sábado, 18 de junio de 2016

Revistiando mis creencias y 2


ENCUENTROS



Revisitando mis creencias, 2



Por: Mu-Kien Adriana Sang





Cuando se quiere entender a un hombre, la vida de un hombre, procuramos ante todo averiguar cuáles son sus ideas. Desde que el europeo cree tener “sentido histórico”, es esta la exigencia más elemental. ¿Cómo no van a influir en la existencia de una persona sus ideas y las ideas de su tiempo? La cosa es obvia. Perfectamente; pero la cosa es también bastante equívoca, y, a mi juicio, la insuficiente claridad sobre lo que se busca cuando se inquieren las ideas de un hombre –o de una época- impide que se obtenga claridad sobre su vida, sobre su historia…

Aquí topamos con otro estrato de ideas que un hombre tiene. Pero ¡cuán diferente de todas aquellas que se le ocurren o que adopta! Estas ideas básicas que llamo creencias… no surgen en tal día y jora dentro de nuestra vida, no arribamos a ellas por un acto particular de pensar, no son en suma, pensamientos que tenemos, no son ocurrencias ni siquiera de aquella especie más elevada por su perfección lógica y que denominamos razonamientos.  Todo lo contrario: esas ideas que son, de verdad “creencias” constituyen el continente de nuestra vida, y por ello, no tienen el carácter de contenidos particulares dentro de ésta…Más aún precisamente porque son creencias radicalísimas, se confunden para nosotros con la realidad misma –son nuestro mundo y nuestro ser- pierden por tanto, el carácter de ideas, de pensamientos nuestros que podían muy bien no habérsenos ocurrido. Cuando se ha caído en la cuenta de la diferencia existente entre esos dos estratos de ideas aparece, sin más claro el diferente papel que juegan en nuestra vida. Y, por lo pronto, la enorme diferencia de rango funcional…. José Ortega y Gasset, Creer y pensar.              





Me encantó esa reflexión del gran Ortega y Gasset: existe una gran diferencia entre las ideas y las creencias.  Las primeras están guiadas con la razón; en las segundas además de lo que se piensa, prima lo que se siente.  Me encantó ese ensayo brillante de este español único.



Con estas reflexiones doy paso a la continuación del artículo anterior en el que hacía una reflexión honesta sobre mis creencias.  Decía que en la década de los 90, hace ya más de 25 años, abrazamos la idea de la democracia como la única salida viable a los problemas del mundo.  Partiendo de esas ideas abogamos por muchas ideas e hicimos muchos planteamientos:



1.        Defendimos la división de las elecciones, establecidos en la Constitución de 1994.  Luchando en contra del arrastre, se planteó la necesidad de que las elecciones congresuales y municipales se separaran de las presidenciales.  Fueron celebradas las primeras presidenciales separadas en 1996 y las primeras municipales y congresuales en el 1998.  Las voces se elevaron pues vivíamos las 24 horas del día y los 365 días del año en campaña.  La Constitución del 2010 unificó de nuevo las elecciones.  ¿Teníamos razón? No lo sé.  Ahora, después de tantos años, me pregunto si éramos ilusos.

2.       Durante mucho tiempo defendimos la creación de la figura del “Defensor del Pueblo”.  Era el funcionario que recogería la voz de aquellos que no tenían y todavía hoy no tienen.  Abogamos por la ley.  Apoyamos la iniciativa de que la sociedad civil participara proponiendo candidatos. Abogábamos que los elegidos fueran personas sin vínculos políticos.  Hoy, diez años después, fue elegida la persona que asumiría el cargo.  Su accionar ha evidenciado que fue un premio político y sin ninguna trascendencia.  En algunos países la figura ha cumplido un papel importante. Los ejemplos sobran. Yo me pregunto ¿valió la pena abogar por esta figura? ¿valió la pena mantener esta esperanza cuando la realidad ha demostrado que fue pisoteada por los intereses políticos? ¿Tiene sentido mantener esta figura?



3.       Durante los últimos años de la década de los 90 del siglo XX y los primeros de este siglo, luchamos por la elaboración y luego la aprobación de la Ley de Partidos.  Esta ley ha transitado por laberintos de la desidia, los intereses encontrados y el desinterés político.  A los partidos no le conviene que los regulen.  Perderían su capacidad de negociación y de recolección de fondos en el sector público y el sector privado.



4.       Defendí también la creación de los distritos electorales porque era un mecanismo real para que la población conociera a sus diputados.  Se aplicó y los diputados siguieron, salvo escasas excepciones, con su práctica habitual.  Hoy fueron eliminados y no hay ningún mecanismo legal que les obligue a tener un vínculo con sus electores.  ¿Será también que estábamos equivocados?



5.       A través de diferentes instancias he defendido que la ciudadanía es sujeta de deberes y derechos.  Tenemos derechos que exigir y deberes que cumplir. A veces me pregunto si esta posición es correcta, cuando cotidianamente me vulneran mi condición de ciudadana.  Pago mis impuestos de forma directa e indirecta; sin embargo, la corrupción sigue tan presente que golpea el alma y duele en las mismas entrañas. ¿Pagar el 35% de mis ingresos para que los detentores de los poderes públicos se lo distribuyan a su antojo, mientras los hospitales carecen de lo más mínimo y la educación, a pesar del 4%, sigue siendo deficiente y precaria?



