martes, 30 de julio de 2013

Martí: Aprender haciendo


TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE

Pensamiento caribeño en el siglo XIX.  Martí: Aprender haciendo

Por: Mu-Kien Adriana Sang

sangbenmukien@gmail.com


@MuKienAdriana

Nuestras tierras feracísimas, ricas en todo género de cultivos, dan poco fruto y menos de lo que debían por los sistemas rutinarios y añejos de arar, sembrar y recoger que aún privan en nuestros países y por el uso de instrumentos ruines.

Surge de esto una necesidad inmediata: hay que introducir en nuestras tierras los instrumentos nuevos; hay que enseñar a nuestros agricultores los métodos probados con que en los mismos frutos logran los de otros pueblos resultados pasmosos….

Pues así como se manda a los niños de Hispanoamérica a aprender lo que en sus tierras, por elementales que sean, aprenderían mejor, con riesgo de perder aquel aroma de la tierra propia que da perpetuo encanto y natural y saludable atmósfera a la vida; así como se sirve en oficinas de comercio, a adquirir tras largos años un puñado de prácticas vulgares que caben en una cáscara de nuez, y que se aprenden de igual modo en la casa propia, sin perder lo que se pierde, siempre en la ajena, así sin tanto riesgo y con mayor provecho, deben enviar los Gobiernos a agricultores ya entendidos; y los padres, a los hijos, a quienes quieran hacer beneficio verdadero con enseñarles en el cultivo de la tierra la única fuente absolutamente honrada de riqueza; y los hacendados, a hombres capaces de llevar luego a sus haciendas las mejoras que en las de acá vean, a estudiar la agricultura nueva en los cultivos prósperos, a vivir durante la época de una a varias cosechas en las haciendas donde se siguen los sistemas recientes, a adquirir en todos sus detalles, sin lo que no es fructífero, el conocimiento personal y directo de las ventajas de los métodos e instrumentos modernos.

Urge cultivar nuestras tierras del modo que cultivan las suyas nuestros rivales.

Estos modos de cultivo no viajan.

Hay que venir a aprenderlos, puesto el ancho sombrero y la blusa holgada del labrador, al pie de las labranzas.

Es acaso el único medio fácil, fecundo y perfecto de importar en nuestros países las nuevas prácticas agrícolas.

Se mandan aprendices a los talleres de maquinaria, en lo que se hace bien: mándense, en lo que se hará mejor, aprendices a las haciendas.

 José Martí, "A aprender en las haciendas". La América, Nueva York, agosto de 1883. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. Tomo 8. Páginas 275-277

 

 

José Martí fue un maestro. No tenía que estar encerrado en las cuatro paredes del aula de una escuela para educar.  Toda su labor literaria tenía como fin la educación del pueblo.  Sus obras teatrales y sus cuentos, especialmente los publicados en La Edad de Oro, tenían como fin la educar a los más jóvenes, especialmente a los niños.  Decía que la ignorancia del pueblo era de los peores males que tenía la sociedad y sobre todo, porque decía que la justicia debía estar del lado de los desposeídos, y la ignorancia constituía la peor de las injusticias sociales.  Como el propio Martí lo expresaba en la explicación el por qué  dedicó tiempo y esfuerzo para escribir y publicar cuentos para niños:

 

“Para que los niños americanos sepan cómo se vivía y cómo hoy en América y en las demás tierras; y cómo se hacen las cosas de cristal y de hierro, y las máquinas de vapor y los puentes colgantes y la luz eléctrica; para que cuando un niño vea una piedra de color sepa por qué tiene colores la piedra…Para los niños trabajamos porque son los que saben querer, porque los niños son la esperanza del mundo” (A los niños que lean La Edad de Oro)

 

José Martí no conocía, no podía conocerla ni tenía la forma de conocerla,  la corriente pedagógica que defiende que la mejor fórmula  maestra para el verdadero aprendizaje es “aprender haciendo”.  Porque sin la práctica, la teoría queda incompleta, se circunscribe al  mero conocimiento y el estudiante no es capaz de llevarla a la vida práctica, a su vida cotidiana.  No conocía esta corriente, sin embargo, fue capaz, en el siglo XIX, cuando estaba de moda el positivismo educativo, proponer una educación combinada de práctica y teoría. 

