lunes, 29 de julio de 2013

Martí. La verdad sobre Estados Unidos


Pensamiento caribeño en el siglo XIX.  Martí: La verdad sobre Estados Unidos

Por: Mu-Kien Adriana Sang

sangbenmukien@gmail.com


@MuKienAdriana

Es preciso que se sepa en nuestra América la verdad de los Estados Unidos. Ni se debe exagerar sus faltas de propósito, por el prurito de negarles toda virtud, ni se ha de esconder sus faltas, o pregonarlas como virtudes. No hay razas: no hay más que modificaciones diversas del hombre, en los detalles de hábito y formas que no les cambian lo idéntico y esencial, según las condiciones de clima e historia en que viva…. Lo que varía es la consecuencia peculiar de la distinta agrupación histórica: en un pueblo de ingleses y holandeses y alemanes afines, cualesquiera que sean los disturbios, mortales tal vez, que les acarree el divorcio original del señorío y la llaneza que a un tiempo lo fundaron, y la hostilidad inevitable, y en la especie humana indígena, de la codicia y vanidad que crean las aristocracias contra el derecho y la abnegación que se les revelan, no puede producirse la confusión de hábitos políticos y la revuelta hornalla de los pueblos en que la necesidad del conquistador dejó viva la población natural, espantada y diversa, a quien aún cierra el paso con parricida ceguedad la casta privilegiada que engendró en ella el europeo.  Martí, La verdad sobre los Estados Unidos, Patria, Nueva York, 23 de marzo de 1894.

Un elemento interesante de Martí, es que en la época en que realizó su actividad política estaba en boga el positivismo, que defendía, como sabemos, el modelo imperial –el que fuese- como espejos a imitar y, para estimular la productividad y la mejoría de la raza, abogaba por la inmigración de trabajadores de esas metrópolis.  Sin embargo, Martí, se mostró defensor de la mezcla de razas, como pudimos apreciar en el artículo anterior, pero sobre todo defendía la capacidad que tenían los pueblos de América para ser los forjadores de sus propios caminos, los responsables de su destino. Criticó que Estados Unidos habiendo sido colonizado por una de las potencias europeas, se haya convertido en un imperio más, con las mismas ambiciones de poder y dinero:

Una nación de mocetones del Norte, hechos de siglos atrás al mar y a la nieve, y a la hombría favorecida por la perenne defensa de las libertades locales, no puede ser como una isla del trópico, fácil y sonriente, donde trabajan por su ajuste, bajo un gobierno que es como piratería política, la excrecencia famélica de un pueblo europeo, soldadesco y retrasado, los descendientes de esta tribu áspera e inculta, divididos por el odio de la docilidad acomodaticia a la virtud rebelde, y los africanos pujantes y sencillos, o envilecidos y rencorosos, que de una espantable esclavitud y una sublime guerra han entrado a la conciudadanía con los que los compraron y los vendieron, y, gracias a los muertos de la guerra sublime, saludan hoy como a igual al que los hacían ayer bailar a latigazos. En lo que se ha de ver si sajones y latinos son distintos, y en lo que únicamente se les puede comparar, es en aquello en que les hayan rodeado condiciones comunes…[i]

Martí establecía una gran diferencia entre las naciones nacidas de la Metrópoli española y la colonia de Inglaterra. Diferenciaba al anglosajón del latino. Llegó tan lejos que incluso establecía diferencias entre la esclavitud en las colonias del continente latinoamericano y la esclavitud en Estados Unidos. Veamos:

Es un hecho que en los Estados del Sur de la Unión Americana, donde hubo esclavos negros, el carácter dominante es tan soberbio, tan perezoso, tan inclemente, tan desvalido, como pudiera ser, en consecuencia de la esclavitud, el de los hijos de Cuba. Es de supina ignorancia, y de ligereza infantil y punible, hablar de los Estados Unidos y de las conquistas reales o aparentes de una comarca suya o grupo de ellas, como de una nación total e igual, de libertad unánime y de conquistas definitivas: semejantes Estados Unidos son una ilusión o una superchería. De las covachas de Dakota, y la nación que por allá va alzándose, bárbara y viril, hay todo un mundo a las ciudades del Este, arrellanadas, privilegiadas, encastadas, sensuales, injustas. [ii]

Martí no deja respiro a la nación norteamericana. No olvidemos que ya se había hecho pública la Doctrina de Monroe, que a pesar de haber sido proclamada en 1823, no pudo materializarse debido a los conflictos internos, y sobre todo, a la Guerra de Secesión. Finalizadas las rencillas, la vocación imperial es retomada, y la frase “América para los americanos” se convirtió en la bandera de lucha y conquista del coloso norteño, obligando a las potencias europeas a replegarse.  La conquista del espacio ocupado por Europa y sus potencias tradicionales (Inglaterra, Francia y España, más tarde se incorpora Alemania) se inició en las islas de El Caribe.  Por esta razón quizás Martí, que soñaba con una Cuba independiente, vio como muy peligroso el derrotero que tomaba la política imperial de los norteamericanos.