6.       Durante muchos años abogamos por la participación de la actividad municipal.  Apoyamos los proyectos que creaban los cabildos abiertos, es decir, espacios donde la comunidad se comunicaba con el síndico, hoy denominado alcalde, escuchaba los reclamos para que juntos buscaran soluciones a los problemas.  Las alcaldías se han convertido en pequeños espacios de poder. Los regidores son dirigentes políticos que buscan lo suyo.



7.       He defendido a los partidos políticos como las instancias que tienen la vocación y el deber de concursar para llegar a la administración del Estado. Me pregunto si existen los partidos políticos, pues lo que puedo observar desde la distancia, es que es una asociación de gente que busca asaltar el poder para sus beneficios, para distribuirse un pastel. El transfuguismo es la característica. Los que ayer eran enemigos acérrimos, hoy son aliados. Tú me das, yo te doy, juntos llegamos y luego nos arreglamos.  Ya no cuentan las ideas ni los principios.  En esta reciente campaña electoral no hubo discusión de programas, sino la venta de figuras y las negociaciones de grupos. 



8.       He abogado por la independencia de los poderes públicos. He sido una abanderada apasionada de que la Justicia debe ser ciega e independiente. Sin embargo, los escándalos recientes de corrupción y tráfico de influencia en algunos jueces cuestionan la idoneidad del sistema de justicia.  Lo mismo ocurre con el Congreso, con escasas excepciones.



Perdonen mis amigos lectores.  Hoy siento que mis creencias se tambalean.  Mantengo mis convicciones de una sociedad mejor, justa, menos excluyente. Sigo defendiendo la vida, a la humanidad y el amor.  Abogo por la democracia participativa y real. Creo en la juventud. Estoy convencida de que la historia ha evidenciado que los procesos a veces son muy largos.  Constato, solo constato, que el camino para construir esas utopías es tortuoso, largo y doloroso.




Revisitando mis creencias


ENCUENTROS



Revisitando mis creencias, 1



Por: Mu-Kien Adriana Sang





La vida es una serie de colisiones con el futuro; no es una suma de lo que hemos sido, sino de lo que anhelamos ser"



No somos disparados a la existencia como una bala de fusil cuya trayectoria está absolutamente determinada. Es falso decir que lo que nos determina son las circunstancias. Al contrario, las circunstancias son el dilema ante el cual tenemos que decidirnos. Pero el que decide es nuestro carácter



Nuestras convicciones más arraigadas, más indubitables, son las más sospechosas. Ellas constituyen nuestro límite, nuestros confines, nuestra prisión..

José Ortega y Gasset, frases.





Desde niña he tenido convicciones firmes, nacidas de mis propias reflexiones, de las lecturas que había hecho, de los diálogos con mis hermanos y amigos.  Por estas inquietudes intelectuales y sociales, me llamaban “la filósofa” en la escuela primaria.  El mote no me amedrentó en lo absoluto. Proseguí hurgando, discutiendo y participando.



Influenciada quizás por las corrientes de la época, durante mi adolescencia defendí el proyecto universal de una sociedad igualitaria. Me sumé a los jóvenes cristianos que abogaron por la Teología de la Liberación.  Con el tiempo, y después de las crisis del socialismo real y de las críticas que surgieron a los partidos políticos que abogaban por el cambio, especialmente en el 1983 cuando surgió una nueva opción política que se expresaba en el eurocomunismo, me hicieron repensar mis ideas.  Leí novelas críticas que le daban el golpe mortal al sistema cerrado y a los partidos autoritarios que en nombre del pueblo, lo sometían y explotaban.  “El zero y el infinito” de Arthur Koestler me impactó enormemente.  Era una crítica mordaz al sistema que sepultó las utopías, sometió al pueblo que decía defender y creó una nueva casta dominante: los miembros del partido comunista.



 El tiempo se encargó de colocar las piezas. La Perestroika que cuestionaba el fundamento de la antigua Unión Soviética que culminó con la ruptura de esa mega nación unida únicamente por la magia de una ideología impuesta; y posteriormente la apertura de la antigua China, dominada por el grupo de los 4 después de la muerte de Mao Zedong, fueron los elementos claves para que el capitalismo mundial se afianzara y la cultura de occidente se apoderara de esas zonas otrora prohibidas y sobre todo enfrentadas.   Ahí nació el famoso libro de Fukuyama “El fin de la historia y el último hombre” reivindicaba la bondad de occidente frente al fracaso del socialismo real.



En los años 90, después de la unificación de Alemania, la apertura de la Rusia y los consecuentes surgimientos de otras naciones, se inició la algarabía generalizada por el fortalecimiento de la democracia.  Se habían derrumbado la cortina de hierro, solo quedaban vestigios de la larga, larguísima Guerra Fría (¿por qué no le pusieron caliente?).  La democracia era lo único que nos quedaba.  Los grupos políticos, los grupos sociales y muchos intelectuales se sumaron al nuevo proyecto utópico: expandir, fortalecer y proponer una nueva democracia en el mundo.  Yo me sumé al grupo de hombres y mujeres que le dijeron adiós al pensamiento ortodoxo.  Decidí pensar por cabeza propia. Decidí también no dejarme llevar nunca más por las ideas del momento. Decidí ser crítica con todo y con todos, incluso conmigo misma.



En el caso dominicano, comenzaron los reclamos de la sociedad, que entonces descubrimos que los reclamos de la ciudadanía se expresaban en la voz de una vieja-nueva instancia que se propagó como pólvora para molestia de la mayoría de los dirigentes políticos: la sociedad civil.  Un concepto que se hizo popular en los años 90 del siglo XX, pero cuyo origen se remonta al siglo XVIII con John Locke, Jacobo Rousseau y hasta Hegel.



