lunes, 29 de abril de 2013

Mendigando


ENCUENTROS

 

Mendigando


 

Por: Mu-Kien Adriana Sang

 

 

Un día el Dios del Bien y el Dios del Mal se encontraron en la cima de una montaña. Y el Dios del Bien le saludó: “Buenos días, hermano”. Pero el Dios del mal no le contestó. El Dios del Bien le dijo: “parece que estás malhumorado”. Y el Dios del Mal le contestó: “Así es, pues hace tiempo que muchos me confunden contigo en inclusive si dirigen a mí con tu nombre, e inclusive se comportan conmigo como si yo fuera tú y ello no me gusta”. Y replicó el Dios del Bien: “También a mí me han tomado por ti, e inclusive me han llamado por tu nombre”. Y al oír estas palabras, el Dios del Mal siguió su camino abominado de la estupidez humana”  Gibrán Jalil Girbrán,  El loco. Lágrimas y sonrisas.

 

Me dijeron que la bolsa negra que aferra a su pecho es ropa decente. Me dijeron que sus harapos mugrientos, su pelo enmarañado, sus pies descalzos y sucios, su boca desdentada y su mirada al vacío y que su susurro pidiendo limosna formaban parte de su montaje para levantar el sentimiento de lástima de los transeúntes, Me dijeron que cuando termina su “jornada”, cuando el sol se oculta, y los vehículos escasean, se dirige a un  solar deshabitado a vestirse de nuevo con ropa limpia y decente.  Me dijeron que compra sus billetes todos los domingos para apostar a la suerte de la lotería.  Quizás así podría abandonar su puesto de trabajo en el cruce de las dos avenidas.

 

Respondieron mi llamado.  Había solicitado varias citas para vender el producto intangiblemente necesario de programas educativos,  Me vestí con las mejores galas de funcionaria privada.  Llegué unos minutos antes de la hora fijada.  Me informó la secretaria que la persona estaba en una junta y que por favor la esperara.  Tomé la revista que estaba en la mesa. Leí unos artículos que apenas me interesaban.  De dos sorbos bebí el café que me brindaron.  Esperé y esperé. Los segundos se convirtieron en minutos, y luego en media hora, que se sumaron a otros hasta llegar a los 45 minutos de espera. Finalmente llegó la secretaria. La persona me recibió con la amabilidad que ofrece la cortesía aprendida. Hablé de mi proyecto, con todo el entusiasmo que la espera no pudo borrar.  Observé que los ojos de mi interlocutor buscaban ávidamente el reloj.  Sin disimular,  miró la hora en su hermoso y costoso reloj de pulsera. Me dijo que saldría de viaje y que lo llamara a final de mes.  Guardó la información en una gaveta. Salí triste. Esperar sin la esperanza de que mi solicitud fuera aprobada.

 

Regresé a mi oficina.  A la hora del almuerzo la vi con su mano tendida. Y entonces pensé en las grandes paradojas de la vida.  Ella mendiga para comer.  Se viste de trapos sucios para despertar la piedad.  Yo en cambio debo vestirme lo mejor posible para despertar el interés en mi interlocutor.  Ella pone su cara de tristeza y ausencia para llamar la atención, yo debo sonreír para tratar de convencer.

 

Pensé mucho en el trayecto.  Los embotellamientos cotidianos del mediodía me permitieron el espacio preciso para pensar.  Supe que el año pasado la demanda de vehículos de lujo fue mucho mayor que las expectativas y la oferta de los comerciantes. He escuchado por todas partes que inversionistas extranjeros, con el apoyo del poder local, quieren construir una isla frente al malecón para atraer a los turistas.  Leí hace unos días que el funcionario público había hablado. Habló y aseguró que el metro iba, aunque se hayan levantado voces oponiéndose o proponiendo alternativas menos costosas, aunque el kilómetro cuadrado de esa araña subterránea tenga el costo de la cartera de educación y salud en más de una década, aunque con el costo de uno de los trenes sea igual al presupuesto que necesita educación para reparar todas las escuelas del país. Me dicen que en uno de los puertos del sur del país hay yates tan grandes como los que están en Marbella, España.  El lujo y el despilfarro contrastan con la pobreza y las múltiples necesidades que hay por todas partes.

 

Y mientras se gastan cientos de millones de pesos y dólares, yo sigo tocando muchas puertas tratando de concretizar un programa que sólo tiene como propósito formar maestros.  Y mientras los jóvenes de la Lincoln convierten la avenida en pista de carrera con los vehículos de lujo que sus desprevenidos padres le otorgan como premio para que no los molesten, yo seguiré tocando puertas, haciendo antesala en empresas y agencias, tratando de vender mi proyecto. ¿Por qué la inversión en educación le interesa a tan poca gente? ¿Cómo vamos a insertarnos en la era de la globalización, en la competencia mundial con un personal descalificado? ¿Cómo vamos a tener ciudadanía, si la escuela está en manos de profesores que no tienen el nivel de preparación adecuado? ¿Cómo vamos a combatir la violencia si somos incapaces de ofrecer los servicios más elementales de la vida social?

 

Ella seguirá en su esquina, apretando como su tesoro más preciado la ropa limpia que oculta.  Ella seguirá mirando hacia el infinito, con sus ojos vidriosos buscando la mano amiga que le ofrezca una moneda.  Yo por mi parte, buscaré mis trajes sastres para aparentar seriedad y firmeza y seguiré tocando puertas, esperando las citas para continuar vendiendo mi proyecto, sonriendo aunque esté triste, siendo amable, aunque mi deseo sea el de salir corriendo.  Sólo espero poder llegar a algún corazón que se duela con la educación.  Mendigar no es un pecado, pero duele, aunque sea por causas justas.

 

 


Miserias al viento


ENCUENTROS

 

Miserias al aire


 

Por: Mu-Kien Adriana Sang

 

La esperanza es un muerto con los labios mordidos.

La esperanza es crispar los puños frente al olvido.

La esperanza es un tema triste que resuena en un río negro que llevamos dentro...

 

La esperanza es la última vez

Cuando por delante y por detrás no queda otro camino...

La esperanza es el fin de la esperanza

Y el comienzo del destino de la esperanza...”  Pedro Mir, Concierto de esperanza para la mano izquierda.

 

 

Caminaba distraída, absorta, buscando en mis pensamientos tareas pendientes que debían ser cumplidas. Ese día el entaponamiento de las calles era tan grande, que no podía atravesar la avenida, momento propicio para que estos hijos abandonados de la vida, miserias al aire, se agolparan a los vehículos en busca de ayuda. Un semáforo en rojo, una pisada de golpe al freno, cuando de repente un grupo de seres se apostó a mi vehículo solicitando una limosna. Primero se apareció el joven de un solo brazo, quien para mostrar al mundo su tragedia y justificar sin palabras su acción, mostraba un torso desnudo, con la cicatriz que le marcó para siempre la carnicería hospitalaria en que le arrancaron el otro brazo.  Sorprendida con el panorama, tomé unas cuantas monedas y se la entregué. Me hizo la reverencia.

