  Los santiagueros, sin embargo, todavía conservan el orgullo ancestral de pertenecer a la ciudad más importante del Cibao y se enorgullecen (nos enorgullecemos) de formar parte de una región que ha crecido para contrarrestar el peso de la capital. 

Mucho he cambiado yo.  Cuando te fuiste, aunque ya me había abierto  camino como historiadora,  ensayista y maestra; ya hoy con más de medio siglo vivido, sigo en el mismo trayecto, pero sin la aprehensión ni la presión de antes.  He comprendido que el verdadero motor de las cosas se sustenta en el amor,  la pasión y el trabajo constante.  Amar lo que deseamos ser y hacer, solo puede lograrse con la constancia y la pasión que le pongamos a las cosas.  He aprendido, a fuerza de desventuras, tropiezos y reflexiones, que la vida es una oportunidad y un regalo y que el secreto está en el  equilibrio: la familia, (nuclear y ampliada), la amistad sincera, el trabajo y el disfrute de las pequeñas cosas.

Te cuento que sigo amando la poesía.  Todavía recuerdo el momento difícil que pasé contigo, cuando descubriste mi vieja mascota con poemas de adolescente enamorada.  Lo encontraste, me preguntaste y te respondí con mentiras piadosas, porque no podía soportar que supieras que buscaba con ansias la materialización del amor.  Me preguntaste sobre los libros que leía. Solo te enseñé los de poesía.  Te mostré los libros pequeños de la Editorial Lozada que había publicado las obras de Neruda. Me preguntaste sobre los otros y te respondí con el silencio.  No tenía la fuerza para decirte que leía libros que incentivaban mi deseo de luchar por una sociedad mejor.  Hoy recuerdo con nostalgia ese episodio dramático de nuestra relación.

Mi vida adulta a tu lado fue maravillosa.  Te disfruté, al igual que todos tus hijos, como compañera de aventuras.  Al faltar papá, tu amor eterno, llenaste tus días con los nuestros.  Eras asiduas a nuestras fiestas. Nuestros amigos fueron tuyos, y hasta nos sorprendiste con tu sentido de libertad, de amplitud de pensamiento y tu tolerancia amorosa a la diversidad.

Gracias de nuevo mamá. No me alcanzarán los días de mi existencia para agradecerte todo y cuanto hiciste por nosotros, tus hijos, nietos, yernos y nueras.  De nueve hijos tuviste 17, porque nuestros compañeros de vida, se sintieron bendecidos con tu bondad y con tu amor. Los nietos que no te conocieron físicamente, te conocen bien porque nos hemos encargado de hacerlo.  Todos te disfrutamos y todavía añoramos tu risa, tus llamadas, tu frase permanente de "Hola Amore".  

Así quería celebrar tu día.  En la declaración de verdadero amor, sin regalos caros ni baratos, sin la premura del mercado. Me hacía daño convertir en vulgar mercancía un amor tan puro, sincero y eterno.

mu-kiensang@hotmail.com

PUBLICADO EN AREITO, PERIODICO HOY EL 2 DE JUNIO 2012

 

Ruggiero Romano


 

 Una década sin Ruggiero Romano

Por: Mu-Kien Adriana Sang

La historia es una de las materias, no hay muchas así, que es en realidad un mecanismo. En la historia hay ruedas. Si usted pone en movimiento una rueda, por más chica que sea, contribuye a todo un movimiento. Lo que me interesa es el movimiento general. Esto me gusta de la misma manera que me hubiese gustado hacer lingüística. El trabajo de historia significa pasar miles de horas en archivos, tengo kilómetros de microfilms de Buenos Aires todavía no explotados. No se puede hacer historia sin trabajar en los archivos, por eso creo que la historia del tiempo presente no se podrá hacer nunca... porque existen cretinos en todos los países que han aprendido a destruir archivos... La diferencia entre hoy y hace 50 años es que hoy se destruye... Existe una voluntad política e individual en esta segunda mitad del siglo XX, de cuidar la imagen que se deja a la posteridad... Antes el rey podía dejar con tranquilidad sus papeles porque se los dejaba al hijo... Es cierto que los soviéticos se transformaron en especialistas de crear, modificar, inventar, agregar, sacar, rehabilitar... pero esa práctica se ha generalizado en todo el mundo...  Revista TODO ES HISTORIA , N° 251, mayo de 1988Ruggiero Romano, Entrevista publicada 1988