En el texto que engalana este artículo, que tuve que cortar por razones de espacio, Martí promueve la educación práctica en el campo, porque estaba más que convencido que si se desarrollaba la agricultura, los países de América Latina podrían mejorar sus condiciones de vida. Le llamaba la atención el cambio que se había producido en Argentina y la gran  movilidad del Puerto de Buenos Aires. En sus palabras:

Buenos Aires sabe de esto, Buenos Aires que está sacando cada mes de estos puertos cuatro o seis buques cargados de instrumentos de agricultura. Mas ni todos nuestros pueblos gozan de la misma próspera condición que el de la Plata, ni en todos es posible la introducción cuantiosa de los nuevos y, por el tiempo y labor que ahorran, generosos aperos de labrar; ni la mera introducción de ellos en tierras no preparadas para recibirlos y hacerlos útiles, basta a cambiar como por magia, el estado rudimentario de nuestros cultivos.

Ni se tienen en todas partes los capitales importantes que la compra de nuevos aprestos de cultivo necesitan; ni es suficiente que se entren por las tierras los instrumentos si no entra con ellos quien los maneje y acondicione el suelo para aprovecharlos; ni aun con los especiales halagos que las Exposiciones brindan, se atreven siempre los fabricantes de ellos a enviar sus productos a pueblos donde temen que la venta no compense los costos del envío. José Martí, "A aprender en las haciendas". José Martí, "A aprender en las haciendas".

Le llamaba poderosamente la atención cómo había cambiado la realidad argentina, después que se había producido el boom económico gracias a su desarrollo agrícola. Se preguntaba si Argentina había podido ¿Por qué no hacían lo mismo las otras naciones del continente?  El progreso económico en el siglo XIX estaba relacionado, necesariamente, al desarrollo agropecuario. La agricultura y la ganadería constituían los renglones básicos de las economías de las jóvenes naciones.  Por esta razón, Martí abogaba por la educación agrícola.  El camino más seguro para el progreso. En la próxima seguiremos con Martí y la educación.

lunes, 29 de julio de 2013

Martí: Autnomismo e independencia


Pensamiento caribeño en el siglo XIX.  Martí: autonomismo e independencia

Por: Mu-Kien Adriana Sang

sangbenmukien@gmail.com


@MuKienAdriana

 

Por la confusión de los términos se confundes los hombres.

No hay que estar a las palabras, sino a lo que está debajo de ellas.

La autonomía seria una palabra grata al cubano y al puertorriqueño, puesto que autonomía solo quiere decir gobierno propio, si el autonomismo no hubiese descompuesto los elementos necesarios para el gobierno propio.

La independencia seria más temible que deseable si con el nombre de ella se levantase a ahogarla una nueva tiranía.

Los autonomistas, con su derecho pleno de cubanos, pueden, cambiando totalmente de espíritu y de métodos, entrar en la obre que perdura, cuando la suya se viene abajo….

No es la caja solo lo que hay que defender, ni es la patria una cuenta corriente, ni componer en paz el débito y el crédito, o con capitanear de palaciegos… se acalla el ansia de conquistar un régimen de dignidad y de justicia… La independencia no ha de ser… El desconocimiento del derecho de una entidad cualquiera de la familia del país, nueva o histórica: hemos sido azotados, y el primero en verdad seria el que hubiese recibido más azotes si no estuviese antes que él el que se alzó contra ellos. Por poder de erguirse se mide a los hombres. Las columnas son sustentos más seguros de un pueblo que los lomos. Los lomos se han de enderezar. Las columnas se rompen pero no se doblan….

Y el día que pudiese volver a surgir aunque hemos de sangrar y bregar porque no surja… el conflicto entre el espíritu confuso y grandioso de la guerra, sublime y viable a pesar de su desorden. … no estará con los que en un pueblo probado por el heroísmo brillante de la campaña y el heroísmo silencioso del destierro, quiera continuar la vida arrogante o recelosa de la esclavitud, con sus miras poblanas y sus hábitos canijos; no estará con los enemigos de la independencia. Y solo los enemigos de la independencia pueden estar con los que no la traigan en su corazón.

José Martí, Autonomismo e Independencia, publicado el  26 de marzo de 1892.

 

 

Ya lo hemos dicho, ya lo han dicho otros: José Martí fue un hombre brillante, visionario, agudo y sólido intelectualmente.  Por razones de espacio, no podía citar el texto completo de autonomismo e independencia; sin embargo, una lectura a los textos elegidos, nos muestra su agudeza política e intelectual.

 

Martí entiende que el autonomismo propugna por un gobierno propio, pero la patria quedaría siempre bajo la tutela imperial.  La autodeterminación, plantea Martí, sólo se logra con la independencia; y si para lograrlo debe irse a la guerra e inmolarse, se hace; porque los que aman, desde lo profundo de su corazón, pueden luchar por el verdadero camino de la libertad.  El binomio independencia pura y simple o morir, era su bandera de lucha. Como lo fue para nuestro Juan Pablo Duarte.

