sábado, 2 de mayo de 2015

Enseñar la condición humana. Morín


ENCUENTROS

 EDGAR MORIN Y  LOS SIETE SABERES NECESARIOS PARA LA EDUCACION DEL FUTURO.  Enseñar la condición humana y la identidad terrenal.

Dedicado a mi hermana-amiga mexicana Patricia Gascón Muro

 

La educación del futuro deberá ser una enseñanza primera y universal centrada en la condición humana.  Estamos en la era planetaria; una aventura común se apodera de los seres humanos donde quiera que estén.  Estos deben reconocerse en su humanidad común y, al mismo tiempo, reconocer la diversidad cultural inherente a todo cuanto es humano.  Conocer lo humano es, principalmente, situarlo en el universo y a la vez separarlo de él…. Edgar Morín, Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. 

 

Seguimos trabajando con la obra de Edgar Morín bajo el título “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro”.  En  las dos a entregas anteriores hablamos del primer saber: “Las cegueras del conocimiento”; y del segundo saber: “Los principios de un conocimiento pertinente”.  Hoy abordaremos los saberes tres y cuatro: “Enseñar la condición humana” y “Enseñar la identidad terrenal”.

Para enseñar la condición humana, tenemos que interrogarnos primero sobre nuestra situación en el mundo.  La educación del siglo XXI exige que vinculemos los conocimientos resultantes de las ciencias naturales con el fin de ubicar la condición humana en el mundo, de las resultantes de las ciencias humanas para poder aclarar las multi dimensionalidades y sobre todo, las complejidades de la propia humanidad. Pero es también aprender a integrar el aporte inconmensurable de las humanidades, no solo de la filosofía y la  historia, sino también de la literatura y las artes.

Comprender la condición humana es estar consciente de que pertenecemos al universo, que no es ordenado, ni perfecto y ni eterno; sino que es producto del devenir disperso, en el que actúan el orden, el desorden y la organización: “Esta época cósmica de la organización, sujeta sin cesar a las fuerzas de desorganización y de dispersión, es también la epopeya de la religazón que solo impidió al cosmos que se dispersara o desvaneciera tan pronto nación.  En el centro de la aventura cósmica, en lo más alto del desarrollo prodigioso de una rama singular de la auto-organización viviente, seguimos la aventura a nuestro modo...” (P. 22)-

En esta concepción el ser humano es a su vez plenamente biológico, plenamente cultural y plenamente universal.  Estamos integrados de mente y cuerpo, que no están divididos, sino que constituyen una unidad, unicidad, en las palabras de Morín.

En nuestra condición humana hay una triada integrada por el individuo-la sociedad y la especie. En esta perspectiva, los individuos son el producto del proceso reproductor de la especie humana, quienes a su vez producen la sociedad y ésta, certifica el surgimiento de la cultura. En esta perspectiva, dice Morín, “todo desarrollo verdaderamente humano significa desarrollo conjunto de las autonomías individuales, de las participaciones comunitarias y del sentido de pertenencia de la especie humana.” (P.25)

El otro saber que según Morín debería ser tomado en cuenta en la educación del siglo XXI es: “Enseñar la identidad terrenal”.  Parte de una pregunta muy interesante: ¿Cómo podrían los ciudadanos del nuevo milenio pensar sus problemas y los problemas de su tiempo?  Se responde diciendo que es necesario que comprendamos que tanto la condición humana en el mundo, así como la condición del ser humano en la historia, hoy día debe verse como la de la era planetaria:

De allí, la esperanza de despejar un problema vital por excelencia que subordinaría todos los demás problemas vitales.  Pero este problema vital está constituido por el conjunto de los problemas vitales, es decir la intersolidaridad compleja de problemas, antagonismos, crisis, procesos incontrolados.  El problema planetario es un todo que se alimenta de ingredientes múltiples, conflictos, de crisis; los engloba, los aventaja y de regreso los alimenta. (p.29)

Sostiene Morín que la humanidad necesita concebir la complejidad del mundo intentando comprender que tanto la unidad como la diversidad del sistema planetario, así como sus complementariedades y sus antagonismos forman parte de un todo, que no es un sistema global, sino más bien un torbellino en movimiento que no posee un centro organizador.

Por esta razón, sigue diciendo el pensador, el planeta necesita un nuevo pensamiento policéntrico, que apueste al universalismo consciente de la unidad y de la diversidad de la condición humana; alimentado de todas las culturas.  Educar para este pensamiento es la finalidad de la educación del futuro que debe trabajar en la era planetaria para la identidad y la conciencia terrenal. (p. 30)

Y se justifica diciendo que el mundo se vuelve cada vez más un todo.  “Cada parte del mundo hace cada vez más partes del mundo, y el mundo como un todo está cada vez más presente en cada una de sus partes.” (PO. 30).

