domingo, 8 de diciembre de 2013

Bonó juzgado por la posteridad, y 4


TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE

 

Pensamiento caribeño en el siglo XIX. Bonó juzgado por la posteridad, y 4

 

Por: Mu-Kien Adriana Sang

 

mu-kiensang@hotmail.com

mu-kiensang@pucmm.edu.do

@MuKienAdriana

 

 

“…el pueblo dominicano registra en su historia autonómica los más contradictorios hechos. Confundidos se encuentran actos de heroísmo y de sumisión humillante, hechos inauditos, gloriosos y hechos vergonzosos inexplicables sin que se pueda saber qué línea quiere seguir en medio de ese torbellino. Sin embargo, a pesar de tanta contrariedad, o mejor dicho por la misma contrariedad, el que lo estudia en todas sus fases nota un fondo imperturbable de querer ser el mismo pueblo dominicano, el único dueño de sus destinos a través de los obstáculos que embarazan la ruta que a ello lleva…” Pedro Francisco  Bonó, La República Dominicana y la República Haitiana (fragmento)

 

Este ensayo sí será el último, por lo menos en esta etapa, sobre el pensamiento de Pedro Francisco Bonó; un hombre que sin pretenderlo trascendió su propio tiempo y sus propias fronteras. 

 

En esta entrega haremos referencia al interesante trabajo del Profesor Francisco Antonio Avelino García titulado “La interpretación de Bonó sobre la dominicanidad y la haitianidad”, presentado en el XI Seminario de Historia Local, Pedro Francisco Bonó a 100 años de su fallecimiento, celebrado en San Francisco de Macorís en septiembre de 2006.[i] ¡Qué oportuno y actual es este ensayo!  En un momento en que los dos países que integran la isla están en uno de sus momentos más difíciles de su historia diplomática. 

 

El profesor Avelino, después de hacer una amplia referencia sobre la historia intelectual de Bonó y sus aportes a la sociología dominicana, a través de sus obras, especialmente la novela El Montero, presenta un enjundioso análisis sobre el trabajo del intelectual cibaeño acerca del artículo “La República Dominicana y la República Haitiana”, en el aborda la historia, el destino y el futuro de Haití y la República Dominicana como dos países con raíces distintas.

 

Bonó estaba convencido que el antagonismo existente entre los dos países tenía profunda raíces históricas que estaban sustentadas en hábitos, tradiciones, razas, cultura e idioma diferentes. Esta posición, señala Avelino tiene gran influencia del hispanismo reinante a finales del siglo XIX. En las palabras del profesor:

 

Bonó creyó que el antagonismo entre los dominicanos y los haitianos era “fundamental”, “indestructible”, “perpetuo”. Es verdad que ese antagonismo tiene sólidos cimientos en la diversidad de idioma, cultural, costumbres, religiones…..(pero) la auto apreciación exclusivista africana de los haitianos –en oposición al cosmopolitismo dominicano, junto a las costumbres y, diferentes grados de educación y cultura- son las causas. Ahora bien, hoy sabemos que no existe en la naturaleza, ni en la historia, realidad alguna, indestructible, cambia la naturaleza y cambian los humanos” (Avelino, p.204)

 

Bonó, hay que reconocerlo, y así lo señala el profesor Avelino, se dejó envolver de la tesis conservadora muy socorrida en ese siglo XIX, de la desigualdad y la vocación hacia la unificación de la hermana república vecina.  Existía en ese momento una realidad incuestionable: la fragilidad de las instituciones estatales de ambos países.  Por un lado, estaba Haití con la sucesión de líderes. Unos débiles, como Dessalines; otros de vocación imperial, como Cristóbal, el que quiso ser rey y otro guerrero como lo fue Soulouque. Bonó vivió con el temor de que ese país en eterno conflicto con nosotros recurriera a la agresión y la violencia.