 

No hay dudas, Martí se adelantó a su tiempo. En el siglo XX se acuñó el término de  reconocimiento y aplicación del Derecho de Autodeterminación, recogido en los pactos internacionales.  Muchos teóricos del derecho internacional y politólogos han analizado este proceso, y  se han encontrado con escollos, porque todavía hoy, hay resistencia de muchos estados, porque, ellos mismos están plagados de grupos que abogan por la autonomía; pero no bajo los preceptos del concepto martiano, sino la separación de absoluta del Estado que los cobija: Por eso, como nos recuerda Obieta, a pesar del carácter meramente democrático del principio que informa el derecho a la autodeterminación de los pueblos, desde que el Presidente Wilson lo popularizase tras la primera guerra mundial, su aplicación práctica ha tropezado con todos los obstáculos imaginables. En aquella coyuntura, las potencias vencedores consideraron oportuna su aplicación en el ámbito de los estados vencidos pero, naturalmente, consideraron inaceptable su pertinencia en el seno de los estados vencedores...[i]

 

Al buscar explicaciones y contextualizar el texto martiano, confirmo, es más, me convenzo, que el nacionalismo, el independentismo y el autonomismo siguen temas y problemas vigentes, desde la emergencia del capitalismo en el lejano siglo XVIII, que se consolida en las luchas libertarias del siglo XIX, y en el siglo XX ha sido objeto de grandes enigmas, discusiones y problemas, al revivirse los nacionalismos en la antigua Unión Soviética, por un lado, y por el otro, el permanente forcejeo de los autonomistas radicales en España.

 

La realidad ha dado al traste con algunas teorías.  A mediados de los 70 del siglo XX, se planteaba que el nacionalismo decimonónico, como movimiento político, era el resultado de la expansión capitalista y sobre todo, la necesidad de la burguesía de crear su propio espacio de poder.  Sin embargo, avanzado en el siglo XX, y todavía en el siglo XXI, en el momento de capitalismo imperial y dominante, han surgido y en otros casos, se han fortalecido, movimientos políticos que abogan, como en el siglo XIX, por la autodeterminación y la independencia. ¿Qué explicación tienen? No tengo la respuesta.

 

En la época de José Martí, la dicotomía estaba muy clara.  Los pueblos de América Latina luchaban por la creación de sus naciones en contra de dos imperios decadentes: España y Portugal.  En el caso de la patria de Martí, el proceso fue tardío y zigzagueante. Mientras Martí abogaba por una Cuba independiente, libre y soberana; el capitalismo no solo había emergido, sino que ya se iniciaban los pasos para la aplicación de la política imperial norteamericana.  Sorteados los obstáculos (guerra de secesión, conquista del oeste…), Estados Unidos se proponía a cruzar sus fronteras para aplicar la Doctrina de Monroe: América para los americanos. 

 

Mientras más profundizo, pienso, leo, escribo y analizo, me convenzo que los procesos históricos no son, no puede ser, trazos lineales, porque la realidad es más compleja que las teorías, las aspiraciones y las creencias.

 

Así pues, hoy día, 121 años después de haber escrito este ensayo, todavía sigue vigente. Han cambiado las percepciones, porque los teóricos de la actualidad asumen el autonomismo como independencia, a diferencia de nuestro José Martí. 

 



[i] Carlos Garaikoetxeahttp://www.gazteabertzaleak.org/fitxategiak/canoerd.pdf
 

Martí. La verdad sobre Estados Unidos


Pensamiento caribeño en el siglo XIX.  Martí: La verdad sobre Estados Unidos

Por: Mu-Kien Adriana Sang

sangbenmukien@gmail.com


@MuKienAdriana

Es preciso que se sepa en nuestra América la verdad de los Estados Unidos. Ni se debe exagerar sus faltas de propósito, por el prurito de negarles toda virtud, ni se ha de esconder sus faltas, o pregonarlas como virtudes. No hay razas: no hay más que modificaciones diversas del hombre, en los detalles de hábito y formas que no les cambian lo idéntico y esencial, según las condiciones de clima e historia en que viva…. Lo que varía es la consecuencia peculiar de la distinta agrupación histórica: en un pueblo de ingleses y holandeses y alemanes afines, cualesquiera que sean los disturbios, mortales tal vez, que les acarree el divorcio original del señorío y la llaneza que a un tiempo lo fundaron, y la hostilidad inevitable, y en la especie humana indígena, de la codicia y vanidad que crean las aristocracias contra el derecho y la abnegación que se les revelan, no puede producirse la confusión de hábitos políticos y la revuelta hornalla de los pueblos en que la necesidad del conquistador dejó viva la población natural, espantada y diversa, a quien aún cierra el paso con parricida ceguedad la casta privilegiada que engendró en ella el europeo.  Martí, La verdad sobre los Estados Unidos, Patria, Nueva York, 23 de marzo de 1894.