No hay dudas, plantea Morín, que la mundialización de hoy se ha convertido en una realidad unificadora y conflictiva a la vez.  ¿Por qué? Se preguntarán algunos, como me lo pregunté yo misma. A esta inquietud responde el pensador, que si bien el mundo se ha vuelta cada vez más UNO, al mismo tiempo se divide. Esta es la paradoja de la era planetaria,  es decir, la misma que une y desarticula al mismo tiempo:

La mundialización es realidad unificadora, pero hay que agregar inmediatamente que también es conflictiva en su esencia.  La unificación está cada vez más acompañada de su propio negativo, suscitado por su contra efecto: la balcanización….Los antagonismos entre naciones, entre religiones, entre laicismo y religión, entre modernidad y tradición, entre democracia y dictadura, entre ricos y pobres, mezclan los intereses estratégicos y económicos antagónicos de las grandes potencias y de las multinacionales dedicadas a la obtención de beneficios. (P. 32)

A partir de entonces Morín hace un balance sobre el legado del siglo XX, que no es nada halagüeño. Afirma que el siglo pasado fue el fruto de la alianza de dos barbaries:  la primera llega desde el “fondo de la noche de los tiempos y trae consigo guerra, masacre, deportación, fanatismo.” Y la segunda es la híper racionalización que olvida al ser humano, sobre todo su alma, ya que lo ha sometido a la esclavitud técnica e industrial.

El triste y contradictorio legado del siglo XX  puede resumirse en uno: la herencia de la muerte a través de sus armas y la destrucción del ambiente.  Somos responsables de la muerte ecológica.  Hemos provocado enfermedades que se han convertido en epidemias, como ha sido el caso del SIDA.  El desarrollo de la ciencia ha sido letal: bomba atómicas y armas biológicos, misiles…. “Si la modernidad se define como fe incondicional en el progreso de la técnica, en la ciencia, en el desarrollo económico, entonces esta modernidad está muerta.” (p. 34)

Todo no está perdido. Siempre queda la esperanza.  Gracias a esa inconformidad intrínseca de las seres humanos, se han desarrollado las contracorrientes que  han marcado la diferencia y han renovado los sueños de un mundo distinto en el que se asuma la solidaridad y la responsabilidad como el norte de la acción humana.

 

Morín. El conocimiento pertinente


ENCUENTROS

 EDGAR MORIN Y  LOS SIETE SABERES NECESARIOS PARA LA EDUCACION DEL FUTURO.  El conocimiento pertinente

Dedicado a mi hermana-amiga mexicana Patricia Gascón Muro

 

El conocimiento de los problemas claves del mundo, de las informaciones claves concernientes al mundo, por aleatorio y difícil que sea, debe ser tratado so pena de imperfección cognitiva, más aún cuando el contexto actual de cualquier conocimiento político, económico, antropológico, ecológico… es el mundo mismo.  La era planetaria necesita situar todo en el contexto y en la complejidad planetaria. El conocimiento del mundo, en tanto que mundo, se vuelve una necesidad intelectual y vital al mismo tiempo.  Es el problema universal para todo ciudadano del nuevo milenio: ¿cómo lograr el acceso a la información sobre el mundo y cómo lograr la posibilidad de articularla y organizarla? ¿Cómo percibir y concebir el contexto, lo global (la relación todo/partes?), lo multidimensional, lo complejo? Para articular y organizar los conocimientos y así reconocer y conocer los problemas del mundo, es necesaria una reforma del pensamiento.  Ahora bien, esta reforma es paradigmática, no programática: es la pregunta fundamental para la educación ya que tiene que ver con nuestra aptitud para organizar el conocimiento.  Edgar Morín, Los siete saberes necesarios para la educación del futuro.

 

Como señalamos en el artículo anterior, en el año 1999 la UNESCO publicó una pequeña obra de Edgar Morín bajo el título “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro”.  En esa entrega hablamos del primer saber: “Las cegueras del conocimiento”. En esta oportunidad abordaremos el segundo saber: “Los principios de un conocimiento pertinente”.

Morín parte de su postulado esencial, el cual ya hemos señalado en artículos anteriores, de que existe un problema universal: la inadecuación, profunda y grave, entre nuestros saberes, porque están compartimentados, desunidos y divididos; que se hace más grave todavía porque los problemas y la realidad misma son poli disciplinarios, transversales, planetarios, multidimensionales y globales. 

Los saberes divididos se hacen inadecuados porque no toman en cuenta el contexto.  Plantea Morín que el conocimiento aislado es insuficiente, pues es necesario ubicar las informaciones y los elementos que contiene el contexto para que pueda cobrar verdadero sentido. La  contextualización es una condición clave para la eficacia.

En relación a lo global, es decir, las relaciones entre el todo y las partes, Morín sostiene que la globalidad debe ser enfocada como el conjunto de partes ligadas de manera inter-retroactiva y organizacionalmente. Así pues, dentro de esta concepción, una sociedad es además de contexto, un organizador del que nosotros formamos parte: “El todo tiene cualidades o propiedades que no se encontrarán en las partes si éstas se separan las unas de las otras, y ciertas cualidades o propiedades de las partes pueden ser inhibidas por las fuerzas que salen del todo… “(p. 15)

En relación a lo multidimensional, Morín afirma que cualquier unidad es multidimensional; por ejemplo, el ser humano es biológico, pero al mismo tiempo es síquico, es social, racional y afectivo.  Y cuando se refiere a lo complejo debe asumirse como complexus que significa que hay complejidad cuando son inseparables los diferentes elementos que constituyen el todo. Una sociedad tiene componentes económicos, políticos, sociológicos, sicológicos y mitológicos.  Por lo tanto, la complejidad es la simbiosis entre la unidad y la multiplicidad. En tal sentido, afirma, la educación debe promover la inteligencia general, que le permita referirse a lo complejo, al contexto y a la concepción global.