 

Pero por el otro lado, estaba la República Dominicana, débil, presa de sus propias contradicciones políticas: luchas intercaudillistas, vocación anexionista de algunos sectores y crisis económica. No había, no podía existir, visión crítica en las relaciones de ambos países, aunque el pensador fuera un hombre de la talla de Pedro Francisco Bonó.

 

Un elemento interesante en el pensamiento del intelectual dominicano del siglo XIX fue su convicción de que la estructura social vertical y casi inamovible existente en Haití,  herencia del modelo colonial impuesto por Francia era diametralmente opuesto a la dominicana, que tenía una mayor presencia de mulatos. Ambos elementos constituyeron los  un puntos claves en la percepción de Bonó para establecer diferencias profundas entre los dos pueblos.

 

El tema es tratado con mucha brillantez de parte del profesor Avelino en el interesante ensayo. Asemeja y establece un parangón entre la rigidez haitiana y  la realidad norteamericana del sur; donde los negros, como sabemos, constituían la base mayoritaria, pero sin derechos ni privilegios.  Como dice Avelino:

 

“En esa relación es inequívoca la presencia de los signos de casta: herencia de un status culturalmente determinado, las preocupaciones endogámicas, la rigurosa limitación de la interrelación social, la existencia de un minucioso complejo de mitos con su atribución de una cualidades inferiores o impuras…” (Avelino, p.209)

 

Una verdad indiscutible es, que después de más de cien años de haberse escrito el interesante ensayo de Bonó sobre las dos repúblicas de esta isla colocada en el corazón del mar Caribe, el debate, las diferencias, las incomprensiones, los prejuicios, las concepciones, las interpretaciones y los intereses políticos siguen en el tapete.  Se ve que como pueblos, aún después de haber transcurridos tantos enfrentamientos, tantas acusaciones y contraacusaciones, negociaciones infructuosas, incomprensiones, las relaciones domínico-haitianas siguen siendo puntos esenciales en la vida del ayer, de hoy y de mañana. Así finaliza el profesor su trabajo:

 

Bonó, como muchos intelectuales de la segunda mitad del siglo XIX estuvo influenciado por una de las dos filosofías de la historia, basadas en las luchas sociales como eje central de interpretación histórica, las luchas sociales…Estas filosofías…son el spencerismo y el marxismo. Luchas de razas para una interpretación y, luchas de clases para la otra. Base biológica en un caso y fundamento socioeconómico y moral en el otro. (Avelino, p. 218). 

 

El trabajo de Pedro Francisco Bonó, manejado con profundidad y rigurosidad de parte del profesor Avelino en este ensayo de hace algunos años, evidencia, ¡Con creces! que el tema Haití y sus relaciones con la República Dominicana han formado, forma y formará parte de una eterna agenda.

 

Ojalá que esta serie de artículos escritos al calor de la cotidianidad y sus matices, hayan sido útiles. Mi interés fue el de rescatar el pensamiento, la figura, de un hombre de su tiempo, que sin querer, trascendió su tiempo mismo.

 

Con este trabajo finalizo, como dije, el ciclo sobre Bonó.  A partir de la próxima semana haré algunas reflexiones sobre el pensamiento conservador del siglo XIX, centrándonos en la República Dominicana, pero, por supuesto, haciendo referencia a la región.

 

 



[i] Publicado por la Revista CLIO 172 de la Academia Dominicana de la Historia

A porpósito de la navidad


ENCUENTROS

A propósito de la navidad, una reflexión

Por: Mu-Kien Adriana Sang

CAPÍTULO 2

El nacimiento de Jesús
Mateo 1, 18-25

 En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo.
 Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria.
 Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen.
 José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David,
 para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.
 Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre;
 y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.

La visita de los pastores
 En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche.