Los dirigentes de los partidos políticos comenzaron, sin haber leído nada sobre el concepto, a vilipendiarla. Existía un miedo profundo que sectores tradicionalmente sumisos elevaran su voz, quitando el monopolio a los partidos. En mi caso, un dirigente del viejo PRD me acusó de ser de la “sociedad civil perfumada”, tratando de desacreditar a aquellos que exigíamos un ejercicio más digno de la política.  Surgió Participación Ciudadana, una entidad que inició la observación electoral y el conteo rápido.  De esa primera experiencia han transcurrido 20 años, y los partidos, y algunas instituciones del estado no han podido destruirla.



Se inició una nueva visión de las organizaciones sociales.  El antiguo Consejo Nacional de Hombres de Empresas pasó a llamarse Consejo Nacional de la Empresa Privada.  Sus acciones ya no se centraron a reclamar reformas económicas y a negociar el aumento salarial con los sindicalistas.  Ahora intervenían en los asuntos sociales y políticos. Fueron abanderados de la participación ciudadana.  Otras organizaciones que hacían labores de asistencia, incorporaron nuevos elementos a su discurso.  Por ejemplo, la Asociación Dominicana de Rehabilitación inició un proceso de educación para concientizar sobre los derechos de los discapacitados, promoviendo acciones para que fuesen aceptados en el plano social y laboral. En esa vorágine, surgieron otras instituciones como FINJUS, que ha tenido un papel importante en demanda de la institucionalización de la cosa pública.



En todo ese proceso tuvo una participación importante el Proyecto para el Apoyo a las Iniciativas Democráticas (PID-PUCMM-USAID), una iniciativa única  y posiblemente irrepetible en el continente que apoyaba las organizaciones de la sociedad civil a fin de fortalecerlas e incentivar su participación social.  Se hicieron campañas interesantísimas como.  Se peinó el país de norte a sur y de este a oeste.  Una experiencia que duró diez años, y que hoy, 14 años después todavía es recordada en muchas comunidades y organizaciones. Tuve la suerte de que el destino me colocó en la dirección de la Unidad Operativa del proyecto. Fueron años en el que aprendí enormemente sobre la democracia y la cultura política del país 



La democracia se convirtió en la nueva utopía. Comenzamos a abogar para que el sistema democrático se transformara en participativa, de manera tal que la soberanía no se quedara en el uso del voto como expresión del poder soberano, sino que el pueblo, sobre el cual residía ese poder, tuviese también participación en los procesos políticos.  Era una forma de abogar para que el voto no se convirtiera en una patente de corso para que los electos hicieran de las suyas a la hora de dirigir los destinos de la nación.  El concepto caló.  Se vivía en una nueva algarabía. Pero el espacio se agotó. Volveremos al tema en la próxima entrega.




Paris y 2


ENCUENTROS



Y siempre París y 2



Por: Mu-Kien Adriana Sang

 París-parís de Esteban Charpentier


Yo te saludo París,
cuando una rebelión de gárgolas
ebrias levanta el vuelo,
llevándose la catedral a los barrios pérfidos,
donde los jorobados por la vida,
ven cumplirse sus sueños jodidos de locura.
Y una tormenta venérea,
ahuyenta las baladas de los inválidos
que encendieron sus barcazas
en la Isle de la Cité,
para morirse putrefactos o buenos.
Ahí va, toma la ballesta, apunta,
el ángel de los pelos rubios
vuela con los dos corazones galos
y el mismo hábito de ausencia, macabro,
y otra vez errás el disparo,
que mata al gorrión parisino,
que escupe miserias en el pont d´Alma.
Y otros también disparan,
con poderosos flashes amarillos
al ángel, a las gárgolas, a los títeres de los claustros,
a los miserables que ahora, roban el pan.
Y mientras corro por las calles
mirando como vuela Notredame,
con sus alas de oro, dorado,
una mujer me patea un penal con una estrella,
en el arco donde se escondió tantas veces el sol
y que le da el tanto del triunfo
entre mis piernas agotadas por el espanto.
Yo te saludo París,
porque tu belleza tiene hedores del infierno,
porque tanta sangre ha corrido por el Sena,
porque eres el alma enamorada de un pintor enano,
porque cobijas a Chopin y hueles a cebolla,
porque de allí vinieron mis ancestros
sin saber que además traían el tango.
Y porque mi corazón sagrado,
volverá un día en una cigüeña negra,
a devolverte aquél pan que me traje,
y así me condenes para siempre a tu milagro .











En mis años parisinos comenzó una intensa campaña publicitaria en la que se anunciaba la apertura de un nuevo restaurante bautizado como Hipopótamus.  Cuando llegaba una brisa fresca de mi padre ($$) intenté varias veces ir, pero me parecía que no debía gastar esa cantidad de dinero en una cena.  El sueño de conocer el lugar quedó pendiente.



Treinta y dos años después, al volver a la ciudad que embriaga, buscaba un lugar cerca del hotel donde me hospedaba y vi el letrero: Hipopotamus, el restaurante de ayer, que había quedado pendiente en la lista de mis sueños no cumplidos. Entré, me senté en una mesa donde podía observar todo. Le pedí a la mesera que me tomara una foto: ¡Había cumplido mi sueño! Después volví a la realidad, el aquel lugar imposible, me di cuenta que no era ni es nada del otro mundo.  Era, es todavía, un lugar para comer carne a la plancha con ensaladas y papas fritas. ¡Nada del otro mundo!