Ruggiero Romano impactó mi vida.  Mi vida intelectual se divide en dos.  Un antes y un después de que el polémico historiador italo-francés, americanista por convicción y adopción, llegara a mi vida. Lo conocí a los 25 años, cuando en 1981 me dirigí, pueblerina y prepotente, como todo joven que se ha leído 10 libros en su vida, a París, Francia a realizar estudios de doctorado.  Ruggiero Romano me recibió con estudiada cortesía.  Aceptó guiarme en mi periplo de ser historiadora.  Conocía a la República Dominicana y era amigo de Rubén Silié.  Al momento era asesor de Nelson Carreño, un dominicano que había llegado por accidente a Francia, después de haber llegado exiliado, huyendo a las fuerzas represivas de Balaguer.  

 

Estuve cinco años sufriendo y aprendiendo con Ruggiero Romano.  Sus clases de los lunes eran una verdadera muestra de erudición y conocimientos.  Polémico como siempre, buscaba la forma de atacar a los historiadores que él denominaba como seudos marxistas, que partían de premisas y llegaban a conclusiones preconcebidas.  Su favorito era, sin lugar a dudas, André Gunder Frank.  La hiper criticidad de Romano, me obligó a enviar a la basura mi sistema de pensamientos, influenciados por las teorías de moda. Me hizo leer mucho, pero sobre todo a ser crítica con las  lecturas.  Me enseñó a trabajar las fuentes y a ser cuestionadoras de sus contenidos.  Al salir de Francia, recibí varias correspondencias suyas. La última fue para agradecerme el envío de mis tres primeras obras. Guardo esa carta como un verdadero tesoro. Cuando regresé al país, solo lo pude volver a  ver en dos oportunidades.  La última fue en México en 1998.  Allí nos dimos cita una gran parte de discípulos de toda América. Estaba feliz de encontrarnos. Seguía siendo el hombre enérgico y crítico de siempre, pero su paso era más lento y su mirada más lejana.

 

Ruggiero Romano murió en el 2002 en su casa de la avenida Raspail, en París. El viejo apartamento parisino, el mismo donde estuvieron los cientos de latinoamericanos que acudían a sus casas a recibir sus reprimendas, consejos y críticas. Había nacido en Fermo, una pequeña ciudad de Italia,  en 1923.  Después de haber estudiado filosofía y otras especialidades en historia y ciencias sociales, decidió irse a París en 1947. Su encuentro con el gran Fernando Braudel, constituyó un hito en su vida intelectual.  Junto al gran historiador francés, padre de la nueva historiografía, formó parte del grupo de intelectuales que creó la École Pratique des Hautes Études. En 1955,  obtuvo la cátedra en Historia Económica. En un principio se dedicó, como la mayoría de los historiadores europeos, a estudiar la historia de Europa. Estudió los precios y la moneda en la Edad Media. Después decidió ser autónomo de las corrientes intelectuales de moda, y se dispuso a estudiar, y sobre todo a descubrir, la historia de la América hispánica, no latina, porque Romano decía que era una definición aberrante. A partir de esta decisión, Romano inicia una travesía intelectual que lo lleva a replantearse muchos de sus postulados y anteriores  preocupaciones: diferencias entre crecimiento y desarrollo económico, las relaciones entre continuidad y discontinuidad en la historia, los matices cualitativos y no sólo cuantitativos.  Un elemento importante  en el pensamiento de Romano fue su concepto de “crisis” en la perspectiva de la larga duración.  Los historiadores coinciden en que existieron dos Ruggieros. El primero fue el historiador joven europeísta que seguía las tendencias y corrientes de la moda. El segundo, el americanista, era un verdadero crítico de esas ideas y comenzó a hacer nuevos y novedosos planteamientos de la historia de América.