 De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor,
 pero el Ángel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo:
Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor.
 Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre".
Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
 "¡Gloria a Dios en las alturas,
y en la tierra, paz a los hombres amados por él!"
Después que los ángeles volvieron al cielo, los pastores se decían unos a otros: "Vayamos a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha anunciado".
Fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre.
Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño,
 y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores.
 Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.
 Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido.

 

Adoro la navidad.  Desde niña esperaba con alegre ansiedad el período navideño. Me deleito profundamente al ver las luces de colores que adornan los árboles naturales o artificiales, las calles especialmente iluminadas y las casas con sus decoraciones especiales para la ocasión.

Uno de mis mayores placeres, quizás influenciada por el consumismo del mercado,  es visitar las tiendas para disfrutar, aunque sea solo para ver, las novedades decorativas navideñas. Lo hice este año. Invité a una amiga a que me acompañara.  ¡Oh Sorpresa! Había dispuesto de una tarde para complacer mis sentidos. Visité varias tiendas. Y sólo encontré adornos de nieve, trineos, renos y muñecos de nieve. Santa Claus en su carroza o bailando, esquiando, caminando, o cargando la pesada bolsa de juguetes. En cada una de mis visitas a esos grandes almacenes, me detuve frente a unos empleados y les pregunté si habían nacimientos. En todas me señalaban un rincón olvidado, con los restos de los años anteriores.  Algunos estaban en mal estado, el niño Jesús sucio, José desfigurado y a María apenas podía identificarla.  Me dijeron, en todos y cada uno de esos lugares, que este año no habían pedido nuevas mercancías porque no se vendían.  Belenista amateur como soy, decidí comprar uno que me pareció hermoso porque eran figuras diferentes en colores pasteles. Le dije a la dependiente que no quería el de exhibición, pues se veía maltratado. Esperé más de media hora. Apareció uno solo en el almacén, en un rincón olvidado. 

Hasta en la festividad más hermosa, occidente ha calado en la cultura.  No niego que la historia de fantasía de la existencia del Sr. Claus, apodado Santa,  y su fábrica de juguetes en el Polo Norte para regalar a los niños que se portan bien, lleva consigo un hermoso mensaje. No niego tampoco que la humanización de la navidad nos lleve a pensar que todos nosotros tenemos algo de ese viejo bueno y risueño en nuestros corazones, que le da sentido a su vida para alegrar el corazón de todos, especialmente de la niñez que  todavía conservan la inocencia en sus corazones.

Pero me duele profundamente ver cómo el niño Dios, el que luego se hizo hombre y dio su vida por nosotros ha sido arrinconado y olvidado. Las imágenes del nacimiento, con el niño en el pesebre acunado por la Virgen y San José, cuidado por los pastores,  y un poco más lejos, los Santos Reyes, cabalgando en sus camellos para visitar y dar la bienvenida al Salvador, ya no guardan el mismo significado.

Peor aún, la amiga que me acompañó en el triste periplo, no tenía muchos conocimientos. Le expliqué por qué habían imágenes distintas de la Sagrada Familia; pues una cosa era el nacimiento y el pesebre y otra la imagen de ellos con María cabalgando con su niño en brazos y San José caminando al compás para acompañar a su mujer representaba la huída.

Triste constatación de esta navidad. Lo sabía, claro que sabía, que este período del año, la gente lo asume como festejo de todo tipo: familiar, laboral o de amistad.  Celebran, beben, bailan, gozan, se ríen, se intercambian regalos, y pocos, muy pocos, recuerdan a Jesús.

¡Oh mi Dios! hasta ahí han llegado los tentáculos de occidente; todo, absolutamente todo, se ha convertido en un gran mercado. Hasta el amor y la amistad se compra o se vende a cambio de un regalo.

Invito a la reflexión. Aprovechemos para festejar, para ratificar nuestro amor  a los que amamos; para estrechar los lazos de los amigos, que no son más que la familia elegida. Utilicemos este tiempo de alegría para detenernos y pensar, para hacer balance personal; para reconocernos limitados y pecadores y para decidir cambiar y emendar nuestros propios errores.