 

No bien había cerrado el cristal, cuando escuché unos golpes en la puerta, observé de nuevo, era un joven sin piernas, que se arrastraba por el suelo, pidiendo ayuda de forma compulsiva y casi exigiendo una limosna. Lo miré, decidí también entregarle una moneda.

 

El vehículo seguía detenido. No había forma de caminar. El retrovisor me advirtió de la presencia de otra persona, quien avisa por los otros, se acercó a mí. Era una joven mujer, cuyas piernas se negaron a crecer y desarrollarse. Caminaba ayudada por dos muletas. Llena de grasa por todas partes,  sorprendentemente gorda para su condición social, se acercó a mí exigiendo una moneda. Le dije, como en verdad había ocurrido, que no tenía más. Se molestó, tanto que con una de sus muletas golpeó ligeramente el vehículo. Tuve la suerte que un miembro de la policía del transporte urbano se hizo cargo de la situación y pudimos avanzar. Dejé atrás el mar de mendigos, exhibiendo cada uno sus miserias, como un producto con valor de venta en el mercado de servicios.

 

Seguí mi trayecto con tristeza. Pensé que había dejado atrás ese drama humano, cuando de repente vi la transeúnte ausente apostada en su esquina. Ella sigue ahí parada, con su mano extendida clamando ayuda. Viste la misma vieja falda raída, ahora rota y más sucia  que hace meses. La camiseta apenas cubre su torso doblado y  mugroso. Lo que queda de sus senos apenas puede ocultarse. El pelo al aire, batiéndose con la brisa, sucio, desaliñado, anuncia su presencia.  Pies descalzos, teñidos del sucio recogido por las calles, protegidos sólo de los callos nacidos de sus largas caminatas sin rumbo por los rincones de la ciudad. Espera, sin desesperar, el final de una vida sin estrellas ni esperanzas. Me detuve frente a ella, la miré, le entregué un pequeño billete, me sonrió sin mediar palabras, movió lentamente la cabeza de arriba hacia abajo, señal inequívoca de que me reconoce y agradece ese pequeño aliento que le permitirá subsistir un día más.

 

Al fin llegué a mi oficina. Esa pequeña fortaleza que me protege de las amenazas callejeras. Trabajé intensamente todo el día, pero no podía borrar de mis recuerdos el grupo de seres que habían merodeado e invadido mi pequeño espacio vital, mostrándome sus miserias para comprarles el servicio de la piedad.

 

Desde entonces transito por las calles observando con atención las esquinas, y el espectáculo es dramáticamente revelador y espantoso. Cada día aumenta el número de mendigos. Mujeres con niños colgados por los brazos, niños sin oficio deambulando buscando un poco de pan, viejos sin esperanza ni ayuda claman por un poco de atención, haitianitos que no hablan español golpean los cristales en busca de un peso para comer,  paralíticos, cojos, mancos,  quemados y sanos, se agolpan en las calles clamando por ayuda. Yo me pregunto, ¿se podrá hacer algo? ¿Debe hacer algo el Estado? ¿Por qué tanta injusticia? ¿Por qué hay tantos que no tienen nada y tan poco que lo tenemos todo?

 

Y cuando veo el panorama desolador de Argentina, en que las gentes, incluso las de clase media, se agolpan en los zafacones para comer; la sorpresa de Uruguay, un pueblo tradicionalmente tranquilo tirado a las calles exigiendo mejor vida; me preocupo por nosotros y el futuro de América Latina. Y si miro hacia atrás y recuerdo la llegada de los indígenas campesinos del Ecuador tomando virtualmente la ciudad de Quito, para exigir un cambio de política económica, me preocupo más todavía.

 

Algo está pasando en esta sociedad globalizada. Las cifras macros, económicas y sociales, demuestran por mucho el progreso material de una parte importante del mundo; pero las cifras micros, testimonian una gran injusticia social. Que la esperanza llegue a nosotros. Así sea.

 

Oremos porque sean libres los caminos de las montañas;

Porque los arroyos continúen con su linfa limpia;

Porque el sol no deje de brillar en nuestras conciencias aun cuando sea de noche.

Quebrada sea la quijada de Caín y multiplicado el beso de Adán.

Crezca la mies en el suelo, el amor en los aires

y Dios se haga se haga patente en la nube, en la tierra, en el agua

y en las cosas que no se ven.” Domingo Moreno Jimenes Plegaria,

 


Qué es la patria?


ENCUENTROS

 

¿Qué es la patria?

 

Por Mu-Kien Adriana Sang

 

 

“Levanto la vista...  y le pregunto a mi madre por qué están peleando hoy. Por la patria, dice mamá con un suspiro. Hoy la palabra capta mi atención, de esa manera en que una palabra súbitamente te devuelve la mirada y rehúsa revelarte su significado. Mamá, digo, ¿Qué es la patria? Ella no me responde. Parece que está a punto de llorar.... ¿Qué es la patria? ¿Qué es esta idea de nación que empuja a tantos a dar la vida por su liberación para que luego otros la vuelvan a encadenar?...  Papá, le pregunto cuando me parece apropiado interrumpir, ¿Qué es la patria? Él baja la vista hacia mí, pero las respuestas brillan por su ausencia de su rostro, ¡No sabe qué decir!”

Julia Álvarez, En el nombre de Salomé.

 

La niña Salomé Ureña, concebida por la mente brillante de Julia Álvarez, vivía las angustias de su tiempo. Las puertas de su vivienda debían permanecer cerradas por el temor de que una guerra improvisada se hiciera cargo de sus bienes. Su padre, un ser que amaba profundamente, un líder rojo, defensor del proyecto (¿puede llamarse proyecto?) compartía sus días entre el exilio obligado por las circunstancias políticas cuando los azules se alzaban al poder, o las acciones políticas conspirativas en el territorio nacional en contra de sus enemigos.  Y mientras los unos subían al solio presidencial y los otros bajaban, la niña preguntaba sin cesar a su padre o a su madre ¿Qué es la patria?  Las respuestas ofrecidas no le eran convincentes.  ¿Por qué, se preguntaba hasta el cansancio, en nombre de la patria se hacen tantas y tantas guerras? ¿Por qué si los rojos o los azules luchaban para salvar la patria se enfrentaban entre sí?  Y así, a lo largo de su vida, la palabra patria quedó  grabada en su mente sin encontrar su verdadero sentido. Como Salomé de mediados del siglo XIX, yo también me pregunto y me atormento ¿Qué es la patria? ¿Para qué sirve la patria? ¿Qué significa amar la patria?  ¿Será la patria un concepto del siglo XVIII o del siglo XIX?

 

Decía Fustel de Coulange, un autor francés del siglo XVIII, que la patria es aquello que se ama. Cuando leí esta conclusión la asumí en mi vida como una máxima. La he repetido cientos de veces, ya en las aulas ya en conferencias. Hoy sin embargo, en la madurez de mi existencia, en la soledad de mi hogar, sintiéndome espectadora de este teatro de la vida en este país de quimeras y frustraciones,  me pregunto, me atormento de nuevo, ¿Qué es la patria? ¿Qué puedo amar de esta patria que destruyen sistemáticamente?