Escribí este artículo mientras esperaba la comida que había ordenado.  Y al iniciar mis reflexiones, me di cuenta que el tiempo personal es tan diferente al tiempo histórico. Para el primero, un año puede ser mucho tiempo. Para el segundo un año podría ser solamente un número, porque los procesos históricos son lentos, y una década podría ser solo un soplo.



Los días que estuve en la ciudad que me albergó por más de cinco años, muchas décadas atrás, además de cumplir con las tareas asignadas de parte del Archivo General de la Nación y la Academia Dominicana de la Historia, decidí convertirme en una observadora del entorno.  Tomé el transporte público: metros y autobuses.  Un tiempo maravilloso del ir y venir de gente, de mucha gente.



La soledad de la gran ciudad, del europeo sigue siendo la misma que cuando era una joven llena de ilusiones y deseos de aprender. Durante esos años intenté hacer amigos franceses, de entablar conversaciones con todo el mundo (bienvenida inocencia), siempre me encontré con la misma realidad: la respuesta educada y cortante del que solo quiere vivir su vida y su pequeño mundo.  Ayer leíamos libros para olvidarnos del otro mientras te trasladabas de un lugar a otro; ahora la gente juega con los celulares se comunica con el resto del universo, y olvida al prójimo más próximo que lo acompaña en su cotidianidad.



La gente sigue caminando de prisa para ir a alguna parte, a cualquier parte o a ninguna parte. La prisa sigue siendo una condición intrínseca de vivir en París. Hay que ir de prisa aunque no se tengan planes. Confirmado que la soledad   es parte integral de estas culturas.



Siempre me deslumbró la belleza arquitectónica de esa ciudad europea. Siempre imponente. Siempre hermosa. La comunidad de París ha sabido  combinar el ayer y el hoy en una simbiosis estética magnífica en que lo viejo es preservado a la perfección y lo nuevo, se hace presente a través de guiños bien concebidos.



Constaté, como aquí, como en cualquier parte, que mientras en la biblioteca de la Sorbona hay gente preocupada por la historia del medioevo, en la calle, muy cerca de allí, hay jóvenes bailando el compás del rap.



Hay costumbres que se mantienen. El pan francés sigue siendo exquisito, aunque sea una simple baguete. El los quesos insuperables.



Mientras esperaba entre una cita y otra, pude pasearme por las librerías del barrio latino.  El saber sigue existiendo, el libro sigue vivo, a pesar del mundo de la cibernética y de las bibliotecas en las nubes imaginarias de la electrónica.  El libro, siguen siendo el canto silencioso del saber universal. 



Los franceses a fuerza de que quizás que hoy “la Francia” no es la misma “Francia”, y no es símbolo ni referencia en el competitivo mundo imperial, han obligado a los franceses de la calle a abandonar el orgullo.  La gente de la calle fue amable y me sentí cómoda de mi francés aprendido hace mucho tiempo y con poca práctica.



Las conferencias, como en cualquier parte del mundo son exclusivas de los poquísimos interesados. Los especialistas, se reúnen entre ellos para hablar de las cosas que nos interesan, como seres extraños en un discurso solitario. ¡Qué tristeza constar que el saber es patrimonio de pocos, de muy pocos! 



Viví allí mis mejores años de joven mujer ávida de conocimientos, de tragarme la vida y el saber. La única diferencia es que ya tengo treinta años más y que ya no me importa saber de todo, sino lo que me interesa desde mis entrañas y mi corazón. La curiosidad sigue siendo mi clave, pero sin tanta prisa.



Me sentí feliz de tener que utilizar el abrigo, el sombrero, una estola para proteger mi cuello, tener que adecuar mis calzados a la comodidad de la caminata, y no de la estética. Cambiar por las calles de París con libros, cartera.... Sombrilla porque llovía a cantaros y caminar por las calles, subir por el metro, bajar las escaleras para llegar al lugar indicado. Una travesía de pulpo urbano que 30 años atrás me encantaba, pero que ahora me agota y agobia.



Cuando fui a la universidad donde estudie me di cuenta de mi edad. Los grandes maestros de entonces ya partieron. El inevitable ciclo de la vida. Ruggiero Romano mi amado y temido profesor murió hace más de una década. La mayoría de sus colegas también partieron para dejar el lugar a nuevos maestros y nuevas teorías. Me doy cuenta que la “nueva historia” ya es vieja y que necesitamos seguir avanzando, pues nuestros paradigmas explicativos, novedosos entonces, deben ser revisados y replanteados. 



Me re convencí que la capacidad humana para el conocimiento es nimia y que el saber es infinito tan inmenso como el universo mismo. Me di cuenta de mi pequeñez intelectual y de que no tendré vida para leer lo que me falta por lo leer.  Decidí que mientras pueda, intentaré ver todo lo que pueda ver en este mundo tan mágico como maravilloso y preocupante.



Comprendí, ratifique más bien que la distancia de conocimiento con nuestro pueblo es inmensa. Comprendí que mientras los políticos utilicen la educación como un trampolín para la política y no sea una verdadera apuesta al futuro, nuestra realidad no cambiará nunca. 



Mientras escribo estas notas, las demás personas ubicadas en las otras esas hacen lo mismo que yo: encerrarse en su mundo a fin de alejarse del mundo del prójimo. 