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domingo, 1 de diciembre de 2013

Bonó juzgado por la posteridad, 2


TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE


Pensamiento caribeño en el siglo XIX.  Bonó  juzgado por la posteridad, 2

Por: Mu-Kien Adriana Sang



@MuKienAdriana

 

Nadie que yo sepa entre los dominicanos se ha propuesto investigar los intereses que estén en juego en la conservación o destrucción de la República. Absortos todos los ánimos en los asuntos domésticos, muy pocos se han parado a contemplar la situación geográfica de la isla, la posición de las naciones o colonias que la limitan o circulan, el comercio que en sus mares surca, el poder, pretensiones o ambiciones de las potencias marítimas, cuyo peso influye con más o menos fuerza en los variados sesgos de nuestra política.  Esta materia se relega por lo regular en los limbos de lo imaginario y utópico, cuando precisamente es de las más positivas y cercanas, y aquella que más influencia ejerce en los giros variados, que a cada instante damos a nuestras relaciones internacionales y hasta a nuestras leyes orgánicas y de finanzas.  Pedro Francisco Bonó, La República Dominicana y la República Haitiana

Con este ensayo continuamos la serie que sobre Pedro Francisco Bonó hemos venido realizando desde hace varias semanas.  Como señalamos en el artículo anterior, el pensamiento de este hombre visionario y crítico trascendió su tiempo y su espacio, siendo estudiado por generaciones posteriores en el país y el extranjero.

Sin lugar a dudas uno de los que más conoce el pensamiento de Bonó es Raymundo González. Su ensayo más conocido y difundido es "Bonó: un intelectual de los pobres", publicado por el Centro de Estudios Sociales Padre Juan Montalvo hace varios años.  En este trabajo, al cual hicimos referencia en la entrega anterior, al señalar las tres etapas del pensamiento de Bonó que González define claramente y que fue retomado por en  el trabajo de Hayden Carrón. El historiador dominicano, Raymundo González, afirma que Bonó fue crítico, más que crítico con la ideología del progreso que tan gran y entusiasta  acogida recibió de los intelectuales y políticos dominicanos, sobre este tema hablamos en las primeras entregas de esta serie.

Bonó creía en el federalismo, como lo señala González.  El intelectual decimonónico vislumbraba claramente dos regiones federales, el norte y el sur.  El Cibao era para Bonó el símbolo del progreso real y verdadero para decirlo de alguna manera; tanto creía en la capacidad del norte, de su región y de sus amores, que podría servir de ejemplo para la zona del Ozama. En palabras de González: "En la articulación de regionalismo y anti despotismo se halla la raíz de la propuesta federal…"

Roberto Cassá, por su parte, sigue la lógica de pensamiento de González, como se puede evidenciar en su ensayo "Dominicanos de pensamiento liberal: Espaillat, Bonó, Deschamps (Siglo XIX)" publicado por el Archivo General de la Nación y Comisión Permanente de Efemérides Patrias. El historiador define también a Bonó como intelectual de los pobres. En la definición del perfil intelectual de Bonó afirma que puede contarse entre los pensadores que mejor comprendió y definió los rasgos constitutivos de la sociedad dominicana. En las palabras de Cassá:

 Bonó se insertó…apartado por completo de las preocupaciones que habían caracterizado a los letrados coloniales: estos últimos tenían una concepción tradicionalista, que dio lugar a la corriente  política conservadora de las primeras décadas del siglo XIX, mientras Bonó  -integrante de una camada precursora de intelectuales jóvenes de la región del Cibao- se adscribió decididamente al paradigma liberal...significa que se formó como un partidario del tipo de sociedad moderna…animado en la fe en los derechos absolutos del individuo y en la marcha de la humanidad por el sendero del progreso… (p.45)