La educación, dice el pensador, debe favorecer la aptitud de la mente humana para buscar respuestas a las preguntas relevantes y esenciales, y al mismo tiempo estimular el empleo total inteligencia general.  Para lograrlo se necesita el libre ejercicio de la curiosidad, extinguida, en la mayoría de los casos, por una instrucción positivista que no estimula, sino que la aplasta. El desarrollo de la inteligencia y la curiosidad; implica a su vez que el joven educando sea capaz de observar, entender y aprehender de las antinomias que ofrece el conocimiento mismo. 

Lograr el desarrollo del conocimiento pertinente no es fácil, tendrá que enfrentar problemas esenciales, a saber:

1.       La especialización cerrada.  Si bien es cierto que el conocimiento especializado es una forma muy particular de abstracción, sin embargo se abstrae del contexto y rechaza los lazos y las intercomunicaciones entre los conocimientos, pues lo inserta en un sector conceptual abstracto que es el de la disciplina totalmente compartimentada, resquebrajando de forma arbitraria  las fronteras de la sistematicidad, o lo que es lo mismo, la relación de las partes con el todo, en relación a la economía como ciencia, Morían dice lo siguiente:

La economía, por ejemplo, que es la ciencia social matemáticamente más avanzada, es la ciencia social y humanamente más atrasada, puesto que se ha abstraído de las condiciones sociales, históricas, políticas, psicológicas, ecológicas inseparables de las actividades económicas. Por eso sus expertos son cada vez más incapaces de interpretar las causas y las consecuencias de las perturbaciones monetarias y bursátiles… El error económico se convierte, entonces, en la primera consecuencia de la ciencia económica…(pp. 17-18)

2.       La reducción y la disyunción: Afirma el francés universal que hasta mediados del siglo pasado, las ciencias obedecían al principio de la reducción; es decir, se disminuía el conocimiento de un todo a las partes. De esta manera se reducía lo complejidad a una simpleza absoluta.  Nuestra educación, dice Morín, nos ha enseñado a dividir, aislar y a compartimentar, no a unir los conocimientos, por esta razón desarrolla la incapacidad de organizar el saber disperso y compartimentado, provocando la atrofia de la disposición mental natural para contextualizar y globalizar.

 

3.        La falsa racionalidad. Es un hecho que la falsa racionalización abstracta y unidimensional triunfa en el mundo. Por esta razón, soluciones supuestamente racionales están destruyendo el hábitat, pero sobre todo, poniendo en riesgo el futuro de las próximas generaciones.

 

Finalmente, lo que señala Morín, es que si bien el siglo XX ha producido progresos inmensos en todos los campos del conocimiento y de la técnica, ha producido también ceguera hacia los problemas globales y fundamentales del planeta. Esta ceguera ha provocado errores y falsas ilusiones.  De lo que se trata, no es el abandono del conocimiento de las partes por el conocimiento de las totalidades, como tampoco se busca sustituir el análisis por la síntesis. Lo que se busca es conjugar los conocimientos.

Enfrentar la incertidumre para la comprensión. Morin


ENCUENTROS

 EDGAR MORIN Y  LOS SIETE SABERES NECESARIOS PARA LA EDUCACION DEL FUTURO. ENFRENTAR LAS INCERTIDUMBRES PARA ENSEÑAR LA COMPRENSIÓN

Dedicado a mi hermana-amiga mexicana Patricia Gascón Muro

 

Crepúsculo marino,
en medio
de mi vida,
las olas como uvas,
la soledad del cielo,
me llenas
y desbordas,
todo el mar,
todo el cielo,
movimiento
y espacio,
los batallones blancos
de la espuma,
la tierra anaranjada,
la cintura
incendiada
del sol en agonía,
tantos
dones y dones,
aves
que acuden a sus sueños,
y el mar, el mar,
aroma
suspendido,
coro de sal sonora,
mientras tanto,
nosotros,
los hombres,
junto al agua,
luchando
y esperando
junto al mar,
esperando.

Poema: Pablo Neruda

 

Continuamos con la serie de artículo de la obra de Edgar Morín bajo el título “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro”.  En  las entregas anteriores hablamos de los siguientes saberes: “Las cegueras del conocimiento”; “Los principios de un conocimiento pertinente”; “Enseñar la condición humana” y “Enseñar la identidad terrenal”.

Como podrá verse, estos 7 saberes constituyen una síntesis de lo que hemos venido planteando a lo largo de esta serie.  El saber 5, “Enfrentar las incertidumbres”, fue más o menos descritos en el artículo titulado “La educación como enseñanza de la incertidumbre” publicado en el mes de marzo pasado. En esta oportunidad, Morín inicia su reflexión partiendo de una serie de interesantes preguntas:

¿Quién hubiera pensado en la primavera de 1914 que un atentado cometido en Sarajevo desencadenaría una guerra mundial que duraría cuatro años y que provocaría millones de víctimas?