 

Intento buscar respuestas pero sólo encuentro soledades, nuevas inquietudes y múltiples preguntas.  ¿Puede haber patria, cuando las injusticias sociales, el hambre, la desolación, obligan a cientos, miles de sus hombres y mujeres a zarpar despavoridos en busca de mejor vida? ¿Existe patria cuándo somos verdugos de los menos favorecidos de la vida? ¿Se puede creer en supuestos defensores de la patria, cuando utilizan a su antojo el patrimonio público? ¿Se puede creer en la patria de esos llamados empresarios, denominados a sí mismos como “hombres de desarrollo”, cuando en el nombre de nosotros y en el de la patria son capaces de corromper aún más a los corruptos? ¿Se puede creer en la patria de los políticos aquellos seres que en su nombre, organizan componendas, las que fueren, sólo para responder a sus intereses particulares y de grupos? ¿Se puede creer en la patria de las instituciones y personas que en nombre de la pobreza se hacen ricos?

 

Busco en el mundo, observo sus matices y tendencias, y de nuevo me pregunto ¿para qué sirve la patria? ¿Para luchar en contra de fantasmas, reales o imaginarios,  como hacen los ortodoxos islámicos, los líderes del coloso norteño, los israelitas que de víctimas se han convertido en victimarios? ¿Cuál es la patria para esta gente?  ¿Qué patria desean que amemos?

 

Vuelvo mi vista hacia América Latina y pienso en Colombia. Y asoman a mis ojos lágrimas de impotencia al pensar en Ingrid Betancourt, la aguerrida política que luchó en contra de la corrupción del mundo político colombiano, la misma que abogó por una salida negociada con la guerrilla.  Hoy Ingrid se debate entre la vida y la muerte, víctima del destierro en su propia patria amada, secuestrada por los guerrilleros; los otrora revolucionarios, hoy profesionales de la violencia.   Y cuando me asalta la pregunta ¿Qué es la patria? Pienso en Argentina, un pueblo rico sumido en la pobreza, víctima de la corrupción y la insensatez de sus gobernantes.

 

Y de nuevo golpea en mi conciencia la insistente pregunta ¿Qué es la patria? Y entonces lloro por nosotros. Confiados en el mañana, apostamos al futuro, elegimos y fracasamos. Un círculo infernal que nos ha llevado hoy a la desesperanza.  ¿Habrá mañana para nosotros, si volveremos a la fiesta inconsciente, a disfrutar del ron que no regalarán para ahogar en alcohol la desesperanza, para que olvidemos nuestras propias miserias? Y mientras nos regalen dinero y alcohol, la conciencia se duerme, los sueños también.

 

Historia triste la nuestra. Caminamos un poco, retrocedemos aún más.  Avanzamos y retrocedemos, en una ilógica histórica que nos ha puesto en manos de insensatos, truhanes y mentirosos.  ¿Para ellos, qué es la patria?  Una palabra usada, rehusada y maltratada en discursos estridentes, carentes de contenido, llenos de mentiras y falsas promesas con el que hipnotizan sus víctimas. Y para nosotros ¿qué es la patria? ¿Qué debe ser la patria?  

 

Quiero volver a la historia dieciochesca, cuando se descubría y describía la palabra patria. Volver a la época en que la patria  era una insignia de valor, un elemento indiscutible de inspiración cotidiana para luchar. 

 

La Salomé y la Camila...han sido recreadas a la luz de preguntas que sólo nosotros podemos contestar, como ellos hicieron con sus propias vidas: ¿Quiénes somos como pueblo? ¿Qué es la patria? ¿Cómo la servimos? ¿Es el amor más fuerte que nada en el mundo? Julia Álvarez, En el nombre de Salomé

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Las alas rotas


 ENCUENTROS


 

“Las alas rotas”


Por: Mu-Kien Adriana Sang


 

“Todo depende de cómo lo haga uno.  Los seres humanos son como las flores abiertas y receptivas al manso rocío, pero cerradas y reacias al violento aguacero.” 

 

“En una guerra de ideas, las víctimas son siempre personas.”

 

“Unos escriben para ganarse la vida; otros, para comunicar sus ideas o suscitar cuestiones que inquieten a sus lectores; e incluso otros lo hacen para comprender su propia alma...”

 

Anthony de Mello, Un minuto para el absurdo.

 

 

He sido testigo, como todos ustedes, de dos hechos bochornosos y absurdos. El fatídico martes del 11 de septiembre presencié llena de horror y tristeza la muerte de miles de inocentes, víctimas del peor ataque terrorista de todos los tiempos.  Todavía la polvareda ensombrece el panorama, haciéndonos recordar que el fundamentalismo más reaccionario ha decidido perpetrar su propia guerra santa.  Las consecuencias de este horrendo hecho todavía no son predecibles.  El gran coloso del norte, herido en sus propias entrañas, cual fiera herida, prepara el contraataque.  El mundo llora sus muertos. La espera, la angustiosa espera de lo que acontecerá en los próximos días, me ha obligado a detener mi vuelo.  Mis alas no pueden, se resisten a volar.

 

Pensé que era suficiente con el dolor de los atentados terroristas. Pero no, la vida se empeñó en poner una vez más a prueba mi capacidad de resistencia.  El jueves 13 de septiembre se produjo un golpe mortal en la historia institucional del país.  Fue presentado por todas las cadenas de televisión, un frío, cursi, mal articulado y bochornoso espectáculo.  El honorable Consejo de la Magistratura se reunió ante la expectación nacional y frente a toda la opinión pública nacional para elegir los tres jueces faltantes de la Suprema Corte de Justicia. De manera abrupta se dio inicio la atropellada sesión. Todos sus representantes estuvieron presentes. Sin pausas ni introducciones de ningún tipo, se procedió a una lectura apresurada y sin explicación  de unos nombres. Un juez secretario, comenzó a leer un listado con 25 personas preseleccionadas.  Todo el mundo se preguntó ¿Cómo, cuándo y en qué momento se preseleccionaron estas personas? ¿Cuáles criterios se utilizaron para reducir un listado de 167 personas? El aturdimiento fue general.  No hubo ninguna aclaración sobre la forma en que sería conducida la sesión de trabajo.

 

Pensé que con un listado de 25 personas, si se hacía un verdadero escrutinio y una verdadera sesión de preguntas de contenido a los aspirantes, tendríamos una larguísima jornada que duraría por lo menos 10 ó doce horas, sólo en la primera parte.  Y que se convocaría para una segunda oportunidad a fin de hacer verdaderas ponderaciones acerca de las candidaturas, para luego proceder a las votaciones. Grande fue mi sorpresa.  Estos 25 profesionales fueron llamados para ser entrevistados, como si fuera un ceremonial de adolescentes que participaban en un concurso escolar. Fue una entrevista meramente formal, atropellada y superficial, marcadas por preguntas absolutamente banales. 