Continuemos con el interesante trabajo del historiador y amigo, Roberto Cassá.  Señala que Bonó adoptó los postulados democráticos, siendo un defensor apasionado de las instituciones modernas y de las libertades individuales. Pero fue ante todo, dice Cassá, "un demócrata en el sentido social. El núcleo de su obra…cuando entró en su fase de plenitud en la década de 1880, hasta estaría llamado a priorizar el reclamo por los derechos de los dominicanos pobres…"  (P.46)

Cassá define a Bonó como liberal en los inicios de su pensamiento, para luego convertirse en demócrata.  Este planteamiento supone en la exposición del historiador dominicano, una diferencia sustancial entre democracia y liberalismo. Una afirmación que sin duda daría lugar a un interesante debate que partiría de las preguntas: ¿la democracia es consustancial al liberalismo? ¿Sí?  ¿No?  Disquisiciones teóricas aparte, Cassá, sostiene que Pedro Francisco Bonó de ser liberal en los inicios de su carrera y "creyente en la panacea de las reformas institucionales, con el paso del tiempo fue acentuando sus convicciones democráticas, hasta conducirlo a una postura crítica, que puso en entredicho las expectativas de progreso económico que albergaban los círculos dirigentes de su época, inspirados en el componente burgués del liberalismo."  (p.46)

Coincide con la posición de Raymundo González de que el pensamiento de Bonó evolucionó de manera consistente, convirtiéndose en un crítico mordaz de las ideas del progreso que tan en boga estaban a finales del siglo XIX.

Su posición crítica, afirma Cassá, obligó a Bonó a alejarse de sus compañeros de partido, y de los intelectuales que defendían, con afán, el progreso material, por encima de todo; razón por la cual, sigue diciendo el historiador, se convirtió en un intelectual solitario, que se auto marginó por las diferencias y divergencias con los prohombres de su propio  partido. Su criticidad, su integridad a toda prueba y su defensa a los pobres le obligó a desarrollar profundos sentimientos de recelos frente al poder. Rechazó en tres oportunidades consecutivas las ofertas de Luperón de que asumiera la Presidencia de la República. Negativa motivada por la convicción que tenía el intelectual cibaeño de que sus criterios democráticos no podrían ser plasmados en una gestión gubernativa, especialmente  con las posiciones en contra de sus propios compañeros de partido.

Después Cassá pasa a hacer una análisis detallado de los principales ensayos de Bonó. Finaliza su exposición haciéndose la pregunta: "¿Había Bonó terminado como un reaccionario, opuesto al avance de las sociedades y deseos únicamente del retorno al pasado?"  Su respuesta es negativa. Afirma que Bonó fue un abanderado del progreso, siempre y cuando defendiera a los menos desfavorecidos.

Sobre el tema seguimos en la próxima.

Bonó juzgado por la posteridad, 3


TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE

 

Pensamiento caribeño en el siglo XIX. Bonó juzgado por la posteridad, y 3

 

Por: Mu-Kien Adriana Sang

 

mu-kiensang@hotmail.com

mu-kiensang@pucmm.edu.do

@MuKienAdriana

 

 

El tabaco daba ocupación fructuosa a los sembradores y extractores de nuestros textiles y a los fabricantes de todas las cuerdas y extractores de nuestros textiles y a los fabricantes de todas las cuerdas en uso: hilos a enseronar, cinchas, lazos, maniotas; a los recolectores de los guanos y canas y a los que con ellos fabricaban serones, árganas y enjalmas; a los ganaderos, a los arrieros, a los potreros…a población flotante de los pueblos y ciudades empleados en separar, descabezar, enmanillar, enseronar, entretejer, empacar y estribar. El cultivo del tabaco, fruto de cuatro meses de vida, dejaba a los conucos limpios y habilitados por ocho meses para la siembra y cosecha de frutos menores, que bajo continua fertilidad estival de la zona que habitamos, no dejó ni pudo dejar escasez de las subsistencias….Pedro Francisco Bonó, Congreso Extraparlamentario (fragmento)

 

 

Con esta entrega presentamos el tercer ensayo sobre el pensamiento de Bonó analizado por la posteridad. La semana pasada hicimos referencia al trabajo enjundioso e interesante de Roberto Cassá, quien coincide en casi todos sus planteamientos, con las ideas expresadas por el mayor conocedor del pensamiento de este gran hombre, Raymundo González.