Los recuerdos son pasajeros y eternos en una bella paradoja existencial. Solo recordamos lo que nuestra mente ha seleccionado, pero no es la realidad 



Adiós París, gracias por regalarme tanto.  


París


ENCUENTROS



Y siempre París



Por: Mu-Kien Adriana Sang





Poema para recorrer París



Siempre queda París oculto en la recámara,
un proyectil certero para alegrar el alma,
siempre, como una tabla de salvación, nos queda
la opción de ser felices como dos amapolas.

Siempre queda París, la ciudad de las luces,
el lugar donde el tiempo se convierte en alondra…

Siempre queda París, sus jardines y plazas,
sus cafés que aún recuerdan el sabor de tu nombre,
los palacios cubiertos de historias, de leyendas,
los andenes del metro donde plantaste besos.
Siempre queda París, la torre Eiffel, Montmartre,
el Louvre, los Inválidos, la Concordia, Pigalle,
el amor que resurge detrás de cada esquina,
la música que espera cada noche de luna…
París eternamente, atado a tu cintura. Juan Ballester



Partí a Francia hace más de 3 décadas. Una época de grandes cambios para la humanidad:  La pesada cortina de hierro se hacía añicos,  el movimiento Solidaridad y su líder Lech Walesa gritaban al mundo que la urgente necesidad de libertad  en el llamado mundo socialista. Una época que en Francia estaba naciendo una nueva esperanza con el primer gobierno de Francois Miterrand; y que años más tarde la dura derecha de Jean Marie Le Pen empezaba a ganar adeptos, aterrorizando a los más liberales. Eran los tiempos en que América Latina estaba plagada de dictaduras, pero unas valiosas mujeres en la Plaza de Mayo habían levantado su voz y, con sus gritos, hicieron temblar a los gorilas.



Fui a esa ciudad de ensueños cargando dos maletas llenas de ilusiones.  Quería beber la savia del mundo, allí en el lugar donde habían nacido las grandes ideas que motorizaron los movimientos más importantes en la humanidad. Ansiaba a toda costa tocar los monumentos que habían alimentado mis ansias por conocer el arte universal. No había hecho verdadera conciencia de mi rostro oriental hasta que llegué a Francia. Era tan natural para mí caminar por las calles de mi Santiago natal y saberme la hija de Miguelito, que pensaba que sería igual por todas partes. Me equivoqué. Al llegar a la tierra de mis ilusiones, comprendí que era una extraña, una desconocida, una extranjera, una más en el inmenso mar de los jóvenes de todo el mundo que habían acudido a beber de la cultura francesa. Encontré latinos que venían de todo el continente, así como portugueses, haitianos, africanos, españoles, suecos, magrebinos, japoneses, israelitas….Comprendí con el pasar de los días que el idioma que me parecía tan melódico, difícil de pronunciar, delataría un acento extraño; entonces hice conciencia de que debía aprender a dominar el medio… y recordé con nostalgia a mi padre. Muchos se preguntaban por qué esta joven mujer asiática hablaba el francés con acento de hispano parlante.  ¿Extraño no? Y así, luego de haberse disfrutado y satisfecho mi fascinación por la histórica ciudad, decidí aprehender de su cultura, sin olvidar lo que era, lo había sido y de dónde venía.



Esos cinco años de vida parisina abrieron mi mundo y cambiaron mis perspectivas de ver las cosas. La personalidad arrolladora de mi director de mi tesis doctoral, Ruggiero Romano, una figura tan dominante que todavía me persigue, me obligó cuestionar lo que había aprendido. Tuve que desaprender para reaprender.  Fui a todas las conferencias que pude. Logré colarme en la multitud para escuchar a los grandes intelectuales de la época; leí a novelistas de habla francesa, como fue la saga  producto de la mente creativa de George Simenon, del inteligente detective parisino Magritte para conocer los secretos de París; visité con avidez los museos una y otra vez porque quería retratar en mi mente todas y cada una de sus muestras. Era la época de la efervescencia política, del grito de libertad en contra de las grandes opresiones. Aproveché para participar en marchas diversas como las que se hicieron en apoyo a las madres de la Plaza de Mayo, o a las que defendían la igualdad de las mujeres, y muy especialmente las que apoyaban al movimiento Solidaridad de Polonia. Leí todo lo que pude, aunque no tuviese dinero para comprar  los libros que quería, por eso me hice asidua de las bibliotecas y de la famosa librería FNAC. Después de mucho leer y de luchar para aprender tantas cosas, entendí y aprendí que el conocimiento no es estático y que hay que cada día hay algo nuevo que aprender, que la vida es corta para encontrar respuestas a tantas preguntas. En fin… bebí de la ciudad y logré clavarla para siempre en mi corazón.  Tanto, que cuando he tenido la oportunidad de volver, repito los trayectos y vuelvo a los lugares habituales, y me doy cuenta que a pesar de que el mundo ha cambiado, que aquello que defendíamos hoy tiene otros matices, que ya no somos los jóvenes de ayer y muchas de nuestras ilusiones fueron derrotadas, París sigue siendo la ciudad imponente que conserva su misma belleza, como si el tiempo no transcurriera por sus calles, avenidas y monumentos. 



Debemos descubrir y defender la necesidad de amar a la humanidad toda entera, sin distinción de raza ni de credo. Asumir el reto de sentirnos ciudadanos universales,  de respetar la cultura de los otros, de entender y aceptar las diferencias y a amar todas y cada una de las etnias humanas, con sus propias características. Ojalá el mundo fuera más vivible. Ojalá la humanidad fuera más capaz de construir la paz.  Ojalá la humanidad fuera más solidaria. Ojalá los conflictos bélicos fueran recuerdos. 