 

Su producción intelectual fue rica,  inmensa y prolífera, aunque no dejó una gran obra, como hizo Braduel con El Medeterraneo, o Pierre Vilar con La Cataluña. Se han contabilizado 69 títulos,  21 de los cuales fueron libros, y 12 grandes proyectos editoriales. Los más importantes fueron: la Storia d’Italia (1972–76) en 10 tomos (en colaboración con C. Vivanti), la Enciclopedia (1977–1985) en 16 tomos  y Para una historia de América Latina (1999) en 3 tomos (en colaboración con M. Carmagnani y A. Hernández Chávez).

 

Finalizo este homenaje a un hombre que cambió el rumbo de la investigación histórica en América, con las palabras finales del trabajo que presenté en el homenaje que le hicimos sus agradecidos discípulos: La duda como método, la formulación constante de preguntas de difícil respuesta, la lectura crítica de lo que se escribe, el respeto al trabajo intelectual serio y ese inconfundible sentimiento de insatisfacción, constituyen la piedra angular de las enseñanzas de Romano. Gracias a esa sensación de incertidumbre, sigo amando la investigación histórica, permanezco inconforme con lo que hago y soy feliz de no encontrar explicaciones, sino nuevas preguntas. Gracias de nuevo Romano." (MAS, Ruggiero Romano. El principio de la duda)

 

mu-kiensang@hotmail.com

 

PUBLICADO EN AREITO, PERIODICO HOY EL 9 DE JUNIO 2012

Neruda: en la morada del poeta


 

En la morada del poeta amado

 

A   Pablo Neruda


Ahora que no hay...ni palabras o puertas secretas
tampoco dialecto de gaviotas, por descifrar,
escucho aún tu canto, Isla Negra.

Patria fuiste de mis ojos
alzándose el mar otoñal a mi ventana.
Aquí, donde al rocío de espuma
recogí tantos versos, marinero.

Hecho todo de agua
me soñé entre tu mar Pacífico,
llevando la palabra, poesía,
hacia olas del viejo continente.

Oh! Cuanto amor y tanta herida milenaria,
sólo el sonido coralino de tu risa envolvente
vistieron de calor mi cuerpo y la memoria,
donde nací y morí más de mil veces.

Aquí estoy ya, salgo al nocturno, en latido,
mis ojos se sumergen en cada gota y su sal,
me buscas, acariciándome con tus cabellos de plata
y voy contigo, patria, como un pez que lucha incansable.

Isla negra, mi boca te pronuncia,
desde la roca que arropó primaveras en el pecho,
ven busca y halla, todos los versos que prendí
solo para ti, entre esas nubes con mis dedos de arena.

Rossana Arellano

 

Durante mi adolescencia Pablo Neruda fue mi gran compañía.  Luego crecí, me convertí en una mujer adulta que siguió amando su poesía.  Celebré con algarabía su Premio Nobel y lloré cuando me enteré que había sucumbido al cáncer y que los gorilas de Pinochet habían saqueado su casa de Santiago, conocida como La Chascona.  Allí, en ese muy singular hogar del poeta, fue velado bajo la mirada indolente de los militares.  Su funeral se había convertido en un desafío a la autoridad  y en una protesta silente al golpe de estado.

 

Me enamoré de Isla Negra y de la casa en forma de barco del Capitán de los versos que amaba el mar, su paz y sus riquezas ocultas, solo para contemplarlo desde la tierra.  Cuando leí Confieso que he vivido mi secreta admiración por la casa del poeta se hizo más grande.  Su obra Memorial de Isla Negra fue la coronación de mis sentidos.  A través de sus lecturas, conocí los mascarones de proa que coleccionaba con inusitada pasión. Leía con verdadero deleite los diálogos que inventaba el poeta entre las diosas y el capitán.

 

El sueño de conocer la morada preferida del poeta no había podido materializarse.  Al fin pude hacerlo este año.  Mi emoción crecía a medida que el autobús corría presuroso por la carretera.  Llegamos a Isla Negra a primeras horas de la tarde. Lo primero que divisé fue el pequeño bote de pescador frente al mar, el lugar donde Neruda escribió con su singular gorra de marinero, los hermosos versos del Capitán. Cuando entramos a la primera parte se presentaba un video con su voz: "Hola, me llamo Pablo Neruda, soy poeta". Llegamos por fin a la casa, con unos pequeños aparatos al oído que explicaban con lujo de  detalles los espacios y sus objetos.  Supe que Neruda había llegado a ese paraíso marino a finales del 38.  Allí conoció al dueño, un socialista español que se había empeñado en construir una casa con cimientos de piedra. La compró y durante 30 años fue adicionando espacios, de acuerdo a su gusto, su imaginación y su loca pasión de coleccionar cosas.   Al recorrer la casa te das cuenta que el principal protagonista era el mar.  Todas las dependencias dan a la paya y al vasto cielo.