 

Hoy haremos referencia a un texto interesante, escrito por Julio Minaya y publicado por la Revista Estudios Sociales en el año 1966 [i]. El ensayo inicia haciendo algunas referencias a rasgos esenciales de los momentos políticos vividos en América Latina y que impactaron en la vida, las ideas y las participaciones políticas de este hombre enigmático y fuera de serie. Afirma que la vida del intelectual de Bonó se desarrolló en la cumbre del liberalismo romántico, en las primeras décadas del siglo XIX,  hasta el declive del positivismo a finales de ese siglo.  Durante ese período, sigue escribiendo Minaya, las antiguas colonias españolas luchaban por su emancipación política y luego, por su liberación intelectual o cultura.  Afirma el profesor universitario que Bonó fue, sin lugar a dudas, uno de los grandes luchadores de la libertad y la felicidad del país; “pero a más de lograr ser libre y feliz, fue su sueño que alcanzar estatus de originalidad, llegando a convertirse en el pensador más preocupado por la construcción de la identidad del pueblo dominicano.” (p.12)

 

Pero la turbulencia de la vida política nacional marcó aún más al pensador dominicano. Dice Minaya que Bonó, a pesar de estos reveses políticos devastadores, este hombre, comprometido con su tiempo, luchó, se comprometió y ofreció lo mejor de sí para construir el país de sus sueños: “Era la lucha por el establecimiento de los Estados Nacionales latinoamericanos, combate ciclópeo para un país pequeño situado en una zona calificada or Juan Bosch como “frontera imperial”. (p.12)

 

Lamentando no tener espacio suficiente para abordar el interesante trabajo de Minaya, tenemos que concluir que este ensayo es muy novedoso porque sitúa a Bonó en el contexto intelectual de la época, presentando todas sus variables y aristas. Por ejemplo, refiriéndose al positivismo y la ideología del progreso, afirma, coincidiendo con todos los estudiosos modernos, que Bonó se alejó del liberalismo y sobre todo de la euforia que provocaba el modernismo capitalista.  Bonó, como ya hemos visto, defendió a capa y espada las virtudes del tabaco, pues daba beneficios a más personas, por eso lo calificó sin remordimiento alguno, como el verdadero producto que sentaría las bases de la igualdad y la democracia.  Enfrentó el cultivo del azúcar, por considerarlo elitista y que beneficiaba solo a algunos.

 

Señala Minaya que si bien Bonó no participaba de la ideología del progreso, sí aceptó el mandato de la educación como vía para conseguir la mejoría del pueblo. Vio con simpatía los esfuerzos realizados por Hostos y sus normalistas. Incluso consideraba que el Maestro de Puerto Rico, con sus acciones, daba brillo y prestigio a la patria, su patria amada, nuestra patria.

 

Finalizo este artículo con las conclusiones de Minaya en el interesantísimo ensayo.  Afirma, coincidiendo con Cassá y González, que Bonó fue “haciéndose cada vez más escéptico respeto a las bondades que la ciencia y la técnica venían ofreciendo, a la proclamada esperanza de resolver los problemas propios del ser humano….Lo que caracterizó mejor al siglo XIX fue la excesiva confianza depositada por la humanidad en sí misma. El desarrollo de la racionalidad científica creó la falsa ilusión de que todos los problemas se resolverían.”  (p.44)

 

Así, dice el autor del ensayo, frente a los excesos del liberalismo y el positivismo aplastante, Bonó tomó distancia, y decidió negar esas ideas que le inspiraron en sus primeros años de vida política e intelectual para abrazar nuevos valores e ideas: “los del espiritualismo y misticismo recurrentes en toda la primera mitad del siglo XX” (p.46).