Estas palabras son un fragmento del discurso que pronuncié en la Embajada de Francia en junio del año 2010, cuando me fue entregado un reconocimiento del gobierno francés. Y con este artículo inicio una serie de mi tercera visita a París después que regresé en el año 1985.  La primera visita fue en 1998, 13 años después de mi salida.  Volví en otras circunstancias. Y caminé por las calles que acostumbraba a caminar. Tuve la extraña sensación de que mi vida en esa hermosa ciudad había sido un sueño.  Después volví cuatro años después, 2002.  Camino a Burdeos para participar en un evento, el grupo que representaba a la PUCMM decidimos detenernos en la ciudad luz.  Después no he vuelto.  Han transcurrido otros 14 años más.  Y París seguirá siendo la misma hermosa ciudad detenida en el tiempo, aunque desfigurada en parte por los atentados de este año.  Seguiremos en la próxima entrega.

Resaca existencial. Llanto por el mundo


ENCUENTROS



RESACA EXISTENCIAL



Por: Mu-Kien Adriana Sang








Unas veces me siento
como pobre colina
y otras como montaña
de cumbres repetidas.

Unas veces me siento
como un acantilado
y en otras como un cielo
azul pero lejano.

A veces uno es
manantial entre rocas
y otras veces un árbol
con las últimas hojas.
Pero hoy me siento apenas
como laguna insomne
con un embarcadero
ya sin embarcaciones
una laguna verde
inmóvil y paciente
conforme con sus algas
sus musgos y sus peces,
sereno en mi confianza
confiando en que una tarde
te acerques y te mires,
te mires al mirarme.


Acostumbrada a engalanar estos Encuentros con un poema alusivo al tema que voy a tratar, tengo la suerte de que siempre encuentro lo que busca mi alma en la poesía del gran Mario Benedetti, mi segundo poeta favorito. Como saben, no cambio a Pablo, mi Pablo Neruda. Él seguirá siendo por siempre el número uno. ¡Soy fiel a Neruda desde siempre y hasta siempre!



Me han preguntado por qué siempre engalano el artículo, estos Encuentros muy míos con un poema. Amo la poesía. Ya lo he dicho, la poesía es la expresión sublime de los más profundos sentimientos del alma.



El Encuentro de hoy es un intento por plasmar en palabras los confusos sentimientos que agobian mi corazón y mi existencia. Confieso que siento resaca espiritual, a veces la realidad me abruma, me somete, me roba la energía, me drena la voluntad… A veces quisiera no hacerle caso al lector, y escribir artículos  en el que prime únicamente la razón, la necesidad de leer y el deseo de aprender. Es más fácil escribir sintetizando ideas y organizando información. Es más difícil decir lo que se siente y piensa. A veces quisiera tener escudos que protejan mi alma, mis esperanzas y mis anhelos.



En lo personal y laboral, mi vida sigue igual.  Vivo con el abrazo y la presencia de Rafael, mi eterno compañero. Nuestras vidas siguen su ritmo acostumbrado. Trabajamos y mientras estamos en la vorágine de nuestra cotidianidad, nos acompañamos.



Mi resaca actual es espiritual.  No pensé que en el año 2016, mi corazón se estremecería porque la realidad de nuestra amada América Latina está cruzando hacia la crisis, la inestabilidad económica y los problemas políticos.  Hace más de veinte años, cuando comenzábamos a hablar de la sociedad civil, de la participación política, de la urgente necesidad de renovar los partidos políticos; cuando reclamábamos que los sin nombre y sin voz, que eran, y son todavía la gran mayoría, tuvieran sus espacios para expresar sus pensamientos y sentimientos;  no, no pensaba, no imaginaba que estaríamos hoy, en mayo del año 2016,  con tantos sueños inconclusos, y que nuestras aspiraciones no estarían realizadas.  ¡Oh Dios qué dura es la larga duración! ¡Oh Dios que fácil es analizar los procesos y que difícil es vivirlos, ser testigo de ellos!



América Latina tiene una recesión económica, después de varios años de estabilidad y crecimiento.  Brasil, además de crisis política inicia una crisis económica. Venezuela, después del dominio directo de Chávez, su sucesor, el inmaduro de nombre Maduro, ha llevado al país hermano a crisis insospechadas: escasez de productos básicos y ¡hasta de apagones! ¡Apagones  en un país productor de petróleo! ¡Escasez en un país rico!  La algarabía inicial a favor de Maduro se desvanece. El enfrentamiento de la oposición, se ha ido perdiendo, porque el pueblo se está  lanzando a las calles para exigir su salida.



La prensa internacional se ha hecho eco de un informe del FMI en el que se afirma que el continente tendrá la peor recesión económica desde 1983. Aseguran que Brasil, Venezuela, Argentina y Ecuador son los que más sufrirán el golpe.  ¿Y saben algo? A pesar de que existen razones económicas objetivas, el manejo político de los diferentes gobiernos tiene mucho que ver con esta recesión. La corrupción generalizada es la madre de muchos, muchos males.



Pero no solo es el tema económico, sino también político.  La democracia se tambalea. Los responsables son, sin duda alguna, los gobernantes.  Si han asumido el poder porque fueron elegidos por el pueblo, debieron, deberían, deben actuar en consecuencia.  Sin embargo, algo pasa cuando llegan, olvidan muchas cosas, olvidan todo… Y gobiernan para sí. El pueblo sigue siendo el lejano referente para el próximo torneo electoral.