Un elemento interesante de Martí, es que en la época en que realizó su actividad política estaba en boga el positivismo, que defendía, como sabemos, el modelo imperial –el que fuese- como espejos a imitar y, para estimular la productividad y la mejoría de la raza, abogaba por la inmigración de trabajadores de esas metrópolis.  Sin embargo, Martí, se mostró defensor de la mezcla de razas, como pudimos apreciar en el artículo anterior, pero sobre todo defendía la capacidad que tenían los pueblos de América para ser los forjadores de sus propios caminos, los responsables de su destino. Criticó que Estados Unidos habiendo sido colonizado por una de las potencias europeas, se haya convertido en un imperio más, con las mismas ambiciones de poder y dinero:

Una nación de mocetones del Norte, hechos de siglos atrás al mar y a la nieve, y a la hombría favorecida por la perenne defensa de las libertades locales, no puede ser como una isla del trópico, fácil y sonriente, donde trabajan por su ajuste, bajo un gobierno que es como piratería política, la excrecencia famélica de un pueblo europeo, soldadesco y retrasado, los descendientes de esta tribu áspera e inculta, divididos por el odio de la docilidad acomodaticia a la virtud rebelde, y los africanos pujantes y sencillos, o envilecidos y rencorosos, que de una espantable esclavitud y una sublime guerra han entrado a la conciudadanía con los que los compraron y los vendieron, y, gracias a los muertos de la guerra sublime, saludan hoy como a igual al que los hacían ayer bailar a latigazos. En lo que se ha de ver si sajones y latinos son distintos, y en lo que únicamente se les puede comparar, es en aquello en que les hayan rodeado condiciones comunes…[i]

Martí establecía una gran diferencia entre las naciones nacidas de la Metrópoli española y la colonia de Inglaterra. Diferenciaba al anglosajón del latino. Llegó tan lejos que incluso establecía diferencias entre la esclavitud en las colonias del continente latinoamericano y la esclavitud en Estados Unidos. Veamos:

Es un hecho que en los Estados del Sur de la Unión Americana, donde hubo esclavos negros, el carácter dominante es tan soberbio, tan perezoso, tan inclemente, tan desvalido, como pudiera ser, en consecuencia de la esclavitud, el de los hijos de Cuba. Es de supina ignorancia, y de ligereza infantil y punible, hablar de los Estados Unidos y de las conquistas reales o aparentes de una comarca suya o grupo de ellas, como de una nación total e igual, de libertad unánime y de conquistas definitivas: semejantes Estados Unidos son una ilusión o una superchería. De las covachas de Dakota, y la nación que por allá va alzándose, bárbara y viril, hay todo un mundo a las ciudades del Este, arrellanadas, privilegiadas, encastadas, sensuales, injustas. [ii]

Martí no deja respiro a la nación norteamericana. No olvidemos que ya se había hecho pública la Doctrina de Monroe, que a pesar de haber sido proclamada en 1823, no pudo materializarse debido a los conflictos internos, y sobre todo, a la Guerra de Secesión. Finalizadas las rencillas, la vocación imperial es retomada, y la frase “América para los americanos” se convirtió en la bandera de lucha y conquista del coloso norteño, obligando a las potencias europeas a replegarse.  La conquista del espacio ocupado por Europa y sus potencias tradicionales (Inglaterra, Francia y España, más tarde se incorpora Alemania) se inició en las islas de El Caribe.  Por esta razón quizás Martí, que soñaba con una Cuba independiente, vio como muy peligroso el derrotero que tomaba la política imperial de los norteamericanos.

Estados Unidos, en vez de apretarse las causas de unión, se aflojan; en vez de resolverse los problemas de la humanidad, se reproducen; en vez de amalgamarse en la política nacional las localidades, la dividen y la enconan; en vez de robustecerse la democracia y salvarse del odio y miseria de las monarquías, se corrompe y aminora la democracia, y renacen, amenazantes, el odio y la miseria. Y no cumple con su deber quien lo calla, sino quien lo dice. Ni con el deber de hombre cumple, de conocer la verdad y esparcirla; ni con el deber de buen americano, que sólo ve seguras la gloria y paz del continente en el desarrollo franco y libre de sus distintas entidades naturales; ni con su deber de hijo de nuestra América, para que por ignorancia, o deslumbramiento, o impaciencia no caigan los pueblos de casta española al consejo de la toga remilgada y el interés asustadizo, en la servidumbre inmoral y enervante de una civilización dañada y ajena. Es preciso que se sepa en nuestra América la verdad de los Estados Unidos desprecio a las pecadoras. [iii]

Estados Unidos representaba para la causa martiana un verdadero peligro.  José Martí rechazó con fuerzas todas las pretensiones del nuevo imperio.  Desde la primera reunión con las nuevas naciones, convocadas años antes, y de la cual hicimos referencia en artículos anteriores, Martí trazó una línea imaginaria entre Estados Unidos y el resto de América Latina. Abogaba, como lo hizo en su trabajo Nuestra América, por la unión de todos los pueblos del continente que correspondían a la América Latina, única forma, decía, de poder contrarrestar los apremios imperiales.