Estados Unidos, en vez de apretarse las causas de unión, se aflojan; en vez de resolverse los problemas de la humanidad, se reproducen; en vez de amalgamarse en la política nacional las localidades, la dividen y la enconan; en vez de robustecerse la democracia y salvarse del odio y miseria de las monarquías, se corrompe y aminora la democracia, y renacen, amenazantes, el odio y la miseria. Y no cumple con su deber quien lo calla, sino quien lo dice. Ni con el deber de hombre cumple, de conocer la verdad y esparcirla; ni con el deber de buen americano, que sólo ve seguras la gloria y paz del continente en el desarrollo franco y libre de sus distintas entidades naturales; ni con su deber de hijo de nuestra América, para que por ignorancia, o deslumbramiento, o impaciencia no caigan los pueblos de casta española al consejo de la toga remilgada y el interés asustadizo, en la servidumbre inmoral y enervante de una civilización dañada y ajena. Es preciso que se sepa en nuestra América la verdad de los Estados Unidos desprecio a las pecadoras. [iii]

Estados Unidos representaba para la causa martiana un verdadero peligro.  José Martí rechazó con fuerzas todas las pretensiones del nuevo imperio.  Desde la primera reunión con las nuevas naciones, convocadas años antes, y de la cual hicimos referencia en artículos anteriores, Martí trazó una línea imaginaria entre Estados Unidos y el resto de América Latina. Abogaba, como lo hizo en su trabajo Nuestra América, por la unión de todos los pueblos del continente que correspondían a la América Latina, única forma, decía, de poder contrarrestar los apremios imperiales.

Han perdido juntas todas las repúblicas españolas de América, en la obra naturalmente lenta, y de México a Chile vencedora, de poner a flor del mundo nuevo, sin más empuje que el apostolado retórico de una gloriosa minoría y el instinto popular, los pueblos remotos de núcleos distantes y de razas adversas, donde dejó el mando de España toda la rabia e hipocrecía de la teocracia, y la desidia y el recelo de una prolongada servidumbre. Y es de justicia, y de legítima ciencia social, reconocer que, en relación con las facilidades del uno y los obstáculos del otro, el carácter norteamericano ha descendido desde la independencia, y es hoy menos humano y viril, mientras que el hispanoamericano, a todas luces, es superior hoy, a pesar de sus confusiones y fatigas, a lo que era cuando empezó a surgir de la masa revuelta de clérigos logreros, imperitos ideólogos e ignorantes o silvestres indios. Y para ayudar al conocimiento de la realidad política de América, y acompañar o corregir, con la fuerza serena del hecho, el encomio inconsulto-y, en lo excesivo, pernicioso-de la vida política y el carácter norteamericanos, Patria inaugura, en el número de hoy, una sección permanente de Apuntes sobre los Estados Unidos…[iv]

Inteligente como era, Martí constató el carácter desigual de los países colonizados y conquistados de América. Ls del sur, estaban en condiciones deprimentes y preocupantes: guerras inter caudillistas, elevada deuda externa, escaso desarrollo productivo y social. Mientras, en el norte, donde nacía el coloso norteño, la realidad era otra, pues a pesar de las guerras esta gran nación pudo salir airosa de sus propias ruinas:

Dos verdades útiles a nuestra América: el carácter crudo, desigual y decadente de los Estados Unidos, y la existencia en ellos continua, de todas las violencias, discordias, inmoralidades y desórdenes de que se culpa a los pueblos hispanoamericanos.[v]

Martí soñó y luchó.  La realidad se impuso a sus deseos.  Estados Unidos creció como imperio y sacó lenta y progresivamente a los imperios tradicionales europeos. Las nuevas naciones latinoamericanas, poco a poco, comenzaron a formar parte del nuevo emporio imperial.

 

 



[i] Martí, La verdad sobre los Estados Unidos, Patria, Nueva York, 23 de marzo de 1894.
[ii] Ibídem
[iii] Ibídem
[iv] Ibídem
[v] Ibídem

No hay comentarios:

Publicar un comentario