¿Quién hubiera pensado en 1916 que el ejército ruso se disgregaría y que un partido marxista marginal provocaría, contrario a su propia doctrina, una revolución comunista en octubre de 1917?...

Quien hubiera pensado que Hitler llegaría legalmente al poder en 1933?...

¿Quién hubiera pensado en 1943, en plena alianza entre soviéticos y occidentales, que sobrevendría la guerra fría entre estos mismos aliados tres años después?

¿Quién hubiera pensado en 1980, a parte de algunos iluminados, que el imperio Soviético implosionaría en 1989?

¿Quién hubiera imaginado que en 1989 la Guerra del Golfo y la guerra que desintegraría a Yugoslavia?...

Nadie puede responder a estas preguntas…. Y tal vez permanezcan sin respuestas aún en el siglo XXI… (p. 40)

Se responde Morín diciendo que la historia camina de forma inesperada, no linealmente como planteaban los marxistas, sino con desviaciones y creaciones internas, o también por accidentes externos, o sencillamente por el azar mismo. La historia es un complejo proceso de orden, de desorden y de organización. Concluye su planteamiento diciendo que toda evolución es el producto de la desviación que se desarrolla, provocando la transformación del sistema.  La desviación, dice, lleva en si misma el germen de la desorganización, pero luego las reorganiza.

 Así pues, la humanidad ha vivido la aventura de lo incierto y lo desconocido. La incertidumbre ha sido su signo al caminar.  Morín afirma que existen varios tipos de incertidumbres, a saber:

1.       La incertidumbre de lo real.  “Nuestra realidad no es otra que nuestra idea de la realidad”. (p. 42)

2.       La incertidumbre del conocimiento.  No hay dudas que el conocimiento avanza gracias a la aventura incierta de la duda.

3.       Las incertidumbres y la ecología de la acción. Es definida por Morín como la toma de conciencia de que la acción es decisión, elección y apuesta.  “La ecología de la acción es, en suma, tener en cuenta su propia complejidad, es decir, riesgo, azar, iniciativa, decisión, inesperado, imprevisto, conciencia de desviaciones y transformaciones.” (P. 43)

Concluye este apartado que el signo de la humanidad es la “impredicibilidad en el largo plazo”. Se pueden hacer cálculos sobre los efectos de una medida, pero es muy difícil.  Ninguna acción, afirma Morín, tiene la certeza de que obrar en el sentido de su intención. Pues aunque se tomen decisiones con plena conciencia, la incertidumbre se vuelve la “plena conciencia de una apuesta”.  Y es esa sensación de incertidumbre constante lo que ha permitido a la humanidad a caminar, a transitar en el tiempo y el espacio.

Enseñar la incertidumbre para desarrollar la comprensión, es la gran tarea de la educación del siglo XXI.  La comprensión se ha vuelto esencial para los seres humanos. Es importante diferenciarla de la información. Ninguna tecnología aporta comprensión: “la comprensión, dice Morín, no puede digitarse.”  Educar va más allá de la comprensión de las matemáticas, la geografía o la historia.  Educar para la comprensión humana es otra cosa.  Esa es la verdadera misión espiritual de la educación: debemos propiciar la comprensión entre las personas, como condición y garantía de la solidaridad y la ética.

Comunicarnos bien nos lleva a la comprensión.  Comprender no es almacenar información.  Comprender significa que intelectual y racionalmente podemos aprehender y explicar lo que hemos leído.  Pero la comprensión humana va más allá, sobrepasa la explicación, lo meramente intelectual y objetivo; pues comprender implica, necesariamente, un proceso de empatía, identificación y proyección. 

Educar para comprender requiere el abandono del egoísmo y la auto justificación, y sobre todo la auto-glorificación, y la tendencia a acusar a los demás, extraños o no, de ser la causa de todos los males. Propone entonces Morín la “ética de la comprensión”:

La ética de la comprensión es un arte de vivir que nos pide, en primer lugar, comprender de manera desinteresada. Pide un gran esfuerzo ya que no puede esperar ninguna reciprocidad…La ética de la comprensión pide argumentar y refutar en vez de excomulgar… La comprensión  no excusa ni acusa: ella nos pide evitar la condena perentoria, irremediable, como si uno mismo no hubiera conocido nunca la flaqueza ni  hubiera cometido errores. Si sabemos comprender antes de condenar estaremos en la vía de la humanización de las relaciones humanas. (p. 50)

 

Finalmente esta “ética de la comprensión” implica la interiorización profunda de la tolerancia, y la asunción de que la cultura debe ser plantearía, pues la comprensión es al mismo tiempo medio y fin de la comunicación humana.  El planeta, finaliza el pensador, necesita urgentemente de comprensiones mutuas en todos los sentidos y en todos los planos.  Pero, ojo, el desarrollo de la comprensión requiere de una reforma urgente de las mentalidades.  En ese punto la educación juega un papel vital.   

 

 

 

La ceguera del conocimiento. Morin


ENCUENTROS

 EDGAR MORIN Y  LOS SIETE SABERES NECESARIOS PARA LA EDUCACION DEL FUTURO. La ceguera del conocimiento.