Hoy siento resaca existencial y ligera esperanza en mi corazón.  Contenta con el avance de Hillary Clinton, una mujer que desde siempre ha demostrado liderazgo y capacidad. Si gana sería una pionera en la política norteamericana.  Sin embargo, por el lado republicano, el hecho de que Trump, el payaso de la política de los Estados Unidos, tenga, en abril del año 2016, 950 delegados de los 1,237 necesarios para ganar. ¿Cómo es posible que un ser que parecería la reencarnación de Hitler sea prácticamente el seguro ganador de las primarias del Partido Republicano?  El nuevo dirigente que está ubicado más allá de la extrema derecha, plantea mano dura en la política exterior y  una política casi militar en contra de los migrantes. ¿Pueden ustedes imaginarse si este hombre alcanzara el poder en el país más poderoso del mundo? ¡Me aterro solo de pensarlo! ¡Un nuevo Hitler, un nuevo Mussolini, un nuevo Trujillo, un nuevo Franco se asoma en el horizonte! ¡Horror!



Resaca existencial por España. Todo parece indicar que se abocarán a nuevas elecciones en pocos días.  No ha habido manera de que las diferentes fuerzas políticas se pongan de acuerdo. Los nuevos partidos, Podemos y Ciudadanos, han querido pescar en río revuelto y ganar mayor espacio político.  Lo peor es que ya existen voces del pueblo español que afirman que están mejor sin gobierno, pues la economía ha mejorado.



Aquí en el país la cosa no es tampoco halagüeña.  He visto a los diferentes aspirantes a cargos públicos, por supuesto sin la participación de la gente del PLD, y me he decepcionado.  ¡Gente sin discurso y sin propuestas! ¡Decepcionada!



Todo parece indicar, de acuerdo a las encuestas, que el PLD se va a reelegir. El PRM no pudo despertar el interés de los votantes, pues no ha podido sobrepasar el 29%.  Pueden argumentar que el control del Estado y todos sus poderes es la razón por la cual no ha podido ascender, ni siquiera sobrepasar el 30%.  Los que dicen esto olvidan la historia.  Los pueblos cuando quieren se levantan y derrocan por la fuerza o por el voto, como ocurrió en 1978 cuando Joaquín Balaguer se vio obligado a dejar el poder, a pesar de que trataron de revertir la voluntad popular.  Los grupos pequeños, emergentes y no emergentes, no pudieron unirse. Cada uno quería dirigir su pequeño espacio de influencia y sentirse grandes, siendo tan pequeños.



Resaca existencial por un Ecuador que llora. Además de que su recesión económica se prevé por más de un 4%, tiene una situación terrible después del devastador terremoto que dejó como saldo más de 500 muertos. El presidente Correa tuvo que aumentar los impuestos.  Sangre, dolor, tristeza e incertidumbre en ese país hermano que se sumerge en una nueva y terrible prueba.



Como bien dice mi segundo poeta favorito, hoy me siento abatida, resacada, triste, por esta sociedad nuestra que se resiste a cambiar. Hubiese querido que Dios no me hubiese regalado esta sensibilidad que a veces me lastima tan profundamente que hay momentos en que no puedo ver la belleza de lo nimio. Nos vemos en la próxima.

La sociedad del espectáculo


ENCUENTROS

La sociedad del espectáculo o el espectáculo social

Por: Mu-Kien Adriana Sang

Los ponientes y las generaciones.
Los días y ninguno fue el primero.
La frescura del agua en la garganta
de Adán. El ordenado Paraíso.
El ojo descifrando la tiniebla.
El amor de los lobos en el alba.
La palabra. El hexámetro. El espejo.
La Torre de Babel y la soberbia.
La luna que miraban los caldeos.
Las arenas innúmeras del Ganges.
Chuang-Tzu y la mariposa que lo sueña.
Las manzanas de oro de las islas.
Los pasos del errante laberinto.
El infinito lienzo de Penélope.
El tiempo circular de los estoicos.
La moneda en la boca del que ha muerto.
El peso de la espada en la balanza.
Cada gota de agua en la clepsidra.
Las águilas, los fastos, las legiones.
César en la mañana de Farsalia.
La sombra de las cruces en la tierra.
El ajedrez y el álgebra del persa.
Los rastros de las largas migraciones.
La conquista de reinos por la espada.
La brújula incesante. El mar abierto.
El eco del reloj en la memoria.
El rey ajusticiado por el hacha.
El polvo incalculable que fue ejércitos.
La voz del ruiseñor en Dinamarca.
La escrupulosa línea del calígrafo.
El rostro del suicida en el espejo.
El naipe del tahúr. El oro ávido.
Las formas de la nube en el desierto.
Cada arabesco del calidoscopio.
Cada remordimiento y cada lágrima.
Se precisaron todas esas cosas
para que nuestras manos se encontraran.

Las causas, Jorge Luis Borges

Me encanta la profundidad del pensamiento de Borges.  Me gustaría conocerlo más.  Es una tarea pendiente que quiero realizar: trabajar los escritos de este argentino único, aunque no le guste a mi lector.

El Encuentro de hoy es una reflexión a esta sociedad nuestra que vive del espectáculo.  El aplauso hipócrita de los adulones de turno.  El pudor se ha perdido.  El show del momento exige desnudos de hombres y mujeres que muestran sus carnes sin sentir la más mínima vergüenza. 