 

En la próxima seguimos con la mirada moderna al pensamiento de este hombre que sentó, sin saberlo y quizás sin quererlo, cátedra de pensamiento propio y crítico y de fortaleza moral incuestionable.

 

 



[i] Julio Minaya, “Pedro Francisco Bonó: vida y obra en su contexto”, Revista Estudios Sociales, Volumen XLI, Número 142-143. Octubre 2005, marzo 2006.

Tomás Moro decide soñar


ENCUENTROS

¿Bueno o malo? La gran pregunta. Tomás Moro decide soñar

Por: Mu-Kien Adriana Sang

DICHOSOS los que saben reírse de sí mismos, porque no terminaran nunca de divertirse.

DICHOSOS los que saben distinguir una montaña de una piedra, porque se evitaran muchos inconvenientes.

DICHOSOS los que saben descansar y dormir sin buscarse excusas: llegaran a ser sabios.

DICHOSOS los que saben escuchar y callar: aprenderán cosas nuevas.

DICHOSOS los que son suficientemente inteligentes como para no tomarse en serio: serán apreciados por sus vecinos.

DICHOSOS los que están atentos a las exigencias de los demás, sin sentirse indispensables: serán fuente de alegría.

DICHOSOS ustedes cuando sepan mirar seriamente a las cosas pequeñas y tranquilamente a las cosas importantes: llegaran lejos en esta vida.

DICHOSOS ustedes cuando sepan apreciar una sonrisa y olvidar un desaire: vuestro camino estará lleno de sol.

DICHOSOS ustedes cuando sepan interpretar con benevolencia las actitudes de los demás, aún contra las apariencias: serán tomados por ingenuos, pero es el precio justo de la caridad.

DICHOSOS los que piensan antes de actuar y rezan antes de pensar: evitaran muchas tonterías.

DICHOSOS ustedes sobre todo cuando sepan reconocer al Señor en todo los que se encuentran: habrán logrado la verdadera luz y sabiduría.

Tomás Moro

Algunos se resistieron a los planteamientos tremendistas y extremos de personajes como Maquiavelo. Uno de ellos fue Tomás Moro, el sacerdote convertido en santo, que decidió proponer un lugar nuevo, diferente, en el cual el bien prevalecería por sobre todas las cosas.  Ese lugar se llamaba Utopía.

Nacido en Londres en 1478  y muerto en julio de de 1535, a la edad de 57 años; Tomás Moro abrió los ojos al mundo en el momento del esplendor del Renacimiento y del surgimiento del humanismo renacentista, para contrarrestar las ideas del pensamiento medieval. Estas transformaciones culturales y filosóficas del mundo conocido impactaron sin duda su pensamiento y su vida. Fue un agudo pensador, teólogo, político, humanista, y además de escritor, que fue también poeta. Su obra más conocida es Utopía.

Por su posición defendiendo los preceptos de la Iglesia Católica de Roma,  fue enjuiciado por orden directa del rey Enrique VIII, y acusado de alta traición, por no haber querido prestar el juramento antipapista, y adherirse a la Iglesia Anglicana, pero sobre todo, por oponerse al divorcio con la reina Catalina de Aragón. Su negativa implicaba no aceptar el Acta de Supremacía, que declaraba al rey como cabeza de esta nueva iglesia.

El juicio se efectuó. Fue declarado culpable. Recibió la máxima pena: la muerte. El 6 de julio de 1535 fue decapitado. En 1886 fue beatificado y canonizado en 1935  por la Iglesia Católica, y es considerado santo y mártir. La Iglesia Anglicana también lo reivindicó al proclamarlo en 1980 como un santo, mártir y héroe de la Reforma Protestante.