Dedicado a mi hermana-amiga mexicana Patricia Gascón Muro

 

Cuando miramos hacia el futuro, vemos numerosas incertidumbres sobre lo que será el mundo de nuestros hijos, de nuestros nietos y de los hijos de nuestros nietos. Pero al menos, de algo podemos estar seguros: si queremos que la Tierra pueda satisfacer las necesidades de los seres humanos que la habitan, entonces la sociedad humana deberá transformarse. Así el mundo de mañana deberá ser fundamentalmente diferente del que conocemos hoy, en el crepúsculo del siglo XX y del milenio. La democracia, la equidad y la justicia social, la paz y la armonía con nuestro entorno natural deben ser las palabras claves de este mundo en devenir. Debemos asegurarnos que la noción de durabilidad sea la base de nuestra manera de vivir, de dirigir nuestras naciones y nuestras comunidades y de interactuar a escala global.

En esta evolución hacia los cambios fundamentales de vida y nuestros comportamientos, la educación –en su sentido más amplio- juega un papel preponderante. La educación es la fuerza del futuro, porque ella constituye uno de los instrumentos más poderosos para realizar el cambio…. Federico Mayor, Director General de la UNESCO

 

En el año 1999 la UNESCO publicó una pequeña obra de Edgar Morín titulada “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro”, que fue el producto de un “Programa Internacional sobre la educación, la sensibilización del público y la formación para la viabilidad”, lanzado en el año 1996.  El programa en cuestión enunciaba las prioridades aprobadas por los Estados miembros de las Naciones Unidas y al mismo tiempo apelaba a las organizaciones no gubernamentales del mundo y a otros organismos para que tomaran todas las  medidas necesarias con el firme propósito de poner en práctica el nuevo concepto de educación para un futuro viable, que permitirían, al mismo tiempo, las reformas de las políticas y programas educativos nacionales. La  UNESCO tendría la función de ser el motor movilizador de la acción internacional.

En esa perspectiva, cuenta el propio director del organismo, Don Federico Mayor, se le solicitó a Edgar Morín que expresara sus ideas sobre lo que debería ser la educación del futuro en el marco de su visión del pensamiento complejo.

El texto, nacido de esta encomienda y desafío, fue un pequeño y provocador libro.  Como el propio autor lo define, el ensayo no pretendía ser, en modo alguno, un tratado sobre el conjunto de materias que deberían enseñarse; era únicamente una reflexión sobre los problemas centrales, todavía son ignorados, pero que son fundamentales para enseñar en el siglo XXI. 

Dice Morín que existen siete saberes fundamentales que la educación del futuro debería tratar en cualquier sociedad y en cualquier cultura sin excepción alguna.  Estos siete saberes son:

1.       Las cegueras del conocimiento: el error y la ilusión

2.       Los principios de un conocimiento pertinente

3.       Enseñar la condición humana

4.       Enseñar la identidad terrenal

5.       Enfrentar las incertidumbres

6.       Enseñar la comprensión

7.       La ética del género humano

 

Comencemos con el primero de los siete principios: las cegueras del conocimiento: el error y la ilusión.  Afirma Morín, con toda la razón, que el conocimiento conlleva el riesgo del error, más aún, de la ilusión  Por esta razón, la educación del futuro debe afrontar el problema desde estos dos aspectos:

Error e ilusión parasitan la mente humana desde la aparición del homo sapiens. Cuando consideramos el pasado, incluyendo el reciente, sentimos que ha sufrido el dominio de innumerables errores e ilusiones. Marx y Engels enunciaron justamente en La Ideología Alemana que los hombres siempre han elaborado falsas concepciones de ellos mismos, de lo que hacen, de lo que deben hacer, del mundo donde viven. Pero ni Marx ni Engels escaparon a estos errores.  (p. 5)

 

La educación tiene que ser capaz de mostrar que el conocimiento no es una verdad absoluta, pero sobre todo que está amenazado por el error y por la ilusión.  El saber no es el espejo de las cosas ni del mundo exterior, pues está condicionado por las traducciones y reconstrucciones cerebrales, producto de los estímulos y signos captados y  codificados por los sentidos. Pero al error de la percepción se suma el error del intelecto:

 

El conocimiento en forma de palabra, de idea, de teoría, es el fruto de una traducción/ reconstrucción mediada por el lenguaje y el pensamiento y por ende conoce el riesgo del error.  Este conocimiento en tanto que traducción y reconstrucción implica la interpretación, lo que induce el riesgo de error al interior de la subjetividad del que ejercita el conocimiento, de su visión del mundo, de sus principios de conocimiento.  De ahí provienen los innumerables errores de concepción y de ideas que sobrevienen a pesar de nuestros controles racionales. La proyección de nuestros deseos o de nuestros miedos, las perturbaciones mentales que aportan nuestras emociones multiplican los riesgos de error. (P. 5)

 

Morín afirma que existen cuatro errores de ilusiones y cegueras: los errores mentales, los intelectuales, los errores de la razón y especialmente las cegueras paradigmáticas.  “El juego de la verdad y del error, dice Morín,  no solo se juega en la verificación empírica y la coherencia lógica de la teorías; también se juega a fondo en la zona invisible de los paradigmas” (p. 8).  Esto así, porque el paradigma hace la selección y al hacerlo determina la conceptualización y las operaciones lógicas.  A su vez, el paradigma designa las categorías fundamentales de la inteligibilidad efectuando también el control para su uso.  “Los individuos, escribe el intelectual, conocen, piensan y actúan según los paradigmas inscriptos culturalmente en ellos.” (P- 8). 