Han perdido juntas todas las repúblicas españolas de América, en la obra naturalmente lenta, y de México a Chile vencedora, de poner a flor del mundo nuevo, sin más empuje que el apostolado retórico de una gloriosa minoría y el instinto popular, los pueblos remotos de núcleos distantes y de razas adversas, donde dejó el mando de España toda la rabia e hipocrecía de la teocracia, y la desidia y el recelo de una prolongada servidumbre. Y es de justicia, y de legítima ciencia social, reconocer que, en relación con las facilidades del uno y los obstáculos del otro, el carácter norteamericano ha descendido desde la independencia, y es hoy menos humano y viril, mientras que el hispanoamericano, a todas luces, es superior hoy, a pesar de sus confusiones y fatigas, a lo que era cuando empezó a surgir de la masa revuelta de clérigos logreros, imperitos ideólogos e ignorantes o silvestres indios. Y para ayudar al conocimiento de la realidad política de América, y acompañar o corregir, con la fuerza serena del hecho, el encomio inconsulto-y, en lo excesivo, pernicioso-de la vida política y el carácter norteamericanos, Patria inaugura, en el número de hoy, una sección permanente de Apuntes sobre los Estados Unidos…[iv]

Inteligente como era, Martí constató el carácter desigual de los países colonizados y conquistados de América. Ls del sur, estaban en condiciones deprimentes y preocupantes: guerras inter caudillistas, elevada deuda externa, escaso desarrollo productivo y social. Mientras, en el norte, donde nacía el coloso norteño, la realidad era otra, pues a pesar de las guerras esta gran nación pudo salir airosa de sus propias ruinas:

Dos verdades útiles a nuestra América: el carácter crudo, desigual y decadente de los Estados Unidos, y la existencia en ellos continua, de todas las violencias, discordias, inmoralidades y desórdenes de que se culpa a los pueblos hispanoamericanos.[v]

Martí soñó y luchó.  La realidad se impuso a sus deseos.  Estados Unidos creció como imperio y sacó lenta y progresivamente a los imperios tradicionales europeos. Las nuevas naciones latinoamericanas, poco a poco, comenzaron a formar parte del nuevo emporio imperial.

 

 



[i] Martí, La verdad sobre los Estados Unidos, Patria, Nueva York, 23 de marzo de 1894.
[ii] Ibídem
[iii] Ibídem
[iv] Ibídem
[v] Ibídem

Martí, Mi raza


 

 

Pensamiento caribeño en el siglo XIX.  Martí: Mi raza

Por: Mu-Kien Adriana Sang

sangbenmukien@gmail.com


@MuKienAdriana

 

Esa de racista está siendo una palabra confusa, y hay que ponerla en claro. El hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza u otra: dígase hombre, y ya se dicen todos los derechos. El negro, por negro, no es inferior ni superior a ningún otro hombre: peca por redundante el blanco que dice: "mi raza"; peca por redundante el negro que dice: "mi raza." Todo lo que divide a los hombres, todo lo que los especifica, aparta o acorrala, es un pecado contra la humanidad. ¿A qué blanco sensato le ocurre envanecerse de ser blanco, y qué piensan los negros del blanco, que se envanece de serlo, y cree que tiene derechos especiales por serlo? ¿Qué han de pensar los blancos del negro que se envanece de su color? Insistir en las divisiones de raza, en las diferencias de raza, de un pueblo naturalmente dividido, es dificultar la ventura pública, y la individual, que están en el mayor acercamiento de los factores que han de vivir en común.  José Martí, De mi raza[i]

 

 

José Martí fue sin duda un visionario y un pensador visionario y valiente intelectual.  Como hemos repetido a lo largo de esta serie de artículos, en su producción intelectual abordó temas controvertidos y vedados.  El tema de la raza fue una de las más bellas reflexiones del político. Con su visión romántica acerca del tema racial, Martí planteaba la igualdad entre los seres humanos sin distinción de razas, un planteamiento que desarrolla en el pequeño ensayo con extremada valentía.

