sábado, 2 de mayo de 2015

Holanda en El Caribe, 2


TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE

 

Holanda en El Caribe, 2

 

Por: Mu-Kien Adriana Sang

 

sangbenmukien@gmail.com

mu-kiensang@pucmm.edu.do

@MuKienAdriana

 

Tambores, Jean-François Brierre

Vísteis caer al indio

en los colmillos de perros feroces

y cuando izaron el cuerpo real y rojo

de nuestra dulce reina indeciblemente bella,

el hada,

la cantora,

la madona india,

la palpitante,

la del más dulce ritmo inscrito a lo largo de un cuerpo,

la lánguida Anacaona,

tres testigos fuísteis en sentiros heridos:

la luna cantada por ella la poetisa

y que se sintió morir en sus ojos,

la luna, página de cobre

que esperaba el poema indio de su amor,

la cruz...

y vosotros, grandes exiliados, invencibles rebeldes,

soberbios insumisos torturados por los siglos

porque deslizábais vuestras detonaciones

en las palabras de las elegías y los conciertos nocturnos.

Y sollozáis aún como al pie de un cadáver

desde cuando la gran sombra trágica

se tendió en vosotros como en un féretro.

(Tomado de M. Laroche, Haití et sa littérature, Ageum, Québec 1963)

 

La semana pasada iniciamos una serie sobre el Caribe holandés. Para desarrollar el tema, utilizamos un interesantísimo ensayo de la profesora Ana Crespo Solana titulado “Holanda en el Caribe desde la perspectiva comparada. Aportación al debate sobre los modelos de expansión en los siglos XVII y XVIII” [1].  Como no pudimos terminar de presentarlo por razones de espacio, continuamos en esta semana.

 

La profesora señala algo interesante. Dice que al inicio, el modelo económico colonial de los holandeses en El Caribe se inició con el cultivo tabaco, pero luego cambió al azúcar, porque era más rentable para el sistema de implantación agrícola dependiente del capital que los comerciantes holandeses aportaban a las islas antillanas. Pero el modelo no se circunscribía a sus posesiones, sino que trascendían sus propias fronteras. Así, para la segunda mitad del siglo XVII, las plantaciones en Barbados habían crecido gracias a los holandeses. Allí “habían aportado su peculiar paquete de servicios financieros, fletes y mano de obra esclava, así como el comercio de contrabando que se hacía desde Curazao, eran muy rentables para las firmas de Amsterdam… por dos razones. Las zonas de monocultivo de plantación necesitaban una provisión de mano de obra esclava y una conexión por mar con fletes competitivos, que en gran parte eran aportados por el capital holandés en su calidad de intermediario” [2]

 

En esta lógica, sostiene la profesora, en las pequeñas islas antillanas, como San Eustaquio y Surinam, los holandeses no solo instalaron grandes plantaciones, sino que se convirtieron en las bases fundamentales para poder competir con otras zonas por su alto nivel de productividad, pero al mismo tiempo, se desarrollaba un activo comercio al margen de las firmas oficiales y estatales, y del circuito de las flotas españolas:

 

El control de los distintos centros productivos de una economía anclada en modelos tradicionales era para los holandeses casi una premisa para lograr su posición de mayor beneficio y convertirse en intermediarios (en capital y fletes) de los aprovechamientos económicos que pudieran ofrecer otras zonas marginales de América.  En Brasil fue la primera vez que los holandeses conseguían adueñarse de la producción de una zona azucarera para el transporte monopolizado a Amsterdam. [3]

Así pues, la metrópoli holandesa no solo había instaurado el sistema de plantaciones en sus islas y desarrollaban su propio comercio, sino que además se convirtieron en los transportistas estelares del comercio.  Consiguieron con astucia y dinero penetrar otros mercados, incluyendo al español, que no tenía la capacidad de responder a la demanda de flotas. “Su inferencia en articular los circuitos del comercio intracaribeño (lo que ellos llamaban Keline Vaart) fue una de las actividades que más beneficios directos les reporto… este Keline Vaart (fue) el fenómeno más rentable en la historia del Caribe en el siglo XVIII. Esta navegación pronto enlazó con un Grote Vaart directo desde la metrópolis, que había supuesto el verdadero triunfo del comercio directo neerlandés…” [4]

 

Otro elemento interesante que destaca la profesora es que en el modelo holandés también existía una sociedad mercantil que vivía del contrabando; más aún, el negocio de los piratas, además de ser parte de la idiosincrasia caribeña, fue también una forma de vida y de supervivencia de los colones holandeses. Según los datos localizados en el comercio ilegal, los mayores intercambios se producían entre las islas de San Eustaquio y de Curazao.  Gracias a este comercio paralelo, algunas islas, dice la autora, como por ejemplo Barbados, que gracias a esta actividad,  pudo transformase “de isla inútil” a un centro azucarero en manos británicas de gran productividad:

 

El enorme desarrollo del comercio intra-caribeño en la segunda mitad del siglo XVIII se debe a muchos factores.  En la segunda mitad del siglo XVIII, este comercio era una forma adecuada y rentable de proveerse también de producto de abastecimiento para sus propios territorios coloniales en una época en que la situación atlántica se resentía por las numerosas guerras. La escasez o abundancia de ciertos productos en algunas regiones influyó en un incremento de las relaciones comerciales de las distintas islas y áreas continentales caribeñas, siendo Venezuela uno de los focos más activos…[5]

 

Así pues, a pesar de que Holanda no tenía grandes posesiones en El Caribe, fue clave en el desarrollo del modelo de las plantaciones, en el transporte de mercancía y en la intermediación financiera. Estaba claro también que a Holanda no le interesaba el control político en la zona. Le bastaba con obtener ganancias.  Sus pequeñas posesiones eran suficientes para sus apetencias económicas. Los temas de dominio político y hegemonía en la zona se los dejaba a los ingleses y franceses.  Los españoles, en el siglo XVIII y principios del siglo XIX, estaban muy ocupados intentando manejar todo un continente bajo su control y poder.  Así concluye este interesante ensayo de la profesora española:

 

A largo plazo, los negocios neerlandeses caribeños continuaron diversificando sus conexiones con distintas áreas productivas que controlaban para transportar sus productos, incluyendo el avituallimiento de la mercancía humana, los esclavos y así seguir invirtiendo masivamente en las plantaciones y en el comercio de contrabando, que siguió su propia evolución interna hasta ya entrado el siglo XIX.[6]

 

Así termina esta narración.  Seguiremos con el Caribe Holandés desde la perspectiva del historiador y amigo dominicano Frank Moya Pons, expuesto en su obra sobre Historia del Caribe. Hasta la próxima.



[1] Ana Crespo Solana, “Holanda en el Caribe desde la perspectiva comparada. Aportación al debate sobre los modelos de expansión en los siglos XVII y XVIII”, CATHARUM, Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, http://www.academia.edu/390300/Holanda_en_el_Caribe_desde_la_perspectiva_comparada._Aportaci%C3%B3n_al_debate_sobre_los_modelos_de_expansi%C3%B3n_en_los_siglos_XVII_y_XVIII.
[2] Ibídem
[3] Ibídem
[4] Ibídem
[5] Ibídem
[6] Ibídem

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