En el recorrido pude ver la larga mesa de madera en la que sentaba el poeta por largos ratos a observar con su catalejo el vuelo de los pájaros. En el segundo piso vi la pequeña cama frente al mar.  Desde esta pieza estratégicamente colocada frente a una gran ventana, no dejó de contemplar el mar. Vi s colección de gorros y sombreros y el traje de etiqueta que usó para recibir el nobel.

 

Pablo Neruda no se consideraba a sí mismo como coleccionista, sino, como él mismo se definía, era  “cosista”, porque le apasionaba  juntar cosas disímiles que solo su mirada de poeta podía encontrarle los nexos.  Por doquier aparecen los mascarones de barco que traía o le regalaban de todas partes del mundo.  Supe que sus preferidos eran la María Celeste, que era milagrosa, según Neruda, porque lloraba. La Medusa era otro  enorme mascarón de madera pintada,  roído y desteñido los años. La Guillermina fue el último mascarón de la casa, a ella le dedicó el poema “Dónde está la Guillermina?”.

 

Al final del trayecto vimos su colección de caracolas.  Se exhibían más de 600, provenientes de los cinco continentes, traídas hasta Chile en la maleta singular del poeta.  El recorrido terminó en la morada final del poeta.  Sus restos fueron colocados junto a Matilde, el último amor de su vida, en una tumba que simulaba la proa de un barco, frente al mar, como amaba el poeta.  Me senté.  Miré hacia el Pacífico y lloré. Había cumplido un sueño de adolescente.  Había visitado la casa donde nacieron sus más hermosas obras, tales como:  Odas Elementales, Los Versos del Capitán, Memorial de Isla Negra y Confieso que he vivido.  Esta última dictada con rapidez a su mujer desde su lecho de muerte. Enfermó hurgó por los vericuetos de su memoria para rescatar los recuerdos de su agitada y rica vida.   Reconfirmé mi amor por la poesía y ratifiqué mi pasión por Neruda, el poeta de las pequeñas y más triviales cosas.  Supe porqué amo y amaré siempre al poeta chileno comprometido con su tiempo. Era capaz no solo de cantar  al amor, a la mujer, a la vida y a la muerte, sino también a las injusticias y a los marginados.  Neruda es y será eterno, porque su poesía encontrará siempre corazones que vibran con sus palabras. ¡Viva la poesía!

 

mu-kiensang@hotmail.com

PUBLICADO EN AREITO, PERIODICO HOY, 26 DE MAYO 2012

Oficio de historiar, 2


 

Oficio con difuntos. 2.

Por: Mu-Kien Adriana Sang

 

La historiografía (es decir "historia" y escritura) lleva inscrita en su nombre propio la paradoja -y casi siempre el oxímoron- de la relación de dos términos antinómicos: lo real y el discurso. Su trabajo es unirlos, y en las partes en que esa unión no puede ni pensarse, hacer como si los uniera....¿Qué alianza existe entre la escritura y la historia? Ya era fundamental en la concepción judeocristiana de las Escrituras. De aquí se sigue el papel desempeñado por esta arqueología religiosa en la elaboración moderna de la historiografía que ha transformado los términos y el tipo mismo de la relación pasada, para darle una figura de fabricación y ya no de lectura o interpretación.  Desde ese punto de vista, el nuevo examen de la operatividad historiográfica desemboca, por una parte, en un problema político (los procedimientos propios de un "hacer historia" nos remiten a una manera de hacer la historia), y por otra parte, en la cuestión del sujeto (el cuerpo y la palabra enunciadora), cuestión rechazada a la zona de la ficción o al silencio por la ley de una escritura científica. Michel de Certeau, La escritura de la historia.