 

Si se dice que en el negro no hay culpa aborigen, ni virus que lo inhabilite para desenvolver toda su alma de hombre, se dice la verdad, y ha de decirse y demostrarse, porque la injusticia de este mundo es mucha, y la ignorancia de los mismos que pasa por sabiduría, y aún hay quien crea de buena fe al negro incapaz de la inteligencia y corazón del blanco; y si a esa defensa de la naturaleza se la llama racismo, no importa que se le llame así, porque no es más que decoro natural, y voz que clama del pecho del hombre por la paz y la vida del país. Si se alega que la condición de esclavitud no acusa inferioridad en la raza esclava, puesto que los galos blancos, de ojos azules y cabellos de oro, se vendieron como siervos, con la argolla al cuello, en los mercados de Roma; eso es racismo bueno, porque es pura justicia y ayuda a quitar prejuicios al blanco ignorante. Pero ahí acaba el racismo justo, que es el derecho del negro a mantener y probar que su color no lo priva de ninguna de las capacidades y derechos de la especie humana.[ii]

 

Martí ataca de manera frontal a los racistas blancos, especialmente a aquellos que se creen superiores. Se preguntaba con de forma insistente ¿qué derecho tiene para quejarse del racista negro, que le vea también especialidad a su raza?[iii]

 

Pero Martí no era ciego ni parcial. Así como criticaba a los racistas blancos, también era duro y enfático con los racistas negros, aquellos que por su color de piel también osaban a sentirse superiores. Entonces se preguntaba:

 

¿qué derecho tiene para quejarse del racista blanco? El hombre blanco que, por razón de su raza, se cree superior al hombre negro, admite la idea de la raza, y autoriza y provoca al racista negro. El hombre negro que proclama su raza, cuando lo que acaso proclama únicamente en esta forma errónea es la identidad espiritual de todas las razas, autoriza y provoca al racista blanco. [iv] La paz pide los derechos comunes de la naturaleza: los derechos diferenciales, contrarios a la naturaleza, son enemigos de la paz.


Y, no podía quedarse en el pensamiento martiano su Cuba amada. Decía que en su tierra no había temor alguno, ni era una preocupación el racismo, pues, el cubano era más blanco, más que mulato, más que negro. En los campos de batalla, muriendo por Cuba, han subido juntas por los aires las almas de los blancos y de los negros.[v]

 

 

Aseguraba que en la vida cotidiana, así en las luchas diarias de la defensa, de la lealtad, de la hermandad y de la astucia, siempre hubo, al lado de cada blanco, un negro. Afirmaba con mucha gallardía que tanto los  negros, como los blancos, pueden dividirse por sus caracteres: tímidos o valerosos, abnegados o egoístas, en los partidos diversos en que se agrupan los hombres.[vi]

 

Para Martí los partidos políticos eran agrupaciones que combinaban preocupaciones, aspiraciones, intereses y caracteres.[vii]  Y entonces afirma, que lo más importante es y será siempre la búsqueda de los semejantes, tratando siempre de olvidar las diferencias. En suma, agregaba, la semejanza de los caracteres, superior como factor de unión a las relaciones internas de un color de hombres graduado, y en sus grados a veces opuesto, decide e impera en la formación de los partidos.[viii]  Así pues, para Martí, lo importante en la vida partidaria no eran las diferencias en el color de la piel, sino las semejanzas en visiones, compromiso y entrega.

 

Así, para el poeta, dramaturgo, poeta, novelista, ensayista y político, lo importante no eran las diferencias raciales, sino ideológicas. Para él, los  que negros y blancos que abogaban por la pompa y el interés por la riqueza se irían de un lado. Mientras que por el otro lado estarían los negros y blancos, los hombres verdaderos, quienes tratarían con lealtad y ternura, por el gusto del mérito, y el orgullo de todo lo que honre la tierra en que nacimos. [ix]

 

La palabra racista era para Martí una verdadera desgracia. Para él los racistas no eran solo los blancos que se creían superiores por el color de su piel, sino también los negros que se creyesen superiores a los demás. De racistas serían igualmente culpables: el racista blanco y el racista negro. Muchos blancos se han olvidado ya de su color; y muchos negros. Juntos trabajan, blancos y negros, por el cultivo de la mente, por la propagación de la virtud, por el triunfo del trabajo creador y de la caridad sublime.[x]



Finalmente reiteraba convencido que la guerra de razas no era una preocupación en Cuba. Lo importante, aseguraba, era unir fuerzas para luchar por la instauración de la República, una aspiración legítima e irreversible. En sus propias palabras:  

 

