martes, 30 de julio de 2013

Martí: Aprender haciendo


TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE

Pensamiento caribeño en el siglo XIX.  Martí: Aprender haciendo

Por: Mu-Kien Adriana Sang

sangbenmukien@gmail.com


@MuKienAdriana

Nuestras tierras feracísimas, ricas en todo género de cultivos, dan poco fruto y menos de lo que debían por los sistemas rutinarios y añejos de arar, sembrar y recoger que aún privan en nuestros países y por el uso de instrumentos ruines.

Surge de esto una necesidad inmediata: hay que introducir en nuestras tierras los instrumentos nuevos; hay que enseñar a nuestros agricultores los métodos probados con que en los mismos frutos logran los de otros pueblos resultados pasmosos….

Pues así como se manda a los niños de Hispanoamérica a aprender lo que en sus tierras, por elementales que sean, aprenderían mejor, con riesgo de perder aquel aroma de la tierra propia que da perpetuo encanto y natural y saludable atmósfera a la vida; así como se sirve en oficinas de comercio, a adquirir tras largos años un puñado de prácticas vulgares que caben en una cáscara de nuez, y que se aprenden de igual modo en la casa propia, sin perder lo que se pierde, siempre en la ajena, así sin tanto riesgo y con mayor provecho, deben enviar los Gobiernos a agricultores ya entendidos; y los padres, a los hijos, a quienes quieran hacer beneficio verdadero con enseñarles en el cultivo de la tierra la única fuente absolutamente honrada de riqueza; y los hacendados, a hombres capaces de llevar luego a sus haciendas las mejoras que en las de acá vean, a estudiar la agricultura nueva en los cultivos prósperos, a vivir durante la época de una a varias cosechas en las haciendas donde se siguen los sistemas recientes, a adquirir en todos sus detalles, sin lo que no es fructífero, el conocimiento personal y directo de las ventajas de los métodos e instrumentos modernos.

Urge cultivar nuestras tierras del modo que cultivan las suyas nuestros rivales.

Estos modos de cultivo no viajan.

Hay que venir a aprenderlos, puesto el ancho sombrero y la blusa holgada del labrador, al pie de las labranzas.

Es acaso el único medio fácil, fecundo y perfecto de importar en nuestros países las nuevas prácticas agrícolas.

Se mandan aprendices a los talleres de maquinaria, en lo que se hace bien: mándense, en lo que se hará mejor, aprendices a las haciendas.

 José Martí, "A aprender en las haciendas". La América, Nueva York, agosto de 1883. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. Tomo 8. Páginas 275-277

 

 

José Martí fue un maestro. No tenía que estar encerrado en las cuatro paredes del aula de una escuela para educar.  Toda su labor literaria tenía como fin la educación del pueblo.  Sus obras teatrales y sus cuentos, especialmente los publicados en La Edad de Oro, tenían como fin la educar a los más jóvenes, especialmente a los niños.  Decía que la ignorancia del pueblo era de los peores males que tenía la sociedad y sobre todo, porque decía que la justicia debía estar del lado de los desposeídos, y la ignorancia constituía la peor de las injusticias sociales.  Como el propio Martí lo expresaba en la explicación el por qué  dedicó tiempo y esfuerzo para escribir y publicar cuentos para niños:

 

“Para que los niños americanos sepan cómo se vivía y cómo hoy en América y en las demás tierras; y cómo se hacen las cosas de cristal y de hierro, y las máquinas de vapor y los puentes colgantes y la luz eléctrica; para que cuando un niño vea una piedra de color sepa por qué tiene colores la piedra…Para los niños trabajamos porque son los que saben querer, porque los niños son la esperanza del mundo” (A los niños que lean La Edad de Oro)

 

José Martí no conocía, no podía conocerla ni tenía la forma de conocerla,  la corriente pedagógica que defiende que la mejor fórmula  maestra para el verdadero aprendizaje es “aprender haciendo”.  Porque sin la práctica, la teoría queda incompleta, se circunscribe al  mero conocimiento y el estudiante no es capaz de llevarla a la vida práctica, a su vida cotidiana.  No conocía esta corriente, sin embargo, fue capaz, en el siglo XIX, cuando estaba de moda el positivismo educativo, proponer una educación combinada de práctica y teoría. 

En el texto que engalana este artículo, que tuve que cortar por razones de espacio, Martí promueve la educación práctica en el campo, porque estaba más que convencido que si se desarrollaba la agricultura, los países de América Latina podrían mejorar sus condiciones de vida. Le llamaba la atención el cambio que se había producido en Argentina y la gran  movilidad del Puerto de Buenos Aires. En sus palabras:

Buenos Aires sabe de esto, Buenos Aires que está sacando cada mes de estos puertos cuatro o seis buques cargados de instrumentos de agricultura. Mas ni todos nuestros pueblos gozan de la misma próspera condición que el de la Plata, ni en todos es posible la introducción cuantiosa de los nuevos y, por el tiempo y labor que ahorran, generosos aperos de labrar; ni la mera introducción de ellos en tierras no preparadas para recibirlos y hacerlos útiles, basta a cambiar como por magia, el estado rudimentario de nuestros cultivos.

Ni se tienen en todas partes los capitales importantes que la compra de nuevos aprestos de cultivo necesitan; ni es suficiente que se entren por las tierras los instrumentos si no entra con ellos quien los maneje y acondicione el suelo para aprovecharlos; ni aun con los especiales halagos que las Exposiciones brindan, se atreven siempre los fabricantes de ellos a enviar sus productos a pueblos donde temen que la venta no compense los costos del envío. José Martí, "A aprender en las haciendas". José Martí, "A aprender en las haciendas".

Le llamaba poderosamente la atención cómo había cambiado la realidad argentina, después que se había producido el boom económico gracias a su desarrollo agrícola. Se preguntaba si Argentina había podido ¿Por qué no hacían lo mismo las otras naciones del continente?  El progreso económico en el siglo XIX estaba relacionado, necesariamente, al desarrollo agropecuario. La agricultura y la ganadería constituían los renglones básicos de las economías de las jóvenes naciones.  Por esta razón, Martí abogaba por la educación agrícola.  El camino más seguro para el progreso. En la próxima seguiremos con Martí y la educación.

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