 

En la entrega de la semana pasada, hacía referencia al discurso pronunciado por Andrés L. Mateo cuando ingresó a la Academia Dominicana de la Lengua como miembro de Número.  Sostiene en este interesante ensayo que "palabra a palabra el historiador va construyendo los hechos en el acto mismo que los ha pronunciado. Se hace la historia, pero también se narra, y narrarla es un acto de prestidigitación.... El habla del historiador irrumpe por ese minúsculo desgarrón por donde se nos escapa lo que hacemos y decimos, soldando sus nudos de coherencia, su inserción en lo real.  Ella es así, se le pide que revele y oculte, proyectando desde los acontecimientos todo el armazón del saber, y el poder, que su discurso de la verdad dice poseer."

 

Me puso a pensar el amigo Andrés.  Al terminar de leer su discurso, corrí hacia mi biblioteca a buscar algunas respuestas.  Localicé los libros de Jacques Le Goff, Ruggiero Romano, Joseph Fontana, Pierrre Vilar y Claudio Sánchez Albornoz, entre otros grandes historiadores.   Recordé uno de mis primeros libros de teoría histórica. "La escritura de la Historia" de Michel de Certeau, fue una de las grandes lecturas  que marcaron mi vida como joven historiadora.  Este hermoso, y profundo trabajo plantea una reflexión interesante sobre los diferentes laberintos y dramas  que tiene que vivir el historiador al intentar describir, a través del lenguaje escrito, los hechos del pasado.  Señala que uno de los laberintos es la ideología que identifica sin proponérselo al que escribe.  ¿Cómo sustraerse de ella? ¿Cómo establecer la objetividad si somos incapaces de sustraernos de lo que pensamos y sentimos? Más aún, me pregunto yo, ¿puede ser alguien completamente objetivo, cuando sabemos que estamos sometidos al imperativo de nuestras creencias y valores?  De Certeau afirma en su obra que la historia vive en un estado intermedio  y "con esta tensión interna, nervio de la explicación histórica, debemos relacionar otro aspecto no menos sorprendente de las investigaciones actuales: la confrontación de un método interpretativo con su otro... la evidencia". El autor asegura que la historia tiene límites que relativizan su discurso. Plantea que la historia trabaja sobre el límite y se sitúa y compara con otros discursos, obligándola a plantear "la discursividad en su relación con un eliminado, a medir los resultados en función de objetos que se le escapa; pero también a establecer continuidades al aislar las series, a precisar métodos al distinguir los distintos objetos que se captan en un mismo hecho, a revisa y a comparar las periodizaciones diferentes que hacen diversos tipos de análisis."  El saber, dice el intelectual es algo dudoso, hecho singular que permite a su vez el progreso de la ciencia como una revisión perpetua de los contenidos, profundizando en unos,  tachando, borrando y olvidando otros.

 

Hace un tiempo, cuando Encuentros se publicaba en la desaparecida Revista Rumbo,  escribí que la objetividad de la ciencia era bastante subjetiva, y en el caso de las ciencias sociales, ser completamente objetivo era una tarea casi imposible. La historia no escapa a esta realidad.  El discurso, como dice Andrés, está plagado de simbolismos que se relativizan con el sistema de valores y creencias. La verdad histórica se construye sobre las huellas dejadas por otros seres humanos que vivían  los dramas de su tiempo y nos legaron lo que quisieron.  Pero el pasado existió, porque hay evidencias, testimonios, rastros de que durante miles de años millones de  seres humanos han transitado por la tierra a través del tiempo. Lo que hablamos, lo que escribimos, lo que pensamos, lo que sabemos, lo bueno y lo malo que heredamos como sociedad es el producto de los que llegaron primero que nosotros y construyeron este legado, a veces doloroso y otras heroico.  La diferencia del relato histórico es que la invención es limitada y no permitida.  En la literatura todo puede ser producto de la imaginación, pero,  sin lugar a dudas, se alimenta de la realidad.  El realismo mágico de los novelistas latinoamericanos se alimentó de las tragedias y fantasmas de una sociedad inhumana e injusta.  Yo el Supremo, de Roa Bastos; El Reino de este mundo de Alejo Carpentier; o el Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias y La fiesta del chivo de Mario Vargas Llosa, son obras de la literatura latinoamericana que se alimentaron  de las dictaduras de los sangrientos y autoritarios caudillos que parieron nuestros países. 