 

Pero más sorpresiva fue la rápida decisión. La selección fue realizada en tiempo récord. Nadie puede negar que la ley de carrera judicial fue violentada, al seleccionarse una persona con vinculaciones directas con un partido de oposición. No podía creer cuando escuchaba al Presidente de la Suprema Corte de Justicia, justificar el acto tragicómico que organizó y ejecutó el Consejo Nacional de la Magistratura. . Sus palabras todavía me   lastiman. La justificación de lo injustificable es la peor tarea que pueda tocarle a una persona humana. 

 

En tiempo récord fueron realizadas las 25 “entrevistas”. En tiempo récord se eligieron los tres nuevos jueces. En tiempo récord se juramentaron. En tiempo récord se violentó la ley. En tiempo récord los partidos demostraron que el interés político está por encima de todo, incluso del futuro del país. En tiempo récord se quebraron muchas esperanzas.

 

Ese jueves 13, como el fatídico martes 11 de septiembre, volví a mi casa, con los brazos caídos, sin fuerzas para levantarlos ni siquiera en señal de reclamo ni de espanto. Un nuevo golpe había quebrado el resto de mis alas que luchaba por proseguir su vuelo natural.

 

Las reacciones se han sucedido. ¡Pobre sociedad civil! ¡Cuán criticada has sido porque has exigido un poco de transparencia y respeto a la ley! Y en medio de mi tristeza, percibo que la mujer historiadora. Y caigo de nuevo en cuenta que la historia de la humanidad se ha escrito con avances y retrocesos.  Y la mujer ciudadana sonríe y se consuela para decirse:  en medio de las lágrimas estos episodios no son más que pruebas de resistencias para proseguir.

El Secretario


 

Encuentro

 

El Secretario

 

Por Mu-Kien Adriana Sang

 

 

La madre hipocresía desembarcó en el patio

Vino con sus hijitos y su proyecto rosa

Vibraba como arpa, narraba como quena

Gemía como viento, cantaba como grillo.

La madre hipocresía cambiaba los pregones

Nos hacía confiar en las marcas del cielo

Decía el cautivante discurso del nordeste

Como la humilde y sabrosa entonación del sur.

Sin embargo, una noche la madre hipocresía

Llegó desprevenida y la esperamos todos

Como sobrevivientes recién desenjaulados

Con la oscura mochila vacía de tabúes.

Le miramos sin lástima los ojos de tiniebla

La piel y los tobillos, los labios y la historia

Y se fue disolviendo, disolviendo y quedó

Tan solo un montoncito de roña y cenizas.  Mario Benedetti, Madre Hipocresía

 

Caminaba por un centro comercial de la ciudad, buscando comprar algunos de los adornos navideños que avivan la alegría y renuevan la esperanza al final de cada año, cuando de repente surgió, casi desde la nada, una figura imponente, muy conocida.  Me saludó con extrema alegría, casi con cariño. Devolví el saludo, pero no pude hacerlo con la misma efusividad, pues la sorpresa me sobrecogió tanto, que casi no pude responder. Andaba solo, vestido con un costoso traje a la medida, y observaba a los demás visitantes del lugar.  Nadie parecía reconocerlo.  Miraba buscando respuesta social. Nada. Estaba solo.  Era un ex Secretario de la pasada administración. Sin la escolta correspondiente, sin sus asistentes personales que le cargaban el maletín, la compra y cualquier otro accesorio.  Ya no tenía a su lado al activo y diligente secretario personal que anotaba cada cosa pendiente, cada compromiso, cada mentira, cada promesa que no cumpliría.  En la multitud del lugar, estaba solo, y no tenía a quien mandar, a quien saludar, a quien prometer, a quien mentir.

 

Desde hace casi tres meses, nuevos-viejos funcionarios asaltaron el Estado.  Conocedores algunos sobre las mieles y hieles del poder, han mantenido bajo perfil. Ya conocen el sube y baja del interés y desinterés de la sociedad. Otros, nuevos en el oficio, disfrutan su pequeña cuota como si fuera el máximo galardón que recibirán jamás en sus vidas.  He participado en algunas actividades y he visto cómo se reproduce la conducta del mito del  poder.  El Secretario no puede llegar primero, para eso envía a sus asistentes. Al llegar al lugar, buscan con presteza a los organizadores para informarles que el Secretario está por llegar. El público, paciente, espera. El celular funciona. “Señor, todo el mundo está, ya puede usted hacer su entrada triunfal”.  Entonces llega el Secretario acompañado de un grupo de personas.  Entra, saluda a cada quien que se encuentra a su paso. Algún necesitado pide una audición o un favor especial para una hermana o una amiga, el Secretario escucha, de inmediato da una orden a su Asistente, quien anota o borra, ¡quien sabe! la petición.  Llega, de inmediato es colocado o en la mesa principal o en la zona reservada para los personajes importantes.  Se sienta y hace un gesto. Un asistente sale disparado. ¡El Secretario quiere un vaso de agua! Salen a toda prisa y preguntan. ¿Dónde puedo conseguir un vaso de agua? Le muestran uno. Responden: “Ese vaso no, es muy feo. Necesito uno de cristal.” Señalan otro, contestan con prontitud: “Ese tampoco, porque es muy pequeño.” “¡Ninguna es digno de un Secretario!” En algunos casos el Secretario debe decir unas palabras.  Lee sin emoción un largo discurso preparado por uno de sus Asistentes y colaboradores.  Se nota que el lenguaje y los datos no fueron responsabilidad suya. Su lectura es fría, sin emoción, sin pasión alguna. Termina su lectura, espera unos minutos más en el acto. Luego hace un gesto señalando el reloj a los organizadores, para indicarles que se tiene que ausentar.  ¡Un Secretario no puede durar mucho tiempo en la función. Su agenda es muy apretada! Entonces se excusa, debe salir pronto, otra reunión le espera. Los asuntos de Estado no aguardan. Su tiempo es muy valioso para escuchar a los otros, aunque tengan cosas más importantes que decir. Se despide de los organizadores, saluda calurosamente al público, entonces sale rápidamente acompañado de su séquito que le sigue como soldados en marcha.

 

Cuando veo todo aquello, se me revuelven las entrañas. ¡Oh Dios, cuán superficiales somos! ¡Cuánta importancia le hemos dado a la forma! ¿Por qué necesitan tanta gente a su lado? ¿Es que estar rodeado de gente es en nuestro país un símbolo de poder?

 

Recordé entonces al sabio Confucio. El Li, para Confucio, es el conjunto de ritos del poder, que son necesarios para gobernar, porque establecen un vínculo y un lenguaje entre el gobernante y el pueblo. Pero, asegura, si el Gobernante se queda solo con los ritos, o abusa de ellos, a esta sobredimensión le llama LI, gobierna para sí, para la forma, no para el pueblo, y, a la larga, afirma, puede costarle caro al gobernante y sus colaboradores.