Quizás estoy envejeciendo y, como en los tiempos nuestros, ya no entiendo los tiempos modernos. Constato, sin embargo, que existe un culto desmesurado al cuerpo.  Por esta razón, se han desarrollados escultores que se enriquecen gracias a la búsqueda de la juventud eterna. Hombres musculosos que dedican horas para formar sus cuerpos, no sus mentes y mucho menos sus almas.  Mujeres que prefieren pechos grandes, aunque sean subterfugios plásticos, caderas voluptuosas gracias a la magia del bisturí.  Muchas mujeres y hombres han muerto víctimas de matasanos inconscientes y mal preparados que venden sueños y perfecciones, quimeras más bien.

El otro día me quedé en la casa. Aburrida de leer y escribir, encendí la televisión. Pasando canales me encontré con un programa de la tv norteamericana. Podría uno pensar que se trataba de un canal para adultos. Pero no. Era de la programación regular. El show de la telerrealidad era filmar a un grupo de jóvenes de ambos sexos vivían en un apartamento cuyo único fin era compartir el sexo, con quien fuese, no importaba. Tendrían relaciones con todos, era asunto de esperar.  La conversación entre las mujeres era acerca del tamaño del pene.  Todo era sexo y alcohol sin medidas.  ¡Era un programa de tv en un horario donde había niños despiertos! El espectáculo debe continuar. Estos mal llamados programas se ocupan de retratar nuestras miserias humanas. Como todo es mercancía, el cuerpo humano es un bien que debe exhibirse para poder venderse al mejor postor.

A veces me pregunto en quién debemos creer.  El libro de Vargas Llosa, “La civilización del espectáculo” me encantó.  Sobre el tema acerca de la liberalización sexual el autor señala:

“En el dominio del sexo nuestra época ha experimentado transformaciones notables gracias a una progresiva liberalización de los antiguos prejuicio y tabúes de carácter religioso que mantenían a la vida sexual dentro de un cepo de prohibiciones. En este campo, sin dudas, en el mundo occidental ha habido progresos con la aceptación de las uniones libres, la discriminación contra las mujeres, los gays y otras minorías sexuales…Ahora bien, la contrapartida de esta emancipación sexual ha sido también, la banalización del acto sexual…que para muchos, sobre todo las nuevas generaciones, se ha convertido en un deporte o pasatiempo, un quehacer compartido que no tiene más importancia, y acaso menos, que la gimnasia, el baile o el fútbol… El sexo light es el sexo sin amor y sin imaginación, el sexo puramente instinto animal…

Lo cierto es que esta sociedad que vanagloria el cuerpo, su belleza aunque fuese forzada o forzosa, ha banalizado todo en la vida, incluso lo que es más bello y sublime, la máxima expresión del amor, que es el acto sexual.

Ya no importa pensar. Solo importa existir, sin pensar, sin plantearse los grandes problemas de la vida.  Vivir para el placer, para tener cosas, para exhibir cuerpos construidos. Vivir sin alma y sin grandes ni pequeñas preocupaciones existenciales, es la consigna de hoy. Vivir para producir dinero y para satisfacer las necesidades animales.

Me siento asqueada de esta realidad. Me duele como esta sociedad occidental se ha quedado sin alma. Lo peor es constatar que oriente y occidente se están pareciendo.  Las antiguas sociedades orientales han sucumbido al encanto occidental, imitan sus ropas, aprenden de su música y se han ido incorporado a la cultura de la banalización. Se han sumado a la sociedad del espectáculo, pisoteando la memoria de sus ancestros.

A veces me pregunto si soy yo la que está equivocada. Si creer en el amor y el romanticismo, en la profundidad del  más bello sentimiento del alma, como el amor.  No puedo aceptar que predomine solo la parte animal, la bestia, en las relaciones humanas.  Me resulta difícil aceptar que la libertad que tanto ha costado a la humanidad sea degradada de esta manera.

Esta sociedad del espectáculo, en el que solo importa la forma y las cosas, sepulta en sexo irresponsable y vida sin control  los sentimientos, los valores y principios que han inspirado a tantos hombres y mujeres a través de la historia. No puedo. No puedo. No puedo. No puedo. Como historiadora he constatado el alto costo que ha tenido la libertad.  Como mujer madura me asquea ver la reducción de los sentimientos al simple placer de la carne. La prensa rosa del mundo se alimenta de estos seres que han logrado su fama gracias a la venta de una imagen en la que prima el espectáculo vacío de banalidades interminables.

Cuando leí el libro de Vargas Llosa me encantó. Así lo escribí en uno de estos Encuentros. Sin embargo, hoy, veo que este gran escritor, ha sucumbido a la sociedad que él mismo criticó.  El hecho de unir su vida a una mujer cuyo mérito es haberse casado con hombres famosos, y que es una especialista en proyectar lo banal como su gran éxito, ha llevado su vida por los caminos del espectáculo vacío y sin alma.  Verlo constantemente siendo uno de los grandes personajes de la prensa rosa española y del mundo, lo ha convertido en el actor social de la superficialidad. Ha caído preso de sus palabras.

¿Seremos víctimas de esta sociedad que convierte todo en simple mercancía? ¿Sucumbiremos al encanto de lo superfluo? ¿Terminaremos como simples títeres de una sociedad que anula conciencia y sentimientos? Me resisto. Y mientras tenga fuerzas resistiré y protegeré mi alma. Velaré por el espectáculo maravilloso de la vida, sus detalles y dilemas.