 

Los paradigmas juegan roles preponderantes en cualquier doctrina o ideología; y aunque son inconscientes, llega hasta el pensamiento consciente, controlándolo y dominando los axiomas y conceptos, imponiendo discursos explicativos, cegados por esas verdades preconcebidas.  Finalmente Morín señala que occidente ha estado preso de su “gran paradigma” que fue formulado por Descartes en el siglo XVII y aún sigue vigente.  Este paradigma cartesiano separa al sujeto del objeto, con esferas independientes. Por un lado se encuentra la filosofía y la investigación reflexiva; y por el otro la ciencia y la llamada “investigación objetiva”. El paradigma de Descartes disocia el universo de un extremo al otro:  Sujeto versus objeto; alma versus cuerpo; espíritu versus materia; calidad versus cantidad; finalidad versus causalidad; sentimiento versus razón; libertad versus determinismo y existencia versus esencia. No hay duda, dice finalmente Morín, que este paradigma disociador determina una doble visión del mundo, pero sobre todo, el desdoblamiento del mundo mismo.

 

En defensa de los principios


ENCUENTROS

 Un paréntesis: EN DEFENSA DE LOS PRINCIPIOS

Palabras, de Mario Benedetti

No me gaste las palabras

No cambie significado

Mire que lo que yo quiero

Lo tengo bastante claro.

Si usted habla de progreso

Nada más que por hablar

Mire que todos sabemos

Que adelante no es atrás.

Si está contra la violencia

Pero nos apunta bien

Si la violencia va y vuelve

No se me queje después.

Si usted pide garantías

Solo para su corral

Mire que el pueblo conoce

Lo que hay que garantizar.

No me gaste las palabras

No cambie el significado

Mire que yo lo que quiero

Lo tengo bastante claro….

No me gaste las palabras

No cambie el significado

Mire que lo que yo quiero

Lo tengo bastante claro….

 

Hago un paréntesis en la serie que casi termina sobre el pensamiento complejo del gran Edgar Morín. Pedí a mis amigos del periódico Hoy que detuvieran el artículo que correspondía para este sábado.  Después de lo acontecido el pasado domingo,  en el seno del Comité Político del PLD, no podía seguir callada.

Decidí hace mucho tiempo que no militaría en ningún partido político, porque defiendo el papel de la sociedad civil en el fortalecimiento de la democracia a través de una ciudadanía activa y comprometida, reconozco que en el juego democrático, esas organizaciones son las que tienen la responsabilidad de realizar la carrera hacia el poder.    Creo, sin embargo, que en nuestro país, los partidos políticos no han alcanzado el nivel que amerita nuestro desarrollo institucional.  Una prueba es que todavía no se ha podido aprobar la esperada y exigida Ley de Partidos.

El pasado domingo el Comité Político del PLD aprobó, por mayoría, no por consenso ni por acuerdo, que se propiciara una reforma a la Constitución de la República para permitir que el actual Presidente de la República pudiese presentarse en la contienda electoral. Está claro que esta medida busca poner un PARE a las aspiraciones y aprestos de Leonel Fernández de cara a las elecciones del año que viene. Está claro también que el Congreso se convertirá en los próximos días en un verdadero campo de batalla.  La oposición diciendo que no aprobará. Y los legisladores leonelistas, por su parte, seguirán diciendo que no podían contar con su voto. Será un duelo a muerte entre dos titanes. Interesante es destacar que Danilo Medina se abstuvo y ha mantenido silencio total sobre el asunto.

Mi reflexión de hoy no es hacer un análisis coyuntural sobre la decisión del Comité Político.  Mi posición es de principio: la República Dominicana debe caminar hacia institucionalidad democrática. Nuestra aspiración es a la creación y consolidación de un verdadero Estado de Derecho.  La Constitución, llamada por Ferdinand Lasalle como la Ley Fundamental de un país, debe ser sagrada:

¿En qué se distingue una Constitución de una simple ley? A esta pregunta se nos contestará en la inmensa mayoría de los casos: la Constitución no es una ley como otra cualquiera, sino la ley fundamental del país. Es posible, señores, que en esta contestación vaya implícita, aunque de un modo oscuro, la verdad que se investiga. Pero la respuesta, así formulada, de una manera tan confusa no puede satisfacernos.  Pues inmediatamente surge, sustituyendo a la otra, esta interrogación: ¿Y en qué se distingue una ley de la ley fundamental? [1]

Para diferenciarlas Lasalle sostiene que deben existir tres condiciones esenciales:

1.       Que la ley fundamental sea una ley que ahonde más que las corrientes

2.       Que constituya el verdadero fundamento de las otras leyes. “La ley fundamental, para serlo, había, pues de actuar e irradiar a través de las leyes ordinarias del país.”[2]

3.       La idea de fundamento lleva, pues, implícita la noción de una necesidad activa, de una fuerza eficaz que hace, por ley de necesidad, que lo que sobre ella se funda sea así y no de otro modo.” [3]

Nuestra ley fundamental ha sido maltratada desde su fundación. La primera, proclamada el 6 de noviembre de 1844, y la última el 26 de enero del año 2010.  En el siglo XIX, en 56 años, se promulgaron 17 Constituciones.  La única de esas constituciones que tuvo una relativa larga vida fue la primera con diez años de vigencia, pues fue modificada en 1854. La última del siglo XIX fue durante la dictadura de Lilís, promulgada en 1896.