 

Al pensar en Confucio, hice entonces la relación con Huanchu Daoren, un gobernante taoísta, que después de muchos años gobernando hizo un notable libro con sus reflexiones y experiencias sobre el arte de gobernar, “El retorno a los orígenes”.  Aconsejaba el filósofo y ex gobernante a los jóvenes que aprenden y se ejercitan en ese arte, que era necesario saber tomar distancia, para ver más objetivamente la realidad. En sus palabras, aconsejaba a los jóvenes que asumían las riendas del poder: “que mientras más cerca estuviera del poder, más debía alejarse de él, en el corazón y la mente.” Cuando el gobernante se absorbe en el laberinto del ejercicio del poder, se ciega y queda preso de la adulación de los que le rodean. Pensarán entonces que todo el mundo tiene obligación de brindarle pleitesía. Por eso aconseja el filósofo chino, que para gobernar es necesario tener la cabeza fría y el corazón limpio, única garantía de no envilecerse.

 

¡Qué Dios nos ampare con esos estrenados que hoy beben la miel del poder como si fuera una fuente inagotable!.


 

El Secretario!


 

Encuentro

 

El Secretario

 

Por Mu-Kien Adriana Sang

 

 

La madre hipocresía desembarcó en el patio

Vino con sus hijitos y su proyecto rosa

Vibraba como arpa, narraba como quena

Gemía como viento, cantaba como grillo.

La madre hipocresía cambiaba los pregones

Nos hacía confiar en las marcas del cielo

Decía el cautivante discurso del nordeste

Como la humilde y sabrosa entonación del sur.

Sin embargo, una noche la madre hipocresía

Llegó desprevenida y la esperamos todos

Como sobrevivientes recién desenjaulados

Con la oscura mochila vacía de tabúes.

Le miramos sin lástima los ojos de tiniebla

La piel y los tobillos, los labios y la historia

Y se fue disolviendo, disolviendo y quedó

Tan solo un montoncito de roña y cenizas.  Mario Benedetti, Madre Hipocresía

 

Caminaba por un centro comercial de la ciudad, buscando comprar algunos de los adornos navideños que avivan la alegría y renuevan la esperanza al final de cada año, cuando de repente surgió, casi desde la nada, una figura imponente, muy conocida.  Me saludó con extrema alegría, casi con cariño. Devolví el saludo, pero no pude hacerlo con la misma efusividad, pues la sorpresa me sobrecogió tanto, que casi no pude responder. Andaba solo, vestido con un costoso traje a la medida, y observaba a los demás visitantes del lugar.  Nadie parecía reconocerlo.  Miraba buscando respuesta social. Nada. Estaba solo.  Era un ex Secretario de la pasada administración. Sin la escolta correspondiente, sin sus asistentes personales que le cargaban el maletín, la compra y cualquier otro accesorio.  Ya no tenía a su lado al activo y diligente secretario personal que anotaba cada cosa pendiente, cada compromiso, cada mentira, cada promesa que no cumpliría.  En la multitud del lugar, estaba solo, y no tenía a quien mandar, a quien saludar, a quien prometer, a quien mentir.

 

Desde hace casi tres meses, nuevos-viejos funcionarios asaltaron el Estado.  Conocedores algunos sobre las mieles y hieles del poder, han mantenido bajo perfil. Ya conocen el sube y baja del interés y desinterés de la sociedad. Otros, nuevos en el oficio, disfrutan su pequeña cuota como si fuera el máximo galardón que recibirán jamás en sus vidas.  He participado en algunas actividades y he visto cómo se reproduce la conducta del mito del  poder.  El Secretario no puede llegar primero, para eso envía a sus asistentes. Al llegar al lugar, buscan con presteza a los organizadores para informarles que el Secretario está por llegar. El público, paciente, espera. El celular funciona. “Señor, todo el mundo está, ya puede usted hacer su entrada triunfal”.  Entonces llega el Secretario acompañado de un grupo de personas.  Entra, saluda a cada quien que se encuentra a su paso. Algún necesitado pide una audición o un favor especial para una hermana o una amiga, el Secretario escucha, de inmediato da una orden a su Asistente, quien anota o borra, ¡quien sabe! la petición.  Llega, de inmediato es colocado o en la mesa principal o en la zona reservada para los personajes importantes.  Se sienta y hace un gesto. Un asistente sale disparado. ¡El Secretario quiere un vaso de agua! Salen a toda prisa y preguntan. ¿Dónde puedo conseguir un vaso de agua? Le muestran uno. Responden: “Ese vaso no, es muy feo. Necesito uno de cristal.” Señalan otro, contestan con prontitud: “Ese tampoco, porque es muy pequeño.” “¡Ninguna es digno de un Secretario!” En algunos casos el Secretario debe decir unas palabras.  Lee sin emoción un largo discurso preparado por uno de sus Asistentes y colaboradores.  Se nota que el lenguaje y los datos no fueron responsabilidad suya. Su lectura es fría, sin emoción, sin pasión alguna. Termina su lectura, espera unos minutos más en el acto. Luego hace un gesto señalando el reloj a los organizadores, para indicarles que se tiene que ausentar.  ¡Un Secretario no puede durar mucho tiempo en la función. Su agenda es muy apretada! Entonces se excusa, debe salir pronto, otra reunión le espera. Los asuntos de Estado no aguardan. Su tiempo es muy valioso para escuchar a los otros, aunque tengan cosas más importantes que decir. Se despide de los organizadores, saluda calurosamente al público, entonces sale rápidamente acompañado de su séquito que le sigue como soldados en marcha.

 

Cuando veo todo aquello, se me revuelven las entrañas. ¡Oh Dios, cuán superficiales somos! ¡Cuánta importancia le hemos dado a la forma! ¿Por qué necesitan tanta gente a su lado? ¿Es que estar rodeado de gente es en nuestro país un símbolo de poder?

 

Recordé entonces al sabio Confucio. El Li, para Confucio, es el conjunto de ritos del poder, que son necesarios para gobernar, porque establecen un vínculo y un lenguaje entre el gobernante y el pueblo. Pero, asegura, si el Gobernante se queda solo con los ritos, o abusa de ellos, a esta sobredimensión le llama LI, gobierna para sí, para la forma, no para el pueblo, y, a la larga, afirma, puede costarle caro al gobernante y sus colaboradores.

 

Al pensar en Confucio, hice entonces la relación con Huanchu Daoren, un gobernante taoísta, que después de muchos años gobernando hizo un notable libro con sus reflexiones y experiencias sobre el arte de gobernar, “El retorno a los orígenes”.  Aconsejaba el filósofo y ex gobernante a los jóvenes que aprenden y se ejercitan en ese arte, que era necesario saber tomar distancia, para ver más objetivamente la realidad. En sus palabras, aconsejaba a los jóvenes que asumían las riendas del poder: “que mientras más cerca estuviera del poder, más debía alejarse de él, en el corazón y la mente.” Cuando el gobernante se absorbe en el laberinto del ejercicio del poder, se ciega y queda preso de la adulación de los que le rodean. Pensarán entonces que todo el mundo tiene obligación de brindarle pleitesía. Por eso aconseja el filósofo chino, que para gobernar es necesario tener la cabeza fría y el corazón limpio, única garantía de no envilecerse.

 

¡Qué Dios nos ampare con esos estrenados que hoy beben la miel del poder como si fuera una fuente inagotable!.


 

Los intelectuales y la esperanza


ENCUENTROS

 

Los intelectuales y la esperanza ¿Una paradoja?

 

Por Mu-Kien Adriana Sang

 

“...Usted ha contemplado con el interés del amigo el estado ded mi alma y la ha visto enferma; ha examinado mi corazón, y ha descubierto en él una herida profunda que jamás podrá y se ha conmovido; ha querido proporcionar un alivio a los sufrimientos de mi espíritu y sin quererlo, ha levantado un exremo de la lápida que cubría todas mis ilusiones...” Ulises Francisco Espaillat.

 

Estas palabras fueron escritas por Ulises Francisco Espaillat a su amigo Luperón, una vez volvió a Santiago, su ciudad natal, cuando se vió en la necesidad de renunciar al poder, producto de los múltiples movimientos armados y de protestas.  El hombre inteligente, que tenía propuestas para todos los males del país, regresó frustrado, herido y profundamente triste a su casa, guardando en un lugar lejano sus cientos de fórmulas salvadoras de la calamitosa situación económica, social y política que vivía su República Dominicana.

 

Una vida entera intentando contribuir al desarrollo de su país como político primero,  y luego desde su posición de hombres de letras. Espaillat fue un activo militante en las filas liberales. Por eso no dudó en participar de forma activa en los aprestos liberales por hacer una nueva Constitución más acorde con la vocación con sus postulados políticos.  En agosto de 1857 fue designado miembro de la comisión redactora del decreto de convocatoria de la Constituyente y para diciembre de ese año es electo diputado por Santiago en el Congreso Constituyente de Moca.  El resultado de este proceso, ya lo sabemos, fue la creación de la Ley Fundamental dominicana más avanzada y liberal del siglo XIX.  Los conservadores lucharon ardientemente por sustituirla, y por eso, Espaillat, alineado con sus partidarios defendió la validez de esa Constitución liberal, asumiendo la dirección de la Junta Constitucional creada en Santiago con el firme propósito de defender la llamada Constitución de Moca.  EL movimiento fracasó, los adversarios eran más poderosos.  La pieza fue sustituida por un documento esencialmente conservador y radicalmente diferente.

 

Las incorrectas decisiones del Gobierno de Anexión, provocaron el descrédito de sus dirigentes La caída del Gobierno Español estaba anunciada. El movimiento restaurador que se inició formalmente en agosto de 1963, abrió de nuevo las puertas para que Espaillat se reiniciara activamente en sus afanes políticos. Participó como revolucionario destacado de la guerra restauradora, siendo uno de los firmantes del Acta de la Restauración en septiembre de 1863 y ocupando puestos relevantes en el Gobierno Revolucionario, como la Vicepresidencia. Triunfó la revolución, no así los liberales.  Buenaventura Báez aprovechó la confusión para capitalizar el escenario político.   Ulises Francisco Espaillat enfrentó a lider rojo, hasta llegar incluso a la cárcel por oponerse a la Anexón a los Estados Unidos. En 1876, aceptó, luego de rechazarla una y otra vez, la nominación presidencial. Ganó arrolladoramente Prestó juramento el 29 de abril del 1876. En sus pocos meses de gestión abogó por el respeto a la Ley, única garantía, decía, de que la ciudadanía se sintiera verdaderas garantías de la convivencia mutua. Pero la algarabía duró poco.  El pensamiento y la acción de Espaillat estaban muy adelantados para una sociedad dominicana con una cultura política tan atrasada.  El 15 de julio de 1876, a menos de tres meses de haber asumido la Presidencia de la República tuvo que declarar el estado de sitio en las provincias de Santiago.  En octubre de 1876, después de fuertes enfrentamientos armados, y en procura de que no corriera más sangre, Espaillat decide asilarse en el Consulado de Francia. Con la renuncia de Espaillat, los buitres de la política criolla se encargaron del resto.  Ignacio María González, Cesáreo Guillermo y Buenaventura Báez se dieron cita para subir, bajar, enfrentarse, derrocarse y atacarse mutuamente.  Como antes, y como siempre, los ascensos y derrotas, los juegos de culpas y disculpas estuvieron, una vez más, a la orden del día en la política dominicana. 

 

Las huellas de esta terrible experiencia fueron tan grandes y profundas, que no pudo volver a ser el de antes. Decidió apartarse para siempre de la política. Se sumergió en el olvido de su ciudad natal. Las grandes propuestas para solucionar todos y cada uno de los males de la sociedad se convirtieron en pesadillas y lamentos. Murió en 1878 de difteria. La muerte de Espaillat dejó profundas huellas en la intelectualidad liberal de la época. Había fracasado una esperanza.

 

Es posible que hoy, después que el marxismo entró en crisis conceptual y práctica, una vez finalizada la guerra fría, iniciada la globalización, la nueva guerra santa contra el terrorismo mundial, no tengan mucho sentido sus postulados de Espaillat.  Es también casi una certeza que sus propuestas políticas, nacidas al calor de las luchas políticas del momento y producto de una República Dominicana de hace casi dos siglos, carezcan de validez en una actualidad convulsionada y en una realidad sometida al rigor y las exigencias de un mundo altamente tecnificado.  La vida evoluciona, el pensamiento también. Sin embargo, el Espaillat ético, propositivo y crítico de su herencia es intemporal.  Y ahí, afirmo convencida, es que está la clave del papel intelectual: ser un referente crítico-ético de la sociedad.  Y es justamente en este ejemplo de virtud humana y política donde radica la riqueza del ejemplo de Espaillat. Desapareció hace más de un siglo, pero aún sigue vivo hoy, como seguirá viviendo por siempre.  La defensa de la ética, de la institucionalidad democrática, el progreso económico y social y la justicia y la paz son y seguirán siendo valores y principios, hitos e ideales imperecederos. La esperanza es un ejercicio cotidiano que nace a partir de sos opciones complementarias: la opción crítica con el presente y la soñadora del futuro.  Realismo soñador es la clave para seguir adelante.  ¡A soñar sn deslumbrarnos! ¡A mantaner la esperanza sin dejar de ser críticos! ¡A decir lo que pensamos, sin dejar ser respetuoso con el poder, no ser geneflexos con él! 

Reencuentro, 4


 

ENCUENTRO


 

 

REENCUENTRO (EL ÚLTIMO)

 

“La visita por los lares de papá”

 

 

“Últimamente comprendí el significado de la tranquilidad. Día tras día me mantuve apartado de la multitud. Limpié mi cabaña y la preparé para la visita de un monje, que llegó a visitarme desde las montañas lejanas. Vino bajando desde los picos ocultos por las nubes. Para verme en mi casa de techo de paja. Sentados en el pasto compartimos la resina del pino...Al terminar el día encendimos nuestra lámpara. Las campanas del templo anuncian el comienzo de la noche. Repentinamente advertí que la Tranquilidad es realmente la FELICIDAD, y sentí que mi vida tiene abundante ocio...” Wang Wei.

 

 

Antes de llegar a Guangzhou (Cantón), pasamos por el “New York asiático”, la ciudad de Sanghai  El poder económico mundial ha invertido en esa ciudad.  Su posición estratégica es fundamental para la zona del sudeste asiático:  Singapur, Korea, Taipei.  Las edificaciones así lo demostraban.  Shangai ha sido el centro tecnológico, cultural y financiero de China.  El capitalismo corre por las calles. El contraste con la zona céntrica es inmenso. 

 

En Shanghai visitamos el Palacio de la Seda. Fue impresionante ver el proceso en que un capullo de gusano se convierte en hilos de seda. Nos cuentan que el proceso dura 5 semanas desde el huevo hasta que finalmente es seda. Cada capullo aporta más o menos unos 1,200 metros de hilo. Para sacar el hilo de los gusanos se requiere una temperatura muy alta. Me impresionó las condiciones laborales tan terribles de las obreras chinas.  Un calor inmenso y un olor muy fuerte se desprende.  ¡Pobres mujeres! ¡Manos expertas a cambio de míseros salarios! La tienda de ropa de seda es por el contrario moderna y completa.

 

Finalizada la visita al modernismo capitalista oriental, volamos a Cantón, la tierra donde papá fue concebido y abrió sus ojos al mundo. Al llegar comprobamos que dejó de ser la aldea pobre que expulsaba a sus hijos a la aventura marina, como hizo mi padre y millones de chinos que zarparon en busca de mejor vida. Hoy es una ciudad importante que tiene más de 10 millones de habitantes. Sin llegar a competir con Shanghai, Cantón es célebre por su actividad económica y el alto número de inversionistas extranjeros.

 

La visita por las calles de Cantón tomó una característica muy especial. A pesar de la terrible humedad y alta temperatura, ninguno del grupo, y muy especialmente  de los siete hermanos se amedrentó. Intentamos abrazar en pocas horas sus calles y rincones. Percibimos como las magnolias de Cantón, su flor distintiva, está presente en todos sus parques. El contraste entre la zona moderna y tradicional es muy grande. Los callejones están repletos de personas y mercados. Se vende cualquier cosa. La alimentación es lo más impactante: culebras criadas para comer, cucarachas de agua, sapos, lombrices, gusanitos....cualquier cosa se vende, se cría y por supuesto, ¡se come! 

 

Visitamos el templo de SUN YAT SEN, el gran líder chino, padre de la República, y el principal responsable de terminar con el injusto régimen feudal e imperial. Sun Yat Sen es el orgullo del pueblo cantonés, pues era oriundo de Cantón. Este fue, sin duda, el momento más emocionante, especial, importante y único de toda nuestra visita a la gran China. 

 

El templo de Sun Yat Sen era el lugar favorito de papá. En nuestra historia familiar lo  inmortalizó en imágenes con fotos del 1947 y muchos años después durante su último viaje en 1979, una vez se eliminó la prohibición de viajar a China de parte de Gobierno de Antonio Guzmán. Recuerdo perfectamente la escalera que lleva a la estatua del liberador de China.  En mis recuerdos infantiles, Cantón era esa escalera.  Todavía guardo en mi memoria la foto de mamá joven y hermosa, con su primogénito sentado en uno de sus escalones.  Al ver este monumento el corazón me latió aceleradamente.  Vi el monumento y los recuerdos familiares se me atropellaron uno tras otro.  Después tomamos fotos bajo un sol candente.  Bajo la sombra de un gran árbol,  la emoción nos embargaba a todos y comenzamos a llorar y a abrazarnos.  Papá y mamá, estoy segura, nos observaban felices desde el cielo.  En mis pensamientos estaban Ping Jan y Ping-Sien, los dos hermanos que no pudieron acompañarnos.  Caminamos luego por las calles Cantón y en cada anciano chino veía el rostro de papá. Doy gracias a Dios y a la vida por haberme dado la oportunidad de haber vivido esta experiencia. Partimos luego a Hong Kong, el centro asiático del desarrollo del capital. ¡impresionante y costosa!

 

Al finalizar la visita de casi un mes por China me hice muchas preguntas. ¿Se puede llamar comunista a un régimen autocrático, que proclama abiertamente una economía de marcado? ¿Fracasó el socialismo? La grandeza de China es indiscutible.  Su capacidad de adecuarse a los nuevos tiempos es impresionante, pero la grandeza del imperio, de la China comunista se ha hecho sobre la base del trabajo injusto del pueblo chino. ¿Será que sólo puede conocerse la grandeza cuando hay explotación? El pueblo chino es un pueblo trabajador.  Todo desde su artesanía hasta las obras monumentales son el producto de la paciencia, la constancia y la dedicación. Todo China es un mercado.  Se vende todo a cualquier precio. ¿Se convertirá China en una potencia? ¿Cuál será la posición de Estados Unidos y Europa? ¿Y Japón, país que no sale de su crisis, qué hará ante el avance de China? ¿Podrá Taiwán sumarse a la China continental guardando su identidad?

 

El retorno fue tan largo y agotador como la ida.  La diferencia era que en la partida teníamos la ilusión de los desconocido, en el regreso la felicidad de lo descubierto. Creo que el viaje cumplió con su misión.  Los Sang Ben, ratificamos la riqueza plural de nuestras raíces, y regresamos a República Dominicana, nuestra patria chica amada, con la alegría de que formamos parte de una simbiosis cultural, donde se entremezcla el té oriental, el café caribeño, la alegría dominicana y la búsqueda de la tranquilidad, camino seguro, según las creencias chinas, hacia la felicidad.

Reencuentro, 3


 

ENCUENTROS

 

 

REENCUENTRO (el tercero de varios)

 

El trabajo sin tiempo....y las bellezas del río Yangtse

 

 

“Cuando llego a mi casa

Mi hijo ronca como el trueno

Nadie escucha mis golpes

Apoyando en mi vara

Escucho al río...

Siempre me lamento

Que mi ser no es mío,

¿Cuándo no recordaré de apresurarme por nada?

De la noche profunda el viento sueña,

La seda blanca yace plana,

Pronto el pequeño barco navegará

Pasando el resto de su vida por los ríos y mares.

Su Tung-po (1036)

 

 

Sorprendida pregunté al guía cómo era posible que se emplearan 5 años para hacer una alfombra de seda, o que la amplísima producción de porcelana fuera pintada a mano, o que se utilizaran muchos años y muchas manos para hacer una sábana en hilos de marfil. Me contestó que en China el trabajo era parte importante de la cultura, y que el significado del tiempo en oriente era muy diferente al de occidente. La espera, la paciencia y el trabajo constante y cotidiano, me dijo, era el secreto para hacer todas esas maravillas culturales.

 

Pregunté también el significado del Número 3 en la cultura china, pues en muchos textos tradicionales y modernos aparece como la cifra mágica de la vida, una constante en textos taoístas, budistas y confucianos. Me respondió que mi observación era cierta. Y que la cifra se sustenta que los chinos creen que cada persona tiene tres vidas: La vida presente, la vida pasada y la vida. futura  Por esta razón en la cultura tradicional China, la tumba, no era un mero lugar para depositar el cuerpo sin vida de alguien, sino el lugar donde se espera la vida que se iniciará. Los Emperadores de todas las dinastías seleccionaban siempre lugares especiales para construir las edificaciones donde fueran depositados sus restos una vez hubiesen partido de la vida presente. Este lugar debía ser hermoso, cerca de una montaña y bordeado de un río ancho y caudaloso. La montaña serviría de apoyo  y el agua del río permitiría limpiar su cuerpo mientras espera la otra vida.

 

Estas explicaciones me permitieron entender la visita siguiente que se desarrolló en la ciudad de Xian, cuna del río Amarillo, tierra privilegiada por la naturaleza, ya que nunca  ha habido nunca inundación ni sequía.

 

La visita al  Museo de los guerreros de terracota o el mausoleo Qinshi Huangdi, un lugar tan extraordinario que UNESCO la bautizó como patrimonio de la Humanidad, muchos incluso lo han definido como la “Octava Maravilla del Mundo”, al e ha llamado a este museo, la octava maravilla del mundo.

 

La tumba de Qinshi resulta impresionante  con sus filas apretadas de más de 7000 guerreros hechos de barro cocido, de tamaño natural, completamente armados, con los auténticos elementos característicos de los hombres que sirvieron de modelo, junto a sus caballos, también de tamaño natural. A la entrada del museo se encuentran 2 arqueros sentados en cuclillas.  Las figuras de los soldados pesan entre 150 a 180 kilos. Las primeras fosas fueron descubiertas hace 20 años. Vimos una réplica de una carroza en bronce, oro y plata.  Tiene 2,300 años.  Las carrozas tenían 4 caballos.  El caballo derecho tenía un penacho.  Está siendo usado por un funcionario. Las ruedas tenían treinta radios, que en conjunto significaban: luna llena, felicidad y oportunidad.

 

La cena la tuvimos en el museo de Bellas Artes.  Al terminar la cena, el director del museo ofreció una conferencia sobre la pintura tradicional china.

 

Después de la visita a Xian, el grupo debía tomar el barco que nos llevaría a descubrir la belleza natural del río Yangtse.  Tuvimos suerte, pues las fuertes lluvias cayeron cuando habíamos terminado. En Shanghai nos enteramos del desbordamiento del río y las secuelas de este desdichado fenómeno natural.

 

Las gargantas del rio Yangtse.  Nos levantamos temprano para que pudiésemos ver el imponente espectáculo del barco pasando por la primera garganta del río ¡Impresionante! las montañas penetran el río como si quisieran tragarlo.  La bruma siempre presente en las montañas, hace que se conviertan en algo misterioso para el espectador.  Estrechos pasadizos por donde el barco pasa con dificultad, y mientras cruzábamos, me parecía  como si estuvieran atravesando por las imágenes de los cuadros que veía cuando niña. Recordé que me cuestionaba sin cesar por qué siempre aparecían paisajes brumosos de las montañas y los ríos. Ahora entiendo por qué.  El Yangtse corre aceleradamente por esta garganta, remolinos inmensos acompañan al barco durante su travesía. Las montañas, las más altas de este trayecto se ven de repente entrecortadas por nubes.  Si levantas la vista alcanzas a ver el pico final como una imagen en la cual el cielo y la tierra se unen de manera imperiosa.  Doy gracias mil veces a la vida de haberme obsequiado esta oportunidad, de ser testigo silente de esta maravilla que la naturaleza ha regalado a la humanidad. 

 

Ahora entiendo porqué al río Yang Tse le llaman el Dragón.  Es un inmenso río que casi atraviesa China, con las curvaturas del dragón, que se lleva a su paso cuanto encuentra.  Cuando el dragón lanza sus llamas los que están a su lado se espantan.  El río ruge provocando fuertes movimientos al barco tratando quizás  de aligerar el peso de este mole de hierro cargado de gente extraña que viene a observarlo.

 

Al otro día, temprano en la tarde, como a las 2h30pm oímos el llamado de que el barco entraba por la segunda garganta. El sol hizo que el misterio que imprime la bruma se esfumara, entonces la entrada por ese paso no resultó tan impactante.  Sin embargo, la naturaleza con su grandiosidad se impuso ante nuestros ojos.  Las montañas penetran al agua, intentando imponerse al dragón, pero el agua con su fuerza no deja  dominarse por la grandiosidad de las montañas.  Así en el periplo de largos kilómetros observamos dos expresiones de la naturaleza luchando por dominarse mutuamente. El dragón, dijo al río, como buen discípulo taoísta, que debe adecuarse a las adversidades y continuar su trayecto  río abajo.

 

Un día después entramos a la tercera garganta. Es la más peligrosa, nos levantamos temprano, pues a las 7:00 en punto pasamos por ella.  La bruma estaba más espesa y era casi imposible ver con detalles la lucha feroz entre el río y la montaña.  Sin embargo, el paisaje seguía siendo hermoso.  Las montañas se tiñeron de colores diferentes.

 

Al terminar el trayecto por las gargantas, tomamos un bus para ver la obra de ingeniería más grande y osada de todos los tiempos: La empresa hidroeléctrica del río Yangtse.  La zona está siendo custodiada por la guardia. Nos dijeron que en la construcción de la presa trabajan más de 20,000 obreros constructores y algo más de 10,000 técnicos e ingenieros. Vimos el sistema de eclusas para el paso de los barcos.  Son 5. Tienen 34 m de ancho y 280 m de alto.  No dicen que esta obra, fruto también del ingenio y el trabajo, podrá ser vista, junto a la Gran Muralla desde el espacio.

 

Cuando finalizó nuestra travesía por el río, comprendí algunas de las ideas que nos dieron durante la conferencia sobre la pintura tradicional china en el en el museo de Bellas Artes de la ciudad de Chongching.  Normalmente se utiliza el papel de arroz o en su defecto la seda. La pintura de los bajantes, elemento tradicional de la cultura china, se coloca en el centro. Dejan dos espacios, arriba, o el lugar del cielo, y abajo, el que corresponde a la tierra. En la pintura tradicional, no importa tanto el dibujo, la perspectiva o la luz, sino el color. Para reproducir la bruma de las montañas se utiliza tinta negra, que dependiendo de la forma de colocar el pincel ofrece diferentes tonos de negro (¡los mismos tonos que vi cruzando el Yangtse!)

 

Esta experiencia nueva, única en mi vida, me ofreció un nuevo motivo para pensar profundamente en la identidad. Me dije a mí misma, cuán orgullosa me siento de haber nacido en el Caribe, de haber acariciado mis raíces dominicanas, pero cuán dichosa soy de poder vivir en carne propia la presencia de otra raíz de mi identidad. Occidente prevalece, de eso no me cabe la menor duda, pero el Oriente se ha hecho cada vez más presente, y me ha hecho redescubrir no sólo su riqueza, sino cuán presente han estado en mí sin quizás darme cuenta.