 

Si, es cierto, la historia para intentar describir el pasado, para construir su narración,  tiene que recurrir a las evidencias históricas que dejaron otros.  Si, es cierto, la historia tiene que caminar por senderos peligrosos, al intentar descubrir y describir hechos que no han visto ni han vivido los historiadores que la escriben. Sí es cierto, el historiador tiene el riesgo de definir y asumir como verdad elementos parciales, al tener que concluir sobre la base de trozos inconexos de evidencias.  Pero alguien tiene que conocer el pasado. Alguien tiene que asumir la responsabilidad, con todos los peligros que supone, de buscar explicaciones al presente, al hoy, que pronto será ayer y se convertirá en historia.  Pido a los que han definido el estudio del lenguaje, escrito y hablado, como su oficio, que nos presten sus palabras, sus discursos, sus símbolos y signos para mirar hacia atrás.  Gracias a la historia, sabemos de la grandeza de Grecia y de sus grandes pensadores como Sócrates, Aristóteles y Platón. Gracias a la historia se han conocido los genocidios de los asesinos que se impusieron por la fuerza, como Hitler, Mussolini, Franco o Trujillo. Gracias a los que, como detectives del pasado, y cuales forenses de los difuntos, hurgaron en los rastros y evidencias, y rescataron del olvido a los héroes y heroínas que lucharon,  se sacrificaron y construyeron las grandes transformaciones de la historia.  Préstennos sus palabras para seguir escudriñando el pasado. Préstennos sus palabras que solo queremos hacer un viaje al ayer para entender este presente heredado.  Los historiadores, en modo alguno, como ningún otro científico, de las mal llamadas ciencias duras y puras, pretenden tener la verdad absoluta, simplemente tratamos de describir los sucesos ocurridos en un tiempo y un espacio determinado, con la certeza de que nuestras conclusiones son relativas y los instrumentos disponibles también. Además, ¿quién tiene la verdad? ¿Los literatos y lingüistas? No, no lo creo.

mu-kiensang@hotmail.com

Oficio de historiar, 1


OFICIO CON DIFUNTOS (1)

Por: Mu-Kien Adriana Sang

                           

Lo que realmente interesa al historiador es la interpretación del devenir tal y como se manifestó en el pasado, y como proyecto de sentido este interés termina transformándose en el movimiento mismo de la historia.  La historiografía existe porque hay una pasión por el pasado, y ella misma es una recuperación de la muerte....No hay historia sin necrofilia, esa sublime malla que se deshace tras la inclusión materna de lo silenciado, de lo encontrado, que se singulariza en el relato del historiador como un hallazgo.  Solo que ese pasado atraviesa por la lengua que lo narra y se transforma, convirtiéndose en presencia y conocimiento, en poder.  Andrés L. Mateo, El habla de los historiadores.

 

Andrés L. Mateo es para mí uno de los escritores más prolíferos e interesantes del país.  Su prosa hermosa, precisa, provocadora y poética  es su principal arma de batalla.  Cada entrega semanal en la prensa nacional, es un canto a la función crítica que debe asumir todo intelectual.  Adoro su forma de escribir.  He leído varias de sus obras, tanto ensayos y como novelas,  y aún cuando no comparta sus opiniones, me encanta la forma de plantear sus ideas.  Mi más reciente lectura fue su pequeña obra publicada por la universidad APEC, titulada "El Habla de los Historiadores", que toma el título de su discurso de ingreso como Miembro de Número de la Academia Dominicana de la Lengua.  Incluye además el discurso de recepción de Diógenes Céspedes y otros interesantes ensayos. En esta oportunidad solo me referiré a su discurso en la Academia de la Lengua.  El provocador texto es una reflexión interesante que coloca a la historia, a los historiadores y al oficio de historiar en una posición difícil.  Tan provocador es lo que dice, que al final de su lectura, uno se pregunta entonces ¿para qué sirve la historia? ¿Sirve para algo la historia, si todo es discurso?