En el siglo XX se realizaron 20 reformas. La Constitución que más tiempo estuvo en vigencia tuvo fue la de Joaquín Balaguer promulgada en 1966, que fue modificada en 1994.  En el actual siglo XXI se promulgó la nueva Constitución en el año 2010.  Y apenas tiene cinco años de vigencia y ya quieren modificarla.

¿Saben cuáles fueron las razones de esas modificaciones? En el siglo XIX los políticos modificaban la Constitución para ampliar o reducir el período constitucional, que osciló entre un año, dos años y cuatro años.  Y por supuesto, la prohibición o no de la reelección presidencial.  En el siglo XX lo único que varió fue la discusión sobre el período presidencial, pues después de las reformas de Ramón Cáceres se llegó al acuerdo de 4 años. 

La Constitución del año 2010, con sus limitaciones, fue una gran reforma, pues constituyó un intento de modernizar el Estado Dominicano y sus instituciones.  Esta posición es diferente a la  selección de los jueces de las altas cortes y las negociaciones de intereses que se produjeron.

Por el bien de la institucionalidad democrática, por el fortalecimiento del Estado de Derechos, por el bien del país, NO MODIFIQUEMOS LA CONSTITUCION.

Esta es mi reflexión.  Este es mi planteamiento.  No sé, y confieso, que ya no me importa, si con estas posiciones lesiono algunos intereses.  Estamos en la democracia, y la ciudadanía tiene derecho a expresar sus opiniones libremente.

Posiblemente estas palabras caigan en el vacío y sea objeto de ataques.  Lo más probable es que sean enviadas al cruel olvido. Pero no me importa.  Quiero vivir acorde a mis ideas y sobre todo, a los principios que siempre he defendido.

¿Soy opuesta a la reelección? En términos ideales, me gusta el modelo norteamericano.  El problema es que en este país que amo y se desangra en un mar de intereses, la reelección ha sido, es y será siempre el peor de todos los males de la política dominicana, si la ciudadanía sigue callando. Qué triste es constatar que no nos respetamos.  Y que 171 años después estemos repitiendo la misma historia, como si nada hubiese pasado.

 

 



[1] Ferdinand Lasalle, ¿Qué es una Constitución?, Editado por www.elaleph.com,1999, p. 34.
[2] Ibídem
[3] Ibídem, p. 35.

Holanda en el Caribe, 3


TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE

 

Holanda en El Caribe, y 3

 

Por: Mu-Kien Adriana Sang

 

sangbenmukien@gmail.com

mu-kiensang@pucmm.edu.do

@MuKienAdriana

 

Porque el siniestro día el mar termina un día,
ya la mano nocturna corta uno a uno sus dedos
hasta no ser, hasta que el hombre nace
y el capitán descubre dentro de si el acero
ya la América sube su burbuja
y la costa levanta su pálido arrecife
sucio de aurora, turbio de nacimiento
hasta que de la nave sale un grito y se ahoga
y otro grito y el alba que nace de la espuma.

Pablo Neruda, "Llega al Pacífico", Los Conquistadores,
Canto General, Losada

El gran historiador dominicano, Frank Moya Pons, publicó en el año 2008 su “Historia del Caribe. Azúcar y plantaciones en el mundo atlántico”, bajo el sello del Editora Búho.  La obra de 540 páginas es una consulta obligada para conocer el curso de la historia de nuestras pequeñas islas del Caribe insular.  El eje central del enjundioso trabajo es el surgimiento y desarrollo de las plantaciones azucareras, esenciales en el modelo colonial de dominación en las Antillas.

 

El Imperio Holandés aparece en el discurso del historiador cuando comienza a hablar de las incursiones piratas de la segunda mitad del siglo XVI, especialmente ante la ofensiva del pirata Francis Drake, en palabras del autor:

Esta campaña de Drake contra los principales puertos del Caribe demostró muchas cosas a todo el mundo. A los ingleses y a los enemigos de España le demostró que el imperio español era vulnerable y que España no tenía fuerzas suficientes con qué defender totalmente sus territorios en América ni las posesiones portuguesas en África y Asia, entonces bajo su dominio.  Por esta razón los ingleses siguieron enviando centenares de corsarios al Caribe. Aprovechando que Inglaterra se encontraba en guerra con España desde 1585, entre 1589 y 1594 pasaron al Caribe unas doscientas naves inglesas con patente de corso para hostigar los establecimientos españoles de las Antillas y tierra firme. (P- 68)

 

La relación de rivalidad entre España y Holanda se coronó con la llamada “Guerra de los Ochenta años”, conocida también como “Guerra de Flandes”.  Estas largas décadas de enfrentamientos en las que diecisiete provincias de los Países Bajos se levantaron en contra de su soberano, que era también rey de España, se reflejó en El Caribe. La rebelión contra el monarca español se inició en 1568 cuando Margarita de Parma era la Gobernadora de los Países Bajos. Terminó en 1648, cuando fue reconocida la independencia de las provincias en rebelión, conocidas como las “Siete Provincias Unidas”. Tras la Paz de Westfalia, se creó el nuevo Estado, que inmediatamente se reflejó en la tierra de nadie, pero sí tierra de conflictos y rivalidades: El Caribe, como bien apunta el historiador Moya Pons:

La guerra por la independencia de los holandeses contra el dominio español… añadió un ingrediente especial a los conflictos de España con sus enemigos europeos en El Caribe. En 1594 esta guerra había llegado al punto en que los holandeses podrían tomar la ofensiva en el mar, gracias al apoyo que en tierra le habían dado los ejércitos franceses e ingleses.