La República no se puede volver atrás; y la República, desde el día único de redención del negro en Cuba, desde la primera constitución de la independencia el 10 de abril en Guáimaro, no habló nunca de blancos ni de negros. Los derechos públicos, concedidos ya de pura astucia por el Gobierno español e iniciados en las costumbres antes de la independencia de la Isla, no podrán ya ser negados, ni por el español que los mantendrá mientras aliente en Cuba, para seguir dividiendo al cubano negro del cubano blanco, ni por la independencia, que no podría negar en la libertad los derechos que el español reconoció en la servidumbre.
Y en lo demás, cada cual será libre en lo sagrado de la casa. El mérito, la prueba patente y continua de cultura, y el comercio inexorable acabarán de unir a los hombres. En Cuba hay mucha grandeza, en negros y blancos." [xi]

 





[i] Artículo "Mi raza." De "Patria". Nueva York, 16 de abril de 1893. Obras Completas. Editorial Pueblo y Educación. La Habana, 1976. Tomo 2. Páginas 298 a 300.
[ii] Ibídem
[iii] Ibídem
[iv] Ibídem
[v] Ibídem
[vi] Ibídem
[vii] Ibídem
[viii] Ibídem
[ix] Ibídem
[x] Ibídem
[xi] Ibidem

sábado, 6 de julio de 2013

La polémica Romno Vs. Gunder Frank


ENCUENTROS

Itinerario. Ruggiero Romano y el debate público con André Gunder Frank

Evidentemente que con esa posición se enfrentaba Romano a todas las teorías...defendidas por la intelectualidad latinoamericana o latinoamericanista. El nombre de André Gunder Frank bulle en mi mente  me remonta de nuevo a los lunes de París. Escuché sorprendida  a  un Romano más vehemente de lo acostumbrado, algo que me extrañó sobremanera, pues no sabía que pudiese ser más fogoso todavía. Expresó sus críticas a las posiciones de este autor, criticó con calor desmedido su tesis de la inserción latinoamericana al circuito mercantil después de la conquista; es decir por arte de la subsunción América se inserta en el mercado, olvidando en su argumento definir, tocar o pensar en cómo se produjo el proceso interno. Mu-Kien Sang, Romano: el principio de la duda.

El encuentro con esta América cambió muchas preguntas básicas de Romano acerca de uno de sus grandes temas: la crisis del siglo XVII y los rumbos del desarrollo euroatlántico... En fin, lo que nos dejó Ruggiero Romano es la idea que los conceptos y los modelos de la historiografía europea deben ser revisados críticamente para hacer la historia de América Latina, lo cual implica dedicarse a una historiografía que no pretenda cerrar en un esquema definido la evolución del continente.... Prof. Andrés G. Freijomil, Instituto Superior del Profesorado "Dr. Joaquín V. González",  Universidad Nacional de General Sarmiento. Instituto de Ciencias BUENOS AIRES, ARGENTINA.

El libro que sirvió de base a las ideas de André Gunder Frank fue Capitalismo y Subdesarrollo en América Latina, publicado en 1965. En esta obra el autor afirma que el subcontinente latinoamericano había iniciado a funcionar desde la conquista misma, de acuerdo al modo de producción capitalista, pues sustentaba que en el mundo moderno sólo ha existido un solo sistema económico que era la economía de mercado capitalista, sistema que ubicó a América Latina como satélite periférico del capital español y portugués. A su juicio en el continente no se produjo un sistema dual con un sector capitalista y otro feudal, pues lo que existía era una relación centro (los países capitalistas)  y periferia (América Latina) con nudos intermedios. El centro dominaba la periferia y le imponía sus improntas, sobre este tema ya hablamos en artículos anteriores.

Las ideas de Gunder Frank encontraron resistencia en muchos intelectuales de prestiigio, como Ruggiero Romano y Ernesto Laclau.  Este último publicó en 1971 el artículo "Feudalismo y capitalismo en América Latina" en el que expone los baches teóricos de Gunder Frank, sobre todo, porque aseguraba que Fran no sabía la diferencia entre capital y capitalismo. Incluso advierte a Frank que su concepción del feudalismo también es errada, al pensarlo como un sistema tan cerrado que no había posibilidad de penetración de las fuerzas del mercado, y sin embargo, la realidad histórica había demostrado otra cosa. Laclau sostenía además que Frank confundía  las relaciones sociales con las relaciones espaciales, y que en su esquema de centro-periferia no lograba explicar las relaciones de clases dentro de los países llamado satélites.