EL libro Utopía fue escrito entre 1515 y 1516, durante su estadía en Flandes. Fue publicado en Lovaina en 1517 y fue prorrogado por Francisco Quevedo; y como bien afirma el prologuista de la obra, es corta, como lo es la vida misma.  Como El Príncipe de Maquiavelo, Utopía es un pequeño ensayo, pero a diferencia de las reflexiones del italiano, Moro expone en cada una de sus páginas la ilusión de un hombre que reniega de su tiempo y sueña con un mundo mejor.

Al releer a Utopía después de tantos años, pensé inmediatamente en el Mito de las Cavernas que aparece en el libro República de Platón. La obra de  Tomas Moro expone su visión muy personal sobre cuál debía ser la sociedad idílica para el autor. Propuso una republica, la república de sus sueños, que garantizaba la felicidad a todos sus habitantes a cambio de trabajo, esfuerzo y colaboración mutua.

En su isla Utopía, Moro abogaba por el trabajo cooperativo. Expresó abiertamente su anhelo de que sus habitantes trabajaran de forma activa y equitativa, pues era la única garantía de que la productividad del trabajo fuese equitativamente distribuida. Y, un elemento clave de esa sociedad ideal inventada en el corazón de Moro, fue sin lugar a dudas la libertad, especialmente la apertura a las diferentes creencias religiosas. Un elemento nuevo y novedoso en una sociedad que apenas salía del oscurantismo medieval y en la que la Reforma Protestante supuso serios enfrentamientos. El hecho de que Moro pensara que en Utopía podían coexistir varias religiones, era una forma de explicar indirectamente su negativa a renunciar a la Iglesia Católica de Roma: 

"Hay varias religiones en Utopía, no solo en la Isla, sino también en cada ciudad. Unos adoran el Sol, otros la Luna, otros alguna de las Estrellas; y aún algunos veneran por Sumo Dios a algún hombre de una gran virtud que existió en tiempos pasados. Pero la mayor parte, que son los más instruidos, no reverencian ninguna de estas cosas, sino que creen que hay una divinidad oculta, eterna, inmensa e inexplicable, la cual interviene en este mundo …A este Dios le llaman Padre, ya que en él reconocen el principio, el aumento, la mudanza y el fin de todas las cosas…(Utopía, Capitulo La Religión)

Como buen cristiano y católico confeso y convencido, Tomás Moro creía en la bondad humana, y que el ser humano que habitaba en la tierra, por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios, era, tenía que ser, bueno por naturaleza. Sin embargo, el hecho de que soñara con esa sociedad ideal que llamaba Utopía, reconocía que de alguna manera, y por alguna razón, el ser humano en su relación con los demás tenía una vocación autodestructiva.

Entonces surge una nueva pregunta: ¿nacemos bueno y la sociedad desarrolla la maldad? No tengo  la respuesta. La busco. Moro nos legó la esperanza como herencia. Durante sus largos meses  de encarcelamiento, antes de su ejecución, fue capaz de reflexionar, pensar y ratificar su fe en Dios, en la sociedad y en la lucha constante para poder construir la sociedad utópica que tanto anheló y que escribió con singular maestría en su brillante obra: Utopía. Seguimos con el tema. espero que no se cansen. Yo estoy entusiasmada.

¿No es acaso injusta e ingrata una sociedad que prodiga tanto obsequio a esos que llaman nobles, y a los orfebres  demás congéneres, gente ociosa que vive tan sólo de la adulación y de fomentar vanos placeres? En cambio, ¿qué benévolas prevenciones se hacen a favor de labradores, carboneros, braceros, carreteros y carpinteros, sin los cuales sería imposible que subsistiera el Estado? Porque, una vez que han consumido su edad viril en el trabajo […] se les paga, desgraciadamente, con la más mísera de las muertes» (p. 202).


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