 

Moya coincide con los postulados de la profesora Ana Crespo Solana, en el ensayo que citamos en los artículos anteriores “Holanda en el Caribe desde la perspectiva comparada. Aportación al debate sobre los modelos de expansión en los siglos XVII y XVIII”, publicado por CATHARUM, Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, en el sentido de que Holanda no estaba interesada en imponer un modelo colonial como lo habían hecho sus aliados y rivales, Inglaterra y Francia, pue lo que lo holandeses estaban interesados en el comercio, legal o ilegal, a fin de suplir una necesidad sentida, la sal, y además, colocar sus propias mercancías en sus mercados todavía vírgenes:

 

 A pesar de casi 20 años de lucha, ni España ni Holanda estaban interesadas en la guerra marítima, pues el comercio de Flandes y la península se habían mantenido en aumento, pero el arresto de más de 400 navíos holandeses que compraban sal en puertos españoles y portugueses en 1595 aceleró el impulso de los holandeses de buscarse otro mercado de sal que resultara menos problemático que España y Portugal. La sal era un producto estratégico para la industria pesquera holandesa pues era un ingrediente esencial para la conservación del arenque que los holandeses exportaban por toda Europa.  El arresto de los barcos en 1595, y otro posterior en 1598, forzó a los holandeses a buscar la sal en otras partes sin intermediarios ibéricos.  (Pp. 69 y 70)

 

Los mercaderes holandeses veían en el comercio su gran oportunidad.  Podían, por un lado, ampliar sus mercados no solo en las islas, sino en el Caribe continental.  Era la oportunidad de negociar y satisfacer las demandas de bienes elaborados, y de ellos de procurar la sal que tanto necesitaban para su industria pesquera:

 

El lugar escogido por los holandeses para producir sal por medio propios fue la península de Araya, en las cercanías de Cumaná, en Venezuela.  Durante sus viajes, los holandeses descubrieron cuán necesitados de esclavos y manufacturas europeas estaban los vecinos de tierra firme y las Antillas, y cuán ricas eran esas tierras en azúcares, cueros, tabaco, zarzaparrilla, perlas, jengibre, cañafístola y desde luego, la preciada sal.  De manera que poco a poco los holandeses también se incorporaron a la corriente de contrabando que arrastraba a todo El Caribe desde hacía décadas. Para prevenirse de posibles represalias de los españoles, los navíos holandeses navegaban en flotas y también armados. Así podrían defenderse en caso de ataques y podrían también obligar a los vecinos de las costas caribeñas a cambiarles sus productos por manufacturas. Esta medida les garantizaba mayor efectividad que a los ingleses. (P. 70)

 

Y el empeño e inversión del Estado Holandés y sus mercaderes vio pronto sus frutos. Sin muchos alardes, ni recorriendo a poder militar, los barcos holandeses fueron poco a poco adueñándose del Mar Caribe.  La flota holandesa era la más numerosa en El Caribe. Sus barcos tenían un largo periplo para llevar mercancías a los puertos insulares y continentales, y en esos lugares procurar la sal que tanto necesitaban: 

 

En el último lustro del siglo XVI había flotas holandesas dedicadas al contrabando en el Caribe.  Las más grandes tenían hasta treinta navíos, en contraste con la de los corsarios ingleses que nunca lograban reunir más de cinco o seis naves para operar en las Antillas. El número de barcos de las flotas holandesas da una idea del volumen del comercio ilícito que se llevaba a cabo en las Antillas y las cosas de Sudamérica en aquellos años. En un período de seis años… fueran a buscar sal unos setecientos sesenta y ocho barcos holandeses, lo que significa un promedio de 120 barcos al año. Estas naves salían de Europa cargadas de mercancías y regresaban a Holanda cargadas de sal. En su viaje de retorno, la mayoría de los barcos holandeses pasaban por Puerto Rico, isla Mona, Española y el Oriente de Cuba, en donde se detenían a cargar aguas y a negociar con los vecinos sus cuernos y otros productos. (p. 70)

 

Así pues, Holanda, sin estridencias y sin alardes de poder, supo aprovechar el Caribe para desarrollar su comercio.  En medio de la guerra con España, fue lo suficientemente sagaz para debilitar el poderío español, desde su propia zona de influencia.  Con este artículo, terminamos, por ahora, analizando la presencia holandesa en ese mar que baña muchas islas y un continente y que por su posición privilegiada se convirtió en un espacio más que apetecido por las potencias europeas en los siglos XVI y XVII.