sábado, 18 de junio de 2016

Revistiando mis creencias y 2


ENCUENTROS



Revisitando mis creencias, 2



Por: Mu-Kien Adriana Sang





Cuando se quiere entender a un hombre, la vida de un hombre, procuramos ante todo averiguar cuáles son sus ideas. Desde que el europeo cree tener “sentido histórico”, es esta la exigencia más elemental. ¿Cómo no van a influir en la existencia de una persona sus ideas y las ideas de su tiempo? La cosa es obvia. Perfectamente; pero la cosa es también bastante equívoca, y, a mi juicio, la insuficiente claridad sobre lo que se busca cuando se inquieren las ideas de un hombre –o de una época- impide que se obtenga claridad sobre su vida, sobre su historia…

Aquí topamos con otro estrato de ideas que un hombre tiene. Pero ¡cuán diferente de todas aquellas que se le ocurren o que adopta! Estas ideas básicas que llamo creencias… no surgen en tal día y jora dentro de nuestra vida, no arribamos a ellas por un acto particular de pensar, no son en suma, pensamientos que tenemos, no son ocurrencias ni siquiera de aquella especie más elevada por su perfección lógica y que denominamos razonamientos.  Todo lo contrario: esas ideas que son, de verdad “creencias” constituyen el continente de nuestra vida, y por ello, no tienen el carácter de contenidos particulares dentro de ésta…Más aún precisamente porque son creencias radicalísimas, se confunden para nosotros con la realidad misma –son nuestro mundo y nuestro ser- pierden por tanto, el carácter de ideas, de pensamientos nuestros que podían muy bien no habérsenos ocurrido. Cuando se ha caído en la cuenta de la diferencia existente entre esos dos estratos de ideas aparece, sin más claro el diferente papel que juegan en nuestra vida. Y, por lo pronto, la enorme diferencia de rango funcional…. José Ortega y Gasset, Creer y pensar.              





Me encantó esa reflexión del gran Ortega y Gasset: existe una gran diferencia entre las ideas y las creencias.  Las primeras están guiadas con la razón; en las segundas además de lo que se piensa, prima lo que se siente.  Me encantó ese ensayo brillante de este español único.



Con estas reflexiones doy paso a la continuación del artículo anterior en el que hacía una reflexión honesta sobre mis creencias.  Decía que en la década de los 90, hace ya más de 25 años, abrazamos la idea de la democracia como la única salida viable a los problemas del mundo.  Partiendo de esas ideas abogamos por muchas ideas e hicimos muchos planteamientos:



1.        Defendimos la división de las elecciones, establecidos en la Constitución de 1994.  Luchando en contra del arrastre, se planteó la necesidad de que las elecciones congresuales y municipales se separaran de las presidenciales.  Fueron celebradas las primeras presidenciales separadas en 1996 y las primeras municipales y congresuales en el 1998.  Las voces se elevaron pues vivíamos las 24 horas del día y los 365 días del año en campaña.  La Constitución del 2010 unificó de nuevo las elecciones.  ¿Teníamos razón? No lo sé.  Ahora, después de tantos años, me pregunto si éramos ilusos.

2.       Durante mucho tiempo defendimos la creación de la figura del “Defensor del Pueblo”.  Era el funcionario que recogería la voz de aquellos que no tenían y todavía hoy no tienen.  Abogamos por la ley.  Apoyamos la iniciativa de que la sociedad civil participara proponiendo candidatos. Abogábamos que los elegidos fueran personas sin vínculos políticos.  Hoy, diez años después, fue elegida la persona que asumiría el cargo.  Su accionar ha evidenciado que fue un premio político y sin ninguna trascendencia.  En algunos países la figura ha cumplido un papel importante. Los ejemplos sobran. Yo me pregunto ¿valió la pena abogar por esta figura? ¿valió la pena mantener esta esperanza cuando la realidad ha demostrado que fue pisoteada por los intereses políticos? ¿Tiene sentido mantener esta figura?



3.       Durante los últimos años de la década de los 90 del siglo XX y los primeros de este siglo, luchamos por la elaboración y luego la aprobación de la Ley de Partidos.  Esta ley ha transitado por laberintos de la desidia, los intereses encontrados y el desinterés político.  A los partidos no le conviene que los regulen.  Perderían su capacidad de negociación y de recolección de fondos en el sector público y el sector privado.



4.       Defendí también la creación de los distritos electorales porque era un mecanismo real para que la población conociera a sus diputados.  Se aplicó y los diputados siguieron, salvo escasas excepciones, con su práctica habitual.  Hoy fueron eliminados y no hay ningún mecanismo legal que les obligue a tener un vínculo con sus electores.  ¿Será también que estábamos equivocados?



5.       A través de diferentes instancias he defendido que la ciudadanía es sujeta de deberes y derechos.  Tenemos derechos que exigir y deberes que cumplir. A veces me pregunto si esta posición es correcta, cuando cotidianamente me vulneran mi condición de ciudadana.  Pago mis impuestos de forma directa e indirecta; sin embargo, la corrupción sigue tan presente que golpea el alma y duele en las mismas entrañas. ¿Pagar el 35% de mis ingresos para que los detentores de los poderes públicos se lo distribuyan a su antojo, mientras los hospitales carecen de lo más mínimo y la educación, a pesar del 4%, sigue siendo deficiente y precaria?



6.       Durante muchos años abogamos por la participación de la actividad municipal.  Apoyamos los proyectos que creaban los cabildos abiertos, es decir, espacios donde la comunidad se comunicaba con el síndico, hoy denominado alcalde, escuchaba los reclamos para que juntos buscaran soluciones a los problemas.  Las alcaldías se han convertido en pequeños espacios de poder. Los regidores son dirigentes políticos que buscan lo suyo.



7.       He defendido a los partidos políticos como las instancias que tienen la vocación y el deber de concursar para llegar a la administración del Estado. Me pregunto si existen los partidos políticos, pues lo que puedo observar desde la distancia, es que es una asociación de gente que busca asaltar el poder para sus beneficios, para distribuirse un pastel. El transfuguismo es la característica. Los que ayer eran enemigos acérrimos, hoy son aliados. Tú me das, yo te doy, juntos llegamos y luego nos arreglamos.  Ya no cuentan las ideas ni los principios.  En esta reciente campaña electoral no hubo discusión de programas, sino la venta de figuras y las negociaciones de grupos. 



8.       He abogado por la independencia de los poderes públicos. He sido una abanderada apasionada de que la Justicia debe ser ciega e independiente. Sin embargo, los escándalos recientes de corrupción y tráfico de influencia en algunos jueces cuestionan la idoneidad del sistema de justicia.  Lo mismo ocurre con el Congreso, con escasas excepciones.



Perdonen mis amigos lectores.  Hoy siento que mis creencias se tambalean.  Mantengo mis convicciones de una sociedad mejor, justa, menos excluyente. Sigo defendiendo la vida, a la humanidad y el amor.  Abogo por la democracia participativa y real. Creo en la juventud. Estoy convencida de que la historia ha evidenciado que los procesos a veces son muy largos.  Constato, solo constato, que el camino para construir esas utopías es tortuoso, largo y doloroso.




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