 

Inicia el ensayo contando una anécdota de clases cuando su profesora, Camila Henríquez Ureña, trataba de explicar la diferencia del lenguaje literario y el historiográfico.  Para hacerlo, cuenta Andrés, que utilizó un pasaje de la Divina Comedia de Dante Alighieri, en el que se describía el encierro y la extinción del conde Hugolino y sus hijos en la torre de un viejo palacio.  Este acontecimiento, sigue diciendo Andrés, había sido registrado con especial minuciosidad por los historiadores, como uno de los episodios más memorables del pueblo italiano cuando forjaba afanosamente el estado nacional.  Pero, la historia objetiva se detenía en las puertas mismas del desenlace del desenlace, y solo después que Dante escribiera su historia ficticia del infierno, porque en la desesperación del encierro, mirándoles caer uno a uno, había comido de su carnes para sobrevivir él mismo un poco más de tiempo...  Esta reflexión le ofrece a oportunidad a Andrés de formularse las preguntas esenciales que le permitirían más tarde desarrollar sus argumentos: ¿Cuáles son las diferencias entre la verdad de la historia y la verdad del arte? ¿Qué distingue a estas dos prácticas sociales que tienen a la lengua como materia prima?...  ¿Qué ocurre con el habla de los historiadores, entonces, que eludiendo sus viejas relaciones con el relato, se cree que hace la historia, al mismo tiempo que la narra? ¿Por qué el habla de los historiadores ha ocupado la seguridad memoriosa del documento, la escribanía, deshaciendo, aparentemente, el vínculo que ata la historia al mito?

 

Intentando dar respuestas a las múltiples preguntas, Andrés hurga en diversos pensadores.   Señala que Aristóteles definía a la historia como un discurso sobre las acciones humanas.  Cita también a Godzich quien afirmaba que la historia se había desarrollado como disciplina a la sombra de un sistema de significados que concedían un especial valor a las explicaciones teológicas.  A partir de entonces desarrolla sus argumentos y enfrenta directamente el discurso de la historia y de los historiadores.  En sus palabras: Cuando leemos un libro de historia, la palabra se va haciendo cada vez más autónoma, el historiador hace brotar los hechos de su verbo como si fuese un demiurgo que se derivan del imperativo de veracidad que la historia proclama en su morfología.  La literatura, por ejemplo, lleva a un grado extremo esta autonomía de la palabra, porque en la literatura el sujeto narrador está completamente independizado de la figura del autor, y lo que el relato estructura como historia es siempre ficción, mundo inventado.  El historiador se embriaga con uno de los absolutismos modernos de lo real: la noción heroica de la historia como ciencia, y el autor y el narrador son una misma persona.  Además, su discurso se designa con un singular abstracto, aunque la historia es una pluralidad de prácticas concretas.  Es este espejismo lo que define el habla del historiador. .. Porque lo que realmente ocurre cuando contamos algo es que proporcionamos ideas a la realidad, la transformamos mediante conceptos, la asimilamos utilizando palabras, signos y símbolos que nos permiten inventar la historia real. La lengua es siempre modificador de la realidad. En el habla del historiador todo esto fluye desde un singular abstracto, que se ilusiona con creer que lo dicho, como territorialidad del relato, equivale a la historia misma...En este punto el habla de los historiadores está ya más distante de sus orígenes al lado del relato sagrado...

Por razones de espacio, no podré desarrollar en esta entrega mis argumentos como historiadora de oficio y de pasión y como mujer que utiliza el lenguaje para expresar lo que piensa.  Pero confieso, que no me había enterado que al tratar de entender el pasado, a través de lo que nosotros denominamos ciencia histórica, me había convertido en una investigadora forense, especialista en difuntos.  Por suerte para nosotros, los que hacemos del relato del pasado un imperativo categórico de vida, nuestro trabajo de necrofilia es con papeles y nombres, de aquellos que vivieron sus vidas y dejaron sus huellas.  Los huesos de los difuntos de nuestras historias reposan en los cementerio,  guardados en sus sarcófagos.  Pero confieso también que el trabajo de Andrés me obligó a reflexionar y a repensar muchos de nuestros propios paradigmas. Seguimos en la próxima.

 mu-kiensang@hotmail.com   
PUBLICADO EN AREITO, PERIODICO HOY EL 5 DE MAYO 2012