Por su parte Ruggiero Romano fue más agresivo, afirmaba que Frank padecía de "Subdesarrollo cultural", pero sobre todo que carecía de conocimientos mínimos de la historia económica de Europa, especialmente de la Edad Media. Su falta de conocimientos históricos, decía el historiador italiano, mi Maestro, lo llevaban a cometer horrores y errores, como plantear absurdamente que el feudalismo era incompatible con comercio internacional.  La polémica de Romano estuvieron presentes en todos los foros internacionales y algunos que estuvieron presentes la califican de antológica. Las palabras del propio Romano no dejan lugar a la duda[i]:

Desde hace años, André Gunder Frank, con talento digno de mejor causa, busca aperturas en revistas y revistillas en las que publica y vuelve a publicar sus escritos. Estos han sido ahora recopilados en dos volúmenes. La única ventaja que de ellos se desprende es que, de esta forma, es más fácil hallar el hilo en el informe cúmulo de ensayos y artículos. He dicho "informe cúmulo" porque André Gunder Frank es una de estas personas que se "hablan a sí mismas". Enfermo de una incurable graforrea; convencido de pergeñar a cada instante no sé qué ideas extraordinarias; persuadido del hecho de que, gracias a él y a sus escritos, la revolución americana da pasos de gigante, sigue enfermándose con sus pleitos, que son intelectual, científica y políticamente bastante inconsistentes.

Los pleitos -que André Gunder Frank cree que son tesis- son los siguientes: Partiendo de la contradicción expropiación-apropiación llega a la conclusión de que ella se configura histórica y estructuralmente de tal modo que se "extiende el vínculo capitalista, a guisa de cadena, desde las metrópolis mundiales y nacionales hasta los centros regionales (las primeras expropian una parte del excedente de los segundos) y desde éstos a los centros locales y así hasta los grandes latifundistas y comerciantes que expropian (¿por medio de qué modo de producción? observación mía) el excedente de los pequeños campesinos o arrendatarios, y tal vez, hasta el de estos últimos a los trabajadores sin tierra a quienes ellos usufructúan. En cada eslabón de esta cadena una minoría dominante de capitalistas ejerce un poder monopolista sobre la mayoría sometida, expropiando una parte o la totalidad del excedente económico por ésta producido (¿por medio de qué modo de producción? observación mía) y apropiándose para su propio uso en la medida en que, a su vez. no llegue a ser expropiada por una minoría dominante...[ii]

Romano también sostenía que no podía adecuarse de manera acrítica los conceptos de la historia europea a la América Latina. Por ejemplo, afirmaba que el concepto de feudalismo no cuenta con una verdadera definición axiomática de la economía feudal, excepto, afirmaba a la Alta Edad Media. Para Romano existía tensión entre la economía natural de intercambio y la monetaria.  En el primer caso, sostenía Romano, se establece una moneda natural-tipo, que podía ser coca, telas, cacao, conchas, etc. para hacer los intercambios. Aquí las relaciones son de tipo personal y el intercambio es directo e inmediatos.  En la economía monetaria, seguía diciendo Romano, el medio de pago era la moneda metálica y el intercambio, a diferencia del anterior, era indirecto.

Las tesis de Romano encontraron críticas y cuestionamientos de fondo. El profesor Sobrevilla [iii] toma las ideas de Romano. A su juicio el célebre historiador italiano desatiende que en el presunto feudalismo colonial iberoamericano habían fenómenos de otro carácter. Afirmaba que este feudalismo podía coexistir con un comercio de extensa cobertura, pero, sigue diciendo Sobrevilla, no consideraba en sus análisis al capitalismo incipiente que se había producido en la explotación minera.  Otro problema de la tesis de Romano según el profesor peruano, es que el historiador italiano sólo examina el presunto feudalismo colonial iberoamericano en sí mismo, insertándolo solo en el marco de la acción del capitalismo en Europa como un desarrollo exógeno.

En definitiva, todo ese viejo debate lo que demuestra es que las categorías de análisis no pueden aplicarse alegremente a cualquier realidad.  Uno de los grandes problemas en América Latina es que hemos hecho uso de recursos teóricos nacidos de realidades distintas, como Europa, y hemos tratado de adecuarlos a nuestra realidad, a veces de manera forzada.  Ahora bien, lo que sí está claro, es que las explicaciones generalizadas, como la de Gunder Frank y los teóricos de la dependencia, lo que hicieron fue ocultar las realidades particulares.  Seguimos en la próxima.



[i] Ruggiero Romano, A propósito de capitalismo y subdesarrollo en América Latina de Andre Gunder Frank, Editorial Signos, Buenos Aires, 1971. Nota Crítica del propio autor.
 
[ii] Ibídem
[iii] Sobre este tema ver el trabajo del profesor David Sobrevilla de la Universidad de San Marcos, La tesis de Mariátegui sobre el carácter feudal de la economía peruana, en Estudios de filosofía práctica e historia de kas udeasm versuñib ISSN 1851-9490
 
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