lunes, 29 de abril de 2013

Las alas rotas


 ENCUENTROS


 

“Las alas rotas”


Por: Mu-Kien Adriana Sang


 

“Todo depende de cómo lo haga uno.  Los seres humanos son como las flores abiertas y receptivas al manso rocío, pero cerradas y reacias al violento aguacero.” 

 

“En una guerra de ideas, las víctimas son siempre personas.”

 

“Unos escriben para ganarse la vida; otros, para comunicar sus ideas o suscitar cuestiones que inquieten a sus lectores; e incluso otros lo hacen para comprender su propia alma...”

 

Anthony de Mello, Un minuto para el absurdo.

 

 

He sido testigo, como todos ustedes, de dos hechos bochornosos y absurdos. El fatídico martes del 11 de septiembre presencié llena de horror y tristeza la muerte de miles de inocentes, víctimas del peor ataque terrorista de todos los tiempos.  Todavía la polvareda ensombrece el panorama, haciéndonos recordar que el fundamentalismo más reaccionario ha decidido perpetrar su propia guerra santa.  Las consecuencias de este horrendo hecho todavía no son predecibles.  El gran coloso del norte, herido en sus propias entrañas, cual fiera herida, prepara el contraataque.  El mundo llora sus muertos. La espera, la angustiosa espera de lo que acontecerá en los próximos días, me ha obligado a detener mi vuelo.  Mis alas no pueden, se resisten a volar.

 

Pensé que era suficiente con el dolor de los atentados terroristas. Pero no, la vida se empeñó en poner una vez más a prueba mi capacidad de resistencia.  El jueves 13 de septiembre se produjo un golpe mortal en la historia institucional del país.  Fue presentado por todas las cadenas de televisión, un frío, cursi, mal articulado y bochornoso espectáculo.  El honorable Consejo de la Magistratura se reunió ante la expectación nacional y frente a toda la opinión pública nacional para elegir los tres jueces faltantes de la Suprema Corte de Justicia. De manera abrupta se dio inicio la atropellada sesión. Todos sus representantes estuvieron presentes. Sin pausas ni introducciones de ningún tipo, se procedió a una lectura apresurada y sin explicación  de unos nombres. Un juez secretario, comenzó a leer un listado con 25 personas preseleccionadas.  Todo el mundo se preguntó ¿Cómo, cuándo y en qué momento se preseleccionaron estas personas? ¿Cuáles criterios se utilizaron para reducir un listado de 167 personas? El aturdimiento fue general.  No hubo ninguna aclaración sobre la forma en que sería conducida la sesión de trabajo.

 

Pensé que con un listado de 25 personas, si se hacía un verdadero escrutinio y una verdadera sesión de preguntas de contenido a los aspirantes, tendríamos una larguísima jornada que duraría por lo menos 10 ó doce horas, sólo en la primera parte.  Y que se convocaría para una segunda oportunidad a fin de hacer verdaderas ponderaciones acerca de las candidaturas, para luego proceder a las votaciones. Grande fue mi sorpresa.  Estos 25 profesionales fueron llamados para ser entrevistados, como si fuera un ceremonial de adolescentes que participaban en un concurso escolar. Fue una entrevista meramente formal, atropellada y superficial, marcadas por preguntas absolutamente banales. 

 

Pero más sorpresiva fue la rápida decisión. La selección fue realizada en tiempo récord. Nadie puede negar que la ley de carrera judicial fue violentada, al seleccionarse una persona con vinculaciones directas con un partido de oposición. No podía creer cuando escuchaba al Presidente de la Suprema Corte de Justicia, justificar el acto tragicómico que organizó y ejecutó el Consejo Nacional de la Magistratura. . Sus palabras todavía me   lastiman. La justificación de lo injustificable es la peor tarea que pueda tocarle a una persona humana. 

 

En tiempo récord fueron realizadas las 25 “entrevistas”. En tiempo récord se eligieron los tres nuevos jueces. En tiempo récord se juramentaron. En tiempo récord se violentó la ley. En tiempo récord los partidos demostraron que el interés político está por encima de todo, incluso del futuro del país. En tiempo récord se quebraron muchas esperanzas.

 

Ese jueves 13, como el fatídico martes 11 de septiembre, volví a mi casa, con los brazos caídos, sin fuerzas para levantarlos ni siquiera en señal de reclamo ni de espanto. Un nuevo golpe había quebrado el resto de mis alas que luchaba por proseguir su vuelo natural.

 

Las reacciones se han sucedido. ¡Pobre sociedad civil! ¡Cuán criticada has sido porque has exigido un poco de transparencia y respeto a la ley! Y en medio de mi tristeza, percibo que la mujer historiadora. Y caigo de nuevo en cuenta que la historia de la humanidad se ha escrito con avances y retrocesos.  Y la mujer ciudadana sonríe y se consuela para decirse:  en medio de las lágrimas estos episodios no son más que pruebas de resistencias